sábado, 3 de octubre de 2020

Hugo Zemelman Merino: El pensar histórico como necesidad humana.

 


Escribir sobre el pensamiento zemelmaniano es una tarea compleja pero definitivamente, desafiante.  Soy educadora, mi campo de trabajo se vincula con lo que Zemelman llama “movimiento del sujeto”, ya que la educación en su sentido paidéico tiene que ver con estimular el desarrollo de lo potencialmente contenido en cada uno de nosotros.  Así, que toda mi vida profesional he tenido que ver este problema largamente abordado por Hugo Zemelman Merino, de quien comprendí que el reto de asumirse como sujeto,  y decir sujeto es comprender que somos puro despliegue de uno mismo,  como el afirmó en otro de sus añorados libros, somos “existencia y potencia”.

Hace exactamente hoy 7 años de su ausencia física, y como cada año lo menos que puedo hacer es agradecer el aprendizaje sobre el poder de mi despliegue bajo la calidez de su obra.  Para esta fecha, pensé abordar su último libro, “Pensar y poder, razonar y gramática del pensar histórico”, que adquirí en  2012, y que leí en su mayor parte, pero con este eterno problema de no terminar los libros por falta de tiempo por no tener como única ocupación la lectura y la escritura (que me encantaría), lo revisé en un 75%, y hace un mes lo retomé para atender este reto anual de hablar de él, pero como sé reseñar libros y por otro lado, es sabido que sus libros no se pueden reseñar, solo se pueden leer para pensar en tiempo presente, he decido, escribir sobre una idea central de su obra “el pensar histórico”, aclarando que lo hago desde mi lugar de a pie: como educadora.

Zemelman especialmente en esta obra (pero presente en todos sus libros), se refiere a una forma de pensar histórica en las personas de carne y hueso como ustedes y yo misma.  ¿Qué quiere decir con esto? ¿Por qué desde que percibí el significante de esta idea quedé invitada desde mi hacer-docente a impulsar esta forma de pensar? tanto en los adultos que llenaron mi aula, como los “peques” entre 6 y 7 años con los que trabajado los últimos años. La Epistemología del Presente Potencial es un bien histórico para todos (aún recuerdo la carita de un niño que me decía ante un ejercicio ¿va estar difícil como los otros? Y yo le dije, “lo harás bien, sólo tienes que pensar y hacer lo que se necesite desde lo que sabes” esto porque se trataba un ejercicio no para repetir lo sabido, sino para usar lo que sabía en algo nuevo. He querido llamarle pedagogía del límite, algo que tengo pendiente, pero mis alumnos de maestría conocen bien de lo que hablo,  creo que siempre se sintieron en su límite…)

“Pensar histórico” tiene que ver con forma de pensar que pretende reconocer la  “presencia de lo históricamente necesario”, esto es, que situados frente a la real-realidad, la verdadera, esa que nos aporta evidencias, síntomas, ante la cual crece una  disconformidad que permite considerar la trama de los sucesos, las inercias personales o sociales cuya marcha no aporta dignidad humana, y da lugar a un NO, a una resistencia, pero no como reacción, sino producto del esfuerzo de problematizar, de reflexionar, reconocer y comprender  “eso” que molesta y  percibiendo lo que excede los límites de esa situación, lo que está en la penumbra esperando potencialmente sus desenlaces, preparándonos para enfrentarlos.

En palabras zemelmanianas, radica en tener conciencia de lo “dado-dándose” porque en lo que está por darse urge poner la mirada, estar atentos a esos múltiples desenlaces del acaecer presente donde estamos situados inexorablemente y la mejor parte, es que nosotros tenemos una participación, pues somos creadores de esa realidad que nos importa, y podemos, desde nuestra cotidianidad, como sujetos de a pie, dar un giro a la historia.

Por tanto, “el pensar histórico” es la capacidad de asomarse y asumirse, de trascender al propiciar que un simple acto de pensar deje de ser limitado, que no se conforme con un pensamiento que solo prediga el destino, sino que sea capa de su rompimiento, de lo que parece inexorable en el largo tiempo.  Ayuda a situarse en lo “dado-dándose” y tan visión nos reclama tener proyecto que impulse lo potencialmente necesario, esto es, atender lo que apenas está por “nacer” en la historia y es mejor social y humanamente hablando.

Entonces la pregunta que sigue es ¿Cómo impulsar un pensar histórico dejando de lado es pensar determinista de la realidad? Aquí se encuentra en meollo del asunto zemelmaniano, y por ello, desde mi perspectiva está muy vinculado a la educación.

Hace poco hablé del valor del concepto de crítica en Hugo Zemelman, pues al plantearla como “forma de razonamiento capaz de referirse a la potencialidad de lo dado”, nos lleva a preguntarnos por nuestra formación, por nuestro “movimiento como sujeto”, un movimiento subjetivo, pues en la medida en seamos capaces de movilizar nuestros estereotipos, rutinismos, ideologías, todo atributo social que nos constriña y limite, nos modele, seremos capaces de construir un distanciamiento con respecto a la realidad presente, la cual dejaremos de ver como estructural y sin posibilidad de modificarla.

Por tanto, si nuestra formación se asume como movimiento, como esfuerzo atento a nuestros límites, viviendo el desafío de avanzar hacia estados subjetivos capaces de ir al ritmo del movimiento de la realidad, hablaríamos de una dialéctica entre el  ajuste-desajuste de  lo que somos  frente a nuestra circunstancia.  Zemelman a esto le llama “autonomía del sujeto” con lo que quiere decir, que podemos reconocer las múltiples condiciones que nos definen, limitan, y al ser conscientes del afuera, al comprenderlo, podremos nuestro atrapamiento en las estructuras instituidas, siendo capaces de pensar en lo que está más allá esperando por nosotros para ser potenciado.  En palabras de Castoriadis quiere decir “reconocer mi autonomía en la heteromía” o como decía Sor Juana “…si porque me vez encerrada, me tienes por impedida, para estos impedimentos, tiene el efecto las limas”.

Por tanto, necesitamos aprender a “colocarnos”, en el momento histórico, aprender a leer la realidad como una articulación de tiempos y espacios, abrirla respecto de los límites, percibir sus fuerza hegemónicas, así como lo que sigue en la penumbra de lo histórico.  Esto no sucede por voluntarismos, por un deseo ingenuo, sino por una formación cuidadosa, que atiende formas epistémicas del pensar histórico, que muchas veces son mutiladas por la educación convencional. Se trata de educar al sujeto reconociendo su propia historicidad, verlo como movimiento que se despliega hacia sus oportunidades futuras, que se están forjando en el presente, esto nos exige a los maestros, tener una mirada horizóntica sobre la formación de nuestros alumnos, preguntarnos por lo que potencialmente pueden ser en un tiempo por venir, sin someterlos a encajar con un perfil muchas veces ajeno a las necesidades históricas de la realidad que urgen potenciar, en la que ellos, serán los responsables.

El pensar histórico  por tanto, es una capacidad que nos permite “acechar los objetos” de la realidad en palabras de E. Bloch, lo cual, nos coloca en fuertes desafíos para impulsar esta capacidad, enfrentando ésta de quedar atrapados en las inercias instituidas.   Por ello:

-Necesitamos situarnos en la realidad, “colocarnos” y en sus límites ir tras inédito, lo cual no se detecta por un acto de voluntarismo, sino por contar con una capacidad de lectura de la realidad, que exige lenguaje, la capacidad de teorizar para nombrar con conceptos pertinentes lo que sucede en tiempo real.

-Disposición y capacidad para desplegarse como sujeto a partir de un para qué e influir en la construcción de ideas que visualicen y muestren lo que excede a la realidad presente. 

-La creación de proyectos desde el cual se  aborde lo potencial de la realidad, que implica asumirse como “ámbito de sentido”, tener necesidad de expandirse con la fuerza que una visión horizóntica capaz de nombrar lo que ve en la lejanía, pero no en la imaginación, sino con la fuerza de los datos que aporta la misma realidad.

Bueno, esto algo de lo que sé sobre la Epistemología del Presente Potencial, y que me adentro por ideas sobre la docencia  que me han movido de esas otras de corte técnico e instrumental.   Ahora, puedo hablar sobre el   “pensar histórico”,  que más que un dato duro, tiene que ver una sensibilidad, una necesidad de ir en la cresta de la realidad socio-histórica como responsabilidad.

Sé que yo misma necesito explicar-me este tipo de lenguaje.  Leyendo a Zemelman por algunos años, no acabo de aprehenderlo, y entiendo que así necesita ser, que su lenguaje epistémico, cada vez que lo visito, estimula el pensamiento, no lo cierra.  Y siempre favorece el deseo de volver a escudriñar los misterios de su lenguaje epistémico.

Estando en esta lectura por algunos años, me he hecho de un cúmulo de palabras que enriquecieron mi decir, que ampliaron “mi gramática del pensar”, creo.  Hoy, sin estas palabras no puedo hablar de cualquier situación; con Zemelman aprendí a no definir, a no cerrar ideas, a tratar de situarme en el caos, y desde allí, pensar en posibilidades horizónticas, abiertas al tiempo de la real-realidad. Haciendo esto, he sentido que he perdido a muchos conocidos (no puedo decir amigos, se hubieran quedado conmigo) con esta forma de pensar, hablar, de escribir, se contradice lo que se espera de mí, esas ideas puntuales, definidas en el corto tiempo arrojando resultados, y eso no lo puedo hacer más… intento tener un pensamiento histórico, sé que es una gran tarea autoimpuesta, haber convivido con este gran pensador latinoamericano, me ha dejado esta responsabilidad. 

Pues no se diga más, a continuar en ella, es una necesidad humana, por tanto, histórica.