domingo, 22 de noviembre de 2020

¿A quién leer, por qué y para qué? Alfonso López Quintás aporta una estrategia.

 

Alfonso López Quintás. El arte de leer creativamente. Editorial Stella Maris, 2014. Versión Digital.


Cuando vi el título de este libro, sentí curiosidad sobre “este arte de lectura creativa” Siempre he defendido la lectura, y como profesora de primer grado (y de adultos también),  durante años me esforcé en formar lectores apasionados por las ideas de otros.  Por ello, he buscado forma de enseñar a leer y escribir mediante un uso creativo del lenguaje escrito, para no construir resistencias a la escritura, la lectura (y a los adultos, profesores, los sitúe ante infinidad de textos para explorar ideas y pensar mejor nuestro mundo).   

 Me asomo a mi experiencia, me veo en mi soliloquio lector y pienso, siento, que no he logrado mucho.  Ahora mismo vienen a mí recuerdos de mis alumnitos de primer grado, quienes iniciaban el año (aún tengo que aclararme por qué) en niveles presilábicos, y poco a poco iba logrando su movimiento, hasta verles escribir, leer como se esperaba, sin embargo, cuando se trató de fortalecer la lectura, y los situaba ante textos llenos de vida, vi como esta habilidad lectora se paralizó.  Por ejemplo, me recuerdo entre ellos, de mesa a mesa invitándolos a leer un extracto de “Lilus Kikus”, llevándolos a pensar-sentir la metáfora de las uñas emitiendo rayos de luz para leer por la noche, pero al dejar un lado del salón e ir al otro, al voltear ya los niños dejaban de leer, es decir, solo leían en mi presencia, bajo mi solicitud, pero no continuaban, por tanto, la lectura profunda, la que cambia la vida, era difícil de impulsar.   Y de mi experiencia con adultos, no vi a todos titulados, la lectura era fundamental para lograrlo.

 Me pregunto con preocupación sobre esta resistencia a la lectura (sé que hay sus excepciones), pero ¿Por qué  solo algunos y no todos? leer es una habilidad que abre las ideas, aleja de los dogmatismos, enriquece en todo sentido a las personas, favorece la toma de decisiones, da cultura, postura, sentido de vida.  

 Como afirma un apasionado de la lectura, Alberto Manguel, al leer se recrea el libro en nuestras manos, leemos desde nuestra experiencia íntima, desde la necesidad de explorar dudas, de atender deseos ocultos, pasiones no confesadas, que son solo de uno y la comprensión que se logra, ese florecimiento de ideas, emociones, es muy personal; cada lector responde al libro desde un lugar tan propio, y al hacerlo se ve transformado, por ello, “leer” es un verbo, que cobra vida, sólo frente a un sujeto que “quiere” leer. Y he aquí la pregunta ¿Se quiere leer? ¿Se siente el llamado del libro que nos susurra “tengo respuesta a tus misterios”? Y si leemos ¿Qué leemos?...

 He escuchado, (algunas veces) a personas decir “Yo me leo 30 libros al año” y yo,  me volteo hacia mí misma y me pregunto ¿Y yo por qué leo tan pocos? Hasta he sentido vergüenza de promover algo que hago con tanta lentitud, pero por suerte, el mismo Manguel me ayudó a comprender esto, pues dice que no todo libro está escrito para ser leído por todos, que uno va reconociendo qué y cuándo, que tiempo dedicarle a ese proceso de autotransformación que ofrece el libro seleccionado. Sentí alivio.  Yo leo un promedio de 10 libros hondamente significativos para mí, al año, y para atender exigencias laborales, otro tanto tal vez, pero esos no cuentan, son  más índole instrumental. Y tal vez, siendo consciente de mi lentitud-apasionada por un libro determinado, buscando la manera de leer de un modo más creativo y eficiente dado el eterno problema del tiempo, me acerqué a esta obra de  López Quintás, ¿Qué encontré?

 Es un libro interesante, nada instrumental, pues en el trasfondo de la obra se percibe la necesidad de formar a personas sensibles, que encarna los valores más excelsos para guiar su vida, que sale de sí hacia los demás desde un amor responsable en busca del encuentro creativo con los demás, y nos explica una teoría de cuatro niveles de desarrollo:

·       Estamos en el nivel 1, cuando todo lo que nos rodea, se asume como medio para un fin concreto, todo se cosifica, y lograda la razón instrumental de su existencia, se desecha.

·     El nivel dos, por el contrario, lo que nos rodea conforma “ámbitos” es decir, son realidades que brindan opciones, y podemos tener posibilidades de interrelación amplia con los  otros, y lo otro que nos rodea, permitiendo el desarrollo de nuestras potencias más creativas.

·     En el nivel tres, tiene ver la conciencia de un ideal que guía la vida, ideal enriquecido por valores fundantes de la vida en armonía  como la belleza, la bondad, la justicia, la unidad.

·    Y el cuarto, encontramos un fundamento trascendente (me pareció religioso) para sentirse religado con la humanidad desde un fe que se encuentra con algo más allá de lo terrenal, esa Unidad con Dios.

 Y pues hasta aquí todo bien… todo fundamento que nos hable de ser mejores personas, de superación desde los argumentos que se tengan, son válidos.  El problema es encontrarnos con esos niveles al revés, que marchan de manera contraria y de los cuales también habla y llama “vértigo”, esto es, que del nivel uno, vamos en caída, siendo personas egoístas, mezquinas, envilecidas por el ideal de dominar, poseer y disfrutas al cualquier costo. Y este es el PROBLEMA, (de lo cual no habla) porque nuestra época se caracteriza por una ruptura, por la decadencia de instituciones que no tienen la fuerza y fortaleza para regular las nuevas emergencias de subjetividad humana.

Nos invita a leer obras como el Principito, Juan Salvador Gaviota, Obras de Shakespeare, El túnel de Sábato, Poesía, escuchar música, etc., anotando la estrategia de situar el contexto de la obra, reconocer el sentido del autor, aprender el mensaje que no aporta. Ver a las obras como la integración de diversos niveles de realidad, no reducirlas, sino verlas como  ensamblajes de varios ámbitos, que dan lugar a un sinfín de interpretaciones dependiendo de quien lo lee.  Qué necesitamos provocar esta relación de encuentro con los textos, buscar escritores que no describen objetos, sino que nos ponen en presencia de realidades abiertas; autores que no sólo narran hecho sino que tejen tramas de vida, relaciones de encuentro humano. Con todo esto, definitivamente concuerdo, pero sigo preguntando:

¿Cómo hacer que se quiera leer? ¿Cómo tener esta actividad en un lugar de prioritario dentro de la vida cotidiana de cada uno? ¿Cómo convencer de que la lectura es una actividad que nos transforma?

 Soy maestra, y no tengo respuestas. Creo que el nivel uno del desarrollo humano que describe este autor va ganando la batalla formativa,  y que por tanto, cuando terminamos viendo a los demás como un medio para nuestros  fines más inmediatos, la capacidad de preguntar por lo que ocurre, las consecuencias de lo que hacemos, de la emociones complejas que nos embargan y llevan actuar en la inmediatez, sin tener ideas sobre el futuro, queda empequeñecida, y entonces terminamos sin preguntas íntimas, sin  una conciencia que nos alerte, sin sentido de vida, sin ver la como  ámbitos relacionados unos con otros… Por tanto, no tenemos preguntas, y sin esas preguntas íntimas, no buscaremos ese texto que nos aporte respuestas para continuar.

 Si perdemos día a día esta capacidad de preguntar sobre el sentido de nuestra vida, si nos vamos extraviando en la banalidad, en el presentismo, el placer del ahora, entonces esa lectura en la cual fundirse para abrevar de los sentidos de los autores que nos narran experiencias importantes que puedan dar luz a nuestra vida, no se dará. 

 El libro es bueno, lo recomiendo, hace pensar en la importancia de crecer, de aprender de los escritores, y si bien el método es interesante, pero no ahonda en el severo problema de estructuración de la subjetividad humana de estos tiempos.  Hay que seguir apostando al poder de la lectura, buscando respuestas sobre nuestra falta de deseo de leer.

 Por el momento aquí dejo la liga, ojalá se sientan invitados a leer los argumentos y estrategia de este autor, que no conocía, pero me ha parecido interesante.