Leer el libro de Roger
Bartra, “La jaula de la melancolía. Identidad y Metamorfosis del mexicano” publicado
en 1987, me ha dejado una gran preocupación y angustia profesional, que al final
aclararé.
Si bien, el concepto de melancolía
deviene de una larga duración (dice el autor que data aproximadamente 2 milenios
y medio, ya desde Hipócrates se le reconocía), en la cual, se ha llenado de una
variedad de significados y efectos en sus momentos histórico, en este libro, el
concepto es acotado como un sentimiento de añoranza de momentos míticos vividos,
de una nostalgia histórica que a su paso se ha ido fortaleciendo con emociones
complejas que desembocan en tristezas, resabios, violencias, inconformidades, que
hablan de viejas heridas abiertas que no sanan.
La antropología es un campo
disciplinario que no me es cotidiano, y nunca hubiese leído un libro de este
tipo si no fuese por la necesidad de leer otro recién publicado “El regreso a
la Jaula”. ¿De qué jaula me pregunté? Iniciada
la lectura, tuve detenerme para averiguar de qué escapamos y a qué hemos
vuelto.
La lectura no es sencilla,
pues el autor hace un análisis de la identidad mexicana desde una mirada
amplia, epistémica diría yo, pues echa mano de biólogos, historiadores, otros
antropólogos, ensayistas como Octavio Paz, filósofos diversos, sociólogos,
etc., y lo que me ayudó fue haber leído otro libro hace poco “La patria y la
muerte” de Trueba Lara, donde se aborda como se construyó la identidad mexicana
a partir de la revolución.
Ha sido una lectura muy
reveladora de tantas ideas que nos cruzan como mexicanos, que más que una
certeza informativa acumulada, deja, es una gran cantidad de metáforas por
explorar.
Se trata de un libro que
provoca continuar con una investigación para reencontrarnos con nosotros
mismos, clava inclemente preguntas sobre quienes somos, por qué hemos llegado a
este punto de la historia cargando tantas ideas ya ni siquiera reflexionadas,
tornadas mitos ancestrales, despojadas de su origen, tiempo y espacio que organizan
nuestros modos de sentir, pensar, hacer, ser…
A reserva de volver a leer
este libro (una sola lectura no es suficiente), me han quedado tres ideas que
cimbran:
· El mito del edén subvertido, que se explica desde el
momento en que se encuentran dos culturas, una “salvaje”, otra que se afirmaba “civilizada”,
y en este suceso, se construye la noción de “cultura originaria”, que arrancada
de sus costumbres, formas de vida, y es lanzada hacia una modernidad que como
promesa, nunca alcanza, por ello, se piensa que fue un pasado originario, mejor,
al que se anhela un regreso imposible,
dando lugar a la melancolía.
· El mito de la sociedad campesina, cuyo despliegue
temporal, cultural, difiere de las sociedad urbanas, en desarrollo pujante, que
deviene después de la revolución, momento en que había que hacer cambios y a
éste, los campesinos olvidados, lastimados, llegan a las ciudades guiados por
promesas de justicia social, a la construcción de un hombre nuevo y libre, promesas
que nunca se cumplen y aumentan esas heridas sociales llenas de nostalgia por la
vida de los pueblos, siempre más acogedora que la frialdad urbana. Y
nuevamente, la mirada al pasado con profunda añoranza, porque en lo pasado, ya
solo se recuerda lo mejor que ha sido idealizado.
· Que la creación de la identidad del mexicano, responde
a las necesidades de desarrollo de una sociedad dominante que ignora la
variedad de Méxicos en un mismo México.
Se es mexicano desde una forma legitimada sin ver todos los
claros-oscuros que esto encierra y esta situación de imposición, aumenta esta melancolía
social gestada hace siglos.
Estas tres ideas las
desarrolla desde una interesante metáfora, la del ajolote, un anfibio que siempre
permanece en estado larvario, el cual se encuentra en extinción.
Bartra usa esta metáfora para
indicar, que los mexicanos hemos estado en este esta larvario, que desde
nuestro estado “salvaje”, estado original en que nos encontraron los otros, y
que no hemos tenido las condiciones para consolidar una metamorfosis; que hemos
tenido un contexto complejo que nos ha llevado más a la extinción de esa forma
de ser primigenia, y al estar en la amenaza de extinción, lo que estamos
haciendo es reconstruirnos en otras personas, naciendo como “otros”, capaces y fuertes para responder a a los
nuevos desafíos de la época.
Este análisis, lo realiza,
cuando se dan los movimientos sociales de fines de los ochentas, cuando surgen
nuevos partidos, y el dominante, vive resquebrajos que anuncian su final. Sostiene, que los mexicanos estamos saliendo
de la Jaula, que estamos abandonando ese pensamiento melancólico que nos llevaba
a la añoranza de tiempos pasados, incapaces de construir futuros alternos y más
prometedores. Es un libro optimista… ¿Realmente
si logramos salir? Y si salimos, ¿Qué nos ha pasado? ¿Estamos retornando? Bueno,
es tiempo de volver a la lectura de “El regreso a la jaula. El fracaso de López
Obrador”, y les cuento luego.
Pero ¿por qué me he quedado tan
preocupada? Ya casi tengo 44 año de ser profesora, y leyendo este libro me he
preguntado ¿por qué hasta ahora tuve la oportunidad de pensar en quién es “este
sujeto llamado mexicano” que ha estado bajo mi trabajo pedagógico? ¿He
trabajado con la noción política hegemónica construida por el poder en turno?
¿he contribuido a formar personas melancólicas al ser una empleada del estado
mexicano? Y las respuestas son muchos sí.
Desde que se tiene conocimiento
de lo curricular, eso se sabe, se forma al sujeto que cada momento histórico
necesita, eso me queda claro, pero lo que es imperdonable es hacerlo en medio
de la ignorancia sobre las personas que somos por el resultado de la historia
social, ignorantes de todos los elementos fundantes de nuestras formas de ser,
pensar, sentir.
La formación normalista, aunque dependa del Estado, necesita una lectura antropológica sobre las personas a quienes educamos, si lo hacemos, nuestra pedagogía será más sensible a las formas de constitutividad humana que necesitamos y nos merecemos como sociedad, rescatando nuestra historia real, no idealizada. Nacer desde lo que potencialmente somos. Y esto aún no lo hemos explorado.
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