Daniel Innerarity. La sociedad del desconocimiento. Galaxia
Gutenberg, 2022. Edición electrónica
No hace mucho, se hablaba de “la sociedad del conocimiento”,
siendo uno de sus principales impulsores Manuel Castell, quien, siguiendo a
otros antes que él, desarrollo un cúmulo de ideas en torno a una sociedad necesitada
de conocimiento para impulsarse y progresar.
Innerarity, publicó un ensayo en 2009 (como parte del libro “La sociedad
de la ignorancia”), donde ya indicaba que se estaba dando una saturación de información,
y esto rebatía la idea de acumular conocimiento como garantía de progreso.
En este libro, Innerarity ha tomado aquellos hilos de ideas
y nos ofrece una serie de planteamientos que nos invitan a reformular aquellas ideas
sobre la función del conocimiento en los diversos campos de aplicación, siendo
uno de ellos la educación.
Los argumentos de este autor, filósofo preocupado por las sociedades
democráticas, irrumpen aquellas ideas sobre los beneficios de un conocimiento preciso
eficaz que diera garantías en cualquier toma de decisiones, que lo conecta con
el ámbito político, por ende, con la compleja democracia.
Hoy, nos dice, estamos frente a muchos frentes productores
de conocimiento, que nos sitúan ante diversos sentidos y direcciones para
avanzar, que el conocimiento que se produce se ha vuelto incontenible dando
lugar a una multiplicidad de aproximaciones a cualquier situación, estamos frente
a explicaciones que concuerdan, que difieren, y necesitan de momentos de
reflexión para encontrar puntos de encuentro, o mantenerse separadas.
La información que emerge día con día, satura, nos excede en
la capacidad para apropiarnos de ella y comprenderla; nos dice que es tanto el exceso
de conocimiento que, en vez de beneficiar, perturba, distrae, genera
incertidumbre. Por ello, no somos la sociedad
más preparada, sino que nos sumergimos en un estado de distracción ante tanta sobrecarga
de conocimiento que fluye por diversos medios y esto induce a que las personas
busquen respuestas simples, se nieguen a explicaciones teóricas complejas y
prefieran disertaciones rápidas sin verificar, quedando expuestos a información
falaz, mediocre, que nos hace una sociedad ignorante.
Estamos en una paradoja, es decir, es un tiempo con
información en demasía, pero a la vez, sin la capacidad de utilizarlo para
comprender las complejas realidades en se enclavan nuestras vidas.
Nos explica, cómo el avance del conocimiento, aceleró la
creación de tecnología, y que está a su vez, exigió cada vez más conocimiento
para auto innovarse, aportando al mundo un cúmulo de herramientas e instrumentos
que dinamizan, facilitan la vida, y que esta inundación de tecnología a nuestras
vidas, ha acelerado el tiempo.
Uno de los grandes inventos ha sido el avance de la
internet, las redes, plataformas, que propician la circulación de cualquier tipo
de información, y la emisión de respuestas en tiempo real, que nos coloca en la
demanda de respuestas atentas al futuro cercano, que hace que las respuestas se
sientan volátiles, demasiado frágiles, y se fracturan las certezas, la
seguridad en el éxito deseado.
Hoy, el conocimiento, que antes daba seguridad, se siente falible,
momentáneo ante lo que puede suceder. Un ejemplo lo tenemos en las vacunas
contra el COVID, las primeras tuvieron que mejorarse ante la mutación del
mismo, aquellas que utilizaron viejos esquemas de elaboración, se saben obsoletas
ante el nuevo conocimiento elaborado para crearlas, saber esto, genera una abrumadora
sensación de vulnerabilidad.
Sus reflexiones, lo llevan a problematizar diversas relaciones
que necesitan regularse ante la emergencia de tanto conocimiento, por ejemplo,
la influencia del conocimiento en la toma de decisiones políticas; atender el avance
del internet, las plataformas, las redes con relación a la política social y la
vida pública y privada; el papel que tiene la emergencia de esta caudal de información
en la vida educativa, que es tal vez lo que más nos interese, pues la escuela
guarda en su historia, la idea de que el conocimiento acumulado en ella era lo
que la hacía progresar, le daba un prestigio, garantía de una formación para
progresar en la sociedad.
Esta idea, de alguna manera sigue presente, aunque débil; muchos
piensan que asisten a la escuela para estar más informado, para preparado, pero
hoy, la información, los datos, todo conocimiento fluye por las redes, dejando
a la escuela fuera de esta idea prescrita y se le fractura un viejo sentido aún
instalado, tal vez sin otro que lo sustituya.
Definitivamente, este libro, como cierra el autor, pone en
crisis a la democracia, pues ante tantos sentidos abiertos, la sociedad tendrá que
deliberar más para tomar decisiones que se compartan y en las cuales se
comprometan, siempre teniendo en cuenta la fragilidad de los resultados por
misma inestabilidad del conocimiento.
En una sociedad así, el autoritarismo, es lo menos plausible. Además, pone en discusión la tarea educativa,
si no es la lugar donde se concentra y aprende conocimiento, ¿cuál será su
nuevo sentido formativo?
Ojalá se sientan invitados a leerlo.