martes, 7 de mayo de 2013

El autor no lo hizo para mí / yo tampoco
lo leo para él / yo y el libro
nos precisamos mutuamente / somos
una pareja despareja /
el libro tiene ojos tacto olfato
hace preguntas y hace señas
puede ser una esponja que me absorbe
o un interlocutor vacío de prejuicios
el libro y yo tenemos un pasado
en común / con frutales seducciones
yo a veces le confisco a madame bovary
y él me despoja de ana karenina /
si nos empalagamos de esos amores yertos
ya somos otros y nos reconciliamos
el libro me provoca / me arranca confesiones
y yo le escribo notas en los márgenes
es una relación casi incestuosa
nos conocemos tanto que no nos aburrimos
él me describe cielos incendiados
y yo se los extingo con lágrimas marinas
no lo hizo para mí / ¿será por eso
que el rostro no me importa? / es un enigma /
yo sólo quiero descifrar el libro
y quedarme en su vida hasta mañana

Mario Benedetti en su  en su libro El olvido está lleno de memoria, 78,  disponible en http://www.escritoresxy.com/EDITOR_ONLINE/narracion_alumno/memoria.pdf

Definitivamente los escritores no escriben para nosotros, y sin embargo, no hay autor sin un buen lector, nos necesitamos uno al otro.  ¿Para quién escribe el escritor? ¿Para qué finalmente sirve la escritura?

Sospecho es un acto de rebeldía, un acto desde el que se defiende el derecho de ser uno mismo, de decidir el cómo, el qué y el para qué de cada momento que se vive, de hacer una pausa para pensar en medio de la avalancha de cosas que se viven y ocurren sin tiempo de pensar, valorar, decidir… Escribir es una necesidad vital del ser humano que se pregunta quién es, qué hace aquí, hacia donde va… está urgido de encontrarse consigo mismo, “sin otra recompensa que ser, sin otro sentido que simplemente encontrarnos.”(Hugo Zemelman)

¿Escribir, volcarnos en lo impreso puede ser un espacio de autonomía?  ¿Qué nos impide escribir, ensayar ideas, jugar con el lenguaje, atreverse escribir guiado por la pasión, por un no-saber que den lugar al sentimiento en las palabras? ¿Por qué no todos tenemos esta habilidad de la escritura profunda, sincera, auténtica, que nace de la más íntima intimidad?  La respuesta es compleja, y no pretendo abordarla aquí, lo que sí sé es que escribiendo, jugando con las palabras damos con nosotros mismos, y al hacerlo, con nuestros propios obstáculos, necesidades y déficits que nos impiden este derechos de expresarnos, de soñar en quien sentimos podemos ser.

 El escritor no escribe para mí, lo sé, pero cuando escribe para sí mismo, toca aspectos que yo no tengo la capacidad de abordar, no tengo el lenguaje, la habilidad de la escritura, y entonces, se viaja por sus palabras, por sus metáforas, e igual que él, sin que lo pretenda, nos ayuda a pensar, a sentir, esos aspectos de la vida que son importantes meditar… El escritor no escribe para mí, pero él sabe que lo que dice, tocará a otro, que le entiende… Dice Bachelard, quien lee y relee una obra amada, es porque le concierne.  Así, todos tenemos a nuestros autores preferidos… Somos unos desconocidos, si, pero el uno y el otro, nos necesitamos...  Como dice Benedetti,
...el libro me provoca / me arranca confesiones
y yo le escribo notas en los márgenes
es una relación casi incestuosa
nos conocemos tanto que no nos aburrimos
él me describe cielos incendiados
y yo se los extingo con lágrimas marinas
no lo hizo para mí / ¿será por eso
que el rostro no me importa?....
para pensar...