martes, 29 de octubre de 2024

Alfred Sonnenfeld. El arte de la felicidad. Mente, cerebro y genes. Herramientas para su buen uso.

 


Alfred Sonnenfeld.  El arte de la felicidad. Mente, cerebro y genes. Herramientas para su buen uso. Editorial Almuzara, 2023. Edición Electrónica.

 

 Este pequeño libro (no es muy extenso), pareciera ser del grupo de los llamados “libros de autosuperación personal”, pues en él vamos a encontrar citas como ésta:

 

“Un hombre es feliz si realiza lo que verdaderamente quiere, iluminado por su conciencia, y lo que puede, contando con unos límites y siendo capaz de aceptarse a sí mismo, a los demás y, por supuesto, a la realidad tal y como viene dada.” Pág.72

 

Pero, es mucho más que eso.  Para empezar, tenemos el esfuerzo de un hombre religioso, un hombre de fe (desconozco su lugar en la iglesia y qué tipo de iglesia), con formación de antropólogo y estudioso de las neurociencias.

Con estas credenciales, discute el problema de felicidad del ser humano, lo que nos puede hacer sentir plenos, llenos de sentido y de amor a la vida, algo que nos parece muy difícil alcanzar como personas concretas, quienes, por lo general, estamos sumergidos en grandes dolencias físicas y emocionales, descentradas de nosotros mismos, tristes y extraviadas por la vida.

La discusión de este problema, lo enfrenta desde su conocimiento de los avances descubiertos en las últimas décadas por la rama de las neurociencias o neurobiológicas como les llama él, y plantea, que, sin bien al nacer, y por el lugar donde nos sucede, ya tenemos una programación genética y cultural, una apropiación de la forma de vida determinada, ajena a nosotros, pero, aunque esto es cierto, nuestra genética, nuestra biología, nuestro origen no es destino irremediable, que nuestra forma de ser, de vivir, puede orientarse hacia la felicidad.

Es por ello, que nos ofrece explicaciones sobre nuestra genética, nuestros límites biológicos, nuestras circunstancias ambientales, y nos ayuda a pensar en que no son definitivas, sino que puede desafiarse ¿y cómo se logra esto? Con la construcción de ambientes que sean propicios para una vida buena, y menciona a Platón, quien dijo que nuestro fin no es sólo vivir, sino de buscar las formas de vivir bien.

Hace uso de conceptos tomados de varias disciplinas, se mueve entre la filosofía, las neurociencias, la biología, la cultura, para convencernos que nuestro fin es desear un vida prosocial, que nuestra felicidad no es sólo una palabra en el aire, sino que asume la forma de nuestro cuerpo, nuestra biología, a la que le damos sentido hacia el afuera de nosotros, hacia los “tu”, y así, toda nuestra genética se reorganiza dando lugar a patrones neuronales que nos hacen hacer cosas buenas para los demás, y por ende, se tornan fuentes de salud, bienestar para nosotros y nos aporta esa deseada “vida buena” que deja un cúmulo de emociones nacidas de lo prosocial. Así el sentimiento de hacer algo bueno para los “tú”, aporta felicidad en cada “yo”.  Aquí ya vemos a los neurólogos, y a filósofos como Buber, Levinas.

 

Por tanto, seamos quienes somos al nacer, no es definitivo, y nunca podemos darnos por vencidos, asumirnos determinados, sin cambios. Se trata de convencernos que de nuestro cerebro puede cambiar, que necesitamos comprender que nuestro cerebro es lugar de nuestro cuerpo donde suceden los procesos de adaptación y cambio, y así comprenderemos por qué se resiste, pero también qué es lo que lo estimula a generar modificaciones,  a realizar nuevos aprendizajes.  Conocer nuestro cerebro, nos permite pensar en que podemos modificar pautas de vida, hábitos, modificar nuestros patrones neurales y reencantarnos con la pasión por aprender, por el movimiento, por la pasión, la ilusión de nuevas cosas por alcanzar y compartir, porque en el deseo de aprender, de moverse, a la vez estimula al cerebro, activa los centros nerviosos, emocionales y nos hace desear siempre mejorar, volvernos virtuosos, es decir, con deseo de perfeccionamiento de cualquier cosa que hagamos.

Y lo que más aporta a nuestro crecimiento y florecimiento personal, que nos lleva hacia esa vida egregia, plena ese sentido prosocial, es sentir, saber, que hacemos cosas buenas para los demás desde nuestra propia vida-buena; vivir bien con los demás aporta bienestar compartido y eso nos enriquece mutuamente. Entonces, la persona feliz es la que desafía sus límites genéticos, biológicos, cerebrales en pro de una vida siempre en cambio. Se trata de apasionarnos con el cambio. 

A lo largo del libro, tocando diferentes temas, analiza el mundo actual, los problemas que se viven para tales logros, las personas cada vez sumergidas en sí mismas, en su “yo”, alejadas de los “tus”, atrapada en sus contextos, en una vida viciada por deseos impuestos que obligan a cambiar de acuerdo a esos deseos, personas que se dejan llevar por lo que existe, y eso, termina por hacernos las personas más infelices y nos olvidamos de cómo volver hacia nosotros mismos, pensamos que la felicidad está fuera de nosotros, que alguien nos la dará.

Y no es así, la felicidad radica en superar nuestros límites, vivir nuestra genética, biología, cultura como un comienzo que tiene muchos caminos y tomar algunos, moverse entre ellos, hasta encontrar la razón de continuar por uno, este esfuerzo de ser uno mismo con los otros, nos hará felices.

Es un libro interesante, nada religioso, que ayuda a pensar que encontraremos el valor de la vida, cuando alcancemos una coherencia ética y coherencia neurobiológica.  Esto es, si nuestra vida está llena de buenas acciones, nuestra genética biológica lo agradece, y esto favorece el desarrollo cerebral. Por eso un buen contexto, una buena educación, una vida social que cuide a sus ciudadanos, dará lugar a personas felices.

Sin duda, es una tesis interesante.  El problema es que, en estos tiempos, priva una vida social bastante ajena a los logros de esta felicidad del tu-yo de Buberiana.  Estamos ante violencias de todo tipo, problemas de desamor humano, indiferencia, egoísmos, mala políticas públicas, deficiente información, formación, educación, que nos hace presas fáciles de este estado de cosas desde el momento de la primera respiración y nos hacemos parte de este mundo en procesos indecibles de degradación.

Me pregunto ¿los educadores qué tanto conocemos de los avances de las neurociencias? Este conocimiento, en este libro, es central.