domingo, 27 de diciembre de 2020

La vergüenza, un sentimiento del que no hablamos... ¿Y en la docencia ?

 

Boris Cyrulnik. Morirse de Vergüenza. El miedo a la mirada del otro. Traducción de María Pons Irazazábal. Odile Jacob, 2010. Formato digital, 2011. 


La vergüenza ¿Qué es? ¿Cómo se gesta? ¿Cómo se vive con ella? ¿Por qué se habla de ella como herida abierta, silenciada, inconfesable? ¿Qué efectos tiene en nuestro desarrollo emocional, físico, social?

La vergüenza, definitivamente resulta ser un sentimiento tóxico, como también afirma Vicent de Gaulejac, otro libro donde ya hace un tiempo me detuve a revisar este sentimiento, y aquí, igual, se confirma que la vergüenza la podemos llegar a experimentamos como un “absceso del alma”, una punzada en el cuerpo que doblega, que achica nuestra presencia frente a los demás (que desconocen nuestra estado emocional interno) y sentimos sufrimiento ante sus miradas más simples.  Este sentimiento cuando se torna tan lastimoso, amerita ser tornado pensamiento, palabra, y así visualizarse para atenderlo y superarlo.

Y es cierto, la vergüenza nos acomete a todos, pues siempre que vivimos algo que se sale de nuestros deseos, sentidos, y nos lleva por caminos ajenos, dejando una experiencia embarazosa,  inevitablemente pronunciamos estas terribles palabras  ¡Me muero de vergüenza!, y siguiendo la imagen de la avestruz, deseamos desaparecer por eso que nos ha pasado y dejar de sentir esas emociones que devastan.  Y la mayor de las veces, son sucesos que podemos superar, soportar, los entendemos, tenemos la fortaleza para enfrentarlos y continuar.   Todos vivimos la vergüenza, siendo  finalmente una experiencia saludable, que en la medida en que se supera, ayuda a reposicionarnos, a continuar con salud mental y emocional.

PERO, también, pueden acontecernos sucesos que nos cimbran, que nos rompen por dentro, debido a que fuimos parte de una circunstancia en donde nos vimos implicados, y al no ser un pasaje transitorio, se torna un momento imborrable y definitorio de la vida que sigue.

En este libro de Boris Cyrulnik, narra diversas vivencias de personas a las que le sucedieron “cosas”, de las cuales no es culpable, pero por haber estado ahí, al vivirlas y no a los otros con quienes vive, este ser tiene  un “saber-no-sabido” que lo diferencia de ellos, sabe que tiene una experiencia tan “humillante”, tan “desgarradora de sí mismo” que no puede contarse por ser incómodas, no nos son habituales para el resto de las personas, y le invade esa vergüenza, ese deseo de ¡Morirse de Vergüenza” que lo aparta, lo auto-excluye.

Esas “cosas” que nos han pasado y nos han desgarrado por dentro, nos separan, nos las guardamos, quedan ocultas, creando un espacio emocional que separa de los demás; esos secretos no pueden contarse, pero se vive con ellos e inhiben, inmovilizan, “muriendo de vergüenza” cada día cargando lo silenciado en el mundo íntimo de donde emergen ideas que auto condenan constantemente y se siente que “…la realización de uno mismo es despreciable comparada con el sueño de uno mismo”, esto es, se erige nuestra presencia desgarrada ante nuestros propios ojos, nos sentimos una basura, frente a la posibilidades mil que tenemos y ante las imponemos la idea, de que no tenemos derecho a vivir.

Esta vergüenza se llena de pensamientos contaminados de emociones que nos sub-baja ante la presencia de los demás, y siendo nuestra vergüenza tan íntima, un sufrimiento muy personal, nos lleva a sentirnos inmerecedores de nada, infringiendo así, un incesante  autocastigo. Por ello, nuestro  autor, sostiene que los avergonzados con esta profundidad, con esta lastimosidad, necesitan salir de este sufrimiento interno, de este envenenamiento emocional, tan oculto que impide un desarrollo saludable, pleno.

En el libro nos cuenta diversas estrategias que ayudan y aportan alivio, por ejemplo,  refugiarse en la ensoñación, en relatos inventados que nos describen bien, y alguna manera, logran representar en imágenes eso que nos sucede y al visualizarlo, construir comprender lo que nos pasó y hacerse el coraje, de construir un orgullo que invalida la humillación vivida, sin que fuésemos culpables de lo ocurrido.

Cuando se comprende lo que nos ha pasado,  se elabora un contraveneno para sí mismo, que ayuda a salir, a reconstruirse para situarse a la altura de la exigencia, se deja de experimentar la idea de ser despreciado, de sentirse humillado por lo que solo él sabe de sí mismo, entonces es capaz de erguirse, y se construyen estrategias para evitar ahondar la herida, que ahí seguirá, pero controlada, es lo que el autor llama Resiliencia. Renacer del dolor, aprender del dolor para continuar.

Boris Cyrulnik, nos detalla, esos procesos de sobrevivencia a la adversidad de la vida, y resalta la importancia que tiene para estas personas más heridas que otros, el encontrarse en sus vidas con personas que dan la mano, que les ayudan a su auto realización.  Salir de esos estados de vergüenza patológicos para muchos, nos indica, exige de la construcción de contextos de apoyo, que brinde oportunidades, donde estas personas sientan que es posible vivir, sentirse de un modo digno, favorecedor, de crecimiento, de desafío.

Y pensé en nosotros los maestros. ¿Somos capaces de favorecer momentos de vergüenza en nuestros alumnos?

....Y recordé a Roberto (y a otros más), cuya historia narré en el otro blog.  Roberto, un niño, quien estando en tercer grado no sabía leer ni escribir, y fríamente, fue llevado a primer grado, a mi grupo. ¡Cuánta vergüenza tenía de estar en primer grado! Muchas veces, nosotros los maestros somos ignorantes de estos asuntos y cometemos atropellos emocionales con nuestros alumnos creyendo que hacemos un bien.  Sólo espero haber sido esa mano de apoyo que tanto necesitaba,  y ahora vaya por su vida escolar con la cabeza en alto.

E igual, leyendo este libro, recordé algunas vergüenzas que construí por mi paso por la escuela (y por mi vida infantil) , y confieso que algunas lágrimas emergieron, pero igual, me recordé la presencia de profesores que me miraron, me dieron la mano, y pude salir, avanzar, llegar a este momento de mi vida profesional y personal, en la que puedo seguir haciendo cosas (como leer, pensar, escribir, trabajar por mis sueños…) que ayudan a  reconocer y agradecer las oportunidades que he tenido gracias que me hicieron sentir una persona con valor, capaz de construirse un sentido de vida.

Y termino diciendo que agradezco haber tenido la paciencia y fortaleza para leer este libro (que en algunos momentos induce a recuerdos personales, retrae emociones escondidas que humillan y duelen) y me alegra incorporarlo a mi blog, donde tal vez, alguien, un otro preocupado como yo, lo encuentre, y al saber de él, pueda leerlo y vivir su propio proceso de reencuentro consigo mismo, y que como docente, repiense el valor de su trabajo.

Yo, en este momento valoro la profesión en la que me encuentro, pues me relaciono con niños, que tal vez, vivan en espacios que infringen en ellos experiencias indecibles y por tanto, me necesitan desde lo que hago, y desde lo que sé hacer, hacerles sentir de múltiples formas didácticas la fuerza de sus potencias y hacerles vivir la idea de lo importante que son en la vida social, que lo espera sanos, y animosos para continuar frente a cualquier adversidad.  

 



4 comentarios:

  1. El tener vergüenza es un acto humano, ya que a veces realizamos alguna interacción guiada por nuestros sentimientos mismos que si no logramos decretar nos hundimos más en el mundo de lo social y evadimos de las formas diversas que se despliegan en los ámbitos en que nos desenvolvemos o nos envolvemos.

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  2. Si, un sentimiento humano, que podemos volver positivo para nuestro crecimiento en todo sentido... gracias por asomarse a mi blog.

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  3. Es correcto convertirlo a positivo ese sentimiento de vergüenza , los qué tenemos la suerte de trabajar con niños y jóvenes , sería bueno detectarlo y encaminarlo .

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  4. He leído enteramente su escrito y he sentido la necesidad de leer este libro... desde mis adentros suceden cosas que a veces el lenguaje reprime porque reconozco que no se nombrarlas, y sigo así sin reconocer que es lo que traigo adentro...

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