"Nos
encontramos en los terrenos de la tercera tesis sobre Feuerbach de Marx, cuando
sostiene que se olvida que son los hombres precisamente, los que hacen que
cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado.”
Hugo
Zemelman[1]
Hablar de Hugo Zemelman
desde su obra, con el fin de conocerlo, difundirlo y vivirlo en el mundo
educativo, implica reconocer que apropiarse de sus sentidos
epistémico-didácticos, no será nunca una tarea fácil ni rápida. Y a pesar de que urge esta tarea de
“propagación” de sus ideas, son muchos los problemas que se enfrentan, y que
como educadores necesitamos reflexionar y aprender a sortear para apoderarnos
de este legado intelectual cuya fuerza pedagógica radica en contribuir a que
las personas se hagan cargo de sí mismas, asumiendo el proyecto de su autonomía
personal, tarea ineludible de la educación.[2]
La vasta obra, exige de
nosotros formas de aprender más allá del ejercicio cognitivo, -en lo que
culturalmente se ha enfocado la escuela-, pues no se trata de una epistemología
que se aprende acercándonos a los fundamentos
de la ciencia, a diversas teorías para explicar desde dónde, cómo, para qué se
conoce como la define cualquier diccionario especializado, cultura teórica que no
está demás, hace falta conocerla, pero para usarla de una manera que acrecente
al ser mismo, lo habilite para reflexionar
la racionalidad encarnada de la época de
la cual somos hijos, y ser capaces de
“pensar nuestro pensar” reconociéndonos en medio de las fuerzas sociohistóricas
que definen los rumbos de nuestra existencia.
Adentrarse por este
enfoque epistémico, conlleva de entrada un esfuerzo personal con las exigencias
éticas, cognitivas, psico-emocionales, históricas, sociales entre tantas que
implican al sujeto, pues las ideas zemelmanianas buscan a un interlocutor que
se asuma como sujeto.
Zemelman reconoce al
sujeto como “ámbito de sentidos”, es decir, una presencia humana que se sabe
colocada en un tiempo-espacio interconectado con otros de diversas índole y
naturaleza, y necesita desplegar un razonamiento capaz de “mirar” nos dice él, no
solo explicar, porque explicar nos encierra en un conjunto de verdades sobre
esa realidad, cuyo origen parte de cuerpos disciplinarios, y quedamos sumergidos en teorías tal vez ya obsoletas, incapaces de dar cuenta del
dinamismo y complejidad de tal circunstancia.
De acuerdo a Zemelman,
la realidad presente, necesita ser “mirada”, captada horizónticamente para
apreciar su vastedad, y ante ella, sabremos que no basta una teoría para
explicarla, sino la articulación de todas aquellas que nos ayuden a reconocerla
como un todo que amerita ser abierto, desarticulado, para mirar sus nudos
problemáticos.
Diversas miradas
teóricas abren opciones, ser capaces de optar por aquella interpretación más
pertinente, y en esta opción, nosotros nos recuperamos potenciados para pensar
y hacer lo que se necesita dados nuestros ámbitos de intervención. Pensar,
colocarse, hacer lo pertinente, es la invitación, de ahí el lugar del sujeto en
la obra de este autor: le importamos nosotros.
Por eso, su obra es una
exhortación al rescate del sujeto y desde su discurso, su lenguaje nos busca. Desde su “decir”, no le habla solo a lo cognitivo,
pues sus planteamientos no pueden memorizarse, y como buen seguidor de
Bachelard, le habla al sujeto que somos, a ese que María Zambrano descubrió somnoliento,
cobijado bajo el mundanal ruido de la vida social,
“la realidad dócilmente se deja colonizar por el hábito, por los
hábitos que el hombre adquiere en su vivir cotidiano. Y casi desaparece. Dentro
de esa cuadrícula de los hábitos, la realidad se desrealiza, se oculta, y al
par que se desvanece se solidifica. La conciencia deja de estar despierta y
atiende solamente a aquello que tiene ante sí, a aquello que tiene que captar
de momento. El tiempo se contrae, se divide y su fluir se hace imperceptible o
tiende a hacerse. La libertad se aduerme. Pues que la realidad y el ser que
ante ella está –el hombre– están ligados, corren diríamos, la misma suerte: si
la realidad huidiza, se oculta, la conciencia se apaga, pierde intensidad y el
ser mismo, el ser a quien esta conciencia pertenece como una lámpara, se oculta
tanto o más que la realidad. Y así la
vida cuotidiana regida por el hábito, por la tranquilizadora costumbre que es
seguridad, eclipsa la realidad y al ser que con ella trata... y la vigilia se
acerca insensiblemente al estado de sueño.”[3]
Y Zemelman busca al sujeto
en actitud de vigilia, atento, para ello usa un lenguaje que sacude de esa
inercia somnolienta, y nada sutil nos habla de lo urgente y necesario dejando
la tarea de asumir esos desafíos formativos que solo cada uno puede
enfrentar. Leer a Hugo Zemelman es verse
frente a un “decir” poco habitual, persuasivo, desestructurante de los procesos
de significación que se logran, y esto va desatando una emoción, un
pensamiento, algo, pues se siente que leer ese tipo de enunciados desordena
algo, y uno se queda con la tarea de reconstruirse dadas las necesidades y
posibilidades de cada quien.
Este lenguajear
zemelmaniano, tiende a abrirse en significados sin agotarse en sus signos,[4]
por ello, el lector necesita dejar de leer cognitivamente, y dejar fluir otra
forma de comunicación, esa de la que habla Bachelard cuando afirma que si somos capaces de
insistir en una obra es porque nos concierne.[5] Esto es, llega un momento, en que la obra
dialoga con nuestro sentido, deseo, necesidad, con esas dimensiones
adormecidas, y entonces, esta lectura, le habla al sujeto que somos, dándose ese
encuentro de autor y la pregunta que surge es ¿Qué me estoy perdiendo de estas
ideas? Dando lugar a ese deseo de aventurarse por esas ideas que en la medida
en que exploran, reencantan al sujeto.
Nos vemos frente a un
lenguaje, fuerte, comprometido y apasionado, pero sumamente abstracto[6]
por tanto, complejo[7] pero no por ello ajeno
y distante, ya que le habla al sujeto que somos, ese que siempre está ahí,
potencialmente contenido en nosotros, pero a veces más como rol por la
naturaleza de las instituciones que habitamos y nos habituamos a sus inercias.
Y
dar lugar a la “experiencias de ser
sujeto”, auto-desplegarse, saberse capaz de vivir-viviendo, es lo que Zemelman
llama “necesidad de ser sujeto” pero que
en la medida en que se vivencia, nos coloca frente al empobrecimiento de nuestra subjetividad, se revela
la orfandad de recursos para enriquecerla, lo que impide crecer, y ante ese
necesitar ser uno mismo, se buscan salidas, se localizan umbrales por donde
hacer de nosotros “algo más” lo cual exige estudio, disciplina, tiempo para
estimular nuestras facultades adormecidas, desde fuertes dosis de voluntad, de
autonomía, ya no para sobrevivir, sino para existir con plenitud,
comprometiendo a “...todo el sujeto tanto a su estómago como a su espíritu, a
su mirada y su oído, a su voluntad de ser”[8]
Planteado
así, este enfoque contribuye a pensarnos-sentirnos como sujetos en una realidad
socio-histórica que sabemos sigue los imperativos de la hegemonía política,
social, tecnológica y económica del hoy, cuya direccionalidad, fuerza
constituyente de lo social que se impone, amerita ser descubierta, desanudada,
siendo capaces de pensar, de mirar otros desenlaces posibles a partir de
nuestro participación como sujetos históricos.
Como vemos, no se trata
de promover cualquier “pensar”, sino de uno con la fuerza de asomarse al pensar
mismo para percatarse de su propia lógica; se trata de estar atentos a las
acciones que provoca, y los proyectos emergen de él, reconociendo los efectos
sobre la realidad que se vive y hacerse cargo de sus efectos y consecuencias.
Dar prioridad a esta
tarea de “pensar el pensar”, exige tiempo, una formación lenta que propicie
esta actitud epistémica, y comprender el gran valor pedagógico y ético de esta
forma de epistemología, que nos invita a valorar la fuerza del pensamiento
crítico, connotado como capacidad de reconocer lo potencial en el presente
actual.
Pero estimular esta
forma de pensar conlleva enfrentar la propia circunstancia que sigue los
dictados de un paradigma que favorece un pensamiento instrumental a la que
subyace una propuesta formativa que encapsula nuestras forma de razonamiento y
nos orienta por descripciones útiles, que solo buscan una vida feliz, poniendo
la mirada en la mejoría de la vida actual, sin grandes perspectivas de futuro. La
educación, termina por promover una forma de pensar unívoca, ¿cómo promover ahí
una formación transdisciplinaria que rompa con la lógica de pensar en objetos?
Rescatar al sujeto desde
la educación, fomentar formas más abiertas de pensar, de ser, de sentir,
conlleva plantearse diversas preguntas capaces de ver a las personas desde el
conjunto de sus facultades y aprender a verlos como sujetos y la obra de Hugo
Zemelman, resulta un parteaguas para el problema de la formación, en la medida
en que busca el rescate del sujeto.
Es una obra importante
que aún necesita ser recuperada desde el ámbito pedagógico y aprender a construir
criterios epistémico didácticos que nos ayuden a vivir la educación con el
dinamismo y potencialidad que se necesita.
Tarea nada sencilla pero sí urgente.
[1] Hugo
Zemelman Merino. El ángel de la historia:
determinación y autonomía de la condición humana, (España:
Anthropos-UNAM-IPECAL, 2007), 34.
[2] José Ángel López Herrerías. Educar sujetos, propuesta pedagógica para
nuestra cultura, Revista Iberoamericana de Educación, vol. 75 [(2017), pp.
197-218]
[3] María Zambrano. Actitud ante la realidad. Disponible en: http://www.huellas-cl.com/2007S/07/lactitudante.html
[4] Emmanuel Levinas, “La sinceridad del decir”. En Dios, la muerte y el
tiempo. Cátedra, Madrid, 1998, p. 227-231.
[5] Gastón Bachelard. Introducción. En Poética del espacio. FCE, México,
1983, p. 18.
[6] “...lenguaje de pensamiento de naturaleza constitutiva que no se
identifique con el lenguaje de comunicación. Es el lenguaje de significantes
como propio de la razón abierta...” Hugo Zemelman Merino. Sujeto: existencia y potencia.
Anthropos y COLMEX, España, 1998, p. 57.
[7] “¿Qué se podrían decir
las cosas de otra manera? ¡Qué las diga el que pueda!... su urticante estilo
convoca al debate, la crítica, la discusión apasionada e ineludible...” Comentario
de Horacio Cerutti Guldberg al prologar el libro: Necesidad de conciencia. Un
modo de construir conocimiento de Hugo Zemelman.
[8] Hugo Zemelman Merino. Necesidad
de Conciencia. Un modo de construir conocimiento, (España: Anthropos,
2002), 25.