martes, 18 de junio de 2024

Malestamos. Cuando estar mal es un problema colectivo. Javier Padilla, Marta Carmona

 


Javier Padilla, Marta Carmona. Malestamos. Cuando estar mal es un problema colectivo. (Ensayo) Capitán Swing Libros, 2022. Edición Electrónica.

 

En este libro se nos invita a pensar en la calidad de vida de nuestra época, tiempo social que invade e induce a nuestros cuerpos a modos de ser, estar, pensar y hacer para que respondan a los dictados hegemónicos del mundo actual.  Aquí se plantea el problema de que el modo de vida imperante, en vez de impulsarnos hacia nuestro más excelso desarrollo, provoca en nosotros bloqueos, atrofias, desánimos, enfermedades que impiden el logro de una vida buena, de una vida con sentido, esperanzada y sobre todo, saludable para enfrentar la complejidad del día a día.

En este pequeño de libro se nos invita a pensar nuestros “Malestares”,  que según los autores, nos producen un estado de sufrimiento constante, sin cura que sobrellevamos a duras penas, pues nos levantamos cada mañana agotados, sin deseo de enfrentar las tareas propias de la vida, con la sospecha de que estamos enfermos de algo que no sabemos, pues no se trata de algo somático, localizable en el cuerpo, sino de un estado mental que nos lleva a producir pensamientos, sentimientos, emociones que nos inducen estados de malestar generalizado. 

En tal situación, se busca la ayuda psicológica, psiquiátrica, libros de autoayuda con el fin de superar esa situación agobiante de desesperanza, desgana, de derrota, sin sentido de la vida, y sin fuerzas, agotados de lidiar con uno mismo sin resultado, llega la medicación para el agotamiento, el insomnio, el dolor del cuerpo, el desvarío del alma que nos impide alcanzar armonía, tranquilidad, serenidad para pensar y resolver la vida.

“Malestamos”, es una palabra que se utiliza para reflexionar que esta situación extraña de sentirse fuera de sí mismo, sin energía, ni herramientas personales para enfrentar las complejidades de la vida, y vivir en una absoluta sensación de fragilidad que lleva a pensar en una anormalidad, como enfermedad mental llamada depresión, la ideación de la muerte, la perdida de uno mismo.  Y nos dice, como en esta situación empieza a crecer el número de profesionales de la salud, a hablarse más que nunca de enfermedades mentales, metiendo en este rango, ese malestar de la vida, al que no se le encuentra un diagnóstico adecuado, y al no existir, entra en esta categoría de enfermedades mentales.

Y la reflexión que se hace va en sentido contrario, pues este sentir, si bien se vive en lo privado, en el el propio cuerpo-mente, es totalmente subjetivo, no solo le pasa a una persona, sino que cada día aumenta esta sensación de malestar, que lleva a plantear  este “Malestamos” para darle un lugar y colocarlo como un problema de muchos, que exige más que una mirada individualizada (sin descartarla) una reflexión colectiva para comprender que nos pasa de alguna manera a todos los coexistentes de este momento social como consecuencias de una estructura y sentido de una realidad que produce individuos solos, explotados por un sistema económico exigente, separados por una estructura social que rompe los lazos humanos, que no atiende problemas estructurales y se va tornando sociedad con miles de logros materiales, pero va dejando olvidado el principal, el despliegue del potencial humano, que se trunca, se detiene y genera este malestar que no entendemos.

En el libro se revisa como algunas situaciones estructurales como productoras de este “Malestamos”,  por ejemplo las condiciones laborales cada vez más exigentes, extenuantes para lograr un estado económico que resuelva las necesidades dignas de vida; otra situación estresante, es el viejo problema problemas de la desigualdad entre hombres y mujeres en la convivencia laboral y social, donde las mujeres y hombres viven a su modos una situación de vida que estresa; otra, se debe a la tendencia cada desplegar estructuras que nos separan y  evitan la convivencia, y que se refleja hasta en las nuevos formas de construir viviendas, separando cada vez más las personas y otra más que se discute es la tendencia a llamar este a este malestar como un caso personal que provoca el aumento de casos de salud mental al no tener la manera de situar en el mundo esta situación de malestar que incapacita a muchos.

La sugerencia que se aporta gira en torno a reconocer que si bien, el malestar se vive subjetivamente, que cada quien lo enfrenta, necesita tornarse un problema de todo y plantearlo como un “estamos-mal” y, por tanto, exige la revisión de las políticas sociales y económicas que den lugar un entorno igualitario, solidario y atento al despliegue del potencial humano de cada quien. Y ahí queda, simple, no lo es.

Cuando leía, pensaba que este problema de la falta de piso parejo para el desarrollo de todos los integrantes del tiempo que se vive es histórico. La desigualdad social ha sido eterna, cada época ha tenido sus formas concretas de desigualdad, educativas, de género, laborales, políticas, etc., Es innegable que se ha avanzado en comodidades, que tenemos más cosas y que la vida resulta más fácil hoy que ayer, pero, la desigualdad no desaparece y esta situación genera problemas pues da lugar a injusticias, resentimiento, pasiones negativas en quienes no encuentran oportunidades para su pleno desarrollo.  Así, en tal desigualdad, la “enfermedad de las emociones” tiene la misma edad del ser humano.

En el libro no se detalla a fondo esta “enfermedad de las emociones” provocada por esa coexistencia desigual, en especial la de nuestro tiempo, la de nuestra generación, que nunca será la misma a las desigualdades de otros momentos de la historia. 

En esta generación, se nos ubica como “la generación de cristal”, cosa que en el libro pretende contradecirse al plantear que el malestar es colectivo, producto del mundo desigual que nos rodea, pero tengo mis dudas. Al no ahondar en la subjetividad peculiar de nuestros días, se niega que nosotros somos vulnerables, frágiles de un modo distinto a otras épocas.

Hoy,  no contamos con la fortaleza de un razón sentipensante que aporte conceptos fuertes que nos ordenen, vivimos en una fragmentación de ideas que han quedado sin validez ante el avance de la realidad y no hemos tenido la capacidad de construir ideas que nos aporten una regulación sin impedir el movimiento de lo diferente; hoy cada quien vive en sus pedazos de mundo, en tribus de ideas, en defensa de algo y lucha contra lo que no sea su verdad, por tanto, la desigualdad se ha disparado por todos lados, y nos ha vuelto portadores de una subjetividad más sentida que razonada, más frágil, debilitada, aferrada a dogmas más que una verdad que soporte la reflexión, y una verdad dogmática no se puede imponer a la cruda realidad  que a diario amenaza con derrumbar cualquier criterio fantasioso, pero emocionalmente fuerte y entonces, se sufre.

¿Será? No lo sé, pero si veo que nuestra generación vive un malestar extraño, y nos resulta complejo pensarlo y superarlo.  Hay que seguir hurgando, moviéndonos, fortaleciéndonos para alcanzar ese estado de animosidad, generosidad, tranquilidad que todos merecemos.  Todos, en el piso parejo siempre anhelado, necesario, que propicie en cada uno el reto de ser, quien necesita ser.