SEP. Un libro sin recetas para la maestra y el maestro. Fase Tres. Elaborado y Editado por la Dirección Gral. de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, México, 2023.
Un
cambio radical que encontramos en la Reforma Curricular por implantarse en el próximo ciclo escolar 2023-2024,
que se aprecia en la forma de compartimentar los contenidos curriculares, antes
organizados por materias, hoy, por campos, como ya sabemos: Lenguajes; Saberes y
pensamiento científico; Ética, naturaleza y sociedades y De lo humano y lo
comunitarios, todos ellos, atravesados por ejes que enfatizarán sentidos
formativos, tales como la inclusión, pensamiento crítico, interculturalidad
crítica, vida saludable, apropiación de la cultura a través del fomento a la
lectura y la escritura, artes y experiencia estéticas.
Sin
duda, este cambio amerita plantearse algunas preguntas:
· ¿Por qué cambiar
de materia disciplinar a campo formativo?
· ¿Qué formas de
aprender se propiciaban con las materias, cuáles se buscan con la noción de
campo?
· Y tal vez la más
importante, ¿Qué es un campo formativo?
En
otras reformas curriculares se estuvo trabajando con un formato por áreas. Durante la reforma curricular de los 90s, se
habló de promover un desarrollo integral, y se pensó que, presentando los
contenidos más articulados entre sí, podría facilitar la tarea, así que tuvimos
programas educativos por áreas. Para
muchos profesores con larga estancia en la educación, la idea de áreas de aprendizaje
no les es ajena, por ejemplo, en Ciencias Sociales se contenía articuladamente geografía
e historia, en Ciencias Naturales se abordaba biología, física, química, etc.
Al inició del siglo XXI, fue sustituido nuevamente por materias bajo el enfoque
por competencias.
Hoy,
se da otro salto -y aún no sabemos si para atrás, a los lados, o enfrente-, se
vuelve a la idea de interrelacionar los contenidos, ahora utilizando el concepto
de “campo” que de entrada exige aclararlo, y con tal comprensión, atender los
nuevos sentidos formativos de este reajuste curricular.
Cuando
se revisan, los programas de sintéticos -aún en borrador, por cierto-, los
contenidos, sin que lo queramos, ya están compartimentados en nuestra cabeza por
materias, pero los vemos organizados por campos. Como hábito ganado por años, se piensa en los
contenidos como siempre, pero ahora los vemos reunidos por otros criterios poco aclarados. En ningún texto se explora
el concepto de campo para tener un acercamiento que propicie entender de qué se trata este giro didáctico en la educación o ¿se intenta con el concepto de interdisciplina?
Si
se rastrea el concepto de campo, nos encontramos con Pierre Bourdieu,
Por tanto, necesitamos reconocer las formas de razonamiento que se propician en las personas, y más específicamente, en la escuela, donde podemos orientar la enseñanza por formas de pensar que separan, aíslan los contenidos al enfatizar una abstracción-excluyente que busca aislar el fenómeno que interesa, separándolo de aquellas fuerzas que pueden contaminarlo, así, el fenómeno en estudio, se supone, es más fácil de aprenderlo.
O bien, reconocer los esfuerzos pedagógicos que se han dado por instalar didácticas que que lleven a una abstracción-incluyente, es decir, pensar los contenidos en su relación con sus entornos, adentrándose en ellos, saliendo para reconocer sus interconexiones, y advertir su complejidad, que exige una forma de pensar que busca sus puntos más potenciales.
Esto nos lleva a la pregunta ¿Cuál es la forma de pensar que la
escuela ha favorecido? ¿Nuestras didácticas favorecen procesos de reflexión abstracta-excluyente o incluyente?
Nuestras respuestas pueden comprenderse si asumimos la tendencia educativa de demostrar objetivamente que los alumnos aprenden,
para ello, enseñamos contenidos aislados pues necesitamos que los ellos nos digan qué saben, que nos demuestren de manera puntual su aprendizaje. Al enseñar de esta forma, sin saberlo tal vez, despojamos
la información que abordamos de su complejidad, y hacemos que el alumno los
domine, los repita, y los utilice en su mínima simpleza, empobreciendo la capacidad de pensar. Privilegiamos por tanto una abstracción excluyente que termina con la acumulación de información que se desecha con facilidad.
Ahora, la reforma educativa actual, se solicita trabajar por campos, hacer una docencia que propicie formas de reflexión
incluyentes, pensar totalidades de realidad, razonar articulando procesos, sentidos, tiempos. La pregunta es, así como así, por decirlo, por solicitarlo ¿lo
lograremos? ¿qué se necesitará?
La exigencia de hacerlo ya está dada, ahora los contenidos curriculares se nos presentan por campos de conocimiento y cobran vida con los ejes articuladores y esto nos sitúa en nuevas exigencias didácticas con las cuales se pretenden un razonamiento articulado sobre la realidad de la cual son parte.
Sin embargo, una reflexión profunda sobre este giro didáctico al enfatizar la noción de campo, no la encontramos en este libro. Al carecer de una argumentación clara sobre este cambio tan sustantivo, se corre el riesgo de abordar estos fines formativos en su máxima simpleza. Es una noción que amerita ser problematizada para reconocer los nuevos desafíos formativos que nos impone como educadores. De otro modo, al plantearse tan solo de forma nominal, queda en peligro de acomodarse a los saberes habituados de la docencia, evitando el logro de los fines formativos prometidos en esta reforma curricular.
Así, como esta noción tan importante, encontramos otros como “libertad”, “comunidad”, conciencia crítica, ecología de
los saberes, género, etc., y los consabidos de siempre, educación, aprendizaje, docencia, muchos otros, que se vuelven palabras familiares, pero no conceptos con el nivel de abstracción que demanda el perfil de egreso.
No podemos negar que algunos,
tienen cierto desarrollo, por ejemplo, se da mucha importancia a la idea de
libertad, misma que se plantea sin el referente de la conciencia de los límites, sólo se nos invita a buscarla, a zafarnos de todo de dominio y vivir entre iguales
libres, ¿eso existe? ¿en verdad todos estamos en una situación horizontal de
poder? Vivir en la anarquía no ha demostrado ser el mejor sistema de convivencia, que además riñe con el concepto
de comunidad, donde existen reglas de convivencia.
Lo
mismo sucede con la idea de “conciencia crítica”, pensada como conciencia del rol
social, o lugar en las hegemonías que siempre existen, pues vivimos rodeados de
fuerzas, unas más fuertes que otras, y ahí estamos nosotros, como una fuerza
más dependiendo del poder que despleguemos. En este libro se invita a
tomar "conciencia crítica" sobre nuestro lugar en las clases
sociales, reconocer si somos subalternos, oprimidos, cuando son conceptos algo desgastados en el tiempo, por ejemplo, se ha demostrado por algunos teóricos, que clase, alude más casta, a origen por
cuna, que el movimiento social moviliza la situación de las personas, un día uno puede
pertenecer a la clase pudiente, y otro, despertar siendo el más pobre por un mal negocio.
Las clases social es dinámica, la la casta no.
Y
si bien, el concepto de “ecología de los saberes” permite comprender el intercambio
natural de la cultura, reconocer los procesos de asimilación mutua, a
reaprender unos de otros, en este libro, se enfatiza más la idea de monocultura,
para llevarnos a pensar en que la cultura hegemónica neoliberal nos niega en nuestras
raíces. Desde la idea de monocultura se
nos induce a volver a las culturas ancestrales, e impide pensarlas como
procesos históricos, a reconocer que todo tiene una temporalidad, que deja
conocimientos, que permanecen dada su pertinencia, no porque se decide conservarlos por actos de poder.
Este libro, se espera sea pedagógico, pero se percibe más ideológico en el sentido que revive formas de pensar que eran hegemónicas
en los años 70s, nos retrae a ideas contenidas en palabras que adornaban grandes
discursos que prendían a aquéllos sujetos dada la realidad que vivían y delirantes,
se lanzaban a la revolución -que nunca
es amorosa como dice Freire, encierra violencias, sangre, muertes-, a la emancipación
de las conciencias, a la formación de grupos de guerrillas por la sierra,
armados, resistiendo al poder, etc.
Aquéllas formas de resistencia respondieron a su momento, cuando se pensaba que ese era el mejor modo de cambiar la realidad, y pese a que dejó aprendizajes muy ideologizados, es necesario re-situarnos, comprender que enfrentamos otras realidades, otras formas
de hegemonía, y por tanto, tenemos otras batallas que librar, una de ellas es la
educación, y ésta necesita la batalla que esta época demanda.
Me
queda claro que este libro, que se dice sin recetas, si es un recetario
demagógico que incita a la victimización, a sentirse oprimidos, en vez de
reconocernos como personas de un tiempo que nos asombra, que tenemos problemas
para conocer en su complejidad y demanda formas de pensar y actuar inéditas,
las viejas, ya se practicaron y según los datos, no fueron las mejores.