sábado, 6 de octubre de 2018

La esperanza como conciencia... Hugo Zemelman Merino



“Si el hombre quiere dar cuenta de su entorno y de sí mismo, tiene que recuperar los distintos planos en que está situado. Eso significa tomar en cuenta los diferentes lenguajes en que se expresa, es decir, la pluralidad de lenguajes para apropiarse de la realidad desde cada una de sus situaciones singulares, que excede a lo estrictamente analítico. En este contexto se plantea un lenguaje que sea más flexible, en términos de su sintaxis, apoyado en la necesidad de colocarse ante la realidad que trasciende el ámbito de las unas afirmaciones. Un lenguaje que sea como resplandor de horizontes, cuyos contenidos, antes que explicativos, sean potenciadores de la capacidad de pensar.” Hugo Zemelman Merino. En: la esperanza como conciencia (un alegato contra el bloqueo histórico imperante: ideas sobre sujetos y lenguaje) página 26.

Gracias Carmen Longoria Magallanes, por donarme tu libro, ya lo hice mío a mi estilo de subrayado que ya conoces, y al hacerlo he vuelto situarme en aquellas ideas tan complejas, que ahora veo como germen, pues están más desarrollas en los últimos tres libros de Hugo Zemelman (Ángel de la historia, Horizontes III y la Gramática del pensar), ideas que en aquel tiempo, yo, muy ingenua, pero muy disciplinada, leía y releía, ¿por qué? no lo sabía.  Un día, leyendo a Bachelard, encontré, que si una idea me importaba, la necesitaba, y volvía ella una y otra vez, es porque me era vital,  y así entendí, que leer a Zemelman me importaba porque le hablaban a algo de mí misma, le hablaba a mi interior, sentía que algo había para mí, que tenía un mensaje, ya que  ni lo abstracto de sus ideas, ni esa enorme su complejidad ante mi deficiente formación teórica de esa época me ahuyentaban,  al contrario, sospechaba de un misterio que necesitaba explorar.

Ahora, a la vuelta de ya muchos años que no quiero enumerar, (porque no ha sido fácil, me  ha costado mis grandes esfuerzos formativos en todo sentido, y mucho tiempo, no  saben cuánto...), puedo decir, que al leerlo, el mensaje que recibía era que yo necesita-necesitar pensar históricamente, hacerme de un lenguaje de significantes, de verme como ámbito de sentidos abierto al tiempo, de vivir el reto de pensar mi circunstancia presente siempre abierta a sus múltiples desenlaces y donde yo, ineludiblemente soy actora de ellas, y principalmente, asumir que lo que suceda, tiene que ver con la toma de mis decisiones, claro, siempre desde los micro-espacios de mi vida personal y social, pero  nunca ajenos a los grandes desenlaces de la historia, porque como nos dijo: "la historia se construye en la cotidianidad de la vida".

Comprendo hoy la importancia de cobrar autonomía, no a la manera de Piaget, y que todos los docentes repetimos y nos ayuda tan poco con los niños de hoy, sino la idea aportada por otra grande de las ideas, Castoriadis, de quien comprendí que soy hija del mundo heterónomo en el cual nací, que vivo de sus reglas, sus sentidos, sus determinaciones dadas, pero que yo, desde mi lugar influyo quiéralo o no, pues al esforzarme en erguirme como sujeto (tarea nunca concluida además), es posible dar lugar a nuevas experiencias, a contribuir a la emergencia de espacios, ahí donde todo parece cerrado, sin futuro, ahí, donde habita la desesperanza, sí existen cosas por hacer, que existen intersticios, zonas inéditas, que necesitamos aprender a mirar, necesitamos formarnos para mirar horizontes, explorar todo límite y reconocer sus fracturas para buscar salidas bien pensadas, bien construidas.  A esta autonomía me refiero, y otras ideas como éstas,  de otros como Maffesoli, Gaulejac, Erhenberg, y tantos y tantos que me han prestado sus conceptos para pensar-sentir la realidad a la manera que nos invita Hugo Zemelman.

Y ahora a la vuelta de los años, ya con un lenguaje teórico más formado, pero nunca suficiente, pues la  realidad siempre se rehace por el poder mismo poder silencioso de nuestras prácticas, y para interpretarla siempre se  necesitará de más y más lenguaje,  por ello, hay que seguir leyendo, a Zemelman, quien invita a vivir un pensamiento epistémico, y no solo a él, sino a todos los grandes pensadores de ayer y hoy que nos ayuden a pensar nuestro propio tiempo social, a construir un lenguaje abierto, un lenguaje connotado, un "lenguaje de significantes" como pide nuestro autor, en este viejo escrito, algo que también reclama otro gran autor que también visité,  Ernesto Laclau, a quien revisé por un tiempo, rescatando ideas importantes que fueron de gran ayuda en ciertos momentos.

Se trata entonces de hacerse de una cultura teórica, de visitar a autores diversos quienes al prestarnos sus conceptos, ayudan a mirar mejor el mundo, pero no encerrarse en ellos, sino situarnos frente a los nuevos retos, sintiendo la necesidad re-pensar la realidad, notando su pertinencia o sus limitaciones. 

Leer a Zemelman, es como un autor de cabecera, que nos ayuda a no perder el rumbo, pues con él se  descubre la necesidad de comprender el mundo, y de asumir el reto eterno de erguirnos como sujetos, siempre viviéndonos en el desafío de leer la real-realidad en tiempo presente, para ser capaces de tomar las mejores decisiones forjadoras de más futuros.  

Aprendemos con él, que para “ser-sujetos”, donde no hay recetas, solo necesidad de vivirlo asumiendo todos sus desafíos existenciales y no es fácil, pero tampoco imposible.


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