miércoles, 10 de febrero de 2021

¿Podremos construir una estrategia que desarrolle habilidades socioemocionales en nuestros alumnos? Tengo mis dudas...

 



Esta conversación, si bien tiene ya dos meses, en este momento la siento como un remanso de ideas que ayudan a pensar el mundanal de cosas que nos pasan como profesores.  ¿Por qué digo esto?  Desde hace dos días conozco el sentido de la reunión del Consejo Técnico Escolar próxima a realizarse, y confieso que me ha invadido  una negación, una sensación de no querer vivir esa experiencia, y más que nunca surge desde el fondo de mi ser ese estribillo que traigo desde hace tiempo  ¡Ya, ya me quiero jubilar! (estoy detenida por el mal sistema de pensiones de mi Estado).

La Guía del CTE,  me generó ansiedad y me pregunté ¿quieren que hable de mi estado emocional y de paso que diseñe una estrategia que ayude a los niños a construir habilidades socioemocionales?  ¿Es en serio?  ¿Quién diseñó tal pretensión tan ambiciosa y ajena? ¿Saben de la magnitud del problema que pretenden abordar? ¿O sólo sigue siendo otra estrategia burocrática e instrumental de la educación?

Me pregunto si mis compañeros docentes se sienten como yo ante esta propuesta, o soy solo yo con esta mala sensación de no entender por qué una sesión para recordarnos y exigirnos que seamos promotores de habilidades socioemocionales cuando no estamos tan bien emocionalmente nosotros mismos (bueno, hablo por mis misma), tal vez si haya quien lo esté…

En esta interesante conversación se abordan ideas que explican este sentimiento de “fatiga de ser yo misma” recordando a Alain Erenberg quien dice que cuando estamos frente a una realidad que no entendemos y nos rebasa,  sentimos en déficit, una insuficiencia que lleva al agotamiento, donde uno se siente detenido, atrapado, con pensamientos encontrados y dañinos que van lastimando la autoestima, dejando un daño emocional, que puede llevar a la depresión. Definitivamente, voy entendiendo mi desagrado por esta sesión, y ahora, al escuchar los argumentos que plantea Amanda Céspedes, me siento envalentonada para explicar  por qué mi renuencia.

Ella dice que para cambiar la escuela que hoy tenemos, necesitamos un tiempo, y que debimos haber aprovechado esta situación de reclusión forzada por la pandemia  para hacer una pausa y organizarnos para pensar cual es la escuela que necesitamos.  Pero no ha sido así, en vez de ello, se ha llevado tal como era, sin reflexión, sin consideración, la escuela se fue a la casa y predomina un interés curricular desmedido que nos induce a ser solamente instruccionales, instrumentales, burocráticos y hacemos la educación  a como se pueda,  y como si no pasara nada, cuando el mundo se nos ha caído encima y nos ha generado un caos en todo sentido.

La familia, el lugar donde está nuestro alumno, se visto invadida por quehacer escolar del aula, los padres se han llenado de tareas cuando entienden que hay que hacerlo, pero otros debido a razones que van desde no comprender, no poder, no querer hacerlo igual que a nosotros se ve rebasados por la realidad, enfrentando problemas de subsistencia, de salud física y emocional.

Pese a la grave situación, la educación no ha parado, y sostenerla va resultando costosa para salud física y emocional de todos los implicados, los niños, los padres, y nosotros.  Seguimos insistiendo en una educación que enfatiza el contenido, que exige evidencias de aprendizaje sin saber cómo es que ellos los pueden alcanzar.  Dice Amanda Céspedes, que todo aprendizaje es una experiencia emocional ¿Cómo lo estamos haciendo provoca una buena respuesta emocional, mental y  física?

Y la verdad, yo no me siento lista para hablar de lo que siento, ¿Quién será capaz de contar sobre esos quiebres de nuestra postura de autoridad educativa, de nuestra autoestima  ante lo que nos pasa? ¿Quién está dispuesto a escuchar a los demás hablar sobre estas cosas cuando se piensa que nuestro rol es mantenernos firmes y fuertes? ¿Quién será capaz de nombrar las angustias,  miedos, insuficiencias?  Contar a alguien nuestra intimidad no es simple,  tal vez es algo que nos tenemos prohibido, pues el maestro, no puede perder su investidura de fortaleza, sabiduría, sentido y mover esta idea no es sencillo, duele.

Me parece una sesión imposible, y por ello, pienso que tendremos una sesión invadida por un lenguaje que tocará lugares comunes con palabras cuidadosamente limpias de emociones que no nos comprometan, que impidan mostrar nuestra vulnerabilidad.  Como autoprotección estaremos ocultando el daño emocional que sentimos, ese que igual que nuestros alumnos, callamos.

Nuestra quinta sesión del CTE, será como tantas otras, y si llegamos a construir una  estrategia para promover habilidades socioemocionales como ahí se nos pide, será fría, saturada de información, contenidos, que tal vez solo se quedé plasmada en un papel o si se pone en marcha, será burocrática, instrumental, sin ese toque de subjetivo de los implicados.  Y así, seguiremos por este camino del enmudecimiento y encerrados en nuestras propias emociones, pero ahí están y el día mañana pueden cobrar su factura con padecimientos que aún no imaginamos.

Hay que escuchar esta conversación, tal vez no ayude a atrevernos a pensar en algo que hacer, en algo sobre cómo enfrentar y prevenir nuestras enfermedades emocionales, nunca previstas ni consideradas por las políticas educativas.