martes, 23 de junio de 2020




Las fuentes de la vergüenza (Sociología clínica) (Spanish Edition ...

Estamos en la vida.  Un día nacimos, no lo pedimos, sólo nos abrimos paso hacia la vida hasta construir conciencia para vernos inmersos en un mundo hecho, al cual necesitábamos –por sobrevivencia-, adaptarnos, y continuar con el milagro de existir con una durabilidad desconocida.
Indiscutiblemente, ya veníamos con una alquimia genética única, ya éramos seres listos para desplegarnos en nuestra diferencia, sólo que en medio de otros que nos reclamarían “volvernos iguales” y ser parte de la comunidad, socializarnos, aprender los usos y costumbres, para sentirnos y hacerles sentir que somos de ellos y con ellos.  Es decir, nacimos con una doble responsabilidad, por un lado, existir en el tiempo, tan abierto, tan abismal de sentidos posibles encontrándonos a nosotros mismos, y por otro, vivir la batalla diaria de coexistir con los otros.  Como le escuché a Antonio Damasio, el fin de la vida es la felicidad... ¡Menudo problema en el que estamos inmersos y de por vida!
En este libro, Gaulejac sostiene que la estructuración de nuestra subjetividad, de quien somos-siendo, tiene dos grandes ejes, por un lado, mucho le debemos a los fenómenos sociales en lo que estamos inmersos desde el nacimiento, los contextos, el afuera se intercepta con nuestra vida hasta definir y condicionar en gran medida nuestra personalidad, carácter, sentido de vida, y a la vez, esta constitución interior forjada desde el afuera, se torna una fuerza que actúa sobre uno mismo en el proceso de existencia. A estas dos vertientes de estructuración de la subjetividad, nos impulsan o nos detienen, Gaulejac les llama “irreductibles sociales y psíquicos”, los cuales, se nutren uno al otro y son indisociables. 
Entonces, somos producto-producente de mundo.  La dimensión social actúa sobre nosotros dando lugar a pensamientos, sentimientos, deseos, sentidos, sufrimientos que devolvemos a lo social, nuestro mundo interior, nuestro psiquismo, crea a su vez, más realidad.  Por ello, los sucesos sociales son definitivamente “socio-psíquicos”, esto es, todo lo que acaece socialmente es el resultado de decisiones humanas, y lo que le sucede al humano en su interior, tiene raigambre social.
Esta dialéctica, lleva a pensar en la importancia de pensar en la salud psíquica de los sujetos, quienes irremediablemente, en su coexistencia con los otros, creamos el mundo que habitamos todos.
¿Qué pasa si en el mundo en el que nos tocó nacer no es favorable a nuestro desarrollo? ¿Qué nos sucede cuando crecemos en medio de carencias de todo tipo, entre violencias diversas que humillan, denigran, lastiman el amor propio? ¿Qué daños psíquicos se adquieren cuando crecemos en un mundo que no consideran las necesidades infantiles y se impone una realidad que desgarra la imaginación, la voz propia, el sentido de dignidad? 
Definitivamente son preguntas complejas, que me traen la reflexión de Freud sobre lo que denominó “Malestar de la Cultura”, donde se libra esa batalla de socializarnos, de educar nuestro sentido de placer con el que nacemos para educarlo y adoptar el criterio de realidad, y así volvernos parte del mundo social, lo cual tiene que suceder con el menor costo de sufrimiento posible ¿Pero si esto no sucede con el cuidado que se amerita? ¿Qué nos sucede? ¿Cómo terminamos como seres sufrientes sin herramientas para salir de él? ¿Quiénes sí lo logran?
Vincent de Gaulejac, interesado por el sufrimiento humano, se adentra por él, desde este sentimiento llamado “vergüenza”, definitivamente es un sentimiento doloroso y sensible, del que no se quiere hablar, que engendra silencio y un repliegue sobre sí mismo, que empequeñece, hunde en un profundo dolor existencial.
A través del análisis de varios casos de personas con grandes sufrimientos, va abordando este problema aportando ideas como estas:
“La vergüenza es perturbadora, causa malestar y uno prefiere evitarla.  El silencio que la acompaña no es sólo producto de la dificultad de hablar de ella, sino que depende también de la resistencia a recibirla”
“...cuando la vergüenza mora en nuestro interior nos sentimos inútiles, incomprendidos, desvalorizados y solos. Intentamos disimular la vergüenza a cualquier precio... pensamos que hablar de la vergüenza no sirve de nada, que nuestra existencia está vacía y no presentar interés alguno.”
 “La vergüenza y el secreto se hallan indisolublemente ligados...”
“El sentimiento de inferioridad es una herida narcisista profunda...herida que modifica la relación con los padres dos planos, el de la culpabilidad   y el de la vergüenza.
 “Si la vergüenza es indecible es porque el sujeto trata de disimularla, pero también porque no sabe qué le pasa y no sólo no lo comprende sino que tampoco se anima a hacer las preguntas que le permitirían saber.”
“La vergüenza es el desamor de sí mismo, es pensar que uno es malo en el fuero interno...Se trata de desplazar la responsabilidad del nivel individual al nivel social: las personas no son malas ”
“La vergüenza contamina la totalidad de la existencia”
“La vergüenza se instala porque es indecible.  Es indecible porque hablar de ella implicaría poner al día cosas inconfesables y correr el riesgo de ser uno mismo desaprobado.”
“El sujeto teme las situaciones que podrían revivir la herida. Evita las situaciones, tiende a aislarse, a replegarse sobre sí mismo, a cortar toda relación para no correr el riesgo de revivir una violencia semejante.”
“La vergüenza es la consecuencia de una humillación...el desprecio, la invalidación que sufre el individuo producen una reacción psíquica, una huella que persiste aun cuando la humillación ha cesado y ya no tiene razón de ser.”
Las historias de vida analizadas, son solo unos cuantos casos, que llevados a procesos de teorización, revelan que encauzar la vida psíquica es un problema nodal de la sociedad.  Este trabajo nos dice que finalmente, que nadie está exento de este sentimiento, pero que algunos, o tal vez muchos, lo sobreviven en medio de grandes sufrimientos.
Las personas crecemos en medio de diversas violencias, por ejemplo, analiza el caso de la pobreza extrema, que lleva a la  mendicidad, a la estigmatización, dependencia, pérdida de dignidad, deshumanización confusión. Una situación de este tipo, impide la realización del sujeto, no puede ser lo que puede ser, se trata de un sufrimiento destructivo, de un mal-estar originado por una falta de confort, la miseria duele en el cuerpo, daña moral e intelectualmente, la herida desde el exterior, humilla, y las consecuencias hacia el exterior pueden ser fuertes violencias en una agresiva necesidad de salvaguardar la dignidad.  “Recuperar el orgullo se sí mismo es fundamental, probar que uno vale tanto como cualquiera.”
O tal vez, se han padecido violencias físicas,  psicológicas o simbólicas y ante ellas se ha reaccionado en función de la propia historia, pero no ha se podido evadir que la vergüenza se instale en su interior, así, lo real social actúa sobre el funcionamiento psíquico reorientando, dando lugar a un inconsciente donde se enquistan experiencias humillantes, que movilizan afectos y emociones.  ¿Qué tan graves son? Dependerá de la capacidad del sujeto para librarse de ellas, de tornarlas experiencias retadoras de vida, de impulso que alienta al individuo a existir como sujeto, por lo que tendrá que enfrentarla, y aprender a dominar sus pulsiones y aceptar los valores de la comunidad social.
Para ello, necesita comprender de qué manera su pasado le afecta, cómo ha actuado sobre él, tendrá que mostrarlas, sacarlas del anonimato, definir qué parte corresponde a las determinantes sociales y cuál a las determinaciones psíquicas.
Gaulejac, plantea la necesidad de que el sujeto diferencie  la causa y el efecto, lo interno y lo externo, lo que viene de los otros, lo que concierne al proceso de desvalorización que ha padecido y lo que concierne al conflicto intrapsíquico que lo desgarra,  sabrá cuando tiene reacciones defensivas, repliegues, actos de fuga como el alcoholismo, drogas, burla, orgullo, y sabrá que tiene una historia real, que no la puede cambiar, pero sí puede transformar el vínculo que mantiene con ella, así, podrá sustituir las emociones inhibidoras por una expresión liberadora. La vergüenza no debe ser tragada, hay que mostrarla, simbolizarla por diversos medios, y ya en el lugar de la conciencia, utilizarla como impulso para ser sujeto.
Los caminos para encontrarse con los orígenes de nuestras vergüenzas están sembrados de obstáculos, dudas y sufrimientos, no es fácil, y la razón es que se trata de una tarea personal, pero íntimamente enraizada con los demás, si bien uno sabe lo que le ha ocurrido en la vida, para comprender nuestra vergüenza, se tendrá que arribar a cómos, cuándos, quiénes  están implicados y las afectaciones y consecuencias que esto tiene. Desprenderse de la vergüenza es un trabajo delicado, necesitará de reconquistar la historia familiar, discernir entre lo verdadero y lo falso en las relaciones consigo mismo y con los demás.
Como afirma Gaulejac, se trata de “Poner palabras allí donde la vergüenza genera silencio es desarrollar la capacidad de simbolización, operar una restauración de las historia, lo cual tiene por consecuencia una verdadera reconstrucción biográfica.”
Por tanto, hacer una confesión, y comprender que hacer esto que sucede no solo le sucede a uno, sino que se inscribe en un momento social, en una situación determinada y que si uno se creía único frente a tal sufrimiento, se da cuenta de que los semejantes viven situaciones que hablan de violencias compartidas, que ellos también han sido confrontados y humillados, y que el hecho de hablar de ellas, lejos de reforzar la vergüenza, la vuelve a colocar en su lugar, como una experiencia existencia entre tantas otras.  Entonces, se trata de reconocer que:
1º la vergüenza es un sentimiento moral provocado por la necesidad de adaptarse a las exigencias de su ideal para sentirse digno de estima, que cuando no lo logra, se siente indigno, su autoestima se ve perturba, y siente vergüenza.
2º la vergüenza es un sentimiento existencial, que hablar de ella, desnuda, revela la intimidad de cada ser, la subjetividad profunda.
3º que es de carácter social, que somos miembros íntegros de una sociedad, donde se afirma la singularidad y sentido de pertinencia con prudencia o con sufrimiento.
 Estos reconocimientos, logrados por diversas vías o estrategias (escribir u otra forma de expresión –cantar, componer, teatro-,  hacer una novela familiar, hablar en grupos de ayuda mutua) favorece el reencuentro con nuestras posibilidades, remontar por la vergüenza hacia momentos de crecimiento, siendo conscientes, que esos episodios dolorosos no desaparecen, pero que nuestra relación con ellos ahora, en vez de humillación y achicamientos, son motores de impulso que dignifican y orientar para retomar el desarrollo personal, como un acto de “resiliencia”, recordando las ideas de Boris Cyrulnick.
El autor termina reflexionando, que la idea de la vergüenza es histórica, que no es lo mismo sentir vergüenza en el mundo antiguo, en la edad media o en la actualidad, que las fuentes de la vergüenza en su naturaleza social hoy día están marcadas por la exigencia del culto a la excelencia, y que hoy, la vergüenza de no tener los méritos para competir por el mejor trabajo, no dar ese máximo que el exterior solicita, nos hunde en procesos de vergüenza que nos llevan por caminos de sufrimientos diferentes, estamos frente a una “ideología de la realización de sí mismo” que produce ansiedad, estrés,  ser exitoso en todos los registros, físico, sexual, psicológico, profesional, social, etc. Un ideal difícil de alcanzar, generador de una vergüenza latente.
Un libro interesante, confrontador, leerlo conlleva pensar en las propias vergüenzas, y como afirma, poner en relieve lo que se oculta, duele.  Yo agregaría que a parte de sus recomendaciones para sacar lo que nos humilla del anonimato, está la lectura, leer conlleva un diálogo con las ideas del autor, y esas palabras que se dialogan son buscadas dentro nuestro por la fuerza de la idea del autor, que actúan como lámparas que se asoman a nuestro inconsciente e iluminan esas zonas de las que sin saber, no queremos hablar, pero ahí están, mostrándose, afectándonos, doliéndonos cuando menos lo esperamos...
Libro recomendable para quienes nos dedicamos a la educación (y a vivir nuestra vida).  ¿Cuántas veces sin darnos cuenta, hemos generado una violencia verbal, actitudinal, y hasta física que pudo humillar a nuestros alumnos?  ¿Verdad que hablar de ellas no es nuestro deseo inmediato? Sentimos vergüenza de nuestra vergüenza... Pero, como afirma nuestro autor:
“Más vales convivir con las propias vergüenzas, las imperfecciones, las bajezas, sin pretender elevarse demasiado. Así no se corre el riesgo de caer y uno se preserva del riesgos de avergonzar a quien sea.”

Y bueno, siempre, un buen libro lleva a otro.  Hace tiempo había iniciado éste, pero entre el tiempo que lo inicié y terminé me hice de otro del mismo autor: “La historia que heredamos”, ahora enfocado a invitarnos a reconocer en nuestra historias “herencias” que tienen que ver, lo que somos.  No se si siga con él, si lo termine en este tiempo, sólo diré que es igualmente interesante. 

La historia que heredamos eBook: De Gaulejac, Vincent, Del Nuevo ...

Aquí una entrevista interesante, no habla español, pero tiene subtítulos.

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