Russ Harris. Una bofetada de realidad. Cómo encontrar satisfacción cuando la vida duele. Ediciones Obelisco, 2020. Edición electrónica.
¿Pues me he leído un libro de autoayuda? ¿Sería por las elecciones recientes? Quien sabe...
La verdad, siempre me he alejado de este tipo de lectura, pero, ante el título no me pude resistir. Antes de comprarlo, tomé mis precauciones, primero busqué la reseña, luego comentarios de quienes lo habían leído y me informé sobre el autor, quien es médico como formación inicial, y hoy, se autodenomina coach del enfoque TAC (Terapia de aceptación y compromiso) creado por el psicólogo estadounidense Steven C. Hayes, cuyos conceptos centrales provienen del método mindfulness y teoría de valores. Cuando leí lo de mindfulness casi me arrepiento, pero continué. Russ Harris se dedica a dar conferencias de autoayuda y escribe libros. Con todos estos datos, tomé mi decisión y lo compré.
Cuando vi el título, me pregunté ¿A qué le llamará bofetada
de realidad? ¿Qué planteará como realidad? ¿Qué estrategias puede compartir a
alguien que se encuentra avasallado, rebasado, achicado por la contingente, ingobernable
e impredecible realidad? Un libro de autoayuda, frente a esta compleja temática
causa curiosidad, pues salir de estados de dolor existencial nos exige a cada a
uno “pruebas de vida”, salir de esas encrucijadas existenciales en que sin
quererlo entramos, pienso que no es un asunto de coachearías por así decirlo,
sino de gran talante, y muchas veces, de esto último, estamos muy enfermos.
Pues lo leí. Nada complejo, la lectura fluye, y aunque es un
libro extenso, se lee en pocos días si se quiere, pero descubrí que hay pasajes
que exigen reflexión, por tanto, el tiempo de lectura dependerá de las
necesidades de comprensión de cada uno. ¿Qué encontré?
El autor de entrada nos dice que la vida está llena de
situaciones que nos asaltan, momentos que no se esperan vivir y que al sucedernos
nos sitúan en lo que llama “brecha de realidad”, ese camino que sigue a la
desgracia de lo que nos haya pasado, un camino por vivir lleno de tristeza, de
dolor, de incertidumbre, algo que nos puso en filo de la navaja, y exige tomar decisiones,
seguir ahí lamentándonos, metiéndonos cada vez en el pozo de la tristeza o
salir. No será fácil, pero es posible.
Plantea que esa brecha de realidad, llena de dolor,
penumbra, oscuridad, no es lo único, sino que estamos rodeados de otras realidades
que no miramos y lo que se necesita es aprender a mirar a nuestro alrededor y
darnos cuenta de que existen otras opciones, otras realidades por las que
podemos optar, y para hacerlo, necesitamos que nuestra mente se tranquilice, es
aquí donde entra el mindfulness, una
mente que nos juega malas pasadas, que nos lleva y trae ideas, sentimientos,
emociones que nos duelen, pero al aprender a pensar se vuelve más abierta, deja
fluir los pensamientos, sentimientos, pues no se trata de negarlos, sino de expandirnos
y aprender a convivir con ellos y con otras experiencias que están a nuestra
alrededor. Así, ese dolor tendrá su
lugar, pero igual habrá lugar para otras situaciones, y con el tiempo, estaremos
en otro momento, más tranquilos, teniendo conciencia de lo que nos pasó, pero que
se reconocerán con menos fatiga, menos dolor, más esperanza y sentido de vida,
y es aquí donde entran los valores de cada persona para enfocarse.
Toda la secuencia de ideas que utiliza para llevarnos a
pensar que toda pena, que toda situación grave no es el fin del mundo, que se
puede superar es tranquilizante, y tiene mucha razón, pienso que toda situación
límite nos exige movimientos, avanzar, dejar pasar tiempo, no evitar ese caudal
de lágrimas, llorar la pena, darle su espacio y cada día, dolerá menos y
menos. En todo eso esto de acuerdo, y
por ello, es un libro muy recomendable para una persona que esté viviendo una
situación en desgracia, sin duda, yo lo se lo regalaría sin pensarlo dos veces.
Sí es un libro de autoayuda en un
momento de gran necesidad ¿por cuánto tiempo? Esa es la pregunta, porque definitivamente,
con lo que no estoy de acuerdo, son los ejercicios, los veo como paliativos que
ayudan en un momento determinado, pero no propician una formación que prepare
para esas nuevas bofetadas de realidad.
Mi formación, mi actitud alerta frente a las cosas, tal vez
por mi historia de vida y lo que he leído, me han llevado a pensar que una situación
límite, donde uno se siente rebasado, ahogado, como muerto en vida, lo que más
ayuda es pensar y tratar de comprender qué pasó, por qué, cuando se permitió
una o tal cosa, qué otros aspectos influyeron en el suceso, qué estaban fuera
de nuestras manos, qué dejamos de hacer, qué hicimos de más, qué de menos, en qué
momento sucede, qué tiene que ver el mundo que se respira y del que somos parte
ineludible.
Pienso, que más que ejercicios de autoexploración de quien
soy, qué quiero, a dónde voy, (y de lo que nunca tenemos la respuesta) lo que
necesitamos es reflexionar, pensar, tener claridad en ese suceso que nos golpea
y nos tira al suelo, que nos deja sin fuerzas, desvalidos, y si somos capaces
de comprender esa bofetada de realidad, podemos reposicionarnos, adquirir sabiduría,
calma, y así, mejor situados, poco a poco se verá la luz por diferentes partes a nuestro alrededor, veremos otros caminos, y
seremos capaces de tomar nuevas decisiones, nuevos retos, compromisos con nosotros
mismos, lograremos cambios, estaremos más preparados para las nuevas encrucijadas
de realidad, que nunca faltarán.
Sin embargo, sé que esos ejercicios autoayuda en algunos
casos son necesarios, y tal vez sirvan, (yo pienso que, por un poco de tiempo,
para mí son paliativos), que eso de sentarse a tomar conciencia de la respiración,
del cuerpo, concentrarse, pensar en recuerdos, en deseos futuros, en situaciones
de conflicto y modos de resolverlo, ejercicios de empatía, de consuelo al otro,
de buscarse para encontrarse, pueden ayudar en momentos de grandes tragedias
personales. La agitación de la vida es
cada vez más extenuante, que eso de reflexionar, calmar la mente, reorientarse
en la turbulencia de la vida, no es parte de la vida cotidiana, y cambiar de repente,
es ficticio. Por un momento ayuda, pero la realidad de lo que somos, no desaparece.
Bueno, el libro ayuda indiscutiblemente. Ayuda a pensar en el dolor de vivir y la necesidad de reconocerlo, sabre todo en estos tiempos donde se exaltan las ideas de la psicología positiva, eso de pensar bonito, en flores y pajaritos, miel y abejitas que no pican, pensamientos positivos para lograr vivir en paz, armonía, fluyendo, pero, ¿es cierto? ¿qué con la real-realidad? siempre a nuestra alrededor, caótica, saturada y efervescente.
Las bofetadas de realidad suceden cuando menos lo esperamos ¿estamos atentos y preparados para vivir el siguiente dolor de vivir? Seguramente no, pero hay que hacerlo con valentía, responsabilidad ante uno mismo y para los demás, y sobre todo, con amor a la vida en uno mismo, de todos y de todo.