sábado, 27 de febrero de 2021

La idea de "mérito" inmersa en la economización del mundo actual ¿La estamos reflexionando en la educación?

 



La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? Michael J. Sandel. Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2020. Traducción de Albino Santos Mosquera. Versión Electrónica.

Una frase contundente con la que abre y también cierra una discusión interesante sobre las personas que estamos resultando después de 40 años de la globalización económica: “Cuánto más nos concebimos como seres hechos por sí mismos y autosuficientes, más difícil nos resulta aprender gratitud y humildad”.

Inicia con los sucesos del año 2020, con el inicio de pandemia. Ideas que venía trabajando tiempo atrás pero que puede ver aterrizar en como nos estamos comportando donde formar una comunidad solidaria para enfrentarla está siendo escasa, por el contrario, apartados, separados, enfrentamos el terror a ser contagiados y perder la vida.

La verdad, ha sido una lectura ajena a mis hábitos lectores, y fácil no fue, pero en la medida de su avance, fue atando cabos con la educación, reflexionar cómo desde la escuela estamos cimentando ideas que forman a generaciones de personas cada vez más separadas entre sí, portadoras de una “soberbia meritocrática” al asumirse como producto de su propio esfuerzo, sin ver los contextos y apoyos recibidos para ser quien se es; sentirse merecedores de recompensar de todo índole, sentir que valen por su esfuerzo personal, enaltecidos por sobre los demás, quienes son considerados como perdedores.

Leer este libro nos ayuda a revisa esta idea de “mérito”, que nos parece tan ingenua en el ámbito educativo y fomentamos al exhortar a nuestros alumnos para ser exitosos en medio de las competencias, del esfuerzo, que a la larga da lugar a lo que aquí se llama “meritocracia” (Michael Young). 

Con esta idea sembrada, lanzamos a nuestros alumnos a la vida, quienes piensan  en que es posible dominar la realidad, que nos podemos construir un destino de manera solitaria, sintiendo que somos totalmente responsables de lo que nos ha tocado vivir (que, en el fondo, es suerte, ya que pudimos nacer en otro contexto con condiciones totalmente adversas).

La sociedad globalizada de los últimos 40 años, centrada en las finalidades de economización del mundo, nos llevado a validar la idea del éxito como producto del esfuerzo personal, del trabajo duro, y a ver lo que se tiene como merecido y no tenemos la menor intención de preocuparnos por quienes no están en nuestro lugar, pues pensamos que no se han esforzado lo suficiente.

Pero los mercados, la financiación de la economía no aportan un piso parejo para todos, crea contextos de oportunidades que no son para todos, y por más que se esfuerzan algunos, no logran los mismos resultados, por lo que esta ética del mercado, exige una responsabilidad personal que nos haga creer que lo que tienes es porque te lo mereces dado tu esfuerzo, y si no lo logras es tu culpa.

Tanto nosotros, como la sociedad en general habla del valor de tener una licenciatura frente a quien no la tiene, sin pensar en las situaciones que lo facilitan o lo impiden, y se considera que una credencial universitaria es producto el premio de dones, y quien no los tiene, acepta su condición de estar por debajo de los demás. ¿y si no tuviera la suerte de poseer este don? Lo que se quiere decir, como personas somos el resultado de diversas circunstancias, tanto genéticas como sociales, y al formar parte de una comunidad, éstas se desarrollan o no, nos formamos unos con otros, por lo tanto, no nos hacemos solos, y se trata de reconocer y agradecer la influencia del mundo en nosotros para ser lo que somos.

Y lo peor, este mensaje meritocrático ha desencadenado “una sutil política del resentimiento”, una molestia social, entre las clases trabajadoras que no sienten una valoración a sus esfuerzos, a su trabajo, donde se ha perdido una valoración social.  Se aprecia una decreciente valor moral y cívico del trabajo, la financiación  de la economía, ha dejado una herida en la dignidad del trabajo, un disgusto social, una ruptura del lazo social que busca caminos de expresión, como esto de votar por gobiernos que abanderan su abandono, como ha sido en triunfo de gobiernos populistas que sin tener claridad se resisten a los avances de la globalización financiera cimbrando sus proyectos en ideas pasadas propias del Estado de bienestar de otras décadas.

 Me parece que es un libro de estudio, una lectura nunca suficiente al contener ideas potenciales para la reflexión sobre lo que nos ocurre, por ejemplo, por el momento, puedo resaltar dos:

·       “el valor moral y cívico del trabajo”, que lleva a pensar en la finalidad social que tiene cada trabajo, que exige un respeto, consideración, dignidad y me llevó a pensar en el valor del trabajo docente y preguntar ¿Qué tenemos que hacer para lograr un reconocimiento, valoración, pagos justos a nuestro esfuerzo en estos tiempos de financiación económica? 

·      Y ¿didácticamente como insertamos esa idea del éxito merecido en vez de propiciar una idea de formación de unos con otros, que lleve a la solidaridad y responsabilidad compartida para bien de todos impulsando los dones de cada cual, sin menoscabo de ninguno?


Un libro interesante, complejo, pero importante.  Debiera ser parte de la literatura de cualquier carrera, todo alumno en formación pienso, necesita revisarlo. Y quien ya es un profesional, con mas razón, así seremos más consciente de lo que se necesita pensar y hacer para practicar una ética del bien común.