martes, 20 de julio de 2021

"Recuperar la pedagogía para defendernos del tecnicismo educativo"

 

Meirieu, Phillipe. Recuperar la pedagogía. De lugares comunes a conceptos claves.  Grupo Planeta – Argentina, 2016. Edición Digital.

 Philippe Meirieu cierra su libro con estas contundentes demandas para el campo educativo:

 “…hay urgencias: urgencia de volver a instalar la historia de la pedagogía y la reflexión pedagógica en el corazón de las “ciencias sociales”; urgencia de transformarla en el eje estructurante de una verdadera formación profesional de los enseñantes y de los educadores; urgencia de superar las simplificaciones y las caricaturas que se imponen hoy en un terreno que se ha dejado baldío desde hace ya demasiado tiempo; urgencia de desarrollar y difundir análisis que completen, prolonguen, amplifiquen o contradigan lo que acabamos de esbozar en esta obra…”(p.138)

 ¿Y sobre qué reflexionó en esta obra?

 Primero, plantea una fina discusión sobre la “actividad” que los niños realizan para aprender, de si es mejor una escuela activa cuyas discusiones muchas veces idealizan al niño y se le deja en un campo abierto, como si solos pudiese aprender; o si esto es posible en una  escuela donde se solicitan “ejercicios de aplicación”, siempre bajo una dirección que le lleva a logros esperados.  Nos dice que si bien se necesitan comprender estas posturas, rescatar de ellas sus aciertos, valorar sus esfuerzos, había que poner atención al valor pedagógico que tiene para los niños el vivir “situaciones de aprendizaje” bien construidas, donde la finalidad será que ellos puedan “operar” mentalmente sobre materiales, contar con consignas claras, permitirle crear y arribar a conocimientos donde sientan el valor de su esfuerzo, pues al ser así, ellos los transferirán a nuevos contexto, logrando su autonomía, pero la vez, portador de nuevos conocimientos que aportará al grupo social del que forma parte.

 Un segundo eje de discusiones, giran en torno a la idea de la motivación para aprender, reflexionando sobre la relación fracaso o desmotivación que muchas veces viven los alumnos frente al deber de aprender, lo que los adultos pensamos necesitan conocer.  Y después de interesante ideas, nos indica que en esto radica la tarea del profesor, precisamente en hacer emerger el deseo de aprender, y esto tiene que ver con un trabajo constante de búsqueda que va logrando relacionar los saberes que enseña con una cultura y una historia, para llegar a comprender cómo fueron elaborados por otras personas y valor que tienen para uno mismo.

 Continua con una pregunta “¿cómo podemos tratar de la misma manera a individuos singulares, sobre todo si nuestro propósito es hacerlos alcanzar los mismos objetivos?” (63) y va insistir que necesitamos no ser indiferentes a la diferencia de cada alumno, que cada uno necesita ser acompañado, no obviar sus características personales y sus necesidades específicas, que sucede en el seno de un colectivo, donde lo individual se articula, ahí, todos se interesan en los procesos de todos sin imponer, pero si favorecer los involucramientos que cada uno puede realizar.

 En un cuarto lugar, vemos la reflexión sobre nuestra idea de los niños, si los vemos apologéticamente o como son en realidad, niños que necesitan el acompañamiento de un adulto, de la construcción de un contexto que les permita ubicarse, que para aprender es preciso instaurar dispositivos, aprender a instalar lo que llama “bellas obligaciones”, ritos de trabajo que les llevan a metabolizar sus necesidades y energía en reto de aprender desde ellos mismos.

 Y por último discute el problema de la “libertad” en el reto de aprender y crecer, apelando aquí a la idea de “imputación”, esto es, ayudar a los niños a que se vuelvan sobre su propio proceder y tengan la oportunidad de asomarse a sus propios pensamientos y acciones y reorientarse en aquello que necesitan avanzar.  Nos hace ver el problema de formar en la libertad desde cualquier acto pedagógico, desde elegir un ejercicio entre otros, un libro entre varios, en cómo el adulto va capacitando progresivamente a los niños, para que se desprendan de las determinaciones en las que el contexto, la historia personal encierra, y aprenden a articular las decisiones que emanan de sí mismos con la historia contingente que heredaron, logran “imputarse” sus propios actos, acceder a la reflexión y “hacer de sí su propia obra”.(p.132)

 Así vemos algunos conceptos ineludibles en el acto pedagógico: aprendizaje, conocimiento, deseo, voluntad, libertad todos implicados en el sujeto en formación.  Por ello habla de tales urgencias, que nos lleven a los educadores a salir del tecnicismo en que la burocracia educativa por diferentes razones va orientando el sentido educativo. 

Es un libro interesante, y yo diría, urgente de leer.  Leerlo lleva a una “imputación” pedagógica personal (a la que no estamos acostumbrados) pero como dice nuestro autor, nos permite situarnos, revisarnos, valorar lo que estamos haciendo y atribuirnos progresivamente la responsabilidad en medio de lo que hemos hecho, analizar nuestras conductas hasta tomar el reto de nuevas decisiones fundamentales para la obra educativa en la que estamos implicados.  En el momento en el que estamos, esta “imputación pedagógica” es urgente y necesaria.