martes, 3 de octubre de 2017

LA IMPORTANCIA DE REVISAR, CONOCER Y APROPIARSE DE LA OBRA DE HUGO ZEMELMAN DESDE LA EDUCACIÓN.






"Nos encontramos en los terrenos de la tercera tesis sobre Feuerbach de Marx, cuando sostiene que se olvida que son los hombres precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado.”
Hugo Zemelman[1]


Hablar de Hugo Zemelman desde su obra, con el fin de conocerlo, difundirlo y vivirlo en el mundo educativo, implica reconocer que apropiarse de sus sentidos epistémico-didácticos, no será nunca una tarea fácil ni rápida.  Y a pesar de que urge esta tarea de “propagación” de sus ideas, son muchos los problemas que se enfrentan, y que como educadores necesitamos reflexionar y aprender a sortear para apoderarnos de este legado intelectual cuya fuerza pedagógica radica en contribuir a que las personas se hagan cargo de sí mismas, asumiendo el proyecto de su autonomía personal, tarea ineludible de la educación.[2]

La vasta obra, exige de nosotros formas de aprender más allá del ejercicio cognitivo, -en lo que culturalmente se ha enfocado la escuela-, pues no se trata de una epistemología que se aprende acercándonos a los  fundamentos de la ciencia, a diversas teorías para explicar desde dónde, cómo, para qué se conoce como la define cualquier diccionario especializado, cultura teórica que no está demás, hace falta conocerla, pero para usarla de una manera que acrecente al ser mismo, lo habilite para  reflexionar  la racionalidad encarnada de la época de la cual somos hijos, y ser  capaces de “pensar nuestro pensar” reconociéndonos en medio de las fuerzas sociohistóricas que definen los rumbos de nuestra existencia.  

Adentrarse por este enfoque epistémico, conlleva de entrada un esfuerzo personal con las exigencias éticas, cognitivas, psico-emocionales, históricas, sociales entre tantas que implican al sujeto, pues las ideas zemelmanianas buscan a un interlocutor que se asuma como sujeto.

Zemelman reconoce al sujeto como “ámbito de sentidos”, es decir, una presencia humana que se sabe colocada en un tiempo-espacio interconectado con otros de diversas índole y naturaleza, y necesita desplegar un  razonamiento capaz de “mirar” nos dice él, no solo explicar, porque explicar nos encierra en un conjunto de verdades sobre esa realidad, cuyo origen parte de cuerpos disciplinarios, y quedamos  sumergidos en teorías  tal vez ya obsoletas, incapaces de dar cuenta del dinamismo y complejidad de tal circunstancia.

De acuerdo a Zemelman, la realidad presente, necesita ser “mirada”, captada horizónticamente para apreciar su vastedad, y ante ella, sabremos que no basta una teoría para explicarla, sino la articulación de todas aquellas que nos ayuden a reconocerla como un todo que amerita ser abierto, desarticulado, para mirar sus nudos problemáticos.

Diversas miradas teóricas abren opciones, ser capaces de optar por aquella interpretación más pertinente, y en esta opción, nosotros nos recuperamos potenciados para pensar y hacer lo que se necesita dados nuestros ámbitos de intervención. Pensar, colocarse, hacer lo pertinente, es la invitación, de ahí el lugar del sujeto en la obra de este autor: le importamos nosotros. 

Por eso, su obra es una exhortación al rescate del sujeto y desde su discurso, su lenguaje nos busca.  Desde su “decir”, no le habla solo a lo cognitivo, pues sus planteamientos no pueden memorizarse, y como buen seguidor de Bachelard, le habla al sujeto que somos, a ese que María Zambrano descubrió somnoliento, cobijado bajo el mundanal ruido de la vida social,

“la realidad dócilmente se deja colonizar por el hábito, por los hábitos que el hombre adquiere en su vivir cotidiano. Y casi desaparece. Dentro de esa cuadrícula de los hábitos, la realidad se desrealiza, se oculta, y al par que se desvanece se solidifica. La conciencia deja de estar despierta y atiende solamente a aquello que tiene ante sí, a aquello que tiene que captar de momento. El tiempo se contrae, se divide y su fluir se hace imperceptible o tiende a hacerse. La libertad se aduerme. Pues que la realidad y el ser que ante ella está –el hombre– están ligados, corren diríamos, la misma suerte: si la realidad huidiza, se oculta, la conciencia se apaga, pierde intensidad y el ser mismo, el ser a quien esta conciencia pertenece como una lámpara, se oculta tanto o más que la realidad.  Y así la vida cuotidiana regida por el hábito, por la tranquilizadora costumbre que es seguridad, eclipsa la realidad y al ser que con ella trata... y la vigilia se acerca insensiblemente al estado de sueño.”[3]

Y Zemelman busca al sujeto en actitud de vigilia, atento, para ello usa un lenguaje que sacude de esa inercia somnolienta, y nada sutil nos habla de lo urgente y necesario dejando la tarea de asumir esos desafíos formativos que solo cada uno puede enfrentar.  Leer a Hugo Zemelman es verse frente a un “decir” poco habitual, persuasivo, desestructurante de los procesos de significación que se logran, y esto va desatando una emoción, un pensamiento, algo, pues se siente que leer ese tipo de enunciados desordena algo, y uno se queda con la tarea de reconstruirse dadas las necesidades y posibilidades de cada quien.

Este lenguajear zemelmaniano, tiende a abrirse en significados sin agotarse en sus signos,[4] por ello, el lector necesita dejar de leer cognitivamente, y dejar fluir otra forma de comunicación, esa de la que habla Bachelard cuando afirma que si somos capaces de insistir en una obra es porque nos concierne.[5]  Esto es, llega un momento, en que la obra dialoga con nuestro sentido, deseo, necesidad, con esas dimensiones adormecidas, y entonces, esta lectura, le habla al sujeto que somos, dándose ese encuentro de autor y la pregunta que surge es ¿Qué me estoy perdiendo de estas ideas? Dando lugar a ese deseo de aventurarse por esas ideas que en la medida en que exploran, reencantan al sujeto.

Nos vemos frente a un lenguaje, fuerte, comprometido y apasionado, pero sumamente abstracto[6] por tanto, complejo[7] pero no por ello ajeno y distante, ya que le habla al sujeto que somos, ese que siempre está ahí, potencialmente contenido en nosotros, pero a veces más como rol por la naturaleza de las instituciones que habitamos y nos habituamos a sus inercias.

Y dar lugar a la “experiencias de ser sujeto”, auto-desplegarse, saberse capaz de vivir-viviendo, es lo que Zemelman llama  “necesidad de ser sujeto” pero que en la medida en que se vivencia, nos coloca frente al empobrecimiento de nuestra subjetividad, se revela la orfandad de recursos para enriquecerla, lo que impide crecer, y ante ese necesitar ser uno mismo, se buscan salidas, se localizan umbrales por donde hacer de nosotros “algo más” lo cual exige estudio, disciplina, tiempo para estimular nuestras facultades adormecidas, desde fuertes dosis de voluntad, de autonomía, ya no para sobrevivir, sino para existir con plenitud, comprometiendo a “...todo el sujeto tanto a su estómago como a su espíritu, a su mirada y su oído, a su voluntad de ser”[8]

 Planteado así, este enfoque contribuye a pensarnos-sentirnos como sujetos en una realidad socio-histórica que sabemos sigue los imperativos de la hegemonía política, social, tecnológica y económica del hoy, cuya direccionalidad, fuerza constituyente de lo social que se impone, amerita ser descubierta, desanudada, siendo capaces de pensar, de mirar otros desenlaces posibles a partir de nuestro participación como sujetos históricos.

 Como vemos, no se trata de promover cualquier “pensar”, sino de uno con la fuerza de asomarse al pensar mismo para percatarse de su propia lógica; se trata de estar atentos a las acciones que provoca, y los proyectos emergen de él, reconociendo los efectos sobre la realidad que se vive y hacerse cargo de sus efectos y consecuencias.

Dar prioridad a esta tarea de “pensar el pensar”, exige tiempo, una formación lenta que propicie esta actitud epistémica, y comprender el gran valor pedagógico y ético de esta forma de epistemología, que nos invita a valorar la fuerza del pensamiento crítico, connotado como capacidad de reconocer lo potencial en el presente actual.

Pero estimular esta forma de pensar conlleva enfrentar la propia circunstancia que sigue los dictados de un paradigma que favorece un pensamiento instrumental a la que subyace una propuesta formativa que encapsula nuestras forma de razonamiento y nos orienta por descripciones útiles, que solo buscan una vida feliz, poniendo la mirada en la mejoría de la vida actual, sin grandes perspectivas de futuro. La educación, termina por promover una forma de pensar unívoca, ¿cómo promover ahí una formación transdisciplinaria que rompa con la lógica de pensar en objetos? 

Rescatar al sujeto desde la educación, fomentar formas más abiertas de pensar, de ser, de sentir, conlleva plantearse diversas preguntas capaces de ver a las personas desde el conjunto de sus facultades y aprender a verlos como sujetos y la obra de Hugo Zemelman, resulta un parteaguas para el problema de la formación, en la medida en que busca el rescate del sujeto.

Es una obra importante que aún necesita ser recuperada desde el ámbito pedagógico y aprender a construir criterios epistémico didácticos que nos ayuden a vivir la educación con el dinamismo y potencialidad que se necesita.  Tarea nada sencilla pero sí urgente.




[1] Hugo Zemelman Merino. El ángel de la historia: determinación y autonomía de la condición humana, (España: Anthropos-UNAM-IPECAL, 2007), 34.
[2]  José Ángel López Herrerías.  Educar sujetos, propuesta pedagógica para nuestra cultura, Revista Iberoamericana de Educación, vol. 75 [(2017), pp. 197-218]
[3] María Zambrano. Actitud ante la realidad. Disponible en: http://www.huellas-cl.com/2007S/07/lactitudante.html
[4] Emmanuel Levinas, “La sinceridad del decir”. En Dios, la muerte y el tiempo. Cátedra, Madrid, 1998, p. 227-231.
[5] Gastón Bachelard. Introducción. En Poética del espacio. FCE, México, 1983, p. 18.
[6] “...lenguaje de pensamiento de naturaleza constitutiva que no se identifique con el lenguaje de comunicación. Es el lenguaje de significantes como propio de la razón abierta...” Hugo Zemelman Merino. Sujeto: existencia y potencia.  Anthropos y COLMEX, España, 1998, p. 57.
[7] “¿Qué se podrían decir las cosas de otra manera? ¡Qué las diga el que pueda!... su urticante estilo convoca al debate, la crítica, la discusión apasionada e ineludible...” Comentario de Horacio Cerutti Guldberg al prologar el libro: Necesidad de conciencia. Un modo de construir conocimiento de Hugo Zemelman.
[8] Hugo Zemelman Merino. Necesidad de Conciencia. Un modo de construir conocimiento, (España: Anthropos, 2002), 25.