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lunes, 17 de marzo de 2025

Alicia Valdés. Política del Malestar. Por qué no deseamos alternativas al presente. Debate, Barcelona, 2024. Edición Electrónica.

 


Para hablar de este libro, importa aclarar la idea de política que cruza este trabajo.  La autora, diferencia esta palabra de “lo político”. Política para ella es lo instituido, las reglas dadas para la convivencia social, y nos exigen un comportamiento social, en cambio, “lo político” tiene que ver con actos reflexionados sobre el modo de vivir, y la toma de decisiones en las que subyacen resistencias a la hegemonía dictada por la política vigente que demanda una subordinación, un acatamiento de tendencias que conlleva un malestar, una disconformidad, un displacer al impedir otro modo posible de vivir.

La autora, que a mí ver, exagera un poco al plantear que se vive manera disfuncional en el sistema social del que formamos parte, un sistema hegemónico que ordena y denomina capitalismo, al que no le ve fin, pues avanza y se transforma con el tiempo, y termina autorregulándose en medio de sus crisis sin que nada lo detenga. Y con lujo de detalles, nos cuenta que este sistema hace de los seres humanos unas personas tristes, desorientadas, conformistas, sujetadas a reglas, pensamiento, fuerzas emociones, cada vez se muestran más depredadoras de la subjetividad humana. Una narrativa donde priva la idea de victimarios y víctimas, propias del pensamiento izquierdista y algo marxista, aunque no abunda en ideas de este tipo.

Este sistema capitalista del cual no podemos escapar se nos impone como realidad política, y para ello, se vale de diversas argucias intelectuales, mediáticas, médicas, para convencernos que el modo de vida actual es positivo, que vamos entrando a procesos de bienestar, que mejoramos con el tiempo, que tenemos el mejor desarrollo alcanzado en la historia de la humanidad.  Pero, si nos enfocamos a pensar como nos sentimos, no estamos en “bienestar”, se vive situaciones precarias, exigencias ciudadanas, laborales, existenciales que no está resultando fácil cumplir, y medio embelesados por esa narrativa, sin poder pensar otras formas de vida porque el entorno no ayuda, terminamos socializados al modo requerido, y se aceptan las situaciones incómodas, de termina viviendo en el malestar silenciado, y se aprende a gozar ese malestar. A este goce del malestar, le llama displacer, que algo se sabe que hace mal, pero se aprende a vivir en él sin hacer nada, sólo hay aceptación.

Para esta compleja explicación -que tardé en comprender, lo confieso-, utiliza algunos conceptos del psicoanálisis. Veamos, nos dice que esta política neoliberal, capitalista, se centra desde siempre en el esfuerzo y éxito individual, las personas deben producir algo, y si bien, antes se habla sólo de fuerza de trabajo, hoy se aprovecha a lo máximo nuestra creatividad, compromiso, esperanza, y con estas emociones de querer responder con todo, se viven las exigencias del sistema capitalista, y terminamos en malestar, un malestar no reflexionado en medio de una política del bienestar que se agencia de discursos de todo tipo para ocultar el verdadero desastre.

Los conceptos que utiliza para explicar este malestar vivido y poco analizado son deseo, como pulsión, fuerza que nos impulsa y nos hace actuar ya sea para el logro de un bien, o hacia algo que no lo es, y entonces, la pulsión nos puede llevar al eros, o tanatos. Esta pulsión o fuerza interna nos orienta hacia la búsqueda de “objeto”, pues siempre ideamos, imaginamos algo más a lo que tenemos, somos imparables, por ello, el deseo no puede nunca satisfacerse, siempre necesita estar activo, es la matriz de la vida, pero, la política capitalista, usa nuestro deseo y le impone topes de corte material, le pone precio, algo material que nunca se alcanza pero se nos dice, que sí podemos tener para saciar nuestro deseo, sin comprender que desear lo inalcanzable es necesario para la buena-vida. Entonces, enfocados en deseos que se nos dice son nuestro fin, y no lograrlo, genera una perturbación, genera un derrumbe subjetivo. 

Por otra parte, el “goce”, y el “displacer” son conceptos que nos explican, que sin bien nos vemos impulsados hacia la búsqueda de algos, acercarnos, nos produce un goce ya sea en el ámbito del eros o el tanatos, que son experiencias de plenitud nunca saciadas, pero que un sistema donde se difunde que la felicidad tiene que ver con la acumulación de objetos que no tiene fin, la idea de felicidad se alterna, y quedamos en medio del camino, conformes pero a disgusto con lo logrado, resignados pero alentados a volverlo intentar, a esto, le llama displacer, sentir en dolor de no lograr lo que uno quiere, pero seguir ahí, porque no se ve manera de hacer algo diferente. Y se termina gozando ese displacer, o conformismo.

Para explicar mejor este estado de aniquilación humano, vienen en su ayuda las ideas Ehrenberg, (libro que si he leído por suerte), quien recupera el problema del sujeto desde la idea de su insuficiencia para responder a las exigencias del mundo actual, un mundo que se impone, demanda, exige, y a la vez agota con sus exigencias, y deja a su paso, a personas  exhaustas, dice, él atascadas en su deseo, se ven a sí misma incapaces de hacer lo que se les pide y no saben cómo salir de estado del sin valor al que ha llegado, entonces viene la enfermedad, la falta de energía, de sentido por la vida, estado que le lleva a diversos diagnósticos y medicaciones. Es el sujeto quemado o Burnout, es el sujeto deprimido, que, según Ehrenberg, es la enfermedad del siglo XXI.

Las personas extraviadas en este mundo de exigencias sufren la crisis de su psiquismo, no son lo que se espera que sean, son personas fallidas, y no queda más que la dolencia, la tristeza, la pena de saberse incapaz, y lo peor, sin poder reflexionar su propio malestar, no puede reconocerlo y verse como parte un contexto que le ha tratado de un cierto modo dejándole postrado, medicado, pero sin reconocer que esos síntomas son productos de una política de la ganancia y el ahorro de tiempo.

Para Alicia Valdés, el psicoanálisis puede ayudar a comprender por qué hacemos lo que hacemos y así, hacernos cargo de nuestro psiquismo tan afectado, pensar las razones por las cuales se vive en medio de prohibiciones sociales, morales, que limitan y cercenan el deseo, un deseo que se orienta hacia el consumo de objetos, y esto empobrece ese impulso por construir sentido por la vida abierta a sus misterios. Este ser humano fatigado de ser sí mismo, queda atrapado en lo impuesto por la política, donde termina por desconocer que lo atrapa y gobierna debido a la presencia de discursos que le dicen que puede ser lo que quiera, pero nunca lo logra, el ansiado éxito prometido nunca llega, y termina como ser insuficiente, disminuido, triste, enfermo, y muy medicado. Pierde toda capacidad de examinar su vida.

Ella dice, que este no pensar lo que nos pasa, sucede, porque la política usa significantes vacíos, y ahí me detuve, porque lo que ella plantea como tales, yo los veo como conceptos vaciados, muy simplificados, limpiados de su polisemia, y que al usarlos dan pocas posibilidades de mirar la realidad y su mensaje tan literal y sesgado, impregna de ideas hegemónicas que se desean instaurar, y sin reflexión, se incrustan palabras cargadas de emociones  y dando la idea de un pensamiento universal que implica a todos cuando es todo lo contrario, fragmenta.

Se pregunta al final de su libro ¿Qué se puede hacer? Reconoce que uno, no puede cambiar el mundo, que es un hecho que existe una realidad dominante, y esta no se cambia por voluntarismos, que esa política neoliberal existe y perdurará no sabemos cuánto, pero no afirma que sea eterna. Es entonces recurre a la idea de lo “político” que entiende como esa zona de la vida de las personas donde se anidan resistencias, zona no simbolizada, donde coexisten pensamientos y sentimientos en crisis, ideas que difieren de lo ideologizado.

Ahí, la política dominante y la actitud de lo político colisionan. Si bien, la política exige subordinación, los actos políticos son pura y real resistencia, el asunto, es escucharse, reflexionar la vida que se vive, reconocer por qué esos sentimientos de insuficiencia, comprenderlos, hacerse de nuevas ideas, estrategias, sentidos no explorados.

La apuesta a lo “político”, posible, implica asumir que el mundo no cambia de golpe, sino que se el cambio inicia con esos actos de resistencia posibles de ser imaginados, esos pequeños esfuerzos de zafarse de ese displacer, de ese conformismo tan costoso en sufrimientos.

A esta estrategia le llama política del no-todo, es decir, tener claro que el cambio se inicia por actos personales que transforman la vida cotidiana, cuidar nuestro deseo, estar atentos y zafarse de las tendencias economicistas, recuperar nuestro impulso vital hacia cosas que lleven a momentos de logros, rescatarlo de la inercia economicista y de consumo.

¿Qué se puede hacer? Por ejemplo, valora los Podcast de calidad, son una alternativa para recuperar formación, información, y situarse.  Del mismo modo, ve valiosas las micropolíticas como el uso de la moneda social que empieza practicarse en algunas partes del mundo, también nos habla de recuperar la palabra, no guardar en el silencio lo que molesta, pensar, reflexionar, hacer vida política en el seno de la vida cotidiana.

Tarde leyendo este libro, me hizo informarme de conceptos freudianos y lacanianos, y como soy ajena a esto, tarde en comprender cual era el sentido del libro. Primero lo ví como un texto acusador del sistema capitalista viendo víctimas y victimarios por todas partes, tan estilado en estos días de gobiernos populistas, pero en la medida en que entendí eso del deseo, la falta, el goce, el placer del displacer, le encontré el sentido, o seo creí. 

Quedé en desacuerdo con eso de los conceptos vacíos, ella los usa para decir que están vaciados, y en su simpleza se hace un maniqueo de ellos, o todo es blanco o negro, no hay matices. Por tanto, terminan como palabras con un significado manipulador de la subjetividad.  Por el contrario, yo entiendo al concepto vacío como un significante llenísimo de significados, ahí se encuentra la polisemia adherida en su historia como tal, y, por tanto, si lo conocemos en toda su profundidad y expansión, nuestra capacidad de pensar es favorecida por su poder articulante de relaciones.

Pero en mi ignorancia de la teoría lacaniana, tal vez, yo soy la equivocada, y así sea utilizado en ese sistema de ideas, donde para ella, son palabras que rompen la cadena de significados y todo se desvirtúa dejándonos en las tinieblas.  En fin, es problema de lectura frente a diferentes sistemas de ideas quizás.

El libro no entusiasma al inicio, pero, ya después del esfuerzo sostenido de no abandonarlo, da pistas para comprender porque seguimos en una realidad que nos achica, nos angustia, nos enferma, ella nos invita a saber esto, reconocer esta forma de leer el problema para hacer la tarea de informarnos más sobre esta forma de atrapamiento de la subjetividad humana y buscar formas de rescatarnos como sujetos nosotros mismos, asumir con valor, que no vendrá un mesías a salvarnos, sino que seremos nosotros, con una políticas de pequeños cambios, quienes transformemos la política que hoy, no nos es favorable. Así las cosas…

 

 

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