lunes, 3 de octubre de 2022

Hugo Zemelman Merino: hontanar de ideas para seguir iluminando los horizontes de realidad.

 

Hugo Zemelman Merino (1931-2013)
Desde 2013, en este día,  3 de octubre, necesito  hablar de Hugo Zemelman, a quien conocí esporádicamente en persona, pero más por la lectura de sus libros.  Se trata de una necesidad, que entiendo como algo que se tiene que hacer, porque le hace falta al mundo.  Es un día para “lenguajear” (expresión de Maturana) mi idea subjetivada, pensada y sentida sobre esta obra, y compartirla como tarea asumida por cuenta propia y con infinito agradecimiento personal.

 Desde mi perspectiva, el pensamiento de Hugo Zemelman no puede morir en el olvido de la academia.  Sus ideas, densas -es cierto-, se soportan por una gran cultura teórica que no todos tenemos y esto dificulta su lectura, que es muy exigente, pero cuyo esfuerzo aporta una necesidad formativa.  Sus ideas giran en torno a la reflexión sobre cómo nos situamos en el mundo que nos rodea, en cómo lo pensamos y cómo lo resolvemos; son ideas que invitan a pensar nuestros “pensamientos y sentimientos”, y con ello, resistir la imposición de una visión que impida reconocer el fluir otras realidades que estando ahí, no podemos ver ni analizar y menos, atender.

 En la obra de Zemelman, vamos a encontrar pensamientos que incitan a “asumirnos como sujetos”, frase abstracta, pero por ello, puede soportar el peso de la realidad sin saturarse; no se trata de un concepto, sino de una noción abierta, capaz de contener esos vacíos que el proceso histórico va dejando a su paso cuando se habla de nosotros.  Se trata de un “conceptos vacío” que van llenándose de realidad en un esfuerzo de pertinencia, de vigencia. 

 ¿Y qué pretende decirnos con esto de “asumirnos como sujetos”? En uno de sus libros, titulado “Sujeto: existencia y potencia”, deja ver los sentidos que explora, nos lleva a pensar que con sólo existir -y todo lo que esto implica-, desplegamos una fuerza vital que anida futuros, que entre el nacer y morir tenemos un poder que influye en la historicidad del mundo, y esto lo hacemos desde el acto más cotidiano, que herederos de pasados, forjamos futuros. Nadie queda exento.

 En otro escrito, dice, “sujeto como ámbito de sentidos”, y con esto, reconoce nuestro potencial, que somos hontanar de fuerzas conscientes e inconscientes, construimos mundos desde la más incipiente cotidianidad, y partiendo de esta aseveración, una pregunta cruza sus trabajos: ¿sabemos lo que impulsamos desde el más pequeño de nuestros actos o quedamos atrapados en las hegemonías del presente? Es decir, discute si tenemos claridad sobre los ordenamientos de nuestro existir, que al ser parte de lo instituido tal vez sólo somos, hacemos, y estamos ahí, automatizados, mimetizados a la lógica impuesta, o, quizá seamos capaces de desplegar nuestro potencial pensante para reconocer que lo instituido se agota en su fluir, que en su movimiento histórico se  distorsiona, crea vacíos que trastocan sus lógicas, empobreciéndose frente a la magmática y demandante realidad, que siempre en estado producente, demanda estar atentos, alertas, para no ser sorprendidos por la misma historia que construimos.

 La defensa del sujeto pensante, crítico, constructor de realidades orienta su obra, y los hace desde diferentes ejes, filosófico, político, sociológico, económico, pero en especial, epistemológico, es decir sobre cómo y para qué conocer, y lo hace desde planteamientos muy particulares articulados en lo que denomina Epistemología del Presente Potencial.

 Los ejes de sus discusión son amplios y variados; ninguno ubicado en un solo libro.  Está en todos, pero en algunos enfatiza nociones, lo cual hace imposible reseñarlas, pues dado su estilo de escritura  y exigencia de lectura, tales ideas ameritan ser atestiguadas, es decir, necesitan ser lenguajeada por quien incursiona en ellas, y al hacerlo, se aporta la experiencia personal del cómo se le comprende, del movimiento de ideas que genera en su lector.  Esto lleva a reconocer en su obra, un fuerte sentido paideico, después de leer a Zemelman y sentirse convocado a ser sujeto, hablar de ello, se torna la narración de una vivencia. Es mi caso, no puedo hablar de él de otra forma, así que esta es mi versión.

Su escritura, asemeja a esos versos que uno lee y relee, siempre teniendo una comprensión distinta; se trata de ideas que, leídas en diferente momento y circunstancia, suscitan pensares y sentires diferentes, nunca son los mismos pensamientos estimulados al contacto de sus palabras.   Zemelman necesita a un lector que no quiera definirlo, atraparlo en resúmenes al tratarse de una escritura que no puntualiza, sólo ofreciendo problemas sobre nuestra forma de pensar, que son explorados en varios niveles, por ello, se necesita a un lector que se atreva a explorar ideas que no ven la otra orilla, sino que hunden en la profundidad de lo que necesita ser pensando. 

Cuando su escritura encuentra a un lector, éste descubre que en esas palabras existen un  "algo" que es de su incumbencia, que  tiene que ver con él, y surge el deseo de conocer qué es, deseo que lo lleva a la experiencia de leer y releer, de volver a esas páginas en cuya lectura ha sentido que puede vivir una experiencia de libertad; ahí, se sabe capaz de pensar,  que hay más de lo habitualmente reconocido, que puede avanzar sobre lo que ignora, y ese deseo le lleva al límite, a un umbral que sospecha tiene lo que busca, para seguir en esa exploración que provoca un movimiento personal que reta, desafía.  Lo que se descubre y nos compete, se torna en un ir y venir, en actos de conocimiento, que ensancha, enriquece a la persona.

Y de esto último es lo que he querido hablar este día, del papel que juega en nuestro auto rescate como sujetos, el acto de conocer, asunto que aborda en su libro: Horizontes de la Razón de III, un libro plagado de ideas-madre, todas articuladas en el abordaje de este asunto tan complejo.   En este libro del 2011, le penúltimo que escribió, vamos a encontrar una argumentación vasta, densa, profunda, sobre la necesidad de “pensar el conocimiento”, de problematizar su papel en nuestras vidas, otorgándole un valor existencial para superar una visión meramente cognitiva y adaptativa.  Zemelman le apuesta a un acto de conocer que provoque una mirada capaz de “iluminar los horizontes de realidad”, es decir, un conocer que, si bien ayuda a moverse con soltura en lo conocido, vaya más allá, que permita avanzar sobre lo ignorado;  que lo que se conozca, no se cierre, sino que deje ver indicios, señales, y que ese camino recorrido, sea la entrada a otros, apenas por explorar, y todo esto, lo hace un sujeto que desea conocer, que sabe que al hacerlo, que siente que expande su subjetividad.

Así, a lo largo y ancho de sus páginas, reflexiona cómo en el acto de conocer no siempre nos permite explorar lo desconocido, como buen Bachelardiano, Zemelman reconoce nuestras resistencias, nuestras preferencias a quedarnos en lo conocido, en el lugar seguro, pero al ser detenidos en ese saber que explica y sutura, se impone una versión de verdad, que apaga otras preguntas mediante su instrumentalización, su uso para resolver lo emergente, pero sin ir más allá.   A lo largo de la obra, nos lleva a pensar en los retos formativos que enfrentamos para vivir actos de conocimiento que no nos impidan avanzar, de ahí que la obra tenga esta fuerte dimensión paideica.

El reto formativo que enfrentamos, por tanto, será conocer de manera epistémica, un conocer que atienda la dimensión producente de realidad, que exige pensar reconociendo movimientos, dimensiones espaciales, temporales, la articulación de los fenómenos, etc., etc., nos habla del valor de una racionalidad crítica, donde crítica se entiende como el reconocimiento de lo potencial en lo dado que estamos conociendo.   Una racionalidad cuyo pensar se resista a cerrarse en una verdad mediante el uso de conceptos abiertos, siempre enriqueciéndose con lo producente de la realidad.

Nos habla de la urgencia de problematizar la información que sólo describe, explica, resuelve temporalmente, cuando lo que se necesita es una información que se torne un conocimiento-pensado y sentido por un sujeto que se sabe parte el mundo, quien pregunta y responde, que mira algo más, que tiene necesidad de conocer varias versiones sobre un mismo fenómeno porque es su incumbencia.  Nos dice que, si el conocimiento se aborda ante la necesidad de la vida propia, entonces, conocer no será actos de especialista, sino de todos los sujetos sociales. Aquí vemos su vinculación con la educación.

En el libro, avanza sobre este tópico abriendo otros problemas implicados, como lo es el lenguaje, que exige nociones abiertas, que argumente sin cerrar lo que se dice, ideas para seguir significando lo que ocurre en la emergente realidad. Igual nos hablará del problema de crítica, del reto de colocarse leyendo discursos de orden, de poder, hegemonías, coyunturas, los tiempos cortos, largos, etc. etc.  No es un libro fácil, pero la formación que favorece en quien vive el reto, no tiene valor.

Y podría seguir hablando de él, desde la forma en que lo conozco.  Siempre se me ha catalogado como zemelmaniana, y nunca lo he negado teniendo claro que este calificativo me pone en una gran responsabilidad intelectual y personal.   Aprender algo de este autor, exige abrevar de la cultura teórica de mi tiempo y espacio y que necesito usar este conocimiento para aprehender sus planteamientos y apropiarme de ellos.  Y lo más importante, que este conocerle, se torne un conocimiento que me ayude a mi fortalecimiento como persona, que me permita pensarme en mis microespacios, y ahí, vivir el ejercicio de la crítica para situarme en esa realidad producente que necesita ser pensada en tiempo presente.

No sé si lo logro, pero sí sé, que leer a este autor, no tiene que ver con recetarse sus obras y memorizarla para repetir sus frases, citarlo en trabajos, usarlo como adorno.  Leer a Zemelman exige documentarse, leer a otros que nos  enriquezcan, que respondan  preguntas, y así pueda hacerse vida esa invitación que nos hace de “asumirnos como sujeto”  con un pensamiento muy enriquecido que aporte lenguaje, ideas fuertes, resistentes, capaces de desmontar los parámetros hegemónicos de la real-realidad a la que se pertenece y se imponen inexorablemente.

Con Zemelman, pude pensar mejor este reto personal de asumir la autonomía que nos sea posible en medio de la heteronomía del tiempo que nos ha tocado vivir (asunto de mi tesis de doctorado) y que hacerlo, no es resultado de un buen deseo, de un acto de voluntarismo, de bonitas palabras, sino que se trata de un esfuerzo intelectual que aporta sabiduría para colocarse en una realidad que no deja de fluir.

 

 

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