También leo novelas, pero poco las comparte en este blog donde voy guardando mi memoria de libros leídos; blog que inicié años, pero hasta hace unos dos, he sido más sistemática en trabajarlo y compartir mis impresiones de lectura.
Y pues que decir, aparte de leer libros que me dan ayuda
profesional (de pedagogía, epistemología, sociología, filosofía, políticas,
etc.,) leo con algo de lentitud, novelas.
El problema es que tardo tanto en hacerlo, (El Conde de Montecristo me llevó
casi un año, pero ¡¡¡¡lo terminé!!!!, fue terrible pues sí me gustó, pero, pienso
que el lenguaje al responder a otra época, aporta dificultades al lector, si
bien la idea es grandiosa, la trama impecable, no dejo de pensar que leerlo
exige paciencia para no desistir. Bueno,
eso me hizo sentir, quien sabe…), y este hoy comparto no es la excepción, esta
novela, la inicié hace cuatro años:
Así, este libro, de página en página, vio pasar cuatro años,
reiniciando siempre la trama, hasta que he tomado la decisión de leer novelas
en otro tiempo-espacio, por las mañanas, y por ello, he podido plácidamente en
dos semanas, lento, saboreando la trama imaginativa de la narradora, y he
quedado fascinada, pienso que, si otro libro de esta novelista, Sofía Segovia llegare a mis
manos, lo leeré sin pensarlo (he sabido que tiene uno nuevo sobre la masacre de los chinos a principios de siglo XX, el tema es duro...). Muy buena
novela ¿de qué trata?
Si bien es ficción, en este murmullo de abejas, nube de
nobles insectos en cuyo centro se cuida amorosamente a un niño con la cara
deforme, y quien se torna el personaje eje de la narrativa, no podemos negar
que el suceso acaece en tierras del norte del país, en el tiempo
posrevolucionario, donde suceden hechos verdaderos como la pandemia de influenza,
la violencia, la reforma agraria, el cambio de cultivo, etc., toda esta mezcla
de imaginación y realidad, lo hace un libro, a mi ver, como un libro adecuado
para mi generación, los sexagenarios, que algo sabemos de la cultura del rancho,
de familiares con tierras dedicados a la agricultura; es bueno para quienes
ahora vivimos entre el recuerdo de la vida pueblerina y con la vivencia de la ciudad;
es un libro para quienes crecimos en viendo películas de haciendas, escuchando corridos, canciones como del Piporro, etc., etc., todo
lo que se cuenta, nos enlaza a recuerdos, sin dejar de pensar en los sucesos que
sí se vivieron, de manera ya lejana a nosotros, pero que estamos seguros de que
pasaron, y quedamos de alguna manera conectados a nuestras historias.
Tal vez, para lectores más jóvenes, no les diga mucho, y se
queden solo con la trama imaginaria de un niño de ficción, con las reflexiones
de los personajes en la construcción de sus destinos dadas las posibilidades del
momento histórico que vivieron y se enternezcan con el emotivo final, que, a mí,
la verdad, tal vez por mi edad, me cimbró.
En fin, termino diciendo que me ha parecido una gran novela
y que he decidido desde hoy compartir estas lecturas a las que he dado poca
importancia, pero que si lo pienso bien, son lecturas que han tenido mucho que
ver con la capacidad de escribir un poco, (me gustaría hacerlo mejor), con la
que puedo comentar mi impresión sobre libros de la academia. No he sido justa con los bellos libros de
Umberto Eco, de Ernesto Sábato, Gabriel García Márquez, Stephen King, Isabel Allende,
Carlos Fuentes, y otros, hasta los de J.K Rowling con todos sus libros de Harry
Potter, de los que algunas metáforas me fascinan, como la del “pensadero de Albus
Dumbledore”, esa imagen, me encanta, me hace pensar en la infinita capacidad
que tenemos de pensar, de imaginar, de crear desde lo que somos y hacemos y qué
decir de los poetas que tanto me ayudan a pensar… bueno, he sido muy ingrata.