La
política educativa, inmersa en las grandes exigencias de la hegemonía
mundial, propone esto, propone lo del
uniforme, recorta aquí, recorta allá, y sobrevive en esos vaivenes de las
demandas de quienes gobiernan el mundo actual, esos poderes que han llegado a
ese lugar no por malvados, sino por personas de carne hueso que ahora controlan
el mundo, y han sido formadas en el mundo que todos respiramos, quienes son
producto de las fuerzas sociales que activamos todos desde la vida cotidiana y
que todos vivimos, respiramos, pues somos parte de ese todo, ocupando lugares
diversos, unos dirigiendo, otros sobreviviendo, pero todos haciendo esta
historia. Y es algo que no digo yo, sino que aprendo de esos grandes teóricos
como Bauman, Zemelman, Morin, Maffesoli van en estos sentidos de interpretación
y a quienes necesitamos escuchar.
Ahora
bien, esta política educativa, ya sumergida en esas exigencias, propone y
propone exigencias que acá, en la vida real, nos es complejo pensar y vivir
en medio de todo el peso social que ya
cargamos, pues la educación es una tarea extenuante, y que resolvemos a cómo podemos en la vida
cotidiana de las aulas.
Y
se nos sitúa en esta discusión, pienso yo, inútil, porque considero que no
tiene sentido si pensamos esto desde el reto de EDUCAR a las nuevas
generaciones, que es una responsabilidad que tenemos como generación adulta y
más, creo yo, de quienes lo hacemos profesionalmente, por tanto, ¿cuánto
tiempo, ya sean días, meses, horas necesita? Considero que formar a los niños,
a los jóvenes, no tiene tiempo, es un acto cotidiano del aquí y el ahora, y más
en nuestro caso... y ahora, si nos preguntamos ¿cuánto cuesta, cuánto vale? No
podríamos responder, solo sé que hay que hacerlo y que hacer tal cosa no es
fácil, no es rápida, no es ajena a nadie, y que necesitamos tanto para hacerlo,
necesitamos lo económico, necesitamos tiempo, necesitamos la solidaridad
social, porque solos no podemos, los niños son hijos de este mundo en crisis
(familias, instituciones, sentidos, desesperanza y tanto problemas social),
¿cómo hacerlo solos? Es una tarea indescriptiblemente compleja... ¿unas horas
menos o más lo resolverán?
Por
ello, si pensamos esta propuesta, como trabajadores, como asalariados de la
educación, indiscutiblemente esto ameritaría otras discusiones, porque sé que
nos pagan 20 horas semanales si tenemos una plaza, o más si trabajamos dos
plazas y estamos todo el día en la escuela, exhaustos, cuando hacemos una labor
pedagógica. Me pregunto si quién tiene
la preocupación de formar a las nuevas generaciones o cómo hoy se necesita
¿invierte solo 20 horas? Actualmente, se
nos pide asistir 200 jornadas de trabajo al plantel educativo, pero quién está
preocupado por la formación, ¿trabaja 200 jornadas?
Si
nos colocamos en el problema de educar, el tiempo laboral y el tiempo de
formación son diferentes, el primero corresponde al tiempo que se nos paga y
nos permite una vida económica no sin sinsabores, porque esto que hacemos
¿Quién le puede dar precio? ¿Cuánto dinero cuesta educar? Es algo creo yo,
incalculable.
Por
esto y muchas ideas más que podrían argumentar, considero que es una discusión
inútil y que necesitamos ver detrás de ella, y en vez se sumirnos en el encono
de ver que nos pretenden hacer trabajar más con menos apoyo, ¿qué es lo que se
está evadiendo porque es más difícil de enfrentar? Sospecho que se evita la verdadera e
importante discusión de un viejo problema,
ese relativo a cómo ayudarnos a "apropiarnos pedagógicamente"
de nuestra profesión, pues recuerdo en este momento a Alberto Arnaut, gran
estudioso de nosotros, quien en ese
libro "Historia de una profesión" (la nuestra) nos dice que mucho nos fuimos aplicado a la defensa de lo
laboral (que también se necesita, pero que ahora amerita nuevas formas para
hacerlo dado el cambio del mundo), y fuimos pensando que eso, nos hacía
docentes, que invistiendo ese imaginario de la vida docente, el título
normalista, y luego luchar por nuestro lugar laboral todo estaba resuelto,
situación en que en su momento funcionó, pero hoy no, estamos en otras
relaciones sociales, económicas, culturales, un tiempo que nos informa que hay
más por qué luchar y con otras estrategias ajenas a salir a la calle, hacer
marchas y paros.
La verdad, pienso, (no sin dudas) que elegir
200, o 185 días no tiene sentido cuando la rutina escolar nos hará trabajar lo
que normalmente trabajamos, que elijamos lo que elijamos responderemos a
nuestra cultura escolar, a nuestras concepciones. Entonces, el verdadero problema a discutir y
resolver, es este reto de movilizar a nuestras concepciones para responder al
tiempo actual como sujetos.
Movilizar
nuestra cultura escolar y colocarnos en la real-realidad, aprender a situarnos
a la altura de las circunstancias creo es el verdadero reto, es el problema
nodal, difícil de resolver, y se evade, se nos aleja de éste con discusiones
que solo desatan el encono pues nos vemos abandonados, nos recuerdan este
malestar docente de sentirnos solos, abandonados ante la tarea EDUCAR, y más,
necesitamos auto-convencernos de formarnos para ello pero ¿cómo hacerlo? ¿Cómo
abandonar nuestras viejas historias, y concepciones que nos hace añorar aquél
viejo calendario de mi infancia en el que entrabamos el 2 de septiembre y
salíamos de la escuela el 30 de junio? Como formadora de maestros, intuyo la
complejidad y el desafío pedagógico. Sé que
el tiempo nunca regresa, avanza y avanza, y nos pone en nuevos desafíos.
Bueno,
esto pienso, está bien o mal, no lo sé, pero somos tantos pensamientos como
experiencias, creencias, sentidos, emociones somos, y desde esta conciencia de
un nosotros plural necesitamos leernos, hablarnos, mirarnos para pensar mejor
juntos.
Luz Divina Trujillo.
Luz Divina Trujillo.