El libro aborda diversos asuntos, todos importantes e
interconectados, que hacen difícil comentar a detalle el contenido, por lo que
buscaré agrupar ideas desde lo que considero pertinente, más con la intención
de provocar el entusiasmo para su lectura, que de explicarlo.
Primeramente, se hace hincapié en que la educación que se
pone en acto en nuestras aulas, responde a una herencia que data de tiempos donde
el ámbito educativo era necesario para difundir el conocimiento, la cultura; aquella
escuela fue un centro de divulgación, necesario para el desarrollo de las sociedades,
pues fue el lugar privilegiado para aprender a leer, escribir, acceder a
información que sólo ahí se podía obtener, y quienes asistían, se apropiaban de
un conocimiento que les permitía progresar y con ello, enriquecer el nivel
cultural de sus entornos sociales.
Ahora bien, aquella escuela que respondió a necesidades de
divulgación, apropiación de conocimientos y cultura parece sostenerse por el
transcurrir del tiempo, aun cuando las sociedades no son las mismas. Sostiene
que esta escuela heredada, no tiene cabida en una sociedad en que la información
fluye de infinitas formas y es consumida por quien la busque y tal hecho,
cambia aquella vieja razón original de la escuela, y le exige un proceso de
renovación en todo sentido.
Tal necesidad de cambio, fue reflexionada por Pablo Freire, quien,
desde mediados del siglo pasado planteó que la escuela saturaba de información la
mente de los aprendices, que la memorización era una acumulación de información
innecesaria, que era el momento de hacer cambios. La educación bancaria a la
que Freire aludió fue una de las primeras batallas pedagógicas en contra de la “escuela
de talla única”, es decir, homogeneizante, batalla freireana que reconocemos, entendemos
y valoramos, pero que no puede continuarse igual, sino que requiere de formas
inéditas que respondan a las nuevas realidades sociohistóricas. Al final del
libro, aporta algunos criterios para pensar en esta nueva pedagogía que movilice
esta vieja cultura escolar heredada.
Otro aspecto desarrollado en este libro, gira en torno a la
interrelación entre aprendizaje, docencia, los contenidos escolares y el
sentido de la educación. Inicia con la
reflexión información-conocimiento-sabiduría y nos invita a pensar en el papel que
juega la información, sus grandes volúmenes y los modos por los que fluye
inundando con datos al mundo actual, esta información, al utilizarse de manera
seleccionada en la escuela, se torna el qué de la educación y necesita de
procesos de razonamiento para tornarse en conocimiento, para ser apropiado y tener
conciencia de que ese algo es producto de procesos mentales, de esfuerzos cognitivos
bajo un para qué, y que lo orienta a su uso, aplicación, que exige conciencia,
sentido, sabiduría.
Y para explicar este complejo pasaje del informarse a la
sabiduría, se detiene en una interesante reflexión sobre la complejidad del
aprendizaje, que reconoce en dos momentos, el primero como proceso inmerso en
la experiencia socializante de la vida cotidiana, donde se adquiere un
conocimiento práctico, apropiación de saberes, hábitos, destrezas, desarrollo
emocional que resulta funcional para
responder a los entornos de la vida inmediata, por tanto, esta forma de
conocer, es vital y por ello, se automatiza, por tanto, por su funcionalidad no
se piensan, no busca la verdad, su finalidad es puramente práctico.
Estos aprendizajes automatizados, dependiendo de los
contextos que los propiciaron, pueden ser excelentes catalizadores para mejores
experiencias o en caso contrario, detener nuestro desarrollo, por tanto,
necesitan volverse conscientes para impulsarnos, ser capaces de despojarnos de
lo inútil y contradictorio.
Para alejarnos de la primacía de lo familiarizado con efecto
impronta de verdad tranquilizante, de esas ideas estereotipadas, de falacias
argumentativas resistentes a críticas, necesitamos el aprendizaje reflexivo, de
esas formas de aprender que necesitan un lugar para hacerlo, la escuela.
Así, llegamos a la escuela con un abundante conocimiento
automatizado, práctico, que se vuelve insumo, contenido a partir del cual se
inician procesos de reflexión que orientan hacia un conocimiento cimentado en
conceptos, teorías, con las cuales que se redefine lo que se sabía y se aprende
lo nuevo que se necesita para arribar a un conocimiento que se sabe en
constante redefinición, al que llama “conocimiento teórico”, y que favorece la
reflexión de problemas, que explora lo desconocido, que tiene sentido para
lograr bienestar, desarrollo, justicia, todo esto, en sociedad, y cuando se
llega a este nivel se tiene sabiduría.
Con estas ideas, nuestro autor, nos plantea que la finalidad
de la educación consiste en: “Reconstruir no solamente los modelos mentales
conscientes y explícitos, sino de manera muy especial los mecanismos, hábitos,
actitudes, creencias y mapas mentales inconscientes y tácitos que gobierna
nuestros deseos, inclinaciones, interpretaciones, decisiones y reacciones
automáticas. Esta reconstrucción del piloto automático requiere la experiencia,
la acción y la reflexión sobre el sentido y la eficacia de nuestra acción…
Transitar… Desde la información en conocimiento y desde el conocimiento a la
sabiduría.”
Al llegar a este planteamiento, discute sobre la importancia
de una nueva pedagogía que denomina “Pedagogía de la experiencia” y más
adelante nombre como “Pedagogía para la sabiduría en tiempos de perplejidad” y
requiere de una práctica educativa que abandone ese afán por adquirir teoría
sin sentido, para ir tras una teoría se enlace el saber automatizado y active marcos
de acción creativos y eficaces. Nos dice
que esta nueva pedagogía necesita promover tres capacidades fundamentales:
- Utilizar y comunicar de manera disciplinada, crítica y creativa el conocimiento. Se trata de la mente crítica, creativa, innovadora
- Vivir y convivir en grupos humanos cada vez más heterogéneos. Mente ética y solidaria.
- Pensar, vivir y actuar con autonomía. La construcción del propio proyecto vital. Una mente personal.
Y para terminar, desarrolla 13 criterios o guías para
moverse de la escuela heredada a una pedagogía que responda al tiempo actual y
futuro, los enumero rápidamente:
- El desarrollo holístico de la personalidad como finalidad última de la escuela educativa
- Priorizar la práctica y experimentar de la teoría”
- El curriculum se oriente a desarrollar capacidades cognitivas de orden superior, permitir aprender a lo largo de toda la vida.”
- organizar el currículum en torno a casos, situaciones, problemas y proyectos.
- Primero las vivencias y después las normalizaciones. El currículo más como un itinerario de experiencias de un listado de contenidos
- Apuesta decidida por la enseñanza personalizada, que requiere flexibilidad y objetividad en el currículo.
- Promover el desarrollo de capacidades cognitivas y afectivas de orden superior.
- Primar la cooperación y fomentar la confianza.
- Potenciar la meta cognición.
- Estimular el compromiso social des un aprendizaje y servicio.
- Promover la evaluación formativa, educativa.
- El docente necesita transitar de informante a tutor del aprendizaje
- Promover la utilización educativa de la tecnología educativa y el juego.
- Diseñar y desarrollar contextos educativos, saludables.
- Fomentar la improvisación disciplinada.
Esta última parte, si bien son criterios, orientaciones que
nunca están de más, ya llevan de manera implícita posibles cómos, y en esta
parte, siento que se transgrede la riqueza del libro cuya finalidad según
entendí, radica en aportar teoría para replantear la práctica docente. Necesitamos enfatizar, que cuando los
docentes recuperan conceptos que iluminan sus ámbitos de acción, las dudas, las
preguntas, la capacidad de modificar, de innovar se favorece, entonces, el ser
y hacer educativo se moviliza y genera esos cambios que le son posibles y siente
pertinentes. A un docente no tenemos por
qué decirle cómo, aludir a cómo tendría que ser su pedagogía me parece una injerencia
en su toma de decisiones y lo descalifica.
Todo docente, es capaz de idear, diseñar y poner en práctica
actos de enseñanza, cuya pertinencia y eficacia, dependerán de cómo percibe y conceptualiza
su tarea educativa, por ello, la gran tarea consiste en brindarle momentos formativos
que lo lleven a la reapropiación teórica de su práctica automatizada. Como dice nuestro autor, necesitamos iluminar
con ideas fundamentadas nuestros automatismos docentes, teorizarlos y volver a ponerlos
en práctica.
Así como esperamos que los niños reflexionen sus
automatismos socializantes construidos en los entornos de los que provienen, igual
nosotros, necesitamos la conciencia de nuestros automatismos docentes para
transformarlos en la medida de nuestras actitudes, destrezas, sentido profesional
e impulsarnos por el cambio posible, respetando las diferencias propias de cada
subjetividad y contexto.
Estamos ante un libro que nos aporta conceptos actualizados
que necesitamos para reflexionar nuestra práctica docente, y con ello, volverla
consciente, con mayor sentido personal, educativo y social.