sábado, 13 de noviembre de 2021

Reconocer que somos seres finitos heridos por el infinito nos permite comprender nuestra condición y esencia humana.

 

Josep Maria Equirol. Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita. Acantilado, Barcelona, 2021.  Edición Electrónica.

 


Leyendo “Nuevas formas del malestar en la cultura” de Vilma Coccoz, me encontré con este autor, quien viene desarrollando un pensamiento filosófico, dice el “de la proximidad”, sobre la experiencia de existir, que le lleva a reflexionar sobre lo que nos hace humanos.  Elegí este libro porque es el más reciente.

 Confieso, que aparte de leer su libro, me di a la tarea de escuchar cuando menos tres de sus conferencia recientes y pude así percatarme del por qué, pese a ser un asunto de reflexión filosófica, fue tan atrayente su lectura, pues se esfuerza por tener un lenguaje coloquial, es decir, que sin tener ese bagaje de lo que dijo Nietzsche, Heidegger, Levinas, y tanto muchos que cita a pie de página, todos podemos “sentir que sentimos” algo, lo que dice nos ayuda a profundizar en la profundidad que somos cada, somos tocados, somos aludidos en la herida que somos.

 Es un largo ensayo, con un índice con temas coloquiales que nos implican pues aluden a nuestro nombre, de dónde venimos, el día, la noche, etc., y desde éste, uno no puede rechazar un contenido que desde su lectura hace que recordemos, que pensemos que que sentimos, nos hace pensar que se piensa para comprendernos a nosotros mismos, y si tenemos preguntas sobre nuestra condición humana, ahí quedamos, buscando ideas que nos ayuden a comprender ese “alguien” singular, que somos, en la intemperie de la existencia, pues acabamos reconociendo que somos un nacimiento que se repite día a día, y que hemos venido de ninguna parte, pero vamos hacia lo que sigue y sigue, y que en ese proceso somos una herida abierta, porque todo el afuera nos llega, nos toca, lo sentimos y es tanto ese sentir, que nos deja heridos.

 Y que reconocer nuestra finita vida, herida por el infinito, desplegándose en la intemperie, es un acto de resistencia, porque somos personas que podemos pensar que pensamos, que podemos imaginar, construir, crear, y así, imaginando, se avanza esperanzado por la vida hacia algo más en potencia, esperando renacer, ser creado en lo que hacemos, y a esto le llama “poiesis”.

 Es un ensayo que nos lleva a pensarnos, a pensar a los otros, a reconocer que somos comienzos infinitos que nos acercan a un final;  un día no comenzaremos más porque moriremos, somos finitos en lo infinito del mundo, que igual, nace día a día.

 He quedado convencida de que soy un “inicio absoluto” que un día cesará, qué, venida de ninguna parte, es mejor pensar en la fuerza del nacer día a día en el valor de mis actos, que en el momento que en no naceré más.  Reconocer esto que somos, definitivamente es una herida infinita en mi finita vida, pero desde la capacidad de sentir que siento, de pensar que pienso, de crear, nos volvemos donantes de cosas, así como receptores de lo próximo, que siempre es tanto y tanto, siempre algo se siente, algo nos afecta, y día a día renacemos en medio de un cúmulo de sentimientos que no terminan de explicarse.

 Y me quedo con esto último, este libro me ha hecho pensar, y este pensar me adentra por mi misma, y me he  encontrado con mi herida, soy alguien abierta al infinita resistiendo a través de mi esfuerzo por imaginar lo que aún queda por vivir;  nacer cada día, antes del día en que no nazca más, me deja un esfuerzo de acercamiento a mí misma, a mi condición humana, a mi esencia humana.  Dice el autor que al reflexionar nuestra condición humana, se puede pensar en que uno es arrojado al mundo desde quién sabe dónde y se toma conciencia de que se existe, y cuando pensamos en nuestra esencia humana, implica asumirse como ser sintiente, y al sentir lo que uno siente, se percibe la afectación que el “absolutismo de la realidad” impone, así, cada uno se sabe como un ser que renace día a día en medio mil situaciones buenas y no tan buenas, donde se puede imaginar lo que aún no es, donde se tiene la esperanza de nacer y renacer cada día que siga, hasta el último, que ignoramos su fecha.

 Bueno, algo así comprendí, y siento, que esto que me hace sentir es muy propio de mi condición y esencia humana… Cada quien tiene que leer y contar su sentir, porque somos un “yo sintiente” capaz de pensarse. Y aquí le dejo, la verdad, no he dejado de preguntarme por qué leo sobre estos asuntos, y en esta divagación, la misma lectura me hizo hizo pensar una respuesta. 

Entendí que no se está solo, que estamos próximos al otro y lo otro, que vamos haciendo una experiencia de existir, pero lo más importante es la proximidad que somos, entonces el reto es esforzarnos por comprenderla, de otro modo ¿para qué nacer de ninguna parte? Siento que el nombre de esa canción que me gusta ha tomado más sentido: se trata de “honrar la vida” que llegó no sé de dónde, honrar ese misterio buscándome a mí misma….

Me duele la cabeza… lo confieso, pero aquí sigo.  Creo que retomaré el libro de Vilma Coccoz...