domingo, 17 de octubre de 2021

¿Vivir ignorantes de lo que es la existencia o aprender a convivir con el embate del tiempo, la enfermedad y la muerte?

 


Joan-Carles Mèlich LA FRAGILIDAD DEL MUNDO Ensayo sobre un tiempo precario. (España, 2021) Tusquets Editores S.A. Edición Electrónica.


Hoy, estoy frente a un libro leído, que no sé por dónde invitar a leerlo.  Es de esos libros que más que conocimientos, información, movilizó emociones, y siempre, hacer palabras lo que se siente, no resulta fácil ni sencillo.  

Pero por algún lado hay que iniciar, no merece quedar extraviado en mis pensamientos.

Este libro, es uno de los más documentados que se pueden leer, pero si bien se vale de conceptos bien citados, nunca éstos se cierran con definiciones para encarcelar las ideas que utiliza, por el contrario, se vale de otras ideas metafóricas tomadas de fuentes que denomina con pulcritud y detalle y llama “Lecturas venerables”, que son novelas, poemas, ensayos, y con ellas logra encontrar las palabras para reflexionar este asunto tan trascendente y vital de nuestros modos de vivir, de habitar el mundo donde nos tocó nacer-morir, y como diría Unamuno “quedar en la tierra” desde la huella que dejamos conscientes o no de ello.

 Es de esos libros en cuya forma de escribir interpela al “mí-mismo”, y uno, una, se queda intrigado, atraído por la invitación a cruzar una puerta guiados por la intuición, la emoción, los indicios de “algos” que tienen que ver con uno mismo.  Confieso mi atracción por este tipo de libros donde se presiente un misterio, y que sin exigir tomar notas se puede avanzar pese a nuestras múltiples ignorancias de los autores citados, pero va dejado preguntas, el aumento de la inquietud por saber a dónde nos lleva, y conocer algo de ese misterio percibido desde la primera página que se sostiene hasta terminar la obra, dejando en la cabeza un merodeo de ideas diversas, con la sensación de que ha valido la pena leerlo y además, se tiene necesidad de hablar de ello, pero asalta la pregunta ¿cómo hablo de lo que me pasó con esta lectura?

 Sospecho que una lectura de este tipo es “estrictamente personal”.  Por eso no sé cómo contar, narrar la experiencia y por ello me veo obligada a poner aquí, algunas de las frases (entre tantas) que al leerlas, pensarla, dejan una inenarrable sensación:

  •   “Somos más lo que nos pasa que lo que decidimos”
  • “habrá que aprender a andar sin rumbo y sin destino, a tientas, con temor y temblor”
  • “El mundo es la gramática que habitamos y que nos habita, la interpretación que nos posee y en la que vivimos”
  • “Existir es salir de sí, lanzarse a una aventura en una tierra extraña que no dejará de serlo y en la que nunca se tendrá la sensación de estar en casa.”
  • “Habitar el mundo es existir siempre en un trayecto, en una encrucijada.”
  • “Lo útil provoca un bloqueo y una negación de sentido, no solo porque no es posible hallarlo sino sobre todo porque ofrece un único sentido.”
  • “Será necesario girar la cabeza y mirar atrás. Solo así comprenderemos qué es, en definitiva, lo que hemos heredado, seremos capaces de interpretar la fragilidad del mundo y repensar si todavía estamos a tiempo y en condiciones de encontrar las formas necesarias para cuidarlo.”
  • “El mundo se ha convertido en una inmensa red burocrática de la que es imposible escapar, es un espacio cerrado en el que impera una lógica instrumental que provoca la escisión entre la razón y el sentido.”
  • “La actualidad no es lo que da sentido al tiempo, sino lo que lo niega, porque es un instante que coloca al que lo vive fuera del mundo en lugar de situarlo en él, en su fragilidad. No ha vivido más años el que tiene más edad, sino el que más ha sentido la vida.”
  • “No ha vivido más años el que tiene más edad, sino el que más ha sentido la vida.”
  • “Lo humano no tiene esencia, es una forma que se transforma constante e imprevisiblemente, que nunca es idéntica a sí misma.”
  • “…los humanos no pueden más que existir en la fragilidad, porque son seres finitos que pugnan por lo infinito, un infinito que nunca llega, pero que es necesario para mantener la ilusión de continuar vivos.”
  • “Un ser finito no es el que se limita a habitar el mundo, sino el que habita su fragilidad. Para existir, no solo para vivir, sino para «salir de uno mismo» (existir es eso, «salir de sí», lanzarse a una aventura incierta, sin brújula ni cartas de navegación)”
  • “Para soportar el sentimiento de sentirse expulsado del mundo y de estar en lo inhóspito, a la intemperie, hay que encontrar un tenue hilo vibrante de sentido.”
  • “…el sufrimiento no puede ser erradicado.”
  • “Angustia, melancolía y pánico son tres formas de fragmentación que convierten el mundo en un desierto de sentido. La existencia no puede «respirar», deja de vibrar y de responder a los demás y a sí misma.”
  • “La mayor parte de las veces «vivimos» pero no «existimos». Andamos en la cotidianidad del mundo sin pararnos a ver, a contemplar, a pensar y a sentir el mundo. La existencia es completamente a-problemática.”
  • “La provisionalidad es el atributo fundamental de la existencia. Lo definitivo es la muerte.”

 

Y así, cada capítulo, se bien se concentra en diferentes problemas, no pierde el hilo para abordar el eje de su libro, que es la necesidad de asumir que los seres humanos somos cambio, movimiento en ese lapso de tiempo que somos entre el nacer y morir, y que desde ese momento, ya tenemos encima nuestro la carga heredada del mundo que nos precede, carga que necesitamos reconocer y pensar cómo usarla en el mundo que nosotros ayudamos instalar, que nunca podremos dominar, que es hostil la mayor de las veces, y ahí somos frágiles, vulnerables, y esta condición, necesitamos asumirla para aprender a vivir así, en ella, pues no se tiene alternativa, somos huéspedes de un afuera ingobernable, donde a pese a todo, se puede vivir haciendo esas pequeñas batallas existenciales.

 Es un libro que necesita ser releído cuando se necesite (valga la redundancia), pues quien lo hizo una primera vez, ya sabe que al volver a él, se reactiva la capacidad de cierto tipo de preguntas, presiente la emoción del misterio, del valor de atreverse a abrir puertas y asomarse a esas oscuridades que nos rodean, que muchas veces deseamos ignorar, pero ahí están, y lo mejor es sabernos implicados, reconocer que no nos son ajenas y necesitan importarnos.

Ojalá haya logrado interesarles, lo busquen y se adentren, por sus “oceánicas” páginas, utilizando esta metáfora de Freud, en el Malestar de la Cultura.

domingo, 3 de octubre de 2021

Pensar y existencia… ¿Vislumbrar el sentido de existir? Hugo Zemelman Merino a ocho años de su ausencia...

 


3 de octubre, día que me demanda recordar un suceso de 2013.  Hace ocho años ya, que murió en Pátzcuaro Michoacán, Hugo Zemelman Merino, a unos días de cumplir 82 años, lúcido, terco con la vida que eligió y sostuvo con fuerza, entusiasmo y ese amor por el conocimiento que libera el pensamiento de “parámetros” que impiden los destellos de libertad para “ser-estar-hacer” desde el más insignificante acto de vida cotidiana.  Fue un hombre que anduvo tras la libertad a la manera del poema Paul Éluard

“Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad”


Y cuando digo que me siento demandada, lo planteo con sentido levinasiano, esto es, me veo interpelada, situada frente a la obra de este autor latinoamericano, sin opción de negarme,  me exige -y cedo convencida-, desde lo que sé, a compartir sus ideas construidas por los últimos 50 años de su vida, enfocadas a reflexionar nuestras formas de pensar y de vivir en consecuencia. 

Siento genuinamente, lo importante que es recordar, que, por toda su obra, -lo que conozco de ella-, nos hace una invitación a desplegar una forma de pensamiento capaz de estar atentos al presente para avanzar con lucidez por las oscuridades del futuro, por los apenas indicios de luminosidad que la realidad misma contiene, pero que es necesario aprender a mirar.  Soy consciente del valor de estas ideas y el reto de no olvidarlas, de no sepultarlas como sociedad en una historia que termina por no nombrarse.  

Y para hablar de Hugo Zemelman, he elegido un apartado de su libro “Pensar y Poder. Razonar y Gramática del Pensamiento Histórico”, el último que publicó en 2012.  El apartado se llama “Pensar y existencia” y al volverlo a releer, como siempre sucede con su escritura connotativa, las imágenes, ideas y pensamientos que se suscitan, son nuevamente propios del momento, y rearman otras ideas que permiten pensar algo no pensado antes. En esta relectura, he puesto atención a una palabra que utiliza en varios momentos y he de confesar que antes, no le di la importancia que hoy descubro.  Esta palabra es “vislumbrar”, que buscada en el diccionario refiere a una mirada que atisba, que entrevé, que se figura algo en un espacio con apenas claridad para tener certeza de ese “algo”, pues sólo se aprecian indicios o señales en esa penumbra o niebla de la realidad que la cobija.

En este apartado de su libro, Zemelman utiliza esas ideas epistémicas que cruzan toda su obra, como “presente-potencial”, para hablarnos un tiempo abierto a su propio transcurrir y la imposibilidad humana de contar con una forma de pensar que no lo “encuadre”, pues subyace la tendencia movernos en una forma de pensar organizada por conceptos, categorías, formulas cuya pretensión es atraparla y construir una seguridad existencial por la verdad de que nos provee. Asimismo, refiere la importancia de incorporar a nuestra forma de pensar, categorías abiertas como “lo necesario”, “potencialidad”, “realidad” como dado-dándose, “asombro”, “limites-incluyentes”, “esperanza”, “ámbitos de sentido”, “abstracción-no-excluyente”, etc., tantas y tantas maneras de nombrar que utiliza dependiendo de lo problemática que nos quiera compartir.

En esta ocasión, va a utilizar todo este arsenal de ideas epistémicas para reflexionar sobre la relación que guarda la forma “cómo pensamos” con “cómo “existimos””, cómo vamos resolviendo la vida quedando insertos en la historia, una historia que tejemos en las micro acciones de la vida cotidiana, y a veces, sin saberlo, le imprimimos sentidos que nos enmudecen y excluyen de la capacidad de autonomía, para terminar invisibilizados, como instrumentos de los juegos de poder dominante.

El problema de fondo que plantea, es el reto que se tiene para moverse de las certezas, de las verdades hechas pues otorgan la seguridad anhelada y aleja de la sensación de incertidumbre que imprime el cambio constante, el fluir del tiempo.  Nos platea el desafío existencial de reconocer que somos seres frágiles, nunca dioses capaces de dominar la inestable realidad, que avanza en un orden sombrío, sin obedecer nuestras reglas por más elaboradas que estén, siempre será un orden temporal, rebasado constantemente por el fluir del tiempo que avanza infinitamente, nunca se detiene y ahí, pero es ahí donde se vive, en esa realidad indomable, que no obedece a formas únicas de pensar, y por ello, necesitamos comprender que el pensamiento nomológico es insuficiente, y urge  experimentar diferentes maneras de “revelación” de lo que vamos “vislumbrando” por el caminar de la existencia. 

Desde esta necesidad, nos vuelve a invitar a recuperar nuestra capacidad de asombro, a desplegar lo que llama una “resistencia epistémica” para conquistar día a día la “difícil libertad” y atrevernos a pensar “lo que se necesite pensar”, no lo que se nos indique desde el poder, desafiando esa “imposición natural” del mundo que nos recibe al nacer, ya en forma de cultura, moral, ciencia, o políticas, pues nacemos en un mundo hecho y orientado en un rumbo hegemónico que todos tenemos derecho a comprender para decidir cómo vivirlo.

Por ello es importante aprender a “pensar críticamente” el mundo heredado en sus diversos grados de endurecimiento social, donde se nos ha otorgado de facto, una función, y mediante diversos mecanismos se nos convence de autoexcluirnos de “posibles actos de autonomía” se impide ejercer un pensamiento que tome conciencia del orden social constituido y deja sin posibilidades de “vislumbrar” otros posibles desarrollos a la herencia recibida, impidiendo a los ciudadanos, la capacidad de pensar y construir “algos” que se necesite insertar a la historia de todos, como opción debidamente analizada.

Se trata de reaprender a vislumbrar el mundo naciente en el mundo que se ha heredado, y esto, pero hacer esto, conlleva demandas, ya que no es un acto de voluntarismo, ni buenos deseos, sino del ejercicio de una responsabilidad intelectual que permita mirar con atención y detenimiento esos «algos» que se atisban, ya que no están a nuestra disposición por solo alargar la mano y tomarlos.  Hay que visibilizarlos con un fino trabajo intelectual que enfrentará problemas como:

-La creciente insuficiencia conceptual con la que pensamos el tiempo presente y la forma en que lo hacemos palabra.

-Reconocer nuestra forma de pensar nomológica, y reeducar la capacidad de pensar y hablar sobre el mundo, resistiendo la tendencia a ser invisibilizados por las fuerzas hegemónicas que desde sofisticadas formas de organización se naturaliza una forma de vida que se asume con mínima resistencia epistémica.

-Una forma de pensar con abstracciones excluyentes, que ignora o pretende no dar lugar a esas realidades que se asoman en los márgenes de lo que se afirma, y en vez de ello, se defiende lo normalizado, lo ya aprobado y validado institucionalmente.

-Atreverse a vivir en el asombro, sostenerse él, exige aprender a mirar y moverse entre los márgenes, los límites, que son los espacios donde aparecen los indicios, las señales que están esperando ser pensadas, donde urge revelar lo que se contiene potencialmente, lo cual se enfrenta a la fragilidad del ser humano.

-El reto de situarse en el mundo que se habita, reapropiarse de él, y desde él moverse hacia sus nuevos desarrollos, demanda una buena dosis de valentía para insistir en los cambios por realizar; se necesita comprender que cada época tiene su verdad, y esa verdad producida en otro momento que se impone a una época naciente, pugna por durar, se resiste y esto demanda definir políticas viables, posibles.

-Lo anterior, nos solicita el desarrollo de una crítica que se oponga a la tendencia de construir un pensamiento que marche con el orden constituido.  Se necesita asumir que el poder hegemónico necesita desmontarse, pensarse, de otro modo, el sujeto queda invisibilizado, dominado en una forma de pensar su propio tiempo, sin la capacidad de situarse críticamente.

Pues bien, hacer todo esto, se torna una tarea compleja y nos conduce inevitablemente al  ámbito de la formación donde se propicien dispositivos pedagógicos que estimulen formas de pensar que aprendan a “alejarse para poder ver de cerca”, que se aprenda a vislumbrar, que se tenga permiso de especular, leer entre señales, indicios,  reconocer las migas de pan que va dejando el fluir de la realidad; se trata de vislumbrar en lo informe de la realidad, y atreverse a revelarlas, mostrarlas, apoyarlas o evadirlas según su valía para el desarrollo social.

La lectura del apartado definitivamente entusiasma, pero a la vez deja el peso inmenso de comprender que esto no funciona como imperativo categórico de “piense críticamente” y ya, no, esta necesidad de pensar epistémicamente, pasa el por el problema de asumirse como sujeto, como bien dice nuestro autor, tiene que ver con la “capacidad del hombre a organizar su asombro cuando se atreve a tenerlo” y atreverse a vivir una forma de racionalidad que se despliega en la intemperie, en los márgenes de las verdades, de las fuerzas vivas dominantes, es un reto humano difícil de encarnar, pues se trata de vivir “a salto de mato”, como lo plantea Joan Carles Melich.

Bueno, de esto trata la obra de Hugo Zemelman, una obra nada fácil de leer, lo reconozco.  A veces no comprendo qué me llevó a esta sostenida lectura por años, pude haberla evadida como muchos, pero ahí me quedé.  Y es que en medio del esfuerzo intelectual que demanda (que no es poco), pienso en la explicación que le leí a Bachelard en uno de libros, que más menos dice así, “cuando una obra se lee, y se relee, es porque nos concierne”, y creo que sí me concierne, soy profesora, tengo el reto profesional de formar sujetos, y desde ahí, se puede hacer el esfuerzo de incentivar una forma de pensar vislumbradora que ayudare a los alumnos, a zafarse de las certezas teóricas que pretendan encerrar el pensamiento y controlar sus acciones desde una verdad dominante, por ello, necesitamos ayudarles a pensar en su “derecho de pensar y de existir la vida”, esa que ellos, necesiten.

Termino diciendo, que, para mí, leer a Zemelman ha sido complejo, pero muy liberador, desde él y con él, tengo el deseo de “mirar lejos lo cercano”, lo intento (no sé qué tanto lo logro, la realidad es la realidad).  Trato de vivir en la aventura de pensar lo marginal, y hablar de lo que vislumbro, teniendo claro que pocos lo quieren conocer, pero en esta aventura, igual se entiende que hay consecuencias como la marginación, el silenciamiento por la organización instituida, pero no detiene. Se construye una pasión por vislumbrar, por revelar.

Gracias Hugo Zemelman Merino, donde quiera que se encuentre (de usted, claro, con todo mi respeto a este gran señor, a quien conocí personalmente, crucé palabras con él, pero mi acercamiento fue circunstancial, y mi relación es, platónicamente intelectual) y pienso que cuando se ha entendido su invitación y una se atreve a dar un pasito hacia ese umbral y se van haciendo esas tareas para el auto rescate de nuestra autonomía pensar y construir sentido, con sentido, no hay retorno. 

Me confieso orgullosamente zemelmaniana.

viernes, 1 de octubre de 2021

Para preguntarse si la educación es moralista o ética (ética de la compasión)

 

Joan-Carles Mèlich. Ética de la compasión Editorial Herder, Barcelona, 2013. Edición electrónica.

Compré este libro hace dos años. Ya no recuerdo qué idea o quien lo refirió, pero ahí estaba entre mis pendientes y finalmente puedo decir que lo he leído, pero no puedo decir lógicamente lo que he encontrado en él, porque, para empezar, solo tengo claro que:

-No es un libro de instrucciones; si bien habla de ética, de la relación entre los seres humanos, nunca da pistas para hacerlo cada vez mejor, al contrario, va dejando claro lo difícil que es ser éticos, no moralistas.

-No es un libro teórico, aunque no le faltan los conceptos agudos y profundos para plantear su postura, y éstas, connotan ideas para pensar lo ético como existencia, como forma de vida.

-No es un libro que responde preguntas, pero si deja muchas, las que uno puede hacerse desde la singularidad de su vida.

-No es un libro de “ética”, sino de la necesidad de reconocer y acompañarnos en el dolor existencial de la vida, es un libro que habla del valor de la compasión y de la imposibilidad de humana de asumirla.

Por todo el libro, vamos a encontrar argumentos que defienden una ética como acompañamiento del otro, quien nos necesita en momentos de dolor existencial.  “Necesidad” que sentimos nos demanda estar ahí, responder para acompañar, nunca sintiendo su “sentir”, pero sí, estando ahí respondiendo dada la circunstancia, sabiendo que la respuesta que damos, será siempre insuficiente, siempre mejorable, pero es la que se puede dar auténticamente en ese momento, y de lo cual no podemos sentirnos orgullosos, sino lastimosamente insatisfechos de no haber podido dar algo más.

Y así, uno va leyendo ideas que nos introducen por una ética de la compasión para sobrellevar una vida finita, incierta, cambiante, informe, tan inhóspita a veces, y llega al final del libro donde narra una escena dolorosa, donde también nos dice que tenemos la tendencia humana a una “imposibilidad de compasión”, que finalmente en una situación extrema, tendemos a “salvo me-yo-primero”.  Que a veces no podemos soportar estar cerca del dolor del otro. Siempre aparece este “primero-yo”, y con las culpas y vergüenzas que esta actitud produce, y así nos vamos moviendo por la vida, porque así es lo humano.

Hay que leerlo, moverse entre sus conceptos que no son ajenos a la forma de vivir, de sentir, de pensar; su lectura provoca reflexiones que sacuden nuestros modos moralistas de actuar, de responder a los desafíos de la existencia.

Se trata de un libro que nos ayuda a pensar-nos en situaciones de vida que uno no sabe que necesitaba pensar, pero que necesitan ser pensadas, y en medio del drama, se siente algo que alegra, porque finalmente uno sabe que es mejor saberlo, vivir en menos ignorancia la complejidad de la vida con los otros, quienes igual, libran sus batallas, qué mejor que hacerlo juntos, asumiendo por convicción una “Ética de la compasión”.

Por tanto, no queda más que la invitación a leerlo. Es un libro para todos, pero si en especial los leemos los maestros, se siembra la idea generosa de desplegar una pedagogía menos normativa y sí, más compasiva, en sentido que el autor lo plantea.