“Si el hombre quiere dar cuenta de su entorno y de sí mismo, tiene que
recuperar los distintos planos en que está situado. Eso significa tomar en
cuenta los diferentes lenguajes en que se expresa, es decir, la pluralidad de
lenguajes para apropiarse de la realidad desde cada una de sus situaciones
singulares, que excede a lo estrictamente analítico. En este contexto se
plantea un lenguaje que sea más flexible, en términos de su sintaxis, apoyado
en la necesidad de colocarse ante la realidad que trasciende el ámbito de las
unas afirmaciones. Un lenguaje que sea como resplandor de horizontes, cuyos
contenidos, antes que explicativos, sean potenciadores de la capacidad de
pensar.” Hugo Zemelman Merino. En: la esperanza como conciencia (un alegato
contra el bloqueo histórico imperante: ideas sobre sujetos y lenguaje) página
26.
Gracias Carmen Longoria Magallanes,
por donarme tu libro, ya lo hice mío a mi estilo de subrayado que ya conoces, y
al hacerlo he vuelto situarme en aquellas ideas tan complejas, que ahora veo
como germen, pues están más desarrollas en los últimos tres libros de Hugo
Zemelman (Ángel de la historia, Horizontes III y la Gramática del pensar),
ideas que en aquel tiempo, yo, muy ingenua, pero muy disciplinada, leía y
releía, ¿por qué? no lo sabía. Un día,
leyendo a Bachelard, encontré, que si una idea me importaba, la necesitaba, y
volvía ella una y otra vez, es porque me era vital, y así entendí, que leer a Zemelman me importaba
porque le hablaban a algo de mí misma, le hablaba a mi interior, sentía que
algo había para mí, que tenía un mensaje, ya que ni lo abstracto de sus ideas, ni esa enorme su
complejidad ante mi deficiente formación teórica de esa época me ahuyentaban, al contrario, sospechaba de un misterio que
necesitaba explorar.
Ahora, a la vuelta de ya muchos
años que no quiero enumerar, (porque no ha sido fácil, me ha costado mis grandes esfuerzos formativos en todo sentido, y
mucho tiempo, no saben cuánto...), puedo decir, que al leerlo, el mensaje que recibía era que yo
necesita-necesitar pensar históricamente, hacerme de un lenguaje de
significantes, de verme como ámbito de sentidos abierto al tiempo, de vivir el
reto de pensar mi circunstancia presente siempre abierta a sus múltiples
desenlaces y donde yo, ineludiblemente soy actora de ellas, y principalmente,
asumir que lo que suceda, tiene que ver con la toma de mis decisiones, claro,
siempre desde los micro-espacios de mi vida personal y social, pero nunca ajenos a los grandes desenlaces de la
historia, porque como nos dijo: "la historia se construye en la
cotidianidad de la vida".
Comprendo hoy la importancia de cobrar autonomía, no a la manera de
Piaget, y que todos los docentes repetimos y nos ayuda tan poco con los niños
de hoy, sino la idea aportada por otra grande de las ideas, Castoriadis, de
quien comprendí que soy hija del mundo heterónomo en el cual nací, que vivo de
sus reglas, sus sentidos, sus determinaciones dadas, pero que yo, desde mi
lugar influyo quiéralo o no, pues al esforzarme en erguirme como sujeto (tarea
nunca concluida además), es posible dar lugar a nuevas experiencias, a
contribuir a la emergencia de espacios, ahí donde todo parece cerrado, sin
futuro, ahí, donde habita la desesperanza, sí existen cosas por hacer, que existen
intersticios, zonas inéditas, que necesitamos aprender a mirar, necesitamos
formarnos para mirar horizontes, explorar todo límite y reconocer sus fracturas
para buscar salidas bien pensadas, bien construidas. A esta autonomía me refiero, y otras ideas
como éstas, de otros como Maffesoli,
Gaulejac, Erhenberg, y tantos y tantos que me han prestado sus conceptos para
pensar-sentir la realidad a la manera que nos invita Hugo Zemelman.
Y ahora a la vuelta de los años, ya con un lenguaje teórico más formado,
pero nunca suficiente, pues la realidad
siempre se rehace por el poder mismo poder silencioso de nuestras prácticas, y para
interpretarla siempre se necesitará de
más y más lenguaje, por ello, hay que seguir
leyendo, a Zemelman, quien invita a vivir un pensamiento epistémico, y no solo a él, sino a todos los grandes pensadores de ayer y hoy que nos ayuden a pensar
nuestro propio tiempo social, a construir un lenguaje abierto, un lenguaje
connotado, un "lenguaje de significantes" como pide nuestro autor, en este viejo escrito, algo
que también reclama otro gran autor que también visité, Ernesto Laclau, a quien revisé por un tiempo, rescatando ideas importantes que fueron de gran ayuda en ciertos momentos.
Se trata entonces de hacerse de una cultura teórica, de visitar a
autores diversos quienes al prestarnos sus conceptos, ayudan a mirar mejor el
mundo, pero no encerrarse en ellos, sino situarnos frente a los nuevos retos, sintiendo la necesidad re-pensar la realidad, notando su pertinencia o sus limitaciones.
Leer a Zemelman, es como un autor de cabecera, que nos ayuda a no perder el rumbo, pues con él se descubre la necesidad de comprender el mundo, y de asumir el reto eterno de erguirnos como sujetos, siempre viviéndonos en el desafío
de leer la real-realidad en tiempo presente, para ser capaces de tomar las mejores
decisiones forjadoras de más futuros.
Aprendemos con él, que para “ser-sujetos”, donde no hay recetas, solo
necesidad de vivirlo asumiendo todos sus desafíos existenciales y no es fácil,
pero tampoco imposible.