Luciano Concheiro. Contra el tiempo. Editorial Anagrama, Barcelona,
2016. Edición Electrónica.
Un libro, lleva a otros libros y ya no sé cómo me encontré con este libro que habla del tiempo, de su aceleramiento hacia el futuro, aportando al final una propuesta sobre cómo se podría enfrentar, lo que hace pensar de entrada que esta aceleración que no se reflexiona, no nos va bien, que nos afecta como humanidad.
Este tema me es atractivo, y sólo por el título lo fui leyendo,
pero ya en la tercera parte de libro me fui haciendo preguntas ¿Por qué siempre
se culpa al capitalismo de todos nuestros males? ¿Por qué subsumir los esfuerzos
creativos del ser humano al ganar-ganar indiscriminado? ¿Por qué el capitalismo
es el culpable de todas nuestras desgracias y no nosotros, los seres concretos
por nuestros actos? ¿Por qué se construye un culpable amorfo, abstracto,
inconmensurable al que se le atribuyen todos nuestros problemas de convivencia
social?
Desde hace un tiempo, me esfuerzo por no extraviarme en
reflexiones que siempre encuentran a un culpable con la forma de un poder
inmenso, que se impone y contra el cual tenemos el deber de luchar, lidiar complejas
batallas que difícilmente se ganan.
Pertenezco a esa generación que pensó en hacer la revolución, hacer
cambios a la historia, y como buenos quijotes, había que luchar contra el
capitalismo siniestro, inmenso, pero abstracto, como un “molino de viento”. Pero me pregunto ¿Al pensarlo así, dejamos de
pensamos como sujetos que encarnamos esas lógicas que deprendan al mundo?
¿Desde esta postura no evitamos reconocer, que el monstruo está en nosotros y lo
hacemos realidad? ¿Qué la batalla está en nuestro interior?...
Planteado lo anterior, diré que no desistí, terminé el libro. Éste, se organiza en 6 apartados sin título,
un dígito simple anuncia el que sigue, dejando al lector sin posibilidad de
anticipar las ideas que siguen… De entrada nos avisa que por ser víctimas de la
aceleración, será un libro breve, y sí, lo es.
Bien, en el primer apartado (1), relaciona el progreso de la
humanidad, con el capitalismo. Esto
es, explica que desde tiempos remotos, el
ser humano fue pasando actividades mínimas para la vida a otras con el uso de herramientas
producto de su inventiva para tener más oportunidades de sobrevivencia, facilitándole
la vida, así, de la hoguera que ilumina la cueva, llega a la vela, la lámpara,
el foco, etc. El caso es que el hombre
fue transformando su modo de vivir gracias a esa “demasía de sentido” que nos
hace transcendernos, imaginar, pensar en realidades posibles, para mejorar y por
qué no, acumular. Todo esto proceso de
inventiva, aceleró procesos, lo que hacía con las manos, pasó a realizarse con
máquinas, el tiempo de producción se aceleró, y nuestro autor, argumenta que
todo esto sucede por un afán de riqueza, de obtener ganancia, de obtener todo
con rapidez, y eficiencia. Lo subordina
al progreso capitalista.
En el apartado 2, la discusión gira en torno a la relación tiempo-políticas.
Se remonta al siglo XX para decirnos que fue un tiempo donde se pensó en las
revoluciones, como esas estrategias de transformación para alcanzar un futuro de libertades, sin un poder
hegemónico (capitalismo) que impidiera el desarrollo del hombre. Que, por ello,
tales logros dieron lugar a grandes
monumentos, murales, y dejar huellas testimoniales a la posteridad de las
grandezas logradas, eran legados históricos, donde la idea de futuro, era fuerte.
Pero, con el aceleramiento del tiempo gracias a la producción, a la inventiva capitalista, ahora todo es rápido, fácil y la política ha quedado atrapada en sus lógicas, y todo lo que se hace no tiene duración, todo se resuelve en el presente, todo queda en el cortoplacismo, favorecido por el avance mediático, que hace de la información una saturación, que tan rápido como llega, necesita olvidarse para consumir más información que es útil momentáneamente.
En el apartado 3,
reflexiona sobre la relación aceleramiento-cotidiana, y nos dice que estamos en
medio de una aceleración del tiempo que afecta, nuestros modos de pensar,
sentir, imaginar; nuestra subjetividad está siendo atrapada y enferma, dando
lugar a relaciones corta, a la perdida de sentido, a la incomprensión de una
realidad que nos hace creer que día a día realmente somos más libres, sin ver
la inestabilidad laboral y social.
En el apartado 4, ya aparecemos como personas atrapadas en
un tiempo que fluye y nos arrastra, ante el cual no tenemos capacidad para
resistir, y nos lleva cooptados por las promesas capitalistas que lo fundamentan
y que ya no podemos detenernos a pensar.
En los apartados 5 y 6, aborda la relación entre aceleramiento-instante.
Discute que, sí podemos resistirnos a la aceleración del tiempo, sí podemos aprender
a detenerlo, evadirlo; la solución que nos plantea es la vivencia del instante,
que exige detenerse, aprender a mirar, a poner atención, a concentrarse para
vivir así, desde la misma cotidianidad de la vida. Esto lo hace con la ayuda de
conceptos de Bachelard, lo cual me hizo sentir reconfortada pero no pude evitar
hacerme otras preguntas ¿El ser humano no es un lapso de tiempos entre el
nacimiento y la muerte? ¿Estos tiempos que somos no responde al tiempo que se
vive? ¿Tenemos que estar en confrontación entre los tiempos que somos con los
que vivimos?
En estos últimos dos apartados, discute sobre el instante,
recurre a varios autores, en especial a Bachelard como ya dije, (autor de mis
preferencias). La idea que defiende es la de aprender a darnos cuenta que en la
vida cotidiana, tenemos experiencias que sin quererlo, nos detienen, donde
vivimos el tiempo de manera vertical, es decir, que en el fluir del tiempo, se
forman nichos, espacios, donde nos detenemos, por la naturaleza la intuición
experimentada.
Y en eso estoy de acuerdo, la idea de Bachelard refiere a un
tiempo subjetivo, el tiempo como intuición, a este saber del tiempo sin pensarlo,
que sólo existimos, y en esa vivencia un instante, puede ser un tiempo
alargada, ahondado en el acelerado fluir, y detenernos ahí, de acuerdo a como
se necesite. La propuesta del autor es que este suceso de realice con mayor
conciencia, no sólo como intuición, sino que aprendamos a detenernos en medio
de la aceleración del tiempo que se vive.
El libro favorece
pensar que vivimos un aceleramiento que difiere de hace un siglo, de hace una
década, de antes de la pandemia reciente; nos lleva a pensar en la enorme capacidad
de imaginar y construir del ser humano, quien forja herramientas para su
beneficio, cuyo buen o mal uso invaden nuestra vida, transformándola. Nos hemos vuelto rápidos en todo y tal vez,
no todo necesita ser tan rápido, tal vez necesitamos aprender a acelerar y
desacelerar procesos, necesitamos asumirnos como tiempo en el tiempo, sin ser arrasados.
Nosotros mismos tenemos ahora una calidad de vida permite
vivir más tiempo, aceleramos nuestra duración de la vida; la ciencia y la tecnología
impacta todo y pienso, que más que preguntarnos por el despiadado capitalismo,
cabría reflexionar sobre nuestra capacidad de reflexionar el tiempo, que si
bien es una intuición, podría ser llevado al nivel reflexivo, hacerlo
pensamiento y hacernos cargo de su fluidez, ser más conscientes de sus efectos
en nuestras vidas, comprender la aceleración que estamos experimentando,
reconocer las nuevas sensaciones de ser parte de un fluido de sucesos tan rápidos,
que parecen confundirse entre presente y futuro, parece llegar demasiado
pronto. ¿Qué está sucediendo en nuestra
subjetividad con esta aceleración? ¿nuestra imaginación tiene una velocidad que
se va siendo igualada con los nuevos ritmos temporales? ¿nuestra capacidad de
imaginar es menos veloz que el aceleramiento temporal actual?
Necesitamos pensar el tiempo para poderlo llevar por nuestro
beneficio, y aunque esto no lo dice el autor, me hizo recordar al tiempo desde
la perspectiva del Kairós y la de Cronos. Bajo la idea del Kairós nos situamos
en la experiencia de la existencia, la variable duración de lo que sentimos, por
ejemplo no dura la mismo la experiencia de una noticia buena, que la de una
mala, dependiendo de lo que se viva, se acelera o desacelera dentro de nosotros
un caudal emocional y vivimos la experiencia del tiempo deseando que dure o que
ya termine, se trata de una experiencia subjetiva del tiempo. En cambio, desde la
idea de Cronos, que nos es más habitual y sufrimos sin misericordia, es el
tiempo cronológico, el día tras día, el tiempo medido y sin fin que se nos
impone.
Definitivamente, somos y estamos en el tiempo; todo es
tiempo, por ejemplo, la educación es tiempo, se posiciona desde lo que traemos
(pasado), se posicione en los sentidos del presente que deseamos de vivan en el
futuro. La educación se concreta con el
tiempo, se revela en futuro.
La idea del autor de asirnos de la intuición del tiempo,
volverla intencional, es bastante rescatable (aunque no eso de resistirse, somos tiempo en este tiempo, hay que aprender a vivir en él), pensar al tiempo y
darle la velocidad subjetiva que cada uno necesita en esta aceleración imparable
en la que estamos adentrándonos. Necesitamos
apropiarnos de esta intuición para comprender hacia dónde vamos con tanta
velocidad. Y para lograr tal objetivo, necesitamos de una educación que aborde
estas complejidades, lo cual es otro asunto. Por mi larga estancia en la educación, he visto
que priva una idea de tiempo cronológica ordenada por ciclos, años, cada uno en
su espacio de tiempo, sin reconocer la capacidad de conectarlos, y la educación
termina como tiempo concluido, cuando es un proceso abierto, es fluido de tiempo.
En estos días en que se está pensando en el cambio curricular, momento que nos obliga a pensar qué formación necesitamos para el tiempo futuro ¿la aceleración no es un asunto importante? ¿Podría ser este asunto una finalidad formativa que necesitamos comprender y hacernos cargo?
Bueno, como siempre, les recomiendo leer este libro, salvo este afán de tener un culpable en el desigual progreso humano, me parece un buen ensayo y que nos plantea problemas para pensar y resolver, en este caso, desde nuestro lugar: la educación.