Y sigo con mi lectura, el tiempo no se me regala, “construyo tiempo” para leer... Ahora revisé el apartado “La velocidad de la historia” del libro, “El aroma de del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse” de Byung_Chul Han, filósofo coreano, radica en Alemania por lo que leí.
Hoy, la idea que descubrí tiene que ver con la incapacidad que día a
día se acrecienta y tiene que ver con “escribir” y ¿qué es escribir?, existe
una idea que me gusta y va con lo que leí:
“Escribe,
obviamente, aquél que lee. Pero leer no es sólo descifrar signos y recordar o
actualizar o desdibujar tatuajes. No escribe quien trae a la memoria lo que ha
pasado, ni quien anticipa lo que viene; no lo hace quien se autoconcibe como
manantial sin mancha. No escribe ese que sólo transcribe. Ni el inspirado ni el
que simplemente clona las palabras. Ni el dialéctico ni el mecanógrafo. Escribe
ese -eso- que resbala entre los signos. Eso que no puede detenerse. Escribe eso
que no conoce el fin. Escribe, usemos por fin una palabra bonita, y
subrayémosla, escribe el deseo”. Sergio
Espinoza Proa. ¿Quién escribe? Conferencia leída el día 17 de octubre de 2001,
en el Auditorio del Museo de Arte Abstracto "Manuel Felguérez", de
Zacatecas, dentro de las actividades de la 2ª Feria del Libro y la Lectura
Zacatecas 2001. http://aparterei.com/ap1911.htm
En este apartado
se plantea que todo se nos fuga, que vivimos un tiempo des-temporalizado, un
tiempo donde nada está articulado. La des-temporalización
conlleva la desaparición de cortes temporales claros, y quedamos en medio de
donde todo fluye, transcurre y lo que hacemos, emerge, se desprende, pero poco
se relaciona, no tiene la posibilidad de relacionarse, de tornarse experiencia,
y sólo deja una sensación de que el tiempo transcurre con mayor rapidez que antes. Los acontecimientos se desprenden con tanta
rapidez los unos a los otros, que no dejan huella, y se nos amontonan, y ahí, pierden
importancia en medio de un exceso de posibilidades pero desconectadas, a la deriva,
nada llega a su fin, todo queda abierto, en fuga.
¿Y por qué pasa
esto? Según nuestro autor, porque estamos perdiendo la capacidad de narrar la
vida, de detenernos, de sentarnos a narrar, a escribir, dice: “La falta de
trayectoria narrativa, que funciona de manera selectiva, hace que el narrador
no pueda elegir que es significativo. La narración pierde todo ritmo. La
dilación y las prisas son dos de los síntomas de la falta de tensión narrativa.”
El tiempo se vive
des-temporalizado, desconectado, desarticulado y entonces todo gravita a
nuestro alrededor, no podemos atrapar los sucesos, las vivencias, lo que vamos
existiendo, lo que construimos y todo se nos pierde, sin emociones, sin
nosotros. Vamos teniendo problemas para recoger
nuestro existir (donde se articula ser-pensar-hacer) y tornarlo palabras, darle
sentido a la vida, darle tiempo-espacio para detenernos ahí y continuar
caminando en piso que se va construyendo pedazo a pedazo.
No escribimos, y es una realidad escolar. He visto en los últimos años, el problema de
muchos adultos para escribir sus tesis de grado, donde participé, ayudando a
construir sentido, ayudando a buscar palabras para decir un “decir-sincero”
(Levinas), y no fue una tarea fácil; cada generación, cada año, era más difícil
hacer escribir, (porque implica leer, porque de acuerdo a Sartre, escribe quien
lee), dos graves problemas de nuestra educación hoy día y a lo que se enfoca la
reforma curricular.
Mis alumnos de
segundo grado... insisto en que escriban, busco estrategias, me valgo de todo
lo que puedo para ayudarle a expresarse por escrito, y los veo sufriendo frente
a ideas cortas, sin conexión, donde hay quien grita desde el fondo del salón
¡Maestra! ¡No se me ocurre nada!, ¡No pienso nada! Y ahí estamos, insistiendo
en que sí, todos tenemos pensamiento, todos tenemos vivencias, y que
necesitamos organizar las ideas, iniciar con la idea y llegar a buen fin y
hablo de escribir de 6 a 8 renglones.
Los maestros
necesitamos situarnos frente a este problema, y no permitir que esta incapacidad
siga creciendo, no podemos quedarnos sin esta capacidad de narrar la vida y con
ello, si escribimos, podemos dejar gravitar sin orden, no perdernos en una
des-temporalización trágica, porque si no lo hacemos, la vida fluye sin
nosotros, nos extraviamos de nosotros mismos. Para concluir una cita interesante que nos
sitúa frente a este peligro:
“La des-temporalizacíon
hace que desaparezca cualquier tensión narrativa. El tiempo narrado se descompone
en una cronología vacía de acontecimientos. Deberíamos hablar de una
enumeración, más que de una narración. Los acontecimientos no se imprimen en
una imagen coherente. Éste capacidad de síntesis narrativa y también temporal,
genera una crisis de identidad. El narrador ya no es capaz de reunir los
acontecimientos a su alrededor. La dispersión temporal excluye toda
compilación. De ahí que el narrador no encuentra una identidad estable. La
crisis temporales una crisis identitario. La falta de tensión narrativa también
imposibilitan la narración se cierre consentido. Basta tan infinitamente de un
acontecimiento a otros sin conseguir avanzar, sin llegar. Sólo puede ser
interrumpida abruptamente. La interrupción a destiempo sustituye al final
consentido."
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