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martes, 22 de julio de 2025

José Antonio Marina. La vacuna contra la insensatez. Tratado de inmunología mental. Editorial Planeta, 2025, Barcelona, España. Edición Electrónica.


 José Antonio Marina. La vacuna contra la insensatez. Tratado de inmunología mental. Editorial Planeta, 2025, Barcelona, España.  Edición Electrónica.

 La Inteligencia, no trata de ser “listos”, probos en la solución de nuestros asuntos, cualquiera que estos sean, sino en asumirla como la “gran solucionadora” del suceso en el que estemos situados y al hacerlo, tal esfuerzo no se vea como un acto meramente cognitivo que explique lo realizado, sino ser capaces de reconocer en ese resultado cómo convergen lo bueno, lo bello, lo esperanzador, con lo cual, se hace de nuestra inteligencia un acto ético.  José Antonio Marina, nos avisa que confundir a las personas «listas», que van a lo suyo y nadie los detiene, con esas otras personas «inteligentes», quienes tienen aspiraciones hacia  lo universal, que contienen lo mundano hacia su mejor despliegue, es entrar en los terrenos de la estupidez.

José Antonio Marina es un filósofo de la educación, y en este libro se afana en decirnos que somos unos seres humanos resultantes de una larga y azarosa evolución, de una tozuda sobrevivencia que inició por instinto, hasta lograr formas de vida orientadas por la razón; una evolución sin plan prefijado, que ese ha dado a “salto de mata”, dejando experiencia, aprendizajes, modulación de conductas, habilidades que fueron mutando, preparando a los descendientes de cada generación con mejores estrategias para responder a los adversos entornos naturales y de convivencia.

Y aquí estamos con unos 300,000 mil años de historia, un largo tiempo invertido para movernos de lo instintivo a lo racional producto de complejas adaptaciones-mutaciones genético-biológicas, que hoy nos permiten poseer una mente inteligente, capaz de grandes argucias intelectivas que resuelven problemas día a día que facilitan las formas de vivir, y también, es triste reconocer, las empobrece.

Pero, aunque nuestra evolución es asombrosa, no es del todo perfecta, sigue en su proceso evolutivo, mejorando, y sobre todo, negociando con viejas herencias de nuestra inteligencia ancestral, esos primeros actos de raciocinio de nuestros centros nerviosos ahí están, en silencio, pero no ajenos a la vida presente, les llama “puntos ciegos por resolver” o modos de pensar-sentir de otros momentos, que hoy soy son inconsistentes, inadecuados para los nuevos entornos de vida.  Siguen ahí, en nuestra mente, y cuando afloran, son “trampas cognitivas y emocionales” en las que caemos irremediablemente y nos hacen vivir situaciones de sufrimiento, es decir, lo que otro momento fue lo óptimo para la sobrevivencia, hoy se torna una trampa que nos entorpece. 

Por tanto, el reto que nos plantea José Antonio Marina es reconocer esos puntos ciegos de nuestra inteligencia, aprender a moverse y apartarse, orientarse por una inteligencia que huya de sus propias “involuciones” y así, evitar que quedemos emboscados los puntos ciegos heredados de nuestra inteligencia primigenia.

Al reconocer estos “fallos evolutivos” o procesos inteligentes que perduran de nuestra mente ancestral seremos sensibles a la dificultad que tenemos para coordinar aquellas viejas tecnologías-neuronales con las tecnologías-neuronales-modernas.  Aquellas arcaicas redes neuronales son cimiento de la mente moderna, se activan en nuestra ignorancia y nos inducen a actos equivocados que nos desorientan, si las detectamos, podemos tomar el control y salir de las trampas.

El libro inicia, aclarando el uso que dará a algunas palabras como:

“INSENSATO: Que ha perdido el seso. Carente de sentido común, de buen juicio y de capacidad de aprender. Que hace estupideces a sabiendas y tira piedras contra su propio tejado.

KLUGE: Palabra procedente del mundo de la Informática, pero aplicable también al cerebro humano. Chapuza evolutiva. Solución eficaz, pero que tiene puntos débiles. Fallos de diseño que hacen vulnerable a un sistema.

PATÓGENOS MENTALES: Herramientas mentales que favorecen la manipulación de las víctimas, aprovechando los kluges:

a) Noticias falsas.

b) Virus mentales. Información cognitiva o afectiva que perjudica el funcionamiento de la inteligencia, provocando errores previsibles.

c) Marcos de insensatez. Estructura compleja de noticias falsas y virus mentales que configura una concepción del mundo. Por ejemplo, las ideologías.”

Y jugando con estas ideas, afirma que gozamos de una inteligencia moderna, reflexiva, educada, capaz de utilizar lógicas formales, de planear, de resolver problemas, pero a la vez, no está exenta a equivocaciones, a vivir derrotas.  Nuestra inteligencia con su enorme evolución comete errores debido a causas diversas entre ellas la ignorancia, olvido, malas inferencias o distracción, situaciones indefinidas, inadecuados contextos, mismas que podemos revisar para aprender de ellas, y volver a intentar la superación de los errores. Pero una cosa es equivocarse y otra es la insensatez, ya que equivocarse implica reconocer un problema y la falta de elementos para resolverlo, de hacer otras pruebas, nuevos intentos; equivocarse, reconocerlo permite avanzar.

En cambio, la insensatez surge cuando el error cometido, deriva de una mala concepción de la realidad o de un mal uso persistente de la inteligencia, que, sin previsión, carente de protocolos que orienten salidas lógicas procede sin perspicacia, bloquea la capacidad de aprendizaje, acepta informaciones inconsistentes que propician una serie de torpezas encadenadas con desenlaces imprevistos, nada deseables.  Este modo de proceder sucede en lo que llama «marcos de insensatez», que es una compleja red de malas informaciones, trampas cognitivas y afectivas, falsas creencias y torpes emociones desbocadas, que desembocan en lo absurdo, en la carencia del más mínimo o sentido común, o sea, una estupidez, bueno, suena mejor, insensatez.

Quedar atrapados en estos “marcos de insensatez”, habla de la incapacidad que se tiene para escapar de las trampas que nos pone nuestro propio cerebro, mismo que en su  eficiencia en el uso de energía, hace uso de la información que posee, de sus viejos caminos neurales hechos, y con ellos responde a botepronto, es decir, se hace uso de un “atajo mental” y responde, pero la interpretación de la nueva realidad puede ser deficiente, inexacta, errática y con esa percepción distorsionada, limitada, tomamos  decisiones que pueden no ser las mejores.  Estas trampas cognitivas son diversas, el autor también les llama kluges, que entiende como modos de solución improvisadas, o respuestas torpes en la solución de un problema, una especie de chapuza, o "arreglo temporal", (nosotros le llamarías “chicanadas”) una solución rápida pero no siempre optima con consecuencias no previstas.  Nos hace una lista:

Tenemos a las “ilusiones perceptivas”, de las cuales podemos ser víctimas, y el reto es tener claridad de cuando una imagen o representación puede ser sugerida por la imaginación o un engaño de los sentidos, porque no podemos eliminarlas, penetran por el sistema perceptivos antes que de los sistemas cognitivos de más nivel y ahí está el peligro. Ejemplo: “Sabemos que la Tierra se mueve alrededor del Sol, pero eso no impide que sigamos viendo que el Sol se mueve en el cielo.”

También tenemos lo que denomina “limitaciones de la atención”, que se explica como un desfase entre la atención mecánica y la atención por voluntad de la persona. En algún momento de nuestra evolución humana, la inteligencia humana se separó de la inteligencia animal y fue precisamente fue cuando la atención mecánica dejó de estar dirigida por los estímulos del entorno y quedo bajo la dirección del sujeto, sin embargo, hoy sabemos, que no siempre el lado racional gobierna el lado emocional, por ello, nuestra atención voluntaria flaquea cuando algún estímulo atractivo o potente aparece en el horizonte, entonces, aquella vieja atención automática lleva la delantera, pues es más fácil, no gasta energía, mientras que la voluntaria es costosa y frágil, no podemos mantenerla durante mucho tiempo, en cambio la automática se deja llevar por la atracción de los estímulos que la surten de energía y quedamos adormecidos por sus destellos.

Otro kluge o chapuza evolutiva, es nuestra “memoria”, pues si, se debe a que es asociativa y esto, aunque aumenta su eficacia, también la vuelve fragmentaria y contextual y nos invade de vulnerabilidad, ya que pensar por partes y enraizadas a un contexto, altera el recuerdo que, a su vez, lo asocia con redes de recuerdos diferentes.  Nuestra memoria termina asociando, recuperando recuerdos a su manera, y olvida a su manera. Olvidar es beneficioso, pero a veces olvidamos cosas esenciales sin una explicación que puede traer graves efectos.

Otro más, es “el poder asociativo de la inteligencia” un kluge interesante porque propicia un mecanismo ambiguo de asociación de cosas, esta chapuza mental nos hace asociar cosas para dar lugar recuerdos  sin sustento, a ocurrencias a las que damos crédito total.  Esta característica es favorable para el creciente desarrollo de una cultura de la persuasión, de tal modo que se puede influir en la forma de pensar o sentir de una persona presentándola algunos señuelos que despiertan las asociaciones que interesan a quienes los promueven, ya sean poderes políticos o económicos.

También tenemos la ancestral tendencia a inteligir situaciones concretas, sobre cosas materiales, pero hoy, con el desarrollo del pensamiento abstracto podemos lograr un razonamiento lógico, formal, sin embargo, esto contradice aquella ancestral forma de pensar primigenia, y a momentos, quedamos atrapados en razonamientos que son materialmente verdaderos, pero formalmente incorrectos, es decir, son razonamientos muy limitados al aquí y al hora, que no pasan la prueba al aplicarse a otros contextos.

Debilidad numérica.

La inteligencia humana es analógica, se mueve a través de parecidos y similitudes y esto propicia una “debilidad numérica”, es decir, calculamos mal, pero interpretamos bien el contexto con los datos posibles, pero factible a tener desfases, por ello la importancia de las matemáticas, que si las aprendemos bien, se compensa esta deficiencia.

Y tenemos también las famosas “disonancias cognitivas”, esta «trampa cognitivo-afectiva» consiste en la necesidad de coherencia entre lo que pensamos y la disparidad de informaciones, acciones, sentimientos y creencias con que a diario nos enfrentamos, no toleramos este desfase y a como de lugar, buscamos hacer que el afuera caótico diferente, se vuelva compatible a las nuestras para mantener un orden, el sentido de vida.  Necesita pensar que actúa de acuerdo con su propia imagen y sus propios valores. Lo ideal sería reconocer que tanto el afuera como el sujeto están sujetos a cambios, y si por cualquier motivo su comportamiento cambia, también cambian su propia imagen y sus valores para mantener el equilibrio.

Y no podían faltar los “sesgos”, unos cognitivos, otros emocionales y no pueden faltar los motivacionales; la lista es larga, nos dice que los psicólogos han identificado 188 sesgos, pero Marina sólo se va a centrar en algunos de ellos:

Los “sesgos cognitivos”, son una consecuencia de nuestras capacidades limitadas para comprender la complejidad de la realidad, y al no contar con todas las informaciones potencialmente disponibles y necesarias para determinados casos, le imponemos nuestra versión personal.

El “sesgo de disponibilidad”, como el causante de que, en cualquier suceso, le impongamos la primera idea que se nos viene a la cabeza y desde ahí, lo interpretamos.

El “sesgo de confirmación” nos induce a relacionar y aceptar con más facilidad toda aquella información que confirmen nuestras creencias o preferencias y rechazar lo que la contradiga.

El “sesgo de pertenencia” nos predispone a pensar conforme al modo de pensar, ser y actuar del grupo que pertenecemos.

El “efecto halo”, es el sesgo responsable de que extendamos un rasgo de una persona a otros rasgos distintos que suponemos, por ejemplo, podemos creer que una persona al tener buen aspecto físico tiende a ser además inteligente y buena, o lo contrario, que una persona sucia y fea, es malvada, indeseable.

La pasión como kluge, tiene que ver con reconocer que las emociones son como una especie de GPS que nos informa de nuestra situación, del entorno y de las rutas que debemos elegir; las emociones desde nuestros inicios tienen una utilidad biológica, y por ello se han mantenido evolutivamente, pero con el desarrollo de la inteligencia, se alteró su eficiencia, al ser capaces de pensar nuestras decisiones, las emociones como guías, dejaron de ser fiables, ya que si bien nos pueden orientar por conductas adaptativas y también pueden ser destructivas. La pasión, por ejemplo, puede ser una emoción muy poderosa que se adueñe de toda la mente del sujeto y tornarse en una trampa afectiva, como puede ser una pasión amorosa que enloquece, o la pasión por un poder sin límites, lo mismo que el amor al dinero. Sin embargo, podemos tener también una pasión por justicia, por la creación de situaciones que provean bienestar. La pasión viene con esta dualidad que la convierte en un kluge, puede dar energía iluminando o cegando, nos puede inclinar por el amor fraternal, o por crimen y cólera asesina. Los humanos vivimos en constante contradicciones donde la pasión es un kluge trágico.

El “placer” es otra trampa evolutiva, por un lado, puede ser el gran motivador, y por otro, hundirnos en agotamiento o cualquier forma de autodestrucción.  No podemos fiarnos, no son una guía segura, llevarse por los placeres exige cautela, pues es un mecanismo arcaico heredado con dificultades para integrarse a la vida moderna, hoy nuestros centros neurológicos de recompensa no son conductas prefijadas como antaño que respondían a los primeros usos de la vida humana, ahora, responden a complejas asociaciones, los centros neuronales del placer, se activan de formas diferentes la búsqueda del placer antes fue medio para estimular acciones importantes para la  conservación de la vida, hoy día, el placer se ha tornado un fin llevado a sus últimas consecuencias, por eso un kluge que puede ser destructivo.

El ser humano es deseante, tenemos deseos innatos, como el sexual o el anhelo de aceptación dentro del grupo, ambos son beneficiosos, pero también son kluges, trampas que pueden llevarnos a lo desmedido, lo alterado de una conducta, por tanto, el deseo necesita límites. Con el desarrollo asociativo de la inteligencia, podemos terminar deseando cualquier cosa, por lo que nuestro sistema emocional, afectivo, deseante nos coloca en contradicciones, un deseo sexual desmedido puede ser factor de violencia, destrucción, o la pertenencia a un grupo, nos lleva al deseo de exterminio de los otros. Cuidado con lo que deseamos sin límites.

Y tenemos la compleja tarea de “tomar decisiones racionales” que sean buenas, justas, que se necesitan, pero siempre, lo racional se cruzan con lo emocional y podemos iniciar con una idea, y terminar con otra cayendo en trampas emocionales justificadas por un razonamiento que encubre una atrocidad. La vida humana transcurre en comunidad, nos necesitamos para la vida en convivencia, relacional, pero también se tiende a tomar decisiones racionales que moralizan la vida en común, y en ese punto, la vida se encarcela en ideas que se piensa con buenas intenciones, pero que buscan pureza, lealtad, comunidad y a partir de ellas, se genera violencia hacia otros grupos diferentes.

Hasta aquí, he mencionado algunos de “fallos evolutivos” de nuestro cerebro, analizados por José Antonio Marina, esos procesos mentales que persisten y buscan acoplarse con el cerebro evolucionado de nuestros días. No los podemos desechar, ahí están, son parte de nosotros.  Son procesos neurales con los que inició el caminar evolutivo de nuestra especie, pero fueron superados por otras habituaciones que llevaron a nuevos procesos genético-biológicos y psíquicos que se trasmitieron a las siguientes generaciones sin desechar los anteriores, y ahora superados permanecen en nosotros y en momentos de poca reflexión, saltan en nuestra ayuda pero sin tener la capacidad de resolver los nuevos problemas de la vida moderna, al contrario, nos meten en situaciones poco convenientes que nos afectan, nos hacen chapuza al creer es lo adecuado, pero termina en algo lastimoso, y hasta dañino, en una insensatez de la que no queremos apartarnos. 

La manera de enfrentar esta herencia genética es someter estos kluges a una vigilancia epistemológica, es decir, pensar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras conductas, estar atentos de la calidad de lo que hacemos, lo que somos, lo que ponemos en juego, y así, cuidarnos de los errores en los que podemos caer hasta el fondo. Para hacerlo, necesitamos conocerlos, estar informados, saber más sobre estos kluges o modos de solución que provienen de una inteligencia que se siente eficiente, práctica, pero poco pertinente, se necesita cuidarnos de esas primeras ideas que nos gobiernas, pueden provenir de un kluge.  Por ello, se necesita una inteligencia capaz de construir nuevos tejidos relacionales atentos a los nuevos contextos, que sí busque y use sus recursos lo más actualizados, necesitamos una inteligencia dispuesta a seguir enriqueciéndose.

El autor, en este libro, describe con lujo de detalles como funcionan estos fallos evolutivos, y también nos cuenta cómo se hace un uso indebido de ellos por quienes descubren que podemos caer en esos estados de desorientación y los usan a su favor,  por ejemplo menciona el uso de la publicidad, el poder actual de los redes, de los político con sus demagogias e ideología, para todos ellos, estos fallos evolutivos se vuelven su matriz, los utilizan para manipular a su antojo, llevándonos a esos momentos de insensatez humana generadora de profundos estados de incertidumbre, crisis, belicosidades innombrables, etc., creyendo que hacemos cosas buenas.

De ahí la importancia de la vacuna, que según entendí, tiene que ver con ser conscientes de estos  fallos evolutivos en nosotros, que si bien somos un ser humano muy inteligente, nuestra inteligencia queda atrapada en ellos al caer en esas trampas o chapuzas mentales, por tanto, se necesita desarrollar una inteligencia que se vigile así misma, pensar y orientar sus procesos y productos hacia lo ético, que los resultados de nuestro pensar y actuar, como dice él, sean buenos y bellos al tener cuidado de no hacer daños intencionales, y si los hay seamos capaces de reconocerlos y atenderlos.

Bueno, el libro da para tanto, creo que sólo he podido recuperar tal vez un 75% del mismo, hay tantas explicaciones, ejemplos, notas de pie, que se me escapan en esta reseña como su discusión sobre el aprendizaje, la inteligencia misma como la vacuna, que ahora me parece minúsculo lo que he logrado escribir.

Solo me queda invitar a la lectura del libro, pues es un verdadero arsenal de ideas bien citadas, bien argumentadas, que invitan a leer otros libros para profundizar en este importante conocimiento sobre cómo funciona nuestro cerebro, un cerebro que necesita de una educación bien estructurada, documentada, capaz de reconocer esos “fallos evolutivos” en nosotros mismos, quienes educamos pues corremos el riegos de educar desde ellos, y sin saberlo activar esos fallos evolutivos en nuestros alumnos, que si lo hacemos aún en la ignorancia, se siente algo perverso.

Los maestros necesitamos ser expertos en esta vigilancia epistemológica, o metacognición, o vida reflexionada, como le queremos llamar, lo importante es cuidarnos de no caer en estas trampas mentales que nos hacen creer que hacemos el bien pensando simplistamente, engolosinados en los kluges, cuando en realidad es una insensatez, una vida docente llena de necedades, delirios incontrolables, imprudencias, irresponsabilidades, arrogancias, que sólo dejan sufrimientos y regresiones en la generación que nos ha tocado educar, y lo peor, no lo hemos reflexionado.

Me quedo pensando en las estupideces educativas de hice vivir a mis alumnos y ni qué hacer, lo bueno de esto es que ahora algo sé, y lo poco que aprendí, se los comparto.

A leer, a enriquecer nuestro acervo de conocimiento, para que nuestra inteligencia siempre cuente con recursos actualizados y pueda colocarse con pertinencia en la adversa realidad, impulsando la evolución de nuestra inteligencia hacia sus potencialidades, que nuestra evolución, no sea involución.

 

 

 

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