José Antonio Marina. La vacuna contra la insensatez. Tratado de inmunología mental. Editorial Planeta, 2025, Barcelona, España. Edición Electrónica.
José Antonio Marina es un filósofo de la educación, y en
este libro se afana en decirnos que somos unos seres humanos resultantes de una
larga y azarosa evolución, de una tozuda sobrevivencia que inició por instinto,
hasta lograr formas de vida orientadas por la razón; una evolución sin plan
prefijado, que ese ha dado a “salto de mata”, dejando experiencia,
aprendizajes, modulación de conductas, habilidades que fueron mutando,
preparando a los descendientes de cada generación con mejores estrategias para responder
a los adversos entornos naturales y de convivencia.
Y aquí estamos con unos 300,000 mil años de historia, un
largo tiempo invertido para movernos de lo instintivo a lo racional producto de
complejas adaptaciones-mutaciones genético-biológicas, que hoy nos permiten
poseer una mente inteligente, capaz de grandes argucias intelectivas que
resuelven problemas día a día que facilitan las formas de vivir, y también, es
triste reconocer, las empobrece.
Pero, aunque nuestra evolución es asombrosa, no es del todo
perfecta, sigue en su proceso evolutivo, mejorando, y sobre todo, negociando
con viejas herencias de nuestra inteligencia ancestral, esos primeros actos de
raciocinio de nuestros centros nerviosos ahí están, en silencio, pero no ajenos
a la vida presente, les llama “puntos ciegos por resolver” o modos de pensar-sentir
de otros momentos, que hoy soy son inconsistentes, inadecuados para los nuevos
entornos de vida. Siguen ahí, en nuestra
mente, y cuando afloran, son “trampas cognitivas y emocionales” en las que
caemos irremediablemente y nos hacen vivir situaciones de sufrimiento, es
decir, lo que otro momento fue lo óptimo para la sobrevivencia, hoy se torna
una trampa que nos entorpece.
Por tanto, el reto que nos plantea José Antonio Marina es reconocer
esos puntos ciegos de nuestra inteligencia, aprender a moverse y apartarse, orientarse
por una inteligencia que huya de sus propias “involuciones” y así, evitar que
quedemos emboscados los puntos ciegos heredados de nuestra inteligencia
primigenia.
Al reconocer estos “fallos evolutivos” o procesos
inteligentes que perduran de nuestra mente ancestral seremos sensibles a la dificultad
que tenemos para coordinar aquellas viejas tecnologías-neuronales con las tecnologías-neuronales-modernas. Aquellas arcaicas redes neuronales son
cimiento de la mente moderna, se activan en nuestra ignorancia y nos inducen a
actos equivocados que nos desorientan, si las detectamos, podemos tomar el
control y salir de las trampas.
El libro inicia, aclarando el uso que dará a algunas
palabras como:
“INSENSATO: Que ha perdido el seso. Carente de sentido
común, de buen juicio y de capacidad de aprender. Que hace estupideces a
sabiendas y tira piedras contra su propio tejado.
KLUGE: Palabra procedente del mundo de la Informática, pero
aplicable también al cerebro humano. Chapuza evolutiva. Solución eficaz, pero
que tiene puntos débiles. Fallos de diseño que hacen vulnerable a un sistema.
PATÓGENOS MENTALES: Herramientas mentales que favorecen la
manipulación de las víctimas, aprovechando los kluges:
a) Noticias falsas.
b) Virus mentales. Información cognitiva o afectiva que
perjudica el funcionamiento de la inteligencia, provocando errores previsibles.
c) Marcos de insensatez. Estructura compleja de noticias
falsas y virus mentales que configura una concepción del mundo. Por ejemplo,
las ideologías.”
Y jugando con estas ideas, afirma que gozamos de una inteligencia
moderna, reflexiva, educada, capaz de utilizar lógicas formales, de planear, de
resolver problemas, pero a la vez, no está exenta a equivocaciones, a vivir derrotas. Nuestra inteligencia con su enorme evolución
comete errores debido a causas diversas entre ellas la ignorancia, olvido,
malas inferencias o distracción, situaciones indefinidas, inadecuados contextos,
mismas que podemos revisar para aprender de ellas, y volver a intentar la
superación de los errores. Pero una cosa es equivocarse y otra es la
insensatez, ya que equivocarse implica reconocer un problema y la falta de
elementos para resolverlo, de hacer otras pruebas, nuevos intentos; equivocarse,
reconocerlo permite avanzar.
En cambio, la insensatez surge cuando el error cometido,
deriva de una mala concepción de la realidad o de un mal uso persistente de la
inteligencia, que, sin previsión, carente de protocolos que orienten salidas
lógicas procede sin perspicacia, bloquea la capacidad de aprendizaje, acepta
informaciones inconsistentes que propician una serie de torpezas encadenadas
con desenlaces imprevistos, nada deseables.
Este modo de proceder sucede en lo que llama «marcos de insensatez», que
es una compleja red de malas informaciones, trampas cognitivas y afectivas,
falsas creencias y torpes emociones desbocadas, que desembocan en lo absurdo,
en la carencia del más mínimo o sentido común, o sea, una estupidez, bueno, suena
mejor, insensatez.
Quedar atrapados en estos “marcos de insensatez”, habla de
la incapacidad que se tiene para escapar de las trampas que nos pone nuestro
propio cerebro, mismo que en su eficiencia en el uso de energía, hace uso de
la información que posee, de sus viejos caminos neurales hechos, y con ellos
responde a botepronto, es decir, se hace uso de un “atajo mental” y responde,
pero la interpretación de la nueva realidad puede ser deficiente, inexacta,
errática y con esa percepción distorsionada, limitada, tomamos decisiones que pueden no ser las
mejores. Estas trampas cognitivas son
diversas, el autor también les llama kluges, que entiende como modos de solución
improvisadas, o respuestas torpes en la solución de un problema, una especie de
chapuza, o "arreglo temporal", (nosotros le llamarías “chicanadas”)
una solución rápida pero no siempre optima con consecuencias no previstas. Nos hace una lista:
Tenemos a las “ilusiones perceptivas”, de las cuales podemos
ser víctimas, y el reto es tener claridad de cuando una imagen o representación
puede ser sugerida por la imaginación o un engaño de los sentidos, porque no
podemos eliminarlas, penetran por el sistema perceptivos antes que de los
sistemas cognitivos de más nivel y ahí está el peligro. Ejemplo: “Sabemos que
la Tierra se mueve alrededor del Sol, pero eso no impide que sigamos viendo que
el Sol se mueve en el cielo.”
También tenemos lo que denomina “limitaciones de la
atención”, que se explica como un desfase entre la atención mecánica y la
atención por voluntad de la persona. En algún momento de nuestra evolución
humana, la inteligencia humana se separó de la inteligencia animal y fue precisamente
fue cuando la atención mecánica dejó de estar dirigida por los estímulos del
entorno y quedo bajo la dirección del sujeto, sin embargo, hoy sabemos, que no
siempre el lado racional gobierna el lado emocional, por ello, nuestra atención
voluntaria flaquea cuando algún estímulo atractivo o potente aparece en el
horizonte, entonces, aquella vieja atención automática lleva la delantera, pues
es más fácil, no gasta energía, mientras que la voluntaria es costosa y frágil,
no podemos mantenerla durante mucho tiempo, en cambio la automática se deja
llevar por la atracción de los estímulos que la surten de energía y quedamos
adormecidos por sus destellos.
Otro kluge o chapuza evolutiva, es nuestra “memoria”,
pues si, se debe a que es asociativa y esto, aunque aumenta su eficacia, también
la vuelve fragmentaria y contextual y nos invade de vulnerabilidad, ya que
pensar por partes y enraizadas a un contexto, altera el recuerdo que, a su vez,
lo asocia con redes de recuerdos diferentes.
Nuestra memoria termina asociando, recuperando recuerdos a su manera, y
olvida a su manera. Olvidar es beneficioso, pero a veces olvidamos cosas
esenciales sin una explicación que puede traer graves efectos.
Otro más, es “el poder asociativo de la inteligencia”
un kluge interesante porque propicia un mecanismo ambiguo de asociación de
cosas, esta chapuza mental nos hace asociar cosas para dar lugar recuerdos sin sustento, a ocurrencias a las que damos
crédito total. Esta característica es
favorable para el creciente desarrollo de una cultura de la persuasión, de tal
modo que se puede influir en la forma de pensar o sentir de una persona
presentándola algunos señuelos que despiertan las asociaciones que interesan a
quienes los promueven, ya sean poderes políticos o económicos.
También tenemos la ancestral tendencia a inteligir
situaciones concretas, sobre cosas materiales, pero hoy, con el desarrollo
del pensamiento abstracto podemos lograr un razonamiento lógico, formal, sin
embargo, esto contradice aquella ancestral forma de pensar primigenia, y a
momentos, quedamos atrapados en razonamientos que son materialmente verdaderos,
pero formalmente incorrectos, es decir, son razonamientos muy limitados al aquí
y al hora, que no pasan la prueba al aplicarse a otros contextos.
Debilidad numérica.
La inteligencia humana es analógica, se mueve a través de
parecidos y similitudes y esto propicia una “debilidad numérica”, es
decir, calculamos mal, pero interpretamos bien el contexto con los datos
posibles, pero factible a tener desfases, por ello la importancia de las matemáticas,
que si las aprendemos bien, se compensa esta deficiencia.
Y tenemos también las famosas “disonancias cognitivas”,
esta «trampa cognitivo-afectiva» consiste en la necesidad de coherencia entre
lo que pensamos y la disparidad de informaciones, acciones, sentimientos y
creencias con que a diario nos enfrentamos, no toleramos este desfase y a como
de lugar, buscamos hacer que el afuera caótico diferente, se vuelva compatible
a las nuestras para mantener un orden, el sentido de vida. Necesita pensar que actúa de acuerdo con su
propia imagen y sus propios valores. Lo ideal sería reconocer que tanto el
afuera como el sujeto están sujetos a cambios, y si por cualquier motivo su
comportamiento cambia, también cambian su propia imagen y sus valores para
mantener el equilibrio.
Y no podían faltar los “sesgos”, unos cognitivos,
otros emocionales y no pueden faltar los motivacionales; la lista es larga, nos
dice que los psicólogos han identificado 188 sesgos, pero Marina sólo se va a
centrar en algunos de ellos:
Los “sesgos cognitivos”, son una consecuencia
de nuestras capacidades limitadas para comprender la complejidad de la
realidad, y al no contar con todas las informaciones potencialmente disponibles
y necesarias para determinados casos, le imponemos nuestra versión personal.
El “sesgo de disponibilidad”,
como el causante de que, en cualquier suceso, le impongamos la primera idea que
se nos viene a la cabeza y desde ahí, lo interpretamos.
El “sesgo de confirmación”
nos induce a relacionar y aceptar con más facilidad toda aquella información
que confirmen nuestras creencias o preferencias y rechazar lo que la
contradiga.
El “sesgo de pertenencia” nos
predispone a pensar conforme al modo de pensar, ser y actuar del grupo que
pertenecemos.
El “efecto halo”, es el
sesgo responsable de que extendamos un rasgo de una persona a otros rasgos
distintos que suponemos, por ejemplo, podemos creer que una persona al tener
buen aspecto físico tiende a ser además inteligente y buena, o lo contrario,
que una persona sucia y fea, es malvada, indeseable.
La pasión como kluge, tiene que ver con reconocer que
las emociones son como una especie de GPS que nos informa de nuestra situación,
del entorno y de las rutas que debemos elegir; las emociones desde nuestros
inicios tienen una utilidad biológica, y por ello se han mantenido
evolutivamente, pero con el desarrollo de la inteligencia, se alteró su
eficiencia, al ser capaces de pensar nuestras decisiones, las emociones como
guías, dejaron de ser fiables, ya que si bien nos pueden orientar por conductas
adaptativas y también pueden ser destructivas. La pasión, por ejemplo, puede
ser una emoción muy poderosa que se adueñe de toda la mente del sujeto y tornarse
en una trampa afectiva, como puede ser una pasión amorosa que enloquece, o la
pasión por un poder sin límites, lo mismo que el amor al dinero. Sin embargo,
podemos tener también una pasión por justicia, por la creación de situaciones
que provean bienestar. La pasión viene con esta dualidad que la convierte en un
kluge, puede dar energía iluminando o cegando, nos puede inclinar por el amor
fraternal, o por crimen y cólera asesina. Los humanos vivimos en constante
contradicciones donde la pasión es un kluge trágico.
El “placer” es otra trampa evolutiva, por un lado,
puede ser el gran motivador, y por otro, hundirnos en agotamiento o cualquier
forma de autodestrucción. No podemos
fiarnos, no son una guía segura, llevarse por los placeres exige cautela, pues
es un mecanismo arcaico heredado con dificultades para integrarse a la vida moderna,
hoy nuestros centros neurológicos de recompensa no son conductas prefijadas como
antaño que respondían a los primeros usos de la vida humana, ahora, responden a
complejas asociaciones, los centros neuronales del placer, se activan de formas
diferentes la búsqueda del placer antes fue medio para estimular acciones
importantes para la conservación de la
vida, hoy día, el placer se ha tornado un fin llevado a sus últimas
consecuencias, por eso un kluge que puede ser destructivo.
El ser humano es deseante, tenemos deseos innatos,
como el sexual o el anhelo de aceptación dentro del grupo, ambos son
beneficiosos, pero también son kluges, trampas que pueden llevarnos a lo
desmedido, lo alterado de una conducta, por tanto, el deseo necesita límites. Con
el desarrollo asociativo de la inteligencia, podemos terminar deseando cualquier
cosa, por lo que nuestro sistema emocional, afectivo, deseante nos coloca en contradicciones,
un deseo sexual desmedido puede ser factor de violencia, destrucción, o la
pertenencia a un grupo, nos lleva al deseo de exterminio de los otros. Cuidado con
lo que deseamos sin límites.
Y tenemos la compleja tarea de “tomar decisiones
racionales” que sean buenas, justas, que se necesitan, pero siempre, lo
racional se cruzan con lo emocional y podemos iniciar con una idea, y terminar
con otra cayendo en trampas emocionales justificadas por un razonamiento que
encubre una atrocidad. La vida humana transcurre en comunidad, nos necesitamos
para la vida en convivencia, relacional, pero también se tiende a tomar
decisiones racionales que moralizan la vida en común, y en ese punto, la vida
se encarcela en ideas que se piensa con buenas intenciones, pero que buscan
pureza, lealtad, comunidad y a partir de ellas, se genera violencia hacia otros
grupos diferentes.
Hasta aquí, he mencionado algunos de “fallos evolutivos” de
nuestro cerebro, analizados por José Antonio Marina, esos procesos mentales que
persisten y buscan acoplarse con el cerebro evolucionado de nuestros días. No los
podemos desechar, ahí están, son parte de nosotros. Son procesos neurales con los que inició el
caminar evolutivo de nuestra especie, pero fueron superados por otras
habituaciones que llevaron a nuevos procesos genético-biológicos y psíquicos
que se trasmitieron a las siguientes generaciones sin desechar los anteriores,
y ahora superados permanecen en nosotros y en momentos de poca reflexión,
saltan en nuestra ayuda pero sin tener la capacidad de resolver los nuevos
problemas de la vida moderna, al contrario, nos meten en situaciones poco
convenientes que nos afectan, nos hacen chapuza al creer es lo adecuado, pero
termina en algo lastimoso, y hasta dañino, en una insensatez de la que no
queremos apartarnos.
La manera de enfrentar esta herencia genética es someter
estos kluges a una vigilancia epistemológica, es decir, pensar nuestros
pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras conductas, estar atentos de la
calidad de lo que hacemos, lo que somos, lo que ponemos en juego, y así, cuidarnos
de los errores en los que podemos caer hasta el fondo. Para hacerlo,
necesitamos conocerlos, estar informados, saber más sobre estos kluges o modos
de solución que provienen de una inteligencia que se siente eficiente,
práctica, pero poco pertinente, se necesita cuidarnos de esas primeras ideas
que nos gobiernas, pueden provenir de un kluge.
Por ello, se necesita una inteligencia capaz de construir nuevos tejidos
relacionales atentos a los nuevos contextos, que sí busque y use sus recursos lo
más actualizados, necesitamos una inteligencia dispuesta a seguir
enriqueciéndose.
El autor, en este libro, describe con lujo de detalles como
funcionan estos fallos evolutivos, y también nos cuenta cómo se hace un uso
indebido de ellos por quienes descubren que podemos caer en esos estados de desorientación
y los usan a su favor, por ejemplo
menciona el uso de la publicidad, el poder actual de los redes, de los político
con sus demagogias e ideología, para todos ellos, estos fallos evolutivos se
vuelven su matriz, los utilizan para manipular a su antojo, llevándonos a esos
momentos de insensatez humana generadora de profundos estados de incertidumbre,
crisis, belicosidades innombrables, etc., creyendo que hacemos cosas buenas.
De ahí la importancia de la vacuna, que según entendí, tiene
que ver con ser conscientes de estos fallos
evolutivos en nosotros, que si bien somos un ser humano muy inteligente,
nuestra inteligencia queda atrapada en ellos al caer en esas trampas o chapuzas
mentales, por tanto, se necesita desarrollar una inteligencia que se vigile así
misma, pensar y orientar sus procesos y productos hacia lo ético, que los
resultados de nuestro pensar y actuar, como dice él, sean buenos y bellos al
tener cuidado de no hacer daños intencionales, y si los hay seamos capaces de
reconocerlos y atenderlos.
Bueno, el libro da para tanto, creo que sólo he podido recuperar
tal vez un 75% del mismo, hay tantas explicaciones, ejemplos, notas de pie, que
se me escapan en esta reseña como su discusión sobre el aprendizaje, la
inteligencia misma como la vacuna, que ahora me parece minúsculo lo que he logrado
escribir.
Solo me queda invitar a la lectura del libro, pues es un verdadero
arsenal de ideas bien citadas, bien argumentadas, que invitan a leer otros libros
para profundizar en este importante conocimiento sobre cómo funciona nuestro
cerebro, un cerebro que necesita de una educación bien estructurada,
documentada, capaz de reconocer esos “fallos evolutivos” en nosotros mismos,
quienes educamos pues corremos el riegos de educar desde ellos, y sin saberlo
activar esos fallos evolutivos en nuestros alumnos, que si lo hacemos aún en la
ignorancia, se siente algo perverso.
Los maestros necesitamos ser expertos en esta vigilancia epistemológica,
o metacognición, o vida reflexionada, como le queremos llamar, lo importante es
cuidarnos de no caer en estas trampas mentales que nos hacen creer que hacemos
el bien pensando simplistamente, engolosinados en los kluges, cuando en
realidad es una insensatez, una vida docente llena de necedades, delirios
incontrolables, imprudencias, irresponsabilidades, arrogancias, que sólo dejan
sufrimientos y regresiones en la generación que nos ha tocado educar, y lo peor,
no lo hemos reflexionado.
Me quedo pensando en las estupideces educativas de hice
vivir a mis alumnos y ni qué hacer, lo bueno de esto es que ahora algo sé, y lo
poco que aprendí, se los comparto.
A leer, a enriquecer nuestro acervo de conocimiento, para
que nuestra inteligencia siempre cuente con recursos actualizados y pueda colocarse
con pertinencia en la adversa realidad, impulsando la evolución de nuestra
inteligencia hacia sus potencialidades, que nuestra evolución, no sea involución.
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