martes, 29 de octubre de 2024

Alfred Sonnenfeld. El arte de la felicidad. Mente, cerebro y genes. Herramientas para su buen uso.

 


Alfred Sonnenfeld.  El arte de la felicidad. Mente, cerebro y genes. Herramientas para su buen uso. Editorial Almuzara, 2023. Edición Electrónica.

 

 Este pequeño libro (no es muy extenso), pareciera ser del grupo de los llamados “libros de autosuperación personal”, pues en él vamos a encontrar citas como ésta:

 

“Un hombre es feliz si realiza lo que verdaderamente quiere, iluminado por su conciencia, y lo que puede, contando con unos límites y siendo capaz de aceptarse a sí mismo, a los demás y, por supuesto, a la realidad tal y como viene dada.” Pág.72

 

Pero, es mucho más que eso.  Para empezar, tenemos el esfuerzo de un hombre religioso, un hombre de fe (desconozco su lugar en la iglesia y qué tipo de iglesia), con formación de antropólogo y estudioso de las neurociencias.

Con estas credenciales, discute el problema de felicidad del ser humano, lo que nos puede hacer sentir plenos, llenos de sentido y de amor a la vida, algo que nos parece muy difícil alcanzar como personas concretas, quienes, por lo general, estamos sumergidos en grandes dolencias físicas y emocionales, descentradas de nosotros mismos, tristes y extraviadas por la vida.

La discusión de este problema, lo enfrenta desde su conocimiento de los avances descubiertos en las últimas décadas por la rama de las neurociencias o neurobiológicas como les llama él, y plantea, que, sin bien al nacer, y por el lugar donde nos sucede, ya tenemos una programación genética y cultural, una apropiación de la forma de vida determinada, ajena a nosotros, pero, aunque esto es cierto, nuestra genética, nuestra biología, nuestro origen no es destino irremediable, que nuestra forma de ser, de vivir, puede orientarse hacia la felicidad.

Es por ello, que nos ofrece explicaciones sobre nuestra genética, nuestros límites biológicos, nuestras circunstancias ambientales, y nos ayuda a pensar en que no son definitivas, sino que puede desafiarse ¿y cómo se logra esto? Con la construcción de ambientes que sean propicios para una vida buena, y menciona a Platón, quien dijo que nuestro fin no es sólo vivir, sino de buscar las formas de vivir bien.

Hace uso de conceptos tomados de varias disciplinas, se mueve entre la filosofía, las neurociencias, la biología, la cultura, para convencernos que nuestro fin es desear un vida prosocial, que nuestra felicidad no es sólo una palabra en el aire, sino que asume la forma de nuestro cuerpo, nuestra biología, a la que le damos sentido hacia el afuera de nosotros, hacia los “tu”, y así, toda nuestra genética se reorganiza dando lugar a patrones neuronales que nos hacen hacer cosas buenas para los demás, y por ende, se tornan fuentes de salud, bienestar para nosotros y nos aporta esa deseada “vida buena” que deja un cúmulo de emociones nacidas de lo prosocial. Así el sentimiento de hacer algo bueno para los “tú”, aporta felicidad en cada “yo”.  Aquí ya vemos a los neurólogos, y a filósofos como Buber, Levinas.

 

Por tanto, seamos quienes somos al nacer, no es definitivo, y nunca podemos darnos por vencidos, asumirnos determinados, sin cambios. Se trata de convencernos que de nuestro cerebro puede cambiar, que necesitamos comprender que nuestro cerebro es lugar de nuestro cuerpo donde suceden los procesos de adaptación y cambio, y así comprenderemos por qué se resiste, pero también qué es lo que lo estimula a generar modificaciones,  a realizar nuevos aprendizajes.  Conocer nuestro cerebro, nos permite pensar en que podemos modificar pautas de vida, hábitos, modificar nuestros patrones neurales y reencantarnos con la pasión por aprender, por el movimiento, por la pasión, la ilusión de nuevas cosas por alcanzar y compartir, porque en el deseo de aprender, de moverse, a la vez estimula al cerebro, activa los centros nerviosos, emocionales y nos hace desear siempre mejorar, volvernos virtuosos, es decir, con deseo de perfeccionamiento de cualquier cosa que hagamos.

Y lo que más aporta a nuestro crecimiento y florecimiento personal, que nos lleva hacia esa vida egregia, plena ese sentido prosocial, es sentir, saber, que hacemos cosas buenas para los demás desde nuestra propia vida-buena; vivir bien con los demás aporta bienestar compartido y eso nos enriquece mutuamente. Entonces, la persona feliz es la que desafía sus límites genéticos, biológicos, cerebrales en pro de una vida siempre en cambio. Se trata de apasionarnos con el cambio. 

A lo largo del libro, tocando diferentes temas, analiza el mundo actual, los problemas que se viven para tales logros, las personas cada vez sumergidas en sí mismas, en su “yo”, alejadas de los “tus”, atrapada en sus contextos, en una vida viciada por deseos impuestos que obligan a cambiar de acuerdo a esos deseos, personas que se dejan llevar por lo que existe, y eso, termina por hacernos las personas más infelices y nos olvidamos de cómo volver hacia nosotros mismos, pensamos que la felicidad está fuera de nosotros, que alguien nos la dará.

Y no es así, la felicidad radica en superar nuestros límites, vivir nuestra genética, biología, cultura como un comienzo que tiene muchos caminos y tomar algunos, moverse entre ellos, hasta encontrar la razón de continuar por uno, este esfuerzo de ser uno mismo con los otros, nos hará felices.

Es un libro interesante, nada religioso, que ayuda a pensar que encontraremos el valor de la vida, cuando alcancemos una coherencia ética y coherencia neurobiológica.  Esto es, si nuestra vida está llena de buenas acciones, nuestra genética biológica lo agradece, y esto favorece el desarrollo cerebral. Por eso un buen contexto, una buena educación, una vida social que cuide a sus ciudadanos, dará lugar a personas felices.

Sin duda, es una tesis interesante.  El problema es que, en estos tiempos, priva una vida social bastante ajena a los logros de esta felicidad del tu-yo de Buberiana.  Estamos ante violencias de todo tipo, problemas de desamor humano, indiferencia, egoísmos, mala políticas públicas, deficiente información, formación, educación, que nos hace presas fáciles de este estado de cosas desde el momento de la primera respiración y nos hacemos parte de este mundo en procesos indecibles de degradación.

Me pregunto ¿los educadores qué tanto conocemos de los avances de las neurociencias? Este conocimiento, en este libro, es central.

 

 

domingo, 27 de octubre de 2024

Anabel Hernández. La historia secreta. AMLO y el Cártel de Sinaloa.

 


Anabel Hernández. La historia secreta. AMLO y el Cártel de Sinaloa. Grijalbo, México, 2024. Edición Electrónica.

 

Es la primera vez que leo un libro de Anabel Hernández y me he preguntado por qué hoy lo hago. 

Este tipo de investigaciones muchas veces cae en el amarillismo, en la exaltación de notas orientadas más hacia un lado de la balanza que terminan por generar una verdad no tan verdad.  Este tipo de lecturas las subsanaba con noticias en otras fuetes y así podía evadir este tipo de libro.

Sin embargo, hoy, este libro es necesario revisarlo debido a los indicios que avisan de la existencia de algunas verdades de este corte periodístico que deben ser exploradas ¿cuáles? el auge de grupos delictivos en medio de un gobierno que decidió no combatirlo y lo dejó avanzar en sus negocios, crecer, expandirse con las consecuencias de violencia, muertes, aumento de su poder y expansión hacia sectores de la economía con extorsión, corrupción, compra de puestos de poder para posicionarse mejor.  Este contexto permisivo, y más ante los sucesos de violencia en Sinaloa suscitados por la captura de Ismael, el Mayo Zambada.

Es un buen tiempo para leerlo.  los acontecimientos actuales, me convencieron de terminar este libro, iniciado hace meses, detenido por mi falta de gusto por este tipo de lecturas, pero que hoy me convenzo de no hay que obviar ninguna versión de la realidad. Siempre hay que darle sus vistazos, es mejor que ignorarla.

En la introducción del libro aparecen estas preguntas en la pág. 20-21 de Anabel Hernández “¿Por qué abrazar a los criminales y mostrar prepotencia y abandono hacia sus víctimas? ¿Por qué saludar a la matriarca del clan de los Guzmán, pero no recibir a las madres buscadoras de las víctimas del Chapo y compañía? ¿Por qué AMLO elogió en público la conducta violenta del Cártel de Sinaloa en las elecciones de 2021? ¿Por qué los Chapitos vieron florecer su imperio en este sexenio? ¿Por qué para AMLO los narcos son “pueblo”, colocándolos al mismo nivel que los ciudadanos de bien?”  Y ella, aporta algunas respuestas que hoy nos ayudan a entender mejor los sucesos del Estado de Sinaloa, en estos momentos sumergida en la violencia producido por el enfrentamiento de dos cárteles de la droga.

Nada puede ocultarse para siempre, y ya desde hace tiempo, la relación entre el gobierno y el cártel de Sinaloa se fue haciendo explícita.  Se tenían sospechas entre los políticos y la presencia del mundo criminal, en este gobierno como en otros, pero tenemos que reconocer, que en este no habido parangón, eso de abrazos, no balazos, nos explica muchas cosas.

El libro tiene una estructura que favorece la comprensión de cómo se vincula el mundo de los cárteles con los políticos, en este caso, particularmente del Partido Morena, y éste, especialmente con Andrés Manuel López Obrador en su empeño de ser presidente de México, tarea que le llevó años, y  que aunada a las riquezas ilícitas que se le aportaron, logró romper el orden mental del electorado para volcarse hacia las urnas y elegirlo a él y adorarlo al grado de pensar que esta inversión de los grupos delictivos, confían en que Morena puede durar muchos años.

Anabel Hernández se apoya en testigos, a veces con nombre y apellido, otros ocultos, protegidos por unas letras, también acude notas de periódicos, a documentos a las que tiene acceso como periodista; desde ese acervo se mueve entre el perfil de personajes claves implicados y de uno por uno, va descubriendo y mostrando los nexos entre ellos,  y al terminar nos quedamos una red de hilos anudados en un eje, López Obrador aparece en el centro, y  junto a otros que ahí estuvieron para dar la cara, pero en otras, con habilidad, se mantuvo oculto, sin dejar de ser el beneficiario del dinero ilícito, dinero invertido en las campañas para la elección de puestos por el voto popular, y ese dinero ayudaba para regalar despensas, compras de cosas que se repartían y hacía que las personas ante lo regalado por el candidato que prometía más, le otorgaran su voto.

En libro se habla de millones de dólares volcados a las campañas, dinero para ser repartido, para mover a personas.  Por ejemplo, pagar para que las personas fueran a un mitin, pagar los camiones, la comida, los grandes anuncios, despensas de 1000.00, ¿nos podemos imaginar lo que cuesta todo esto a lo largo y ancho del país?  Millones y millones de pesos, dinero ilícito, por debajo de la mesa.

Otro ejemplo, las elecciones de 2021, ¿fue casualidad que los estados de la costa del Pacífico fueran de Morena? A los narcotraficantes les interesaba esa ruta, e invirtieron dinero a manos llenas, secuestraron a candidatos, amenazaron a los votantes, les pagaron por votar… todo esto quedó documentado en la prensa, y en este libro, se explica a detalle.  El Gobernador Rocha Molla, hoy en graves problema en Sinaloa, se muy implicado en estos asuntos y aunque se esfuerza en mentir, todo lo denuncia ¿se le hará algo?

Y así el libro, describiendo a las personas implicadas en estos asuntos de corrupción, y la verdad, es de espanto ver a tantas personas enfermas de poder, verdaderos psicópatas armados, generadores de violencia, muertes, una de las razones de ver a tantas madres buscando a sus hijos. 

A momentos la lectura se detiene ante tanta frialdad y falta de respeto a la vida de estas personas que dirigen tales grupos, que si bien, vienen de una familia, tienen familia, las otras, las que afectan, no les importan, son cosas.

En esos cárteles existe un ambiente que exalta las peores formas de ser y pensar de las personas, un sin respeto a nada, lo que importa es el poder, acumular dinero, la vida banal.  Y lo más aterrador, que es una fuerza social que se ha ido enraizando en las comunidades, en las familias, en las formas de gobierno, de repente todos se implican de formas inimaginables.

La lectura me dejo dos preocupaciones, por un lado, sólo de pensar que la compra del voto por medio de despensas, de regalos a los ciudadanos ha sido con dinero logrado a base de dolor, de muerte, del aumento de las adicciones, de los sobornos, de las extorsiones, ese dinero que se regala viene manchado de sangre ¿lo saben quienes lo reciben y lo usan para subsanar sus necesidades? ¿no es un círculo vicioso? El dinero viene extraído del mismo sufrimiento, y se reparte para que se sobreviva en un sufrimiento que no para, porque el mal sigue en aumento.  Esto es terrible.

Y una segunda idea es ¿Cómo nos hemos acostumbrado a esto? Anabel Hernández hace un trabajo denuncia, lo ha hecho por años, ¿y los implicados en esos actos de corrupción con la violencia criminal qué hacen? Qué se hace con las denuncias, con quienes investigan estos actos como Héctor de Mauleón, igual, denuncia estos asuntos y las autoridades, bien gracias.  Es la corrupción, tal vez nadie quiere mover mucha la cobija, para no quedar exhibidos de más.  ¿Acaso todo el poder político ha probado de estas mieles ilícitas y esto le cierra la boca?  Se siente desesperanza… necesitamos más educación, cultura, mirada de mundo para zafarnos de estas realidades que corrompen hasta los huesos.

¿Y los maestros? ¿cómo estamos frente a estas realidades? Buena pregunta y no tengo ninguna respuesta, que es lo peor.

Primer libro que leo de Anabel Hernández y prometo no perderme los que sigan.  No es el tipo de lecturas que me gustan, pero, es una dimensión de la realidad que hoy impera, y urge conocerla, pues cada día hegemoniza más.

 

jueves, 3 de octubre de 2024

LECTURA DE LA REALIDAD DESDE NUESTRO AUTOMÁTICO DOCENTE O LECTURA DE LA REALIDAD DESDE LA EPISTEMOLOGÍA DEL PRESENTE POTENCIAL.


 LECTURA DE LA REALIDAD DESDE NUESTRO AUTOMÁTICO DOCENTE O LECTURA DE LA REALIDAD DESDE LA EPISTEMOLOGÍA DEL PRESENTE POTENCIAL.

Luz Divina Trujillo

3 de octubre de 2024

 IDEA INTRODUCTORIA.

Hoy se cumplen 11 años que Hugo Zemelman Merino dejó de estar entre nosotros físicamente, sin embargo, la fuerza de sus ideas lo recolocan entre quienes lo recordamos. 

Como cada año, aquí estoy en el esfuerzo de asumir mi responsabilidad intelectual, al que fui invitada desde que le conocí, primero en sus libros que leía sin comprender nada, pero en vez de alejarme, me avisaban que en ellos había un tesoro de ideas para mi crecimiento intelectual, profesional y humano.

Hoy decidí escribir sobre una noción muy zemelmaniana “lectura de la realidad” que se utiliza en la Reforma Curricular 2022; se pretende problematizar la tendencia a usar palabras vaciadas de sentido que se instrumentalizan ya sin sus fuentes originarias de teoría.

No pude citar ningún libro, aunque están por aquí a mi lado, abro uno, y me aporta una idea que luego sigue otro, de una forma diferente, y se entiende, como él dijo en una entrevista, no escribió libros, escribió largamente sobre una idea.  Sin embargo, si quiero mencionar los libros que más me gusta abrir, leer un pedacito y dejar mis ideas correr, porque para eso son, para leer y pensar, son libros que provocan el pensamiento, pues contienen ideas que no se cierran, son ideas escritas con una belleza paideica… Mis libros preferidos son:

  • Sujeto: existencia y potencia (1998)
  • Necesidad de conciencia. Un modo de construir conocimiento (2002)
  • El ángel de la historia. Determinación y autonomía de la condición humana, (2007)
  • Horizontes de la Razón III (2011)
  • Pensar y poder. Razonar y gramática del pensar histórico (2012).

 Son los últimos que escribió, y aunque en los anteriores sus ideas son fecundas e inspiradoras, en estos, encuentro poesía.


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 Hugo Zemelman, en forma escrita (libros y ensayos) y verbal (conferencias y diálogos) nos recordó que T. Adorno, este famoso intelectual de la Escuela Crítica de Frankfurt avisaba del peligro de pensar lo que nos acontece, utilizando lo que denominó “conceptos-cadáveres”, quien habló de la necesidad de comprender que los conceptos que usamos responden a un tiempo y espacio, que su fortaleza abstracta por más fuerte que sea, se fisura ante el devenir de los entes concretos y se desploma frente a las condiciones históricas cambiantes; los conceptos envejecen, pierden su fuerza explicativa, y terminan siendo inoperantes para orientarnos en lo inédito del presente.

Los profesores, del nivel que sea, (en este caso, educación básica) podríamos hacer un listado de “palabras-conceptos” que delimitan nuestro ser y pensar educativo ¿Cómo cuáles? Educación por supuesto, formación, enseñanza, aprendizaje, contenidos, curriculum, escuela, niño, adolescente, familia, contexto, planeación, evaluación… y la lista puede seguir y seguir. Preguntémonos ¿Qué tanta información teórica se reconoce en estas palabras que tan habitualmente usamos? ¿Tenemos claridad de las teorías contenidas en esas palabras, cuándo y por qué surgieron? ¿Qué problemas esperaban resolver y que dejaban pendiente? ¿Acaso utilizamos conceptos-cadáveres en nuestra tarea educativa?

La realidad histórica no se detiene, las nuevas situaciones demandan conceptos que nos expliquen sus anudamientos y desenlaces y sucede que el pensamiento teórico no se mueve a la velocidad histórica, y estos nos movilizan ideas, creencias, ¿cómo resolvemos esta tendencia a quedar disociados entre lo que creemos y lo que es, desfase que se conoce como disonancia cognitiva[1], es decir, cuando nuestras creencias, conocimientos se ponen en duda, se presenta una falta de coherencia lógica entre la idea de uno mismo y la realidad que nos desmiente, lo que puede producir un derrumbe personal intolerable, un momento angustioso ante el cual, el cerebro responde con una serie de razonamientos que alivian ese dolor mediante explicaciones que justifican esa “falta” de coherencia lógica entre la vida habitual perdida y el suceso perturbador.  Se construyen argumentos justificatorios que nacen del mismo sistema de creencias afectado, pero ahora se reutilizan para autoconvencernos (por no decir autoengaño) de que esas incongruencias entre el ser y hacer son ilógicas, recuperando el bienestar perdido.

Son inevitables los asaltos súbitos de conciencia ante el contacto con la inédita realidad y vivir disonancias cognitivas, que tienden a ser resueltas mediante justificaciones que aportan tranquilidad volviendo a las rutinas y pensamientos habituados, como si todo siguiera igual, cuando se requiere aprender a enfrentar la novedad que altera nuestra lógica interna, y en vez de justificarnos, hacer el esfuerzo intelectual y emocional de movilizar ideas, creencias, actitudes para recolocarnos ante lo desajustado de la realidad. ¿En qué tendencia nos ubicamos?

La profesión docente propicia una larga estancia en la educación; abrevamos conceptos desde nuestro propio paso por la escuela, la formación profesional, la práctica docente, y durante esa continuidad de tiempo, construimos una red de significados provenientes de diversos sistemas teóricos, con ellos, pensamos y ponemos en acto la educación.

Es innegable que contamos con un acervo intelectual, sin embargo, muchos de esos conceptos se encuentran desarticulados de la teoría a la que pertenecen y nos permiten un uso más instrumental que explicativo.  Los docentes sabemos cómo responder  ante los actos de enseñanza, tenemos idea de cómo aprenden los niños, organizamos los contenidos en planeaciones, diseñamos actividades, tenemos seguridad en cómo atender a los alumnos, lidiar con problemas de la docencia, burocracia escolar, es decir, podemos responder en “automático”, a la complejidad de la vida escolar, dominamos la información necesaria que nos facilita el despliegue de hábitos, rutinas, actitudes, roles que sustenta ese “automático docente”, que nos resistimos a perder.

 La educación mexicana, desde 2022, ha entrado en una Reforma Curricular que ha provocado varios asaltos a nuestra coherencia lógica de resolver los actos educativos. Por un lado, tenemos una prisa política que presiona y acelera la maquinaria burocrática para cambiar las prácticas docentes de acuerdo con la lógica formativa del nuevo currículo.  Por otro, sólo se espera que los docentes asimilen los nuevos sentidos formativos en el tiempo cronológico impuesto, lo cual es una falacia al no considerar las resistencias a modificar ideas, rutinas escolares, hábitos, creencias, usos y costumbres no escritas guiadas por el acervo personal de conceptos de cada educador que sustenta su automático-docente.

La implementación ya está muy avanzada, y parece tener garantías de continuismo con el nuevo gobierno.  Si seguiremos en ella, es importante reconocer el nuevo cuerpo de conceptos que la estructuran y guían sus sentidos formativos, así y de manera rápida se enlistan algunas palabras-conceptos: problematizar, problema, lectura de la realidad, construcción curricular (programas sintéticos y analíticos), colonización del pensamiento, autonomía, contexto, decolonialidad, epistemologías del sur, didáctica decolonial, comunidad, territorio, compartencias, comunalidad, diálogos, territorio, subalternidad, vida cotidiana, poder, etc. ¿Cómo se incorporan al acervo intelectual de los profesores? ¿provocan disonancias cognitivas que estresan a los docentes y los lleva crear argumentos justificatorios para concluir que son los mismo de los mismo? ¿El automático docente se detiene y cambia ante la presencia de estas nuevas palabras?

Este caudal palabras-conceptos, llevan una carga de teoría que, de facto, obliga a realizar reajustes a la práctica docente, perturban la docencia habituada, la vida escolar donde la prisa apremia, no se cuenta con el tiempo para reconocer los nuevos cuerpos teóricos de los cuales provienen tales conceptos.  Hasta ahora, el autor más mencionado que está detrás de esta reforma es Paulo Freire, y por suerte los maestros sabemos algo de él, y ya la teoría no resulta tan ajena como la vaguedad que muestran otros autores apenas mencionados, entre ellos Hugo Zemelman, quien es citado cuando se analiza la idea de vida cotidiana, sin explorar la profundidad de su planteamiento al respecto. Al ser Paulo Freire el más citado es importante reflexionar que tan a fondo conocemos sus ideas y cuáles de ellas se rescatan.  

Este pedagogo brasileño, reflexionó sobre la educación informativa y memorística, a la que llamó educación bancaria, y abogó por una educación libertaria. Sus reflexiones surgen en un contexto con el predominio de gobiernos autoritarios, cuyos sistemas políticos y económicos de mediados del siglo XX respondían a un nacionalismo populista. La educación respondía a esa hegemonía y él, como educador visionario, orientó su rebeldía crítica hacia la construcción de ideas pedagógicas libertarias para adultos, aportando su famoso método de la palabra generadora.

Freire, como educador que respondió a su tiempo, sus ideas movieron el anquilosado mundo pedagógico, al que aportó conceptos importantes, pero como vimos con Adorno, los conceptos por más poderosos que sean, no tienen garantía de eternidad, pierden su pertinencia ante el movimiento sociohistórico y hoy, estamos frente a algunos de ellos en medio de otras circunstancias sociales, políticas, económicas ante las cuales, esas ideas freireanas muestran un desgaste y algunas siguen fuertes, entre ellos, tenemos “esperanza” e “inédito viable”, cuya fuerza puede ayudarnos a pensar el mundo en que vivimos, a reconocer opciones de futuro que exigen esfuerzo y valor, sin embargo, estas dos ideas, no aparecen en la lista antes planteada.

Por tanto, estamos frente a una Reforma Curricular que nos sitúa frente a varios problemas, por un lado, apropiarnos de los nuevos conceptos sin aclarar que significados que se retoman para orientar los cambios de la práctica docente, y por otro, comprender que los cambios que se instruyen activan una resistencia normal (disonancia cognitiva), que trata a todo lugar de acomodar las nuevas exigencias al piloto-automático-docente, simplificándolas en lo posible, quedando en un plano operativo.

Lo viable y pertinente, sería, enfrentar la reforma con procesos de reflexión que propicien conciencia sobre la necesidad de cambiar las prácticas docentes, movilizar el acervo conceptual, enriquecer el bagaje discursivo con esas palabras teorizadas lo mejor posible para que movilicen pensamientos, actitudes y acciones pedagógicas. Sin embargo, sabemos que, en el mundo educativo, donde educación es tiempo que se fuga hacia el futuro, no hay tiempo de pensar como poner atención al tiempo en nuestras manos, la formación de los alumnos.

Vuelvo con Hugo Zemelman, como ya dije, es citado en algunas partes de los libros para el maestro, y desde su propuesta epistémica, es importante reflexionar los sentidos epistemológicos de la noción “lectura de la realidad”, ya que parece un concepto central en la propuesta curricular por lo que amerita un acercamiento evitando se use como palabra-adjetivo, que nada tiene que ver con lo que Zemelman plantea.

En la Reforma Educativa, se pide a los profesores que hagan una lectura de la realidad, la cual se plantea como un esfuerzo de observación cuidadoso del contexto educativo. Para ello se sugieren distintos ejercicios que le ayuden a reconocer las condiciones sociales y materiales que le rodean, así como la singularidad de los alumnos y hecho este reconocimiento, tomar su programa sintético y bosquejar el proceso de enseñanza posible de realizar en las condiciones encontradas, así, se verá realizando la planeación de programas analíticos que se concretará mediante una didáctica más vivencial con base a proyectos sugeridos.  La lectura de la realidad aquí se torna un ejercicio de diagnóstico que terminará con la contextualización del curriculum, el fin es atender la promesa de educar en condiciones reales, respondiendo a las necesidades específicas de esa población escolar y social.  La lectura de la realidad tiene la función de orientar la adecuación curricular.

Si revisamos “lectura de la realidad” en Freire ¿Qué nos quiere decir él y que significados se rescatan para ser aplicados a la Reforma? Freire habla de aprender a leer la realidad, tiene un libro donde discute la importancia de leer para liberarse; para él, leer no es una decodificación de signos, sino la construcción de conciencia del mundo, de reconocimiento de las relaciones en que se está inmerso para comprender sus condiciones de vida, así como sus posibilidades. Esta concepción se apreciaba en su método de la Palabra Generadora, donde leyendo ciertas palabras, orientaba una reflexión sobre sus condiciones existenciales, roles, procesos de hegemonía, y en ésta, aquellas posibilidades (inédito viable) de desarrollo.  Con este reconocimiento se podía pensar en alternativas, otras maneras de ser, de existir, de ahí la idea de pedagogía liberadora de la propia ceguera de las personas analfabetas.

Entonces, ¿Qué es leer la realidad desde Freire? ¿Tiene que ver con la realización de un diagnóstico para adecuar el curriculum a los alumnos? ¿será algo más? Freire vivió en un mundo muy diferente al presente, ¿necesitamos la misma pedagogía u otra que atienda los problemas sociales de la actualidad?  ¿Cuáles son esos problemas?

Hugo Zemelman Merino, nos aporta otros significados sobre la “lectura de la realidad”.   Igual que Freire, Zemelman fue un intelectual latinoamericano, chileno para ser más exacta, y aunque sus ideas epistémicas no son de fácil acceso (porque el problema que discute no es simple), siempre estuvo cercano a los profesores, lo vimos recorrer el país dando cientos de conferencias en congresos educativos, en algunas instituciones formadoras de docentes se revisaron sus libros y artículos; tenía una finísima capacidad de entusiasmarnos, nos invitaba a recuperar nuestras potencialidades, nos decía que teníamos la capacidad de erguirnos y ser la mejor versión de nosotros mismos como personas, ciudadanos, profesionales, pero también nos aclaraba que esa era la tarea de cada uno, que nadie lo haría por nosotros, que nadie salva a nadie. 

Y ahí está el problema que discute en todos sus libros, el rescate del sujeto de su propia inercia pensante, que, sin saberlo, le atrapa en los determinismos hegemónicos, se crece en el rol dado y se olvida de explorar su potencial para erguirse como sujeto.  Escucharlo era una oportunidad para pensarnos, para recordar el poder existencial contenido en cada uno.  Él sabía que le hablaba a sujetos sumergidos en las burocracias, en las normatividades no escritas del mundo cotidiano, a docentes atrapados en su rol con formas de pensar dogmáticas, idealizadas, a quienes nos cuesta trabajo despabilarnos, sacudirnos el mundo ideologizado de la educación, pero siempre insistió en hablarnos de la capacidad de transformación que se contine en nuestra tarea social, y le apostó a la capacidad de nuestro auto rescate de las inercias, nunca desistió, nunca nos escatimó su esperanza, pero sí dejó claro, el auto desafío formativo.

Nos hacía una pregunta perturbadora ¿sabe usted en que tiempo vive?  Una pregunta sin  indicios de donde agarrarse para dar una perorata como acostumbramos los docente, sino que obliga a volverse a uno mismo y buscar dentro de sí, para contestarla, y ahí, sólo cabía la repregunta ¿Qué qué sé del tiempo que vivo?  Las ideas para responder se fugaban.  ¿Qué esperaba de nosotros con tal pregunta epistémica? Porque es una pregunta epistémica, con ella nos hacía hurgar en nosotros mismos y poner en un primer plano de conciencia nuestros pensamientos, darnos cuenta de que pensamos de un cierto modo tan instrumental que impide responder una pregunta que nos implica con el mundo donde existimos.

Su epistemología se denomina Epistemología del Presente Potencial, una epistemología que no indaga sobre los fundamentos y origen del conocimiento, sino que se enfoca en nuestros actos de pensamiento y las implicaciones que tal forma de pensar aporta al mundo que se vive pues desde nuestra existencia participamos en la construcción de la historia.

Escriben en “Sujeto y Potencia” que el reto es “tener conciencia de que sabemos pensar lo que nos hace pensar de un cierto modo”, no es un acertijo, es asumir que pensamos, y que dicho pensar no es libre, sino que, al estar insertos en un mundo relacional, nuestra conciencia se formatea, y pensamos de una cierta forma, cuando podríamos pensar desde otros criterios y reconocer otras visiones y sentidos. Tal situación nos demanda un esfuerzo epistémico, hacernos preguntas que nos busquen en nuestros determinismos, y encontrados, responder a la realidad que importan. 

Por ello, para Zemelman leer la realidad no es un acto instrumental, exige conciencia de pensar, y eso que se piensa, tener claro desde dónde se piensa, para moverse del pensamiento guiado al pensamiento abierto hacia lo indeterminado, hacia lo potencial.

Uno de los modos de acercarse a la noción de “lectura de la realidad” en Zemelman lo podemos encontrar en un escrito de Marx, El 18 brumario de Luis Napoleón Bonaparte, donde narra con lujo de detalle la forma de participación de todos los implicados en el golpe de estado donde se apodera el control político, cuando nadie lo esperaba. Ahí se documentan todos los sucesos que estaban acaeciendo en esos momentos de turbulencia políticas, el papel que jugaban los diferentes actores y la crisis de gobernabilidad que se gestaba, y como este señor al que nadie le apostaba, aprovecha la coyuntura que supo leer y se apropia tomando el poder.  El mismo Zemelman hace un ejercicio de este tipo cuando narra el golpe militar de Chile, durante el gobierno de Salvador Allende (fue partícipe en ese suceso), un texto interesante que leí hace años y que le perdí la pista, donde hace una descripción detallada de los actores políticos, el papel que jugaron, la inocencia teórica de los políticos expertos en teoría marxista, pero que poco sabían del movimiento de la realidad chilena. Y cuenta que a partir de esta experiencia sus preguntas giraron en torno al problema del pensar ¿Por qué si sabían tanto de teoría, no pudieron leer la realidad?

Como vemos, para Hugo Zemelman, leer la realidad, es la conciencia de pensar, teniendo claridad desde que ángulo de lectura con el que lee, y al hacer esto, es posible situarse en diferentes teorías para realizar otras lecturas moviéndose de lugar.  Aquí la teoría no se usa para explicar, sino para asomarse a la realidad, y con varias miradas reconocer relaciones, fuerzas, tiempos, direcciones, esto es, pensar epistémicamente con esta doble conciencia: la de pensar y tener control desde dónde se piensa.

Si aprendemos a leer la realidad en modo zemelmaniano, ¿cómo pensaríamos la educación? Necesitaríamos mayor conocimiento de teorías, y pensar con los conceptos que nos permitan asomarnos desde ángulo al mundo de ideas que nos importan, y mirando desde diferentes teorías, podríamos problematizar esa realidad que nos interesa, es decir, abrirle dimensiones, reconocerle fuerzas con sus temporalidades, interrelaciones, haríamos un desmontaje de ese nudo situacional y a la vez se reconocerían zonas abiertas, umbrales de posibilidad por donde avanzar.  La lectura de la realidad permite captar lo dado dándose, problematizar, abrir, desmontar lo que parece compacto, y reconocer cuál es el problema que queremos intervenir al reconocer la zona de viabilidad más pertinente o posible.

Este modo de leer la realidad nos permitiría una autonomía pedagógica, que se Zemelman entiende como apasionamiento de vida; leer la realidad en su dinamismo, permitiría educar reconociendo las necesidades educativas, es decir, pensar en la educación que hace falta dados los problemas que se enfrentan, y no esa educación que adapta, que acomoda en el corto plazo, que formatea las mentes y los cuerpos.  Un educador que hace lectura de la realidad puede responder la pregunta sobre qué tiempo se vive y cual se necesita vivir, puede pensar en las potencialidades del presente y comprometerse con ellas.

Vamos reconociendo, que esta forma de leer la realidad se sale del esquema que nos presenta la reforma curricular, y supera la visión de Freire, quien se queda en la conciencia de teoría que explica.  Leer la realidad con este esfuerzo de doble conciencia, es decir, conciencia de que pensamos, para sacarla del automático docente, y conciencia desde dónde se piensa lo que se piensa, para tener la opción de moverse de ángulo de lectura.  No estamos ante algo fácil, definitivamente implica disciplina, esfuerzo, pero, sobre todo, responsabilidad intelectual para zafarse de las determinaciones formativas a lo largo de la vida que nos reducen al cumplimiento de un rol, donde el sujeto queda vencido.

Por lo tanto, esta forma epistémica de leer la realidad necesita a un docente que quiera ser sujeto.  Y ser sujeto implica un doble pensamiento sobre sí mismo, asumir que piensa y que dicho pensar necesita ser pensado para poner atención a las determinaciones sociohistóricas que recaen sobre uno mismo, abordarlas, trabajarlas, reorientarlas.

Leer la realidad con esa doble conciencia demanda una formación intelectual constante que propicie un alejamiento del uso instrumental de la teoría; recuperar cultura teórica en el campo educativo dejando atrás la tendencia a moverse en las introducciones, y adentrarse por las redes de conceptos que ayudarán a asomarse a la realidad sin quedar atrapados en explicaciones, pero si en versiones que faciliten el reconocimiento de lo potencial.

Leer la realidad, exige estar atentos al problema de las disonancias cognitivas, esos desfases que sufrimos frente a la realidad con la tendencia a domesticarla con discursos justificatorios.  La disonancia cognitiva evita la experiencia de situarse en el límite de lo que se conoce, por el contrario, ahuyenta, aleja del desafío de conocer lo nuevo, nos regresa a la comodidad de lo conocido.  

Leer la realidad demanda enriquecer el lenguaje, en este caso, pedagógico, porque un lenguaje empobrecido, minimiza el pensamiento; contar con un mínimo de palabras-adjetivos, aporta una pobreza discursiva que impide nombrar lo inédito de la realidad, sin lenguaje no se puede pensar ni nombrar lo complejo de la realidad.  De ahí la importancia de la lectura con sentido de apropiación de campos de ideas, de sistemas de pensamiento para superar el lenguaje instituido que determina roles, modos de pensar que nos convencen de que sólo eso podemos ser.

Leer la realidad amerita reflexionar sobre qué entendemos por crítica.  En este caso crítica es la capacidad de reconocer las potencialidades del tiempo presente, que sigue dándose, y si aprendemos a leer el momento del dándose (como en el 18 brumario) a reconocer zonas donde es posible insertarnos como sujetos con una tarea clara, la crítica se torna construcción, producente de más realidad.  La crítica en Zemelman no es cuestionar lo dado, sino reconocer en lo dado, lo posible por darse, y queda a nuestro cargo, la tarea de política de hacer transformaciones.

Si los maestros leyéramos la realidad en modo zemelmaniano ¿Necesitaríamos que nos dijeran los cómo didácticos? Un educador que lee la realidad con este sentido puede reconocer las fuerzas actuantes en el tiempo presente de su práctica, percibe los anudamientos de procesos donde transcurre su ser y hacer docente, y puede diseñar didácticas que aborden esos problemas con mirada de futuro, viendo a la educación como un tiempo que se alarga, pero que se dedica a formar en el hoy esas las cualidades, capacidades, habilidades que mañana serán necesarias en la generación a su cargo.

 Un educador que lee la realidad tiene claro que se necesita propiciar una formación epistémica, y para ello, aprende a diseñar situaciones de aprendizaje que sitúen al alumno en sus límites, construye ejercicios en que se use lo que se conoce para pensar lo inédito y de esta forma se forme una mentalidad que no se amedrente ante lo nuevo, sino que usa lo sabe para conocer más y avanzar. La didáctica epistémica será tan original como la creatividad docente le permita; nadie tendrá que decir a los maestros cómo deben enseñar, sino compartir las experiencias entre sí, para enriquecerse mutuamente.

La lectura de la realidad en modo zemelmaniano, definitivamente no pueden enseñarse con una serie de pasos, no tiene método, sólo necesita a un docente que quiera ser sujeto, que se atreve a hacerse cargo de su sí mismo, que se comprometa con el esfuerzo formativo de apropiarse del poder de su subjetividad, para con disciplina, constancia, apasionarse con su profesión situándola él mismo, en sus límites, desde la aventura del pensar. 

Y aunque no es fácil, si es necesaria, y para recordarlo, transcribo esta cita de Hugo Zemelman, donde nos recuerda que, en los tiempos más oscuros, más duros, es cuando necesitamos de una responsabilidad intelectual que nos saque del atolladero epocal que nos ha tocado vivir.

 “El pensamiento no se puede detener cuando la historia ensancha sus horizontes y complica las disyuntivas. Es una tarea desentrañarla mediante el esfuerzo del pensamiento liberado de trabas y de prejuicios para evitar caer en la ilusión de ideas que son del pasado, las cuales, más que orientarnos hacia comprensión, nos deleitan en una autocomplacencia intelectual cuando no en la vana erudición.  Hoy como siempre nos enfrentamos con interrogantes clave difíciles de aclarar, pero cuya solución es parte esencial de nuestra responsabilidad intelectual.” Hugo Zemelman Merino. De la historia a la política. La experiencia de América Latina. Siglo XXI, 1989, pág. 27



[1] La disonancia cognitiva es un término acuñado por el célebre psicólogo Leon Festinger en la década de 1950. Desarrolló esta teoría para describir el malestar mental que surge cuando encontramos discrepancia entre nuestras creencias, actitudes y comportamientos. Esta discrepancia crea un estado de tensión interna que nos impulsa a buscar coherencia y consistencia en nuestro sistema cognitivo. Basso, Guilherme Alexandre. Disonancia cognitiva: Cómo afrontar los conflictos mentales (pp. 4-5). UNKNOWN. Edición Electrónica.