domingo, 29 de mayo de 2016

De 200 a 185 días ¿cambia algo en la cultura escolar?






No tenía intenciones de entrar a esta discusión, porque sean 200, o 185 días ¿importa?

La política educativa, inmersa en las grandes exigencias de la hegemonía mundial,  propone esto, propone lo del uniforme, recorta aquí, recorta allá, y sobrevive en esos vaivenes de las demandas de quienes gobiernan el mundo actual, esos poderes que han llegado a ese lugar no por malvados, sino por personas de carne hueso que ahora controlan el mundo, y han sido formadas en el mundo que todos respiramos, quienes son producto de las fuerzas sociales que activamos todos desde la vida cotidiana y que todos vivimos, respiramos, pues somos parte de ese todo, ocupando lugares diversos, unos dirigiendo, otros sobreviviendo, pero todos haciendo esta historia. Y es algo que no digo yo, sino que aprendo de esos grandes teóricos como Bauman, Zemelman, Morin, Maffesoli van en estos sentidos de interpretación y a quienes necesitamos escuchar.

Ahora bien, esta política educativa, ya sumergida en esas exigencias, propone y propone exigencias que acá, en la vida real, nos es complejo pensar y vivir en  medio de todo el peso social que ya cargamos, pues la educación es una tarea extenuante,  y que resolvemos a cómo podemos en la vida cotidiana de las aulas.

Y se nos sitúa en esta discusión, pienso yo, inútil, porque considero que no tiene sentido si pensamos esto desde el reto de EDUCAR a las nuevas generaciones, que es una responsabilidad que tenemos como generación adulta y más, creo yo, de quienes lo hacemos profesionalmente, por tanto, ¿cuánto tiempo, ya sean días, meses, horas necesita? Considero que formar a los niños, a los jóvenes, no tiene tiempo, es un acto cotidiano del aquí y el ahora, y más en nuestro caso... y ahora, si nos preguntamos ¿cuánto cuesta, cuánto vale? No podríamos responder, solo sé que hay que hacerlo y que hacer tal cosa no es fácil, no es rápida, no es ajena a nadie, y que necesitamos tanto para hacerlo, necesitamos lo económico, necesitamos tiempo, necesitamos la solidaridad social, porque solos no podemos, los niños son hijos de este mundo en crisis (familias, instituciones, sentidos, desesperanza y tanto problemas social), ¿cómo hacerlo solos? Es una tarea indescriptiblemente compleja... ¿unas horas menos o más lo resolverán?

Por ello, si pensamos esta propuesta, como trabajadores, como asalariados de la educación, indiscutiblemente esto ameritaría otras discusiones, porque sé que nos pagan 20 horas semanales si tenemos una plaza, o más si trabajamos dos plazas y estamos todo el día en la escuela, exhaustos, cuando hacemos una labor pedagógica.  Me pregunto si quién tiene la preocupación de formar a las nuevas generaciones o cómo hoy se necesita ¿invierte solo 20 horas?  Actualmente, se nos pide asistir 200 jornadas de trabajo al plantel educativo, pero quién está preocupado por la formación, ¿trabaja 200 jornadas? 

Si nos colocamos en el problema de educar, el tiempo laboral y el tiempo de formación son diferentes, el primero corresponde al tiempo que se nos paga y nos permite una vida económica no sin sinsabores, porque esto que hacemos ¿Quién le puede dar precio? ¿Cuánto dinero cuesta educar? Es algo creo yo, incalculable.

Por esto y muchas ideas más que podrían argumentar, considero que es una discusión inútil y que necesitamos ver detrás de ella, y en vez se sumirnos en el encono de ver que nos pretenden hacer trabajar más con menos apoyo, ¿qué es lo que se está evadiendo porque es más difícil de enfrentar?  Sospecho que se evita la verdadera e importante discusión de un viejo problema,  ese relativo a cómo ayudarnos a "apropiarnos pedagógicamente" de nuestra profesión, pues recuerdo en este momento a Alberto Arnaut, gran estudioso de nosotros, quien  en ese libro "Historia de una profesión" (la nuestra) nos dice que  mucho nos fuimos aplicado a la defensa de lo laboral (que también se necesita, pero que ahora amerita nuevas formas para hacerlo dado el cambio del mundo), y fuimos pensando que eso, nos hacía docentes, que invistiendo ese imaginario de la vida docente, el título normalista, y luego luchar por nuestro lugar laboral todo estaba resuelto, situación en que en su momento funcionó, pero hoy no, estamos en otras relaciones sociales, económicas, culturales, un tiempo que nos informa que hay más por qué luchar y con otras estrategias ajenas a salir a la calle, hacer marchas y paros.

 La verdad, pienso, (no sin dudas) que elegir 200, o 185 días no tiene sentido cuando la rutina escolar nos hará trabajar lo que normalmente trabajamos, que elijamos lo que elijamos responderemos a nuestra cultura escolar, a nuestras concepciones.  Entonces, el verdadero problema a discutir y resolver, es este reto de movilizar a nuestras concepciones para responder al tiempo actual como sujetos. 

Movilizar nuestra cultura escolar y colocarnos en la real-realidad, aprender a situarnos a la altura de las circunstancias creo es el verdadero reto, es el problema nodal, difícil de resolver, y se evade, se nos aleja de éste con discusiones que solo desatan el encono pues nos vemos abandonados, nos recuerdan este malestar docente de sentirnos solos, abandonados ante la tarea EDUCAR, y más, necesitamos auto-convencernos de formarnos para ello pero ¿cómo hacerlo? ¿Cómo abandonar nuestras viejas historias, y concepciones que nos hace añorar aquél viejo calendario de mi infancia en el que entrabamos el 2 de septiembre y salíamos de la escuela el 30 de junio? Como formadora de maestros, intuyo la complejidad y el desafío pedagógico.  Sé que el tiempo nunca regresa, avanza y avanza, y nos pone en nuevos desafíos. 

Bueno, esto pienso, está bien o mal, no lo sé, pero somos tantos pensamientos como experiencias, creencias, sentidos, emociones somos, y desde esta conciencia de un nosotros plural necesitamos leernos, hablarnos, mirarnos para pensar mejor juntos.

Luz Divina Trujillo.