La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? Michael J. Sandel. Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2020. Traducción de Albino Santos Mosquera. Versión Electrónica.
Una
frase contundente con la que abre y también cierra una discusión interesante sobre
las personas que estamos resultando después de 40 años de la globalización
económica: “Cuánto más nos concebimos como seres hechos por sí mismos y autosuficientes,
más difícil nos resulta aprender gratitud y humildad”.
Inicia
con los sucesos del año 2020, con el inicio de pandemia. Ideas que venía
trabajando tiempo atrás pero que puede ver aterrizar en como nos estamos comportando
donde formar una comunidad solidaria para enfrentarla está siendo escasa, por
el contrario, apartados, separados, enfrentamos el terror a ser contagiados y
perder la vida.
La
verdad, ha sido una lectura ajena a mis hábitos lectores, y fácil no fue, pero
en la medida de su avance, fue atando cabos con la educación, reflexionar cómo
desde la escuela estamos cimentando ideas que forman a generaciones de personas
cada vez más separadas entre sí, portadoras de una “soberbia meritocrática” al asumirse
como producto de su propio esfuerzo, sin ver los contextos y apoyos recibidos
para ser quien se es; sentirse merecedores de recompensar de todo índole, sentir
que valen por su esfuerzo personal, enaltecidos por sobre los demás, quienes
son considerados como perdedores.
Leer
este libro nos ayuda a revisa esta idea de “mérito”, que nos parece tan ingenua
en el ámbito educativo y fomentamos al exhortar a nuestros alumnos para ser
exitosos en medio de las competencias, del esfuerzo, que a la larga da lugar a
lo que aquí se llama “meritocracia” (Michael Young).
Con
esta idea sembrada, lanzamos a nuestros alumnos a la vida, quienes piensan en que es posible dominar la realidad, que nos
podemos construir un destino de manera solitaria, sintiendo que somos
totalmente responsables de lo que nos ha tocado vivir (que, en el fondo, es
suerte, ya que pudimos nacer en otro contexto con condiciones totalmente
adversas).
La
sociedad globalizada de los últimos 40 años, centrada en las finalidades de
economización del mundo, nos llevado a validar la idea del éxito como producto
del esfuerzo personal, del trabajo duro, y a ver lo que se tiene como merecido
y no tenemos la menor intención de preocuparnos por quienes no están en nuestro
lugar, pues pensamos que no se han esforzado lo suficiente.
Pero
los mercados, la financiación de la economía no aportan un piso parejo para
todos, crea contextos de oportunidades que no son para todos, y por más que se
esfuerzan algunos, no logran los mismos resultados, por lo que esta ética del
mercado, exige una responsabilidad personal que nos haga creer que lo que
tienes es porque te lo mereces dado tu esfuerzo, y si no lo logras es tu culpa.
Tanto
nosotros, como la sociedad en general habla del valor de tener una licenciatura
frente a quien no la tiene, sin pensar en las situaciones que lo facilitan o lo
impiden, y se considera que una credencial universitaria es producto el premio
de dones, y quien no los tiene, acepta su condición de estar por debajo de los demás.
¿y si no tuviera la suerte de poseer este don? Lo que se quiere decir, como
personas somos el resultado de diversas circunstancias, tanto genéticas como
sociales, y al formar parte de una comunidad, éstas se desarrollan o no, nos formamos
unos con otros, por lo tanto, no nos hacemos solos, y se trata de reconocer y
agradecer la influencia del mundo en nosotros para ser lo que somos.
Y
lo peor, este mensaje meritocrático ha desencadenado “una sutil política del
resentimiento”, una molestia social, entre las clases trabajadoras que no
sienten una valoración a sus esfuerzos, a su trabajo, donde se ha perdido una
valoración social. Se aprecia una decreciente
valor moral y cívico del trabajo, la financiación de la economía, ha dejado una herida en la
dignidad del trabajo, un disgusto social, una ruptura del lazo social que busca
caminos de expresión, como esto de votar por gobiernos que abanderan su abandono,
como ha sido en triunfo de gobiernos populistas que sin tener claridad se
resisten a los avances de la globalización financiera cimbrando sus proyectos
en ideas pasadas propias del Estado de bienestar de otras décadas.
Me parece que es un libro de estudio, una
lectura nunca suficiente al contener ideas potenciales para la reflexión sobre
lo que nos ocurre, por ejemplo, por el momento, puedo resaltar dos:
·
“el valor moral y
cívico del trabajo”, que lleva a pensar en la finalidad social que tiene cada trabajo,
que exige un respeto, consideración, dignidad y me llevó a pensar en el valor
del trabajo docente y preguntar ¿Qué tenemos que hacer para lograr un
reconocimiento, valoración, pagos justos a nuestro esfuerzo en estos tiempos de
financiación económica?
· Y ¿didácticamente
como insertamos esa idea del éxito merecido en vez de propiciar una idea de
formación de unos con otros, que lleve a la solidaridad y responsabilidad
compartida para bien de todos impulsando los dones de cada cual, sin menoscabo
de ninguno?
Un
libro interesante, complejo, pero importante.
Debiera ser parte de la literatura de cualquier carrera, todo alumno en
formación pienso, necesita revisarlo. Y quien ya es un profesional, con mas
razón, así seremos más consciente de lo que se necesita pensar y hacer para practicar
una ética del bien común.