miércoles, 14 de julio de 2021

Michel Maffesoli y el reto de comprender lo que se trama en la posmodernidad naciente.

 

Michel Maffesoli. El ritmo de la vida. Variaciones sobre el imaginario posmoderno. Siglo XXI, 2012. Libro Digital.

 

Mis primeras lecturas sobre Michel Maffesoli las inicié en 2006 aproximadamente.  En ese momento revisé el "Crisol de las apariencias", libro que me aportó ideas para reflexionar la identidad de los profesores cuando trabajaba en mi tesis de doctorado. 

Después, por 2008, ya titulada del Doctorado, me apasioné con el libro “La transfiguración de lo político. La tribalización del mundo Posmoderno", y en ese momento le entendí que toda actividad política se perdía en toda gestión política se encontraba “saturada” y crecía su incapacidad para comprender la verdadera gestión de la vida societal que bullía; que política y vida social se separaban aumentando la desconfianza e incredulidad por la primera (el libro me encantó).

Después, en una feria del libro de la UABC, me encontré con "El regresar del tiempo. Formas elementales de la posmodernidad".  Lo leí con entusiasmo y por 2008, (recién operada de vesícula) no me perdí una conferencia que vino a dar, llamada, “El reencantamiento del mundo”. Y finalmente en 2013, leí “El ritmo de la vida”, libro cuya lectura apenas difundo en este blog.

Bueno, lo que quiero decir, es que conozco algo de sus obras, que no es la primera vez que me acerco a sus ideas, pero hoy, he tenido una revelación, una epifanía que me ha dejado en la sorpresa y en grandes dudas, y una que otra pregunta que apenas puedo formular.  

Por un lado, he reconocido que el conocimiento y uso que logré en aquellos primeros acercamientos a sus obras, estaba orientado por lo que hacía en ese tiempo:   era docente de investigación en la maestría en educación Campo Formación Docente de UPN, y que guiada por esta tarea, atrapé solamente algunas de sus ideas metodológicas, que mucho me ayudaron.

Su “aire metodológico”, concordaba con algunas ideas de mi formación zemelmaniana; rescataba de él ideas que me apoyaron en la exigencia de pensar el tiempo presente, de situarnos de manera crítica en la realidad, por ello me hacían resonancia cómo pensar el “acontecer de la vida”, a superar la lectura superficial de los fenómenos, a utilizar nociones, esto es, utilizar conceptos abiertos capaces de contener las novedades de la naciente realidad, que iban muy de acuerdo (o desde mi perspectiva quizá, ya dudo de todo) con el enfoque zemelmaniano.

Y hoy, ajena a aquellas tareas de impulsar la investigación, me he acercado a este libro de diferente manera, quedando de cara a sus contenidos y de pronto se me revela el sentido de su obra tan largamente construido y que no reconocí apropiadamente desde los primeros acercamientos a sus libros.

¿Qué es lo que puedo comprender hoy?  Para iniciar, diré, que si bien sabía que se trata de un autor que trabaja sobre la posmodernidad,  es esto es, que reflexiona sobre el tiempo que sigue como época; que describe y teoriza sobre los fenómenos actuales en que estamos inmersos y que responden a nuevas pautas algo alejadas de los sentido modernos de una época que afirma, agoniza y dando lugar al nacimiento de otra, y que se llama posmodernidad como continuidad, en espera de ser nombrada como se necesite en su momento, como ya ocurrió con otras épocas del pasado, como edad media, que para mutar hacia la modernidad, fue llamada “posmedievo” en lo que se le daba el nombre que necesitaba.  Si sabía de su orientación “posmoderna” pero no con la exigencia de significación que se necesita para comprender la naturaleza de los problemas que aborda. 

¿Y sobre qué clase de posmodernidad estamos hablando con Michel Maffesoli? Acotaré algunas ideas centrales (lo que logro entender y confieso me aterran, pues como dice el,

“El devenir destinal del advenimiento es la irrupción de lo imprevisto, que induce otra modalidad de pensar y de ser, donde el terror tiene un lugar. Las catástrofes naturales, las manifestaciones de los diversos terrorismos, los sucesos diversos diarios son vividos como el nuevo espectáculo circundante. Los incendios de autos, los incendios rituales del verano son como muchas otras maneras de vivir el gran theatrum mundi. ¿Es una paradoja hablar de deseo de riesgo? No necesariamente. Las situaciones limítrofes se multiplican…”

 Nos cuenta que el mundo social que conocemos se encuentra en crisis: los valores oficiales, instituido, los conceptos que nos ordenan, las lógicas de poder de las élites, que la tendencia al progresismo desde un presente lacónico, se encuentra saturada, entiendo por esto, que es rebasado, superado, y por tanto obsoleto.

Que esta obsolescencia en sentido amplio, va dejando aflorar “viejas raíces ancestrales” contenidas en la memoria social, dando lugar a una vida cotidiana que se organiza desde nuevos parámetros, como la idea de tribu, de comunidad guiada por valores cotidianos, que duran, lo que necesitan  estar-ser para mantener la cohesión y luego suelen desaparecer, pues sólo se construyen y responden a las necesidades del ritmos de la vida real, concreta, guiadas por sentidos hedonistas, emocionales, presentistas. 

Que existe un proceso de transición entre la idea de individuo autónomo, a la idea de la comunidad, hacia la tribu, el grupo que se une para compartir gustos, placeres, por tanto, ya no es la autonomía, sino un ethos que se construye como hermanos.  La otredad, la heteronomía, será lo que regule la capacidad de ser-estar, en ese aquí societal, donde se reinstalan ancestrales valores suprimidos por la modernidad, que enfocada en el orden, la ley del padre, dejó de lado lo onírico, lo lúdico, por ello al renacer, al reencantarse con la vida, vemos el cuidado del cuerpo, la moda, la banalidad de la vida, más preocupada por “vibrar juntos”, perderse en lo emocional del juego, del baile, de la música, donde todo puede suceder.

Ya no se  va está tras un futuro mejor, perfecto, sino en la dicha de situarse en los “Intersticios de la vida cotidiana” viviendo a plenitud experiencia con los hermanos, con quienes se comparte más un vivir del instante, que un pensar.

Esta lógica de encuentro recupera valores tradicionales y da lugar al surgimiento de otros que respondan a la nueva lógica societal, donde afirma, volverán aquellos valores tradicionales que vienen de muy atrás, de la tierra, de viejas atmósferas, enraizando de otras maneras en el presente... (recordé el derecho de pernada ¿es posible)

Afirma que estas nuevas formas de “religancia”, de lazo social, permite a las personas quitarse las máscaras que ha impuesto el ideal de la modernidad, y que se dejará emerger nuestras pulsiones, nuestras “sombras” para aprender a vivir con ellas, sin asustarnos de ellas ni ocultarlas, pues han estado ahí, como formas arquetípicas y son propias de la vida social, que ahora buscan estar como sucedía en la vida premoderna, que buscan emerger de nuestras reminiscencias.

Y así las cosas… y termino con esta invitación que nos hace casi al finalizar:

“…dejar aparecer en tanto que tal a la realidad misma. Ver, enseñar. Describir, metaforizar lo plural de las formas. No es forzosamente tranquilizador, pues la sombra tiene su parte. Pero se puede prescindir de ella, si se quiere desarrollar un pensamiento que acompañe a lo que es, un pensamiento que permita, de alguna manera, aprehender la dinámica interna de esas “cosas” sociales que se muestran con fuerza, con insolencia y también con ingenuidad”.

Con esta relectura, vinieron a mi mente imágenes de la juventud actual, de los niños de ahora, de los problemas generacionales para comprendernos unos con otros, de cómo, ellos, están siendo personas muy alejadas a las que somos, quienes rondamos por más de los 50 años.  Recordé películas futuristas, tendencias de moda, las nuevas adicciones, las banalidades de la juventud actual, las formas de comportarse que nos parecen descomprometidas, pues como afirma nuestros autor, son compromisos temporales, guiados por nociones, intuiciones, que duran lo que se necesita para atender lo que desean hacer y ya…

Y como docente, la cabeza me ha quedado dando vueltas y me he quedado con dudas. Si hay una regresión a formas arquetípicas del los modos de ser-estar desde la primigenia humana, ¿Cuáles son estas? ¿Son aquellas de nuestro cerebro reptil? Freud dijo que fue necesario pasar por procesos de civilidad para regular nuestras “sombras o resortes oscuros” y vivir en comunidad ¿Cómo vivir en comunidad, como hermanos, con formas de regulación dictadas por el deseo de algo? ¿Y con el desarrollo del cerebro por miles de años que nos ha llevado a relegar al cerebro reptil?

No sé… leer a Maffesoli en su lógica metodológica me parece de gran apoyo intelectual, pero leerlo en sus descubrimientos sobre nuestro avance y sentido societal, me deja en un estado de ansiedad intelectual… No hay que desistir, es un autor que merece nuestra atención, pues lo que escribe, tiene mucho de realidad.

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