jueves, 27 de octubre de 2022

"Vivir-queriendo": la impronta de existir sabiéndonos mortales.

 Emma León Vega. Vivir queriendo. Ensayos sobre las fuentes animadas de la afectividad. UNAM-CRIM-Sequitur, Madrid 2017.

 Desde mi encuentro con Hugo Zemelman no había sentido esta sensación de mudez después de leer un libro.  Al leerlo, me sentí implicada, pero con el problema para liberar los pensamientos, emociones, preguntas provocadas; puedo explicarme esta sensación con una idea planteada en el libro, que leer estos ensayos produce una "demasía de significación", de sentido, ante la cual no se cuenta con el lenguaje para hacerla palabra.

Es un libro extraño, pero como le escuché a José Luis Trueba Lara y a Oscar de la Borbolla en sus pláticas de cada jueves (que no me pierdo), existen demasiados libros, pero sólo algunos son para cada quien (eso descansa), y definitivamente, siento que este libro con toda su complejidad, me importa ¿Por qué? No lo sé…

Es un libro que leí hace ya cuatro años, (está subrayado de principio a fin), y terminado, le coloqué un postick en su portada que dice ¿Cómo reseñar este libro?  En aquel momento, no pude decir nada, aunque tuvo la fuerza de llevarme por sus páginas, dejándome la sensación de ignorancia, es decir, ideas tan interesantes necesitaban de otros para comprenderlas mejor, fue entonces cuando busqué a Antonio Damasio y algo de Spinoza, y de este modo, avanzar en el interés provocado.

Y eso hice durante cuatro años, tiempo en que empecé tres libros de Damasio, dos quedaron a la mitad y terminé uno, igual, revisé algo de Spinoza, tengo dos libros iniciados, y revisé otros sobre la subjetividad que se me fueron cruzando durante este tiempo, pues como digo, un libro me fue llevando a otro, hasta que me regresaron al libro del comienzo.   

Nuevamente tengo el libro terminado de principio a fin, ahora en formato electrónico, y como dice Savater, ser disciplinada es la clave del aprendizaje.  Terminé el libro hace más de una semana, y le he dado vueltas y vueltas, buscando cómo hacer palabra este nuevo ejercicio de lectura. Hoy, no volverá este libro a su lugar en el librero sin que hable de él. Y aquí estoy.  

Comienzo enfatizando que el asunto que aborda es de suma importancia para la comprensión de nuestra singular subjetividad.  El abordaje que hace tiene ejes de discusión que yo no conocía y de los cuales me declaro ignorante, pero necesarios de conocer, ya no sé si tiene un enfoque filosófico, antropológico, psicológico, neurológico, biológico, sociológico, pues son todos a la vez, y desde esta articulación de ideas abiertas y diversas nos habla de la necesidad de reconocer al ser humano como un ser encarnado, un ser contenido en un cuerpo de carne y hueso donde suceden nuestras afecciones, emociones, sentimientos, humores, temores, sentidos, que aporta una visión menos idílica de nosotros.  Ella nos plantea como cuerpos respirantes, animados cuya subjetividad se auto posee, que sufre y afecta a otros durante la vida que vive.

Este ser encarnado que somos, cuerpos animados producto de una larga y compleja morfogénesis que se experimenta en primera persona, sólo uno mismo experimenta la vida que vivimos, y esta vida es deseante de más vida para perdurar en la demasía de realidad que nos rodea; a este deseo de vida le llama “vivir queriendo”, pues la vida se anhela sin enfermar, sin eclipsarnos, sino se trata de vivir queriendo más vida sin importar nuestra impureza como humanos concretos. Este complejo abordaje sucede en cuatro largos ensayos:

I. Venimos de la humedad, humus, ánimus, vida.

II. El deseo originario.

III. Un querer hecho a la medida.

IV. La todo-abarcante tierra que me anima.

Como ven, los títulos, son uno y todos a la vez en el reto de describir que la vida nos sucede y que desde ese momento quedamos sin escapatoria, la consigna es vivir, vivir no importa qué, pues estamos expuestos al mundo que nos recibe, que habitamos con los otros, quienes igual que nosotros, tiene esa inevitable “originaria querencia” de existir en medio de la contingencia, la improvisación, sometidos al régimen de la materia viviente propia del nuestro habitado, siempre demandante de existencia; lanzados al mundo, desarrollamos una egoidad que permite sabernos en la vida, una vida empírica, única, pero entramada en las realidades cambiantes por nuestro propio cambio. Somos un cuerpo animado que enfrenta la carencia, la pérdida, pero tiene la impronta de vivir sabiéndose mortal.

En esta “querencia de más vida”, tenemos una voluntad férrea de perdurar, tenemos una sed de vida y para lograrlo, apelamos a nuestras potencias, desde ellas hacemos frente a las carencias y necesidades sin pasar por criterios éticos, sólo nos dedicamos a vivir, a auto conservarnos en cada acto de existencia, lo cual no pasa por la reflexión, es un querer prescrito que pulsa e impulsa al cuerpo, es un querer encarnado siempre insatisfecho.

Y además, afirma este deseo de vida, se trata de un “querer  hecho a la medida”, de una encarnación que se dobla sobre sí misma, de tal forma que nos sabemos, que nos percatamos como uno, único, entre los otros, nos sabemos distintos al resto de los demás, y que la única certeza que se tiene, es “el aquí en mí”, y por ello,  sabemos que nos pasan cosas, cosas que sólo a nosotros sentimos, que nadie vive la vida por nosotros y este saber exige tener un sentido, y tal necesidad, lleva a la idea del “Yo” un yo pletórico de potencias, del que emana conciencia, percepciones y querencias, fuerzas con las cuales intentamos apropiarnos del afuera en medio de tanteos que va dejando una confusión entre lo real y la ficción, pues en este afán de construir sentido, damos por sentado que el afuera es como lo captamos y terminando cautivos de las realidades que fabricamos a partir de los modos de sentir y querer encarnados. 

Con esta lectura, es posible pensar que nuestro cuerpo, anidan emociones, sentimientos, pensamientos, que se ponen en juego en cada presente que se experimenta dando lugar a una memoria sensorial que nunca olvida. Somos recipiente y contenido de nuestro ser originario que su fluir genera una demasía de significaciones en medio de las ambigüedades que emergen de esos tres centros vitales que orientan este querer-queriendo: los tres plexos corporales poderosos, diferentes pero interconectados, fuentes originarias de nuestras afecciones corporeizadas, localizadas en la animación encarnada del corazón, del cerebro y de las entrañas. 

Como ven, no es fácil hablar de ideas tan entrelazadas que describen nuestros sentires, emociones y sentimientos a partir de una fisiología con actividades orgánicas  que producen sustancias hacen posible la vida equilibrada.  Como afirma:

“Pulsos e impulsos primigenios, materialidades y configuraciones, aleaciones enredadas que surgen y desaparecen, saberes con propiedades singulares, espaciosidad hecha movimiento, horizontes desiderativos, corazones veraces, cerebros sentimentales y entrañas neurológicas: son algunas fuentes animadas de la afectividad, cuyas aguas brotan de la misma tierra donde hemos nacido como criatura respirante y necesitada de querer, esto es, de buscar, pretender y procurar, de sentirse vivo y fluir hasta donde sea posible junto con un mundo igualmente inestable y sometido a mutaciones.”

Auto reconocernos como fuentes animadas, como un querer originario, como seres humanos con una complejidad que fluye por nuestro cuerpo que impone límites y sentidos, es importante para comprendernos en medio de las realidades sociales que nos determinan, pero que igual construimos desde nuestra original encarnación, que fluye por esos surcos profundos por de nuestra subjetividad, nuestros apegos, tendencias, deseos, necesidades.

La autora defiende la importancia de comprender la subjetividad humana como encarnación, tener en cuenta que lo que nos sucede no está en el aire, que no somos tan solo una idea, sino que urge pensar el lugar donde nos sucede la vida, el cuerpo, pues ahí sentimos nuestras dolencias, apetencias, amarguras, esperanzas devenidas del apetito de vivir no importa qué o como. Indica que hablar de las personas, sin este reconocimiento no tiene sentido, porque nos pensamos diseccionados, partidos en dos, ya sea alma-cuerpo, cuando somos el resultado de una maraña de impulsos profundos y oscuros que nos gobiernan en este afán ingobernable de más vida, no siempre muy conscientes.

Al leer este libro, las ideas llegan in situ dejando una comprensión que se sabe más cómo emoción de conocer, de comprender lo que nos está pasando, se experimentan “algos”, o significantes que solo cada uno podrá tornar significado en un aquí-ahora en precario, fugaz, con problemas para hacerlo narración y atraparlo en lenguaje. Es como ella dice, ideas en mi “aquí en mi”, y se siente la afección que provoca, queda la sensación de que algo se comprende, pero ese “sucederme” es inasible con el poder de despertar nuestra memoria emocional y hablar de las emociones no es fácil.

La experiencia de leer es intransferible, pero puedo decir, que ahora me sé con un cuerpo sintiente que tiene el reto de pensarse, pues en él suceden apetitos de vida con una larguísima historia morfogenética que se abre paso, tras este “vivir queriendo” que necesito comprender para resituarme en mi mundo.

Finalmente diré que estamos frente a un libro de consulta constante, es un libro especializado, de estudio, y muy bueno. Emma León, no escribe sencillo, pero hay que hacer el esfuerzo, la experiencia de aprender lo que se pueda de ella, lo vale.  Me sigue esperando su libro “El monstruo en el otro”,  ya lo inicié hace tiempo, es del 2011, y creo estoy lista para la nueva aventura, aunque necesito descansar, tal vez leer una novela interesante ayudaría.

lunes, 3 de octubre de 2022

Hugo Zemelman Merino: hontanar de ideas para seguir iluminando los horizontes de realidad.

 

Hugo Zemelman Merino (1931-2013)
Desde 2013, en este día,  3 de octubre, necesito  hablar de Hugo Zemelman, a quien conocí esporádicamente en persona, pero más por la lectura de sus libros.  Se trata de una necesidad, que entiendo como algo que se tiene que hacer, porque le hace falta al mundo.  Es un día para “lenguajear” (expresión de Maturana) mi idea subjetivada, pensada y sentida sobre esta obra, y compartirla como tarea asumida por cuenta propia y con infinito agradecimiento personal.

 Desde mi perspectiva, el pensamiento de Hugo Zemelman no puede morir en el olvido de la academia.  Sus ideas, densas -es cierto-, se soportan por una gran cultura teórica que no todos tenemos y esto dificulta su lectura, que es muy exigente, pero cuyo esfuerzo aporta una necesidad formativa.  Sus ideas giran en torno a la reflexión sobre cómo nos situamos en el mundo que nos rodea, en cómo lo pensamos y cómo lo resolvemos; son ideas que invitan a pensar nuestros “pensamientos y sentimientos”, y con ello, resistir la imposición de una visión que impida reconocer el fluir otras realidades que estando ahí, no podemos ver ni analizar y menos, atender.

 En la obra de Zemelman, vamos a encontrar pensamientos que incitan a “asumirnos como sujetos”, frase abstracta, pero por ello, puede soportar el peso de la realidad sin saturarse; no se trata de un concepto, sino de una noción abierta, capaz de contener esos vacíos que el proceso histórico va dejando a su paso cuando se habla de nosotros.  Se trata de un “conceptos vacío” que van llenándose de realidad en un esfuerzo de pertinencia, de vigencia. 

 ¿Y qué pretende decirnos con esto de “asumirnos como sujetos”? En uno de sus libros, titulado “Sujeto: existencia y potencia”, deja ver los sentidos que explora, nos lleva a pensar que con sólo existir -y todo lo que esto implica-, desplegamos una fuerza vital que anida futuros, que entre el nacer y morir tenemos un poder que influye en la historicidad del mundo, y esto lo hacemos desde el acto más cotidiano, que herederos de pasados, forjamos futuros. Nadie queda exento.

 En otro escrito, dice, “sujeto como ámbito de sentidos”, y con esto, reconoce nuestro potencial, que somos hontanar de fuerzas conscientes e inconscientes, construimos mundos desde la más incipiente cotidianidad, y partiendo de esta aseveración, una pregunta cruza sus trabajos: ¿sabemos lo que impulsamos desde el más pequeño de nuestros actos o quedamos atrapados en las hegemonías del presente? Es decir, discute si tenemos claridad sobre los ordenamientos de nuestro existir, que al ser parte de lo instituido tal vez sólo somos, hacemos, y estamos ahí, automatizados, mimetizados a la lógica impuesta, o, quizá seamos capaces de desplegar nuestro potencial pensante para reconocer que lo instituido se agota en su fluir, que en su movimiento histórico se  distorsiona, crea vacíos que trastocan sus lógicas, empobreciéndose frente a la magmática y demandante realidad, que siempre en estado producente, demanda estar atentos, alertas, para no ser sorprendidos por la misma historia que construimos.

 La defensa del sujeto pensante, crítico, constructor de realidades orienta su obra, y los hace desde diferentes ejes, filosófico, político, sociológico, económico, pero en especial, epistemológico, es decir sobre cómo y para qué conocer, y lo hace desde planteamientos muy particulares articulados en lo que denomina Epistemología del Presente Potencial.

 Los ejes de sus discusión son amplios y variados; ninguno ubicado en un solo libro.  Está en todos, pero en algunos enfatiza nociones, lo cual hace imposible reseñarlas, pues dado su estilo de escritura  y exigencia de lectura, tales ideas ameritan ser atestiguadas, es decir, necesitan ser lenguajeada por quien incursiona en ellas, y al hacerlo, se aporta la experiencia personal del cómo se le comprende, del movimiento de ideas que genera en su lector.  Esto lleva a reconocer en su obra, un fuerte sentido paideico, después de leer a Zemelman y sentirse convocado a ser sujeto, hablar de ello, se torna la narración de una vivencia. Es mi caso, no puedo hablar de él de otra forma, así que esta es mi versión.

Su escritura, asemeja a esos versos que uno lee y relee, siempre teniendo una comprensión distinta; se trata de ideas que, leídas en diferente momento y circunstancia, suscitan pensares y sentires diferentes, nunca son los mismos pensamientos estimulados al contacto de sus palabras.   Zemelman necesita a un lector que no quiera definirlo, atraparlo en resúmenes al tratarse de una escritura que no puntualiza, sólo ofreciendo problemas sobre nuestra forma de pensar, que son explorados en varios niveles, por ello, se necesita a un lector que se atreva a explorar ideas que no ven la otra orilla, sino que hunden en la profundidad de lo que necesita ser pensando. 

Cuando su escritura encuentra a un lector, éste descubre que en esas palabras existen un  "algo" que es de su incumbencia, que  tiene que ver con él, y surge el deseo de conocer qué es, deseo que lo lleva a la experiencia de leer y releer, de volver a esas páginas en cuya lectura ha sentido que puede vivir una experiencia de libertad; ahí, se sabe capaz de pensar,  que hay más de lo habitualmente reconocido, que puede avanzar sobre lo que ignora, y ese deseo le lleva al límite, a un umbral que sospecha tiene lo que busca, para seguir en esa exploración que provoca un movimiento personal que reta, desafía.  Lo que se descubre y nos compete, se torna en un ir y venir, en actos de conocimiento, que ensancha, enriquece a la persona.

Y de esto último es lo que he querido hablar este día, del papel que juega en nuestro auto rescate como sujetos, el acto de conocer, asunto que aborda en su libro: Horizontes de la Razón de III, un libro plagado de ideas-madre, todas articuladas en el abordaje de este asunto tan complejo.   En este libro del 2011, le penúltimo que escribió, vamos a encontrar una argumentación vasta, densa, profunda, sobre la necesidad de “pensar el conocimiento”, de problematizar su papel en nuestras vidas, otorgándole un valor existencial para superar una visión meramente cognitiva y adaptativa.  Zemelman le apuesta a un acto de conocer que provoque una mirada capaz de “iluminar los horizontes de realidad”, es decir, un conocer que, si bien ayuda a moverse con soltura en lo conocido, vaya más allá, que permita avanzar sobre lo ignorado;  que lo que se conozca, no se cierre, sino que deje ver indicios, señales, y que ese camino recorrido, sea la entrada a otros, apenas por explorar, y todo esto, lo hace un sujeto que desea conocer, que sabe que al hacerlo, que siente que expande su subjetividad.

Así, a lo largo y ancho de sus páginas, reflexiona cómo en el acto de conocer no siempre nos permite explorar lo desconocido, como buen Bachelardiano, Zemelman reconoce nuestras resistencias, nuestras preferencias a quedarnos en lo conocido, en el lugar seguro, pero al ser detenidos en ese saber que explica y sutura, se impone una versión de verdad, que apaga otras preguntas mediante su instrumentalización, su uso para resolver lo emergente, pero sin ir más allá.   A lo largo de la obra, nos lleva a pensar en los retos formativos que enfrentamos para vivir actos de conocimiento que no nos impidan avanzar, de ahí que la obra tenga esta fuerte dimensión paideica.

El reto formativo que enfrentamos, por tanto, será conocer de manera epistémica, un conocer que atienda la dimensión producente de realidad, que exige pensar reconociendo movimientos, dimensiones espaciales, temporales, la articulación de los fenómenos, etc., etc., nos habla del valor de una racionalidad crítica, donde crítica se entiende como el reconocimiento de lo potencial en lo dado que estamos conociendo.   Una racionalidad cuyo pensar se resista a cerrarse en una verdad mediante el uso de conceptos abiertos, siempre enriqueciéndose con lo producente de la realidad.

Nos habla de la urgencia de problematizar la información que sólo describe, explica, resuelve temporalmente, cuando lo que se necesita es una información que se torne un conocimiento-pensado y sentido por un sujeto que se sabe parte el mundo, quien pregunta y responde, que mira algo más, que tiene necesidad de conocer varias versiones sobre un mismo fenómeno porque es su incumbencia.  Nos dice que, si el conocimiento se aborda ante la necesidad de la vida propia, entonces, conocer no será actos de especialista, sino de todos los sujetos sociales. Aquí vemos su vinculación con la educación.

En el libro, avanza sobre este tópico abriendo otros problemas implicados, como lo es el lenguaje, que exige nociones abiertas, que argumente sin cerrar lo que se dice, ideas para seguir significando lo que ocurre en la emergente realidad. Igual nos hablará del problema de crítica, del reto de colocarse leyendo discursos de orden, de poder, hegemonías, coyunturas, los tiempos cortos, largos, etc. etc.  No es un libro fácil, pero la formación que favorece en quien vive el reto, no tiene valor.

Y podría seguir hablando de él, desde la forma en que lo conozco.  Siempre se me ha catalogado como zemelmaniana, y nunca lo he negado teniendo claro que este calificativo me pone en una gran responsabilidad intelectual y personal.   Aprender algo de este autor, exige abrevar de la cultura teórica de mi tiempo y espacio y que necesito usar este conocimiento para aprehender sus planteamientos y apropiarme de ellos.  Y lo más importante, que este conocerle, se torne un conocimiento que me ayude a mi fortalecimiento como persona, que me permita pensarme en mis microespacios, y ahí, vivir el ejercicio de la crítica para situarme en esa realidad producente que necesita ser pensada en tiempo presente.

No sé si lo logro, pero sí sé, que leer a este autor, no tiene que ver con recetarse sus obras y memorizarla para repetir sus frases, citarlo en trabajos, usarlo como adorno.  Leer a Zemelman exige documentarse, leer a otros que nos  enriquezcan, que respondan  preguntas, y así pueda hacerse vida esa invitación que nos hace de “asumirnos como sujeto”  con un pensamiento muy enriquecido que aporte lenguaje, ideas fuertes, resistentes, capaces de desmontar los parámetros hegemónicos de la real-realidad a la que se pertenece y se imponen inexorablemente.

Con Zemelman, pude pensar mejor este reto personal de asumir la autonomía que nos sea posible en medio de la heteronomía del tiempo que nos ha tocado vivir (asunto de mi tesis de doctorado) y que hacerlo, no es resultado de un buen deseo, de un acto de voluntarismo, de bonitas palabras, sino que se trata de un esfuerzo intelectual que aporta sabiduría para colocarse en una realidad que no deja de fluir.

 

 

sábado, 1 de octubre de 2022

¿Divulgar las investigaciones de E. Ferreiro o Idear estrategias para movilizar la cultura didáctica que desconoce la psicogénesis sobre el aprendizaje de la lengua escrita?

 

Pues le ha tocado el turno a este libro ENSEÑAR A LEER Y ESCRIBIR EN CONTEXTOS DIVERSOS. APORTES PARA LA FORMACIÓN DOCENTE, que, al investigar un poco sobre su origen, no se publica en nuestro contexto mexicano, sino el argentino, aunque el segundo capítulo narra una experiencia en México, realizada durante la pandemia, con Amira Dávalos, del Departamento de Investigación e Innovación Educativa de la Secretaría de Educación de Querétaro y Arizbeth Soto del CINESTAV.

Quedé algo desencantada preguntándome ¿Cuántos trabajos de este tipo se han publicado desde mitad de los 80s a la fecha? Y digo ochentas, en el caso de nuestro país, Argentina, no sé desde cuándo, siendo de ahí Emilia Ferreiro, que publicó su primera investigación por los 70s. 

Desde el famoso PALEM, que inició por el 81, a raíz de la investigación de Emilia Ferreiro en México, auspiciada por Margarita Gómez Palacio, se inició la introducción de las ideas este libro en el contexto de la educación primaria, en especial en primero y en segundo.  Más de 30 años con esta información divulgada por investigaciones, programas, hasta en el libro del maestro de primer y segundo grado de la SEP, está, y los libros del alumno están conformados con este enfoque.

¿Qué ha pasado? ¿Cuál es la cultura didáctica en la enseñanza de la lengua escrita real? Fui docente de primer grado, algunas veces de segundo, y no todo el tiempo, alguna parte, la dediqué a la difusión de estas ideas como asesora estatal, desde UPN diseñé cursos, diplomados, etc. ¿Y qué ha pasado? En mis retornos a la escuela primaria, parecía que entraba a un túnel del tiempo, me encontraba con los mismos espacios, y como nuestra estancia es tan larga en la educación, con los mismos compañeros que me decían con su vos, lenguaje no verbal y prácticas, ¡todo sigue igual…!, es decir, cambios en el mismo sentido instituido, en los usos y costumbres que dan vida y sentido a la escuela.

Pues algo así he sentido leyendo este libro.  Tuve una larga estancia en la educación, a punto de cumplir 45 años me jubilé, y desde el 1985, he vista este esfuerzo de movilizar nuestras concepciones didácticas sobre la enseñanza de la lengua escrita, mucha información ha circulado sobre cómo aprenden los niños este contenido cultural imprescindibles para sus vidas, y visto que “prende” un aprendizaje cognitivo, es decir, se conoce esta información denotativamente para brindar datos, un informe, es un conocer que responde a la burocracia, pero no moviliza las prácticas arraigadas y vivenciadas culturalmente sobre la enseñanza.

Lo que leí, refiere a lugares comunes en los últimos 35 años, lo verdaderamente sorprendente sería investigar en cómo hacer que este saber, este conocer haga que los profesores se arriesguen en sus prácticas y avancen hacia situaciones fuera de sus lógicas e incursiones por expresiones infantiles de escritura que los asombren, les generen preguntas y venciendo sus resistencias, en medio de la incertidumbre de lo no hecho, ensanchen sus experiencias, ahora iluminando otras, apenas por realizarse preguntándose ¿cómo aprenden los niños a leer y escribir? Y desde esta psicogénesis reconocida, reinventar su quehacer día a día.

Este libro es recomendable para maestros que se inician en la docencia, pero sin quedarse ahí, necesitan informarse más, acceder de manera directa de la investigación de tan larga data de Emilia Ferreiro, cuando menos leer el último, El ingreso a la escritura y a las culturas de lo escrito, y si se puede revisar la investigación que hizo en 1982, creo, sería excelente.

Bueno, hay que reconocer lo valioso de que este asunto siga importando a los investigadores, desde donde se pueden sugerir muchas ideas, pero sería mejor, pasar de este nivel de divulgación a otro; después de 35 años, urgen nuevas estrategias que rompan las resistencias para movilizar la cultura docente en este campo. Ese es el reto de hoy.

Yo les invito a mi Blog, donde como docente y pensadora de estos asuntos, he realizado algunas reflexiones. http://educacionhoy.blog