Hoy es 3 de octubre, día que
nos recuerda el tercer año de la partida física de nuestro gran intelectual
latinoamericano Hugo Zemelman Merino,[1]
fecha que no podemos dejar pasar, pues es un día de luto para el pensamiento
crítico al dejar de escuchar a viva voz, esa constante e insistente invitación
a vivir el pensar histórico, como construcción de sentido, de despliegue de entusiasmo
vital que aporte miradas utópicas que
ayuden a iluminar nuestro caminar por el tiempo existencial tan hostil que nos
ha tocado vivir.
Es imposible no llenar
nuestra memoria de sus mensajes (dichos con cierta tristeza) con los cuales nos
avisaba de la amenaza creciente que se va elevando sobre nosotros,
envolviéndonos en una sombra que impide
ver la construcción que vamos heredando al paso de la vida humana. Decía y preguntaba en uno de sus últimos
libros[2]
“Seguimos yendo por el
camino fácil. Es mejor estudiar la roca en lugar de estudiar el magma. Se está
acumulando información sin pensamiento. Se está recurriendo a
conceptos-cadáveres. ¿Es pertinente el
concepto que se desea utilizar? ¿El conocimiento está dando cuenta de aquello
que denota? ¿Qué significado tiene la democracia ahora, por ejemplo?[3]
Su pensamiento, su postura,
su carácter, es una presencia aún viva en esas salas, auditorios, aulas de
clase, donde nos exponía con elocuencia, sabiduría y sencillez, un decir lleno
de mundo, un decir que buscado en su obra escrita[4] no es muy fácil de leer. Todos quisiéramos que nos contara su propuesta
con simpleza, con poca inversión de palabras, pues al estar atrapados por un
pensamiento instrumental, que necesita un mínimo de ideas, no podemos
interactuar con textos tan ricos en lenguaje, cultos por su recuperación de miradas
teóricas que le permitían hablar apropiadamente sobre su modo de pensar el
mundo.
Ese lenguaje, en forma
escrita, de entrada nos parecen indescifrable, leerle, nos demandan una
capacidad de comprensión inusual y lo peor, muchas veces, creemos, estamos
convencidos de no necesitarlo y nos alejamos, sin saber cómo hacer un esfuerzo intelectual,
enfrentando este paradigma de época que nos impide discutir académicamente, a no ver problemas y
como dice nuestro autor, se “...pierde la necesidad de trascendencia moral y el
deseo de aventurarse,”[5] porque se nos ha afectado
en la capacidad de voluntad, y vamos quedando limitados a los espacios de
eficacia, a todo aquello útil que nos aporte reconocimiento y felicidad, que desafortunadamente,
no dura mucho.
Y es cierto, es todo un desafío
situarnos frente a la obra de Hugo Zemelman, pues si bien nos invita a ser
nosotros mismos, a enfrentar nuestros desafíos, no se trata de libros que
hablan de superación personal, no vemos en ellos esas estrategias prácticas
para el éxito ante determinadas situaciones que nos afectan, nos duelen y nos
impiden crecer. NO, definitivamente
estamos ante una obra que nos demanda una responsabilidad intelectual, pero no
por decir esto, es solo racional, sino que se trata de una intelectualidad que
se sumerge en una red de emociones, todo eso que nos hace una extraña argamasa fecunda,
entre razón y pasión y permite sentirnos como un magma ardiente en constante
transformación. Una obra así,
definitivamente no es fácil, pero hoy más que nunca, es una necesidad. Por ello, es importante pensar en cómo acercarnos a su mensaje tan humano, tan
importante y necesario de atender. Los
maestros tenemos esta gran responsabilidad.
Y para hacerlo, necesitamos reconocer
que su obra necesita a un lector que se asuma como sujeto (en su momento lo
aclaro más) y que este sujeto, amerita poner en juego algunas de sus potencias,
como la riqueza del lenguaje, el sentido de la existencia, y el valor de su
mirada utópica.
No es mi intención
extraviarme, estas ideas aquí planteadas, necesitan abrirse para reconocer su
entrelazado conceptual, sus fortalezas, sus complejidades y sobre todo, los
desafíos formativos en los que nos sitúa, porque nada sucederá sin nuestra participación,
todo será una tarea de sujeto, de un sujeto que crece, se despliega en la
medida en que enfrenta las responsabilidades es capaz de reconocer y hacerse
cargo.
En este esfuerzo aclarar los
más posible, nos auxilia otro autor de gran valía para el mundo, Gastón
Bachelard, quien en una de sus obras dice: “...todo lector que relee una obra que
ama, sabe que las páginas amadas le conciernen…La simpatía en la lectura es
inseparable de la admiración.”[6] Y aunque estas ideas van en defensa de por
qué leer poesía, no están de más aquí, ya que las ideas de Zemelman, pienso,
son una delicada prosa-poética.
Veamos algunas de estas
bellas frases, que nos colocan ante una imagen
poética -a la manera de Bachelard-, y ellas, hacen renacer algo en
nosotros, pues como la poesía, con sus más excelsas metáforas, son, un lenguaje
denotado que despierta en nosotros la experiencia de libertad, de ensueño, de
rencuentro con lo que somos y podemos ser... si leemos poesía, si la sentimos,
ésta no ayuda a pesar de estar encerrados en un rol, a vivir la experiencia de
autonomía y ser sujetos... Zemelman escribe,
"...
debemos buscar en la debilidad y sus inercias protectoras aquello que pueda
trascender la tristeza y el quebranto."[7]
“las
épocas de los hombres son como los vientos que facilitan volar cuando se sabe
descubrir sus corrientes para alzarse en una dirección. Es el significado de
una reflexión de la historia como flujo de mareas que hacen posible navegar:
pero que requiere tener que detenerse ante sus paisajes, controlar los impulsos
que precipitan hacia la seguridad de respuestas, en un afán de precisión que
deja de lado la mirada del paisaje. La contemplación de éste exige de un
silencio quieto que permita abarcarlo en su inmensidad.[8]
“...
la experiencia de la historia como lucidez hecha de instintos y voluntad para
hacernos sujetos desde el magma de la vitalidad, que nos cerca y engloba de
muchos mundos posibles. Que exige
pensar, no desde fuera, sino desde el transcurrir mismo del sujeto... por
consiguiente, la conciencia es verbo que busca su predicado...[9]
Y así, se va uno adentrando por sus libros,
encontrando estas expresiones tan vivas, cargadas de su pasión intelectual que invitan
a la reflexión, que actúan como detonantes de impulsos internos que nos
recuerdan la experiencia adormecida de buscarnos y encontrarnos a nosotros
mismos, pues inmersos en la rutina de la vida socializante, siempre siendo
parte de un tiempo-espacio hecho, nos lleva a olvidar esa búsqueda sin hacer
preguntas existenciales sobre quiénes somos, quién queremos ser, qué
necesitamos hacer para encontrarnos.
Este decir nos recuerda que somos “ámbito de sentido”, por tanto, pura
posibilidad.
Pero, para pensar-sentir esto, nuestro
autor reclama a un lector-cómplice, necesita a un “otro” que se sienta aludido,
que sienta el llamado, que crea con fe, que esa escritura el concierne, que
tiene que ver con él, y así, juntos comparten problemas, sueños, esperanzas. No se puede leer a Zemelman como un libro
para resumirlo, para construir preguntas y respuestas lineales, NO, a Zemelman
se le necesita leer para pensar-sentir algo, es un acto que deja una
experiencia de reencuentro, es una escritura epistémica que nos habla al oído,
nos hace sentir el deseo de pensar, de existir con mayor conciencia.
Ya en otro escrito[10] he compartido algo sobre
esto, y he dicho que la escritura de Zemelman se asemeja a un “lenguaje
paideico”, es decir, si la paideia se entiende como “hacer nacer al adulto
contenido en el niño” (esta idea la capté de Octavi Fullat), la lectura de
Zemelman, hace nacer ideas potenciales escondidas en alguna parte de nosotros, que
siempre han estado ahí, adormecidas por la vida instrumental en que nos hemos
refugiado, pero al leer sus ideas,
complejas, con un lenguaje que se resiste a ser repetido mecánicamente, y que
por el contrario, estimula el pensamiento al ponernos frente a imágenes que ayudan a salir nuestras ideas
de la oscuridad, nos invaden nuevos significados que al ser puestos en primer
plano, recordamos que somos algo más de lo que creemos ser dando inicio a esta de
auto trascendencia personal y social. Pero,
desafortunadamente, no todos escuchan este llamado, y sordos a los ecos de uno
mismo, abandonan esta valiosa lectura ¿por qué?
Creo, a reserva de estar equivocada, pues
algo que he aprendido con apoyo de este autor, es que para cada cosa o suceso,
existen muchas lecturas, así que dada mi experiencia y conocimiento como
formadora de sujetos, sospecho, que esto sucede porque al estar tan convencidos
de nuestro rol, debido a la fuerza de la socialización por la que hemos pasado,
nos lo hemos creído, pensamos que esa es la única forma posible de ser, de existir, y a veces, molestos con ésta, nos asfixia pero no se
tiene la fuerza y voluntad para cambiarla, ahí permanecemos sin saber qué
hacer; pero hay otras personas, en quienes en su rol, funciona seductoramente, pues les permite sentirse
exitosas, se perciben como personas consumadas, expertas en lo que hacen y
saben, y no sienten la necesidad de hacer algo más, y ahí, detenidas, ya no buscan más, y se aviva el temor y resistencia
a movilizar esta imagen de sí mismos.
Y leer a Zemelman exige un movimiento, conlleva
reconocer, valorar, confrontar a cada momento nuestro pensamiento, explorar preguntas
para dar cuenta de quien se es, quién se quiere ser, y qué se necesita para ser
y hacer eso, qué se necesita; leer a Zemelman nos hace vernos como personas en
permanente construcción, con necesidad de colocarse en una realidad dinámica,
cambiante, realidad que necesita de nuestra guía, ser el motor de ese cambio de
manera consciente, pues de otro modo, terminamos como sujetos en la historia,
llevados en sus ondas, cuando necesitamos ir montados en sus crestas, para ver
horizontes nuevos donde posicionarnos.
Con lo dicho hasta aquí, podemos asegurar
que existen buenos lectores de Zemelman, pero también, sabemos de otros, que
saben que existe, y prefieren no hacerlo, y muchísimos más, quienes lo
desconocen, no tendrán nunca la oportunidad de vivir esta experiencia de
acercarse a un decir que alimente su espíritu, su necesidad de autonomía, y
seguirán en ese rol social tan encarcelante, que adormece, nos evita vivir experiencias
de libertad creadora, constructora de historia personal y social con ese plus
de conciencia que tanto hace falta. Esto lleva a preguntar ¿Cómo difundir esta
obra? ¿Cómo permitir que los sujetos tomen la decisión de leer o no? La
ignorancia finalmente es un gran mal que necesitamos combatir y la educación
tiene esta responsabilidad.
Es importante agregar, que la lectura
de la obra zemelmaniana, exige sensibilidad a la época en que se existe, es
decir, sentir ese deseo “trascendencia moral y de aventurarse”, enfrentando la
tendencia al conformismo; pensar que el mundo está hecho y nada cambiará no nos
ayuda, al contrario, nos sumerge en las tareas dadas por la hegemonía que nos
lleva a la hecatombe, a la que nos acostumbramos, vemos como inamovible, perdiendo
la capacidad de asombro, de construir preguntas y trabajarlas, y vamos dejando que el mundo siga
su curso, permitiendo que se consoliden procesos indeseables para la vida, pues
como nos dijo Zemelman, apoyándose en Heller, la historia se construye en la cotidianidad de la vida.
De ahí, esta demanda constante en su
obra, ese fervor en cada una de sus frases para invitarnos a asumir nuestro
lugar como sujetos, de pensarnos-sentirnos como creadores de la historia que
vivimos y que si bien heredamos llena de problemas y nos lastima, de la misma
forma, estamos construyendo desde nuestra ignorancia, una herencia más compleja
para la generación que nos sigue. Y lo
más interesante que nos lega en su obra, es el valor de la consciencia sobre el
momento histórico, el reto de conocer los problemas que la caracterizan, pero
que no se aprenderán ni se intervendrán por puro voluntarismo, sino por un
fuerte y necesario trabajo intelectual, por un fuerte deseo de asumir un
compromiso ético, para el cual necesita prepararse con gran empeño existencial.
Este esfuerzo intelectual es el meollo
de su obra, pues considera que recuperarnos como sujetos tiene que ver con
recuperar una racionalidad crítica,[11] entendiendo por crítica,
la capacidad de leer en el tiempo que se existe y lo que está por nacer,
valorar su pertinencia y comprometernos con su desarrollo posible dadas las
circunstancias que se viven.
Tal desafío intelectual exige pensar,
problematizar, discernir algo más a lo establecido, reconocer las anomalías,
las coyunturas, los desafíos de todo tipo, pero principalmente los formativos,
porque para colocarse se necesita un pensamiento epistémico, categorial,
crítico, que no son los mismo, pero juntos, permiten nuestra colocación
pertinente y necesaria.
La Epistemología del Presente Potencial,
-así se denomina su propuesta-, aboga porque las personas se convenzan de la
necesidad de hacerse preguntas a sí mismas, de hurgar qué se sabe de eso, que se
cree saber, por qué lo sabe, qué poder lo guía, si eso que hace es lo
pertinente o se podrán hacer otras cosas que la hegemonía no está interesada en
que se sucedan, pero quien sabe que se necesitan, desplegará un responsabilidad
intelectual, ética y política para hacer aquello desde el despliegue de su
poder más cotidiano.
El pensar epistémico de esta forma,
contraviene a la Racionalidad Instrumental que hoy día nos conduce por los
caminos de nuestro mundo social y nos convence sobre la importancia de procesos eficaces,
eficientes; es una racionalidad preocupada por los productos que aporten una
riqueza material, y dejamos de lado pensar en la complejidad del proceso, deseamos
verlo como algo simple, pero no vemos sus efectos indeseables, que igual se
posicionan en nuestros espacios y poco a poco nos lleva por situaciones no
esperadas que nos asaltan. Morín, mucho
escribió sobre la necesidad de un pensamiento complejo en contra parte a esta
forma de pensar simplista, que a la larga va dejando una gran ceguera, de la
que tal vez no podamos recuperarnos.
Hugo Zemelman, nos lleva a pensar en
esta racionalidad que nos ordena y nos invita, a que desde ella misma, la
conozcamos, y nos situemos en ella, que nos atrevamos a pensar-sentirla, a aventuramos
por preguntas y respuestas para ver más de lo que nos está permitido y mirar lo
que él llama lo “presente potencial” en el seno mismo de nuestro tiempo social,
que está ahí, esperando ser desplegado por nuestros esfuerzos más políticos y
éticos.
Y este es de problema de fondo
trabajado largamente por nuestro epistemólogo, mucho discutió y escribió sobre
este reto humano de aprender a movernos
de una racionalidad a otra, viendo a la primera como coyuntura, pues solo desde
ella podemos partir. ¿Cómo hacer semejante tarea? En la Maestría en Educación Formación Docente
(cerrada en febrero de este año[12]) por más de dos décadas
nos comprometimos con esta tarea, y poco a poco, haciendo algo, fuimos reconociendo
la valía de esta propuesta para la educación.
Como lectora de Hugo Zemelman, aún no sé
si he captado la esencia de su obra y la tarea que se desprende, pero sí puedo
decir, que en la medida en que me acerqué a ella, se fue encarnando y la fui llevando
por los caminos de la docencia. Fue en
el seminario de investigación socio-educativa donde tuvimos la oportunidad de
hacer verbo estas ideas, desafiando las formas instituidas de hacer investigación,
pues por más de 15 años fui explorando formas, cómos, abrevando nuevas nociones
aún abiertas en su proceso de consolidación, llevando a los alumnos a pensar, a
comprender la importancia de moverse por nuevos sentidos y en ese proceso a
reencontrarse a ellos mismos.
La experiencia aún no se escribe, (ha
quedado en los programas de estudio, en clases grabadas, en pequeños ensayos,
en la informalidad de las pláticas) pero avisa que en esas décadas de trabajo
pedagógico guiado por este enfoque, pasaron muchas cosas en cada uno de los
implicados. Se puede afirmar, que nuestros
egresados, ahora escuchan el nombre de Hugo Zemelman y el de nuestra maestría y
experimentan una emoción, una añoranza, viene a ellos un reencuentro con pensamientos,
sentimientos vividos durante su estancia
y saben que la experiencia formativa fue buena, que ahí algo les sucedió y les
invita a ser diferentes.
No sé si lo logren o no, el mundo es
seductor y tiende a devolvernos a zonas de comodidad, pero pienso que cada uno
tendría que hacer lenguaje esta experiencia, contarnos cuál fue el movimiento
experimentado, qué sucede ahora que está en la real-realidad, viva, donde ahora
sabe que se mueve con ella, que ahí es “ámbito de sentido”, desplegándose dadas sus
necesidades como sujeto social ¿será capaz de resistirse a la inercia dada de
la vida social?
Para muchos, la herencia intelectual
de nuestro ha quedado clara, sabemos que es una propuesta epistemológica, que
se vive en el sujeto mismo, que no se trata de aprender la epistemología como
teoría, sino de vivirla, de revelar el problema, de conocer en el sujeto mismo,
quien busca conciencia en el acto de
conocer, de ser, hacer, sentir. Y
también nos queda claro que hacer esto es un desafío formativo para quien lo
vive, un reto pedagógico para quien lo impulsa, y ambos, alumnos y docente, nos
vimos implicados en un movimiento individual y colectivo. Viviendo el reto de
ser sujetos cada uno desde su ámbito de experiencia.
Y no puedo dejar de dejar de mencionar
el problema del lenguaje que se enfrenta para adentrarse por esta propuesta.
Como sujetos formados en una racionalidad instrumental, enfocada en productos
eficaces y eficientes, no hemos necesitado de muchas palabras, solo las mínimas,
palabras cuyos significados no entren en controversia, y esto, ha venido
empobreciendo pensar y evita tener algo que decir fuera de lo esperado. Nos vamos quedando sin palabras.
En contra parte, la racionalidad de la
Epistemología del Presente Potencial necesita saber leer el tiempo presente,
necesita conciencia de cada palabra que se usa, y como una palabra puede ser o
no un concepto, y si es un concepto, recuperar la mayor parte de sus
significados, las diversas teorías que se encuentran en éste, que comparten, en
qué difieren, qué problemas abarcan, qué resuelven, qué dejan pendiente el que
nos pueden decir del presente, que límites tocan, que zonas nuevas se pueden
asomar... y para esto, necesitamos una gran cultura teórica dependiendo del
campo en el que nos situemos.
En nuestro caso, como educadores, fue
necesario provocar este deseo por el conocimiento teórico, leer todo aquello
que nos abriera panoramas nuevos (filosofía, sociología, psicología, pedagogía,
etc.) y al leer, nos íbamos apropiando de lenguaje, de comprender que esas
palabras que usamos en la educación necesitan dejar de ser un cascarón y conocer
su interior, usar los significados construidos históricamente para
posicionarnos mejor en nuestros espacios de existencia, donde cada uno tiene
una responsabilidad de auto trascendencia moral y social.
La propuesta epistémica de Hugo
Zemelman, como podemos ver, no es algo sencillo, pero es una necesidad
pedagógica, la educación no puede estar ajena a ella. Y ahora, alejada de esa
docencia epistémica, no pierdo la esperanza
de que todos los que estuvimos implicados con esta propuesta, encontremos
nuevas coyunturas para continuar con este valioso legado de nuestro autor,
quien nos invita a “...resistir el cansancio, la apatía o la falta de
perspectiva, la vaciedad de contenidos... (Para auto potenciarnos) y reconocer
la vida como movimiento de la inteligencia, de la imaginación y de la voluntad.[13]
Y habría tanto más que decir en
defensa de este pensamiento, tantos problemas contenidos en sus libros por
explorar, si seguimos revisándola. Tenemos
un tiempo largo para continuar ahondando en sus ideas epistémicas, que solo son
puntas de lanza que nos llevan a zonas desconocidas de pensamiento, que como
sujetos tenemos el derecho de explorar.
Por ahora cierro con esta hermosa
frase que siempre cito pero no informo su fuente porque extravié ese libro,
solo recuerdo que era colectivo, que el primer artículo era de él, iniciando
así:
“Atreverse a usar la cabeza, sin apegos ritualistas a ningún canon de
certidumbre, es el ejercicio mismo de la responsabilidad intelectual: caminar
de ese modo por el ágora imaginario del espíritu, después de subir por la vía
sacra hasta la alta plazuela iluminada donde poder encontrarse con todos los
retos que han quedado dormidos y dejados a los lados del camino. Ejercicio de la responsabilidad intelectual
cuando se la entiende ubicada en el ámbito de un conocimiento comprometido con
el forjamiento de más conciencia, para actuar frente a la realidad que nos
circunda y se cierne sobre nosotros.”
Hugo Zemelman Merino
[2] Hugo Zemelman Merino, Pensar y Poder, Razonar y Gramática del
Pensar Histórico. (México, siglo XXI, 2012).
[3] Hugo Zemelman Merino, Pensar y Poder, razonar y gramática del
pensar histórico, 8.
[4] Hasta el momento se dé 13 libros y
los últimos cuatro, son una “delicia intelectual”, donde se aprecia la madurez
de ideas abiertas en las primeras obras que datan desde 1980.
[5] Hugo Zemelman Merino, Pensar y Poder, razonar y gramática del
pensar histórico, 13.
[6] Gastón Bachelard, Poética del
espacio. (México: FCE, 1983), 18.
[7] Hugo Zemelman, El ángel de la historia: determinación y
autonomía de la condición humana.
(España: Anthropos-UNAM-IPECAL, 2007), 15.
[8] Hugo Zemelman Merino, Horizontes de la Razón III, (España:
Anthropos, 2011), 77.
[9] Hugo Zemelman Merino, Necesidad de conciencia. Un modo de construir
conocimiento. (España: Anthropos, 2002), 30.
[10] Luz Divina Trujillo, El humano como como hontanar de
la historia. En: http://meditandopoesiayprosa.blogspot.mx/2015_10_04_archive.html
[11] “...la crítica
consiste en la forma de razonamiento capaz de referirse a la potencialidad de
lo dado” Hugo Zemelman Merino, Problemas Antropológicos y Utópicos del
Conocimiento (México, Colegio de México, 1996), 46-47.
[12] Se afirma por la institución que se volverá a abrir,
sí, lo creo, pero estoy segura que no será más aquélla que se esforzó por ser,
ahora tendrá otros sentidos. Habrá que
valorar sus nuevos esfuerzos en la formación de maestros.
[13] Hugo Zemelman, El ángel de la historia: determinación
y autonomía de la condición humana, 7.
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