Estamos en la vida. Un día nacimos, no lo pedimos, sólo nos
abrimos paso hacia la vida hasta construir conciencia para vernos inmersos en
un mundo hecho, al cual necesitábamos –por sobrevivencia-, adaptarnos, y continuar con el milagro de existir con una durabilidad desconocida.
Indiscutiblemente, ya veníamos
con una alquimia genética única, ya éramos seres listos
para desplegarnos en nuestra diferencia, sólo que en medio de otros que nos
reclamarían “volvernos iguales” y ser parte de la comunidad, socializarnos,
aprender los usos y costumbres, para sentirnos y hacerles sentir que somos de ellos
y con ellos. Es decir, nacimos con una
doble responsabilidad, por un lado, existir en el tiempo, tan abierto, tan
abismal de sentidos posibles encontrándonos a nosotros mismos, y por otro, vivir
la batalla diaria de coexistir con los otros. Como le escuché a Antonio Damasio, el fin de
la vida es la felicidad... ¡Menudo problema en el que estamos inmersos y de por
vida!
En este libro, Gaulejac sostiene
que la estructuración de nuestra subjetividad, de quien somos-siendo, tiene dos
grandes ejes, por un lado, mucho le debemos a los fenómenos sociales en lo que
estamos inmersos desde el nacimiento, los contextos, el afuera se intercepta
con nuestra vida hasta definir y condicionar en gran medida nuestra
personalidad, carácter, sentido de vida, y a la vez, esta constitución
interior forjada desde el afuera, se torna una fuerza que actúa sobre uno mismo en el proceso de
existencia. A estas dos vertientes de estructuración de la subjetividad, nos impulsan o nos detienen, Gaulejac les
llama “irreductibles sociales y psíquicos”, los cuales, se nutren uno al otro y
son indisociables.
Entonces, somos
producto-producente de mundo. La
dimensión social actúa sobre nosotros dando lugar a pensamientos,
sentimientos, deseos, sentidos, sufrimientos que devolvemos a lo social,
nuestro mundo interior, nuestro psiquismo, crea a su vez, más realidad. Por ello, los sucesos sociales son
definitivamente “socio-psíquicos”, esto es, todo lo que acaece socialmente es
el resultado de decisiones humanas, y lo que le sucede al humano en su
interior, tiene raigambre social.
Esta dialéctica, lleva a pensar en la importancia de pensar en la salud psíquica de los sujetos, quienes irremediablemente, en su coexistencia con los otros, creamos el mundo que habitamos todos.
Esta dialéctica, lleva a pensar en la importancia de pensar en la salud psíquica de los sujetos, quienes irremediablemente, en su coexistencia con los otros, creamos el mundo que habitamos todos.
¿Qué pasa si en el mundo en el
que nos tocó nacer no es favorable a nuestro desarrollo? ¿Qué nos sucede cuando
crecemos en medio de carencias de todo tipo, entre violencias diversas que
humillan, denigran, lastiman el amor propio? ¿Qué daños psíquicos se adquieren cuando
crecemos en un mundo que no consideran las necesidades infantiles y se impone
una realidad que desgarra la imaginación, la voz propia, el sentido de
dignidad?
Definitivamente son preguntas complejas, que me traen la reflexión de Freud sobre lo que denominó “Malestar de la Cultura”, donde se libra esa batalla de socializarnos, de educar nuestro sentido de placer con el que nacemos para educarlo y adoptar el criterio de realidad, y así volvernos parte del mundo social, lo cual tiene que suceder con el menor costo de sufrimiento posible ¿Pero si esto no sucede con el cuidado que se amerita? ¿Qué nos sucede? ¿Cómo terminamos como seres sufrientes sin herramientas para salir de él? ¿Quiénes sí lo logran?
Definitivamente son preguntas complejas, que me traen la reflexión de Freud sobre lo que denominó “Malestar de la Cultura”, donde se libra esa batalla de socializarnos, de educar nuestro sentido de placer con el que nacemos para educarlo y adoptar el criterio de realidad, y así volvernos parte del mundo social, lo cual tiene que suceder con el menor costo de sufrimiento posible ¿Pero si esto no sucede con el cuidado que se amerita? ¿Qué nos sucede? ¿Cómo terminamos como seres sufrientes sin herramientas para salir de él? ¿Quiénes sí lo logran?
Vincent de Gaulejac, interesado
por el sufrimiento humano, se adentra por él, desde este sentimiento llamado “vergüenza”,
definitivamente es un sentimiento doloroso y sensible, del que no se quiere
hablar, que engendra silencio y un repliegue sobre sí mismo, que empequeñece, hunde
en un profundo dolor existencial.
A través del análisis de varios
casos de personas con grandes sufrimientos, va abordando este problema
aportando ideas como estas:
“La vergüenza es perturbadora,
causa malestar y uno prefiere evitarla.
El silencio que la acompaña no es sólo producto de la dificultad de
hablar de ella, sino que depende también de la resistencia a recibirla”
“...cuando la vergüenza mora en
nuestro interior nos sentimos inútiles, incomprendidos, desvalorizados y solos.
Intentamos disimular la vergüenza a cualquier precio... pensamos que hablar de
la vergüenza no sirve de nada, que nuestra existencia está vacía y no presentar
interés alguno.”
“La vergüenza y el secreto se hallan
indisolublemente ligados...”
“El sentimiento de inferioridad
es una herida narcisista profunda...herida que modifica la relación con los
padres dos planos, el de la culpabilidad
y el de la vergüenza.
“Si la vergüenza es indecible es porque el
sujeto trata de disimularla, pero también porque no sabe qué le pasa y no sólo
no lo comprende sino que tampoco se anima a hacer las preguntas que le
permitirían saber.”
“La vergüenza es el desamor de sí
mismo, es pensar que uno es malo en el fuero interno...Se trata de desplazar la
responsabilidad del nivel individual al nivel social: las personas no son malas
”
“La vergüenza contamina la totalidad de la
existencia”
“La vergüenza se instala porque
es indecible. Es indecible porque hablar
de ella implicaría poner al día cosas inconfesables y correr el riesgo de ser
uno mismo desaprobado.”
“El sujeto teme las situaciones que podrían revivir la herida. Evita las
situaciones, tiende a aislarse, a replegarse sobre sí mismo, a cortar toda
relación para no correr el riesgo de revivir una violencia semejante.”
“La vergüenza es la consecuencia
de una humillación...el desprecio, la invalidación que sufre el individuo
producen una reacción psíquica, una huella que persiste aun cuando la
humillación ha cesado y ya no tiene razón de ser.”
Las historias de vida analizadas,
son solo unos cuantos casos, que llevados a procesos de teorización, revelan
que encauzar la vida psíquica es un problema nodal de la sociedad. Este trabajo nos dice que finalmente, que
nadie está exento de este sentimiento, pero que algunos, o tal vez muchos, lo
sobreviven en medio de grandes sufrimientos.
Las personas crecemos en medio de
diversas violencias, por ejemplo, analiza el caso de la pobreza extrema, que
lleva a la mendicidad, a la estigmatización,
dependencia, pérdida de dignidad, deshumanización confusión. Una situación de
este tipo, impide la realización del sujeto, no puede ser lo que puede ser, se
trata de un sufrimiento destructivo, de un mal-estar originado por una falta de
confort, la miseria duele en el cuerpo, daña moral e intelectualmente, la
herida desde el exterior, humilla, y las consecuencias hacia el exterior pueden
ser fuertes violencias en una agresiva necesidad de salvaguardar la dignidad. “Recuperar el orgullo se sí mismo es
fundamental, probar que uno vale tanto como cualquiera.”
O tal vez, se han padecido violencias
físicas, psicológicas o simbólicas y
ante ellas se ha reaccionado en función de la propia historia, pero no ha se
podido evadir que la vergüenza se instale en su interior, así, lo real social
actúa sobre el funcionamiento psíquico reorientando, dando lugar a un inconsciente
donde se enquistan experiencias humillantes, que movilizan afectos y emociones. ¿Qué tan graves son? Dependerá de la
capacidad del sujeto para librarse de ellas, de tornarlas experiencias
retadoras de vida, de impulso que alienta al individuo a existir como sujeto,
por lo que tendrá que enfrentarla, y aprender a dominar sus pulsiones y aceptar
los valores de la comunidad social.
Para ello, necesita comprender de
qué manera su pasado le afecta, cómo ha actuado sobre él, tendrá que
mostrarlas, sacarlas del anonimato, definir qué parte corresponde a las
determinantes sociales y cuál a las determinaciones psíquicas.
Gaulejac, plantea la necesidad de
que el sujeto diferencie la causa y el
efecto, lo interno y lo externo, lo que viene de los otros, lo que concierne al
proceso de desvalorización que ha padecido y lo que concierne al conflicto
intrapsíquico que lo desgarra, sabrá cuando
tiene reacciones defensivas, repliegues, actos de fuga como el alcoholismo,
drogas, burla, orgullo, y sabrá que tiene una historia real, que no la puede
cambiar, pero sí puede transformar el vínculo que mantiene con ella, así, podrá
sustituir las emociones inhibidoras por una expresión liberadora. La vergüenza
no debe ser tragada, hay que mostrarla, simbolizarla por diversos medios, y ya
en el lugar de la conciencia, utilizarla como impulso para ser sujeto.
Los caminos para encontrarse con
los orígenes de nuestras vergüenzas están sembrados de obstáculos, dudas y
sufrimientos, no es fácil, y la razón es que se trata de una tarea personal,
pero íntimamente enraizada con los demás, si bien uno sabe lo que le ha
ocurrido en la vida, para comprender nuestra vergüenza, se tendrá que arribar a
cómos, cuándos, quiénes están implicados
y las afectaciones y consecuencias que esto tiene. Desprenderse de la vergüenza
es un trabajo delicado, necesitará de reconquistar la historia familiar, discernir
entre lo verdadero y lo falso en las relaciones consigo mismo y con los demás.
Como afirma
Gaulejac, se trata de “Poner palabras allí donde la vergüenza genera silencio
es desarrollar la capacidad de simbolización, operar una restauración de las
historia, lo cual tiene por consecuencia una verdadera reconstrucción
biográfica.”
Por tanto, hacer una
confesión, y comprender que hacer esto que sucede no solo le sucede a uno, sino
que se inscribe en un momento social, en una situación determinada y que si uno
se creía único frente a tal sufrimiento, se da cuenta de que los semejantes
viven situaciones que hablan de violencias compartidas, que ellos también han
sido confrontados y humillados, y que el hecho de hablar de ellas, lejos de
reforzar la vergüenza, la vuelve a colocar en su lugar, como una experiencia
existencia entre tantas otras. Entonces,
se trata de reconocer que:
1º la vergüenza es un sentimiento
moral provocado por la necesidad de adaptarse a las exigencias de su ideal para
sentirse digno de estima, que cuando no lo logra, se siente indigno, su autoestima
se ve perturba, y siente vergüenza.
2º la vergüenza es un sentimiento
existencial, que hablar de ella, desnuda, revela la intimidad de cada ser, la subjetividad
profunda.
3º que es de carácter social, que
somos miembros íntegros de una sociedad, donde se afirma la singularidad y
sentido de pertinencia con prudencia o con sufrimiento.
El autor termina reflexionando,
que la idea de la vergüenza es histórica, que no es lo mismo sentir vergüenza
en el mundo antiguo, en la edad media o en la actualidad, que las fuentes de la
vergüenza en su naturaleza social hoy día están marcadas por la exigencia del
culto a la excelencia, y que hoy, la vergüenza de no tener los méritos para
competir por el mejor trabajo, no dar ese máximo que el exterior solicita, nos
hunde en procesos de vergüenza que nos llevan por caminos de sufrimientos
diferentes, estamos frente a una “ideología de la realización de sí mismo” que
produce ansiedad, estrés, ser exitoso en
todos los registros, físico, sexual, psicológico, profesional, social, etc. Un
ideal difícil de alcanzar, generador de una vergüenza latente.
Un libro interesante,
confrontador, leerlo conlleva pensar en las propias vergüenzas, y como afirma, poner
en relieve lo que se oculta, duele. Yo
agregaría que a parte de sus recomendaciones para sacar lo que nos humilla del
anonimato, está la lectura, leer conlleva un diálogo con las ideas del autor, y
esas palabras que se dialogan son buscadas dentro nuestro por la fuerza de la
idea del autor, que actúan como lámparas que se asoman a nuestro inconsciente e
iluminan esas zonas de las que sin saber, no queremos hablar, pero ahí están,
mostrándose, afectándonos, doliéndonos cuando menos lo esperamos...
Libro recomendable para quienes
nos dedicamos a la educación (y a vivir nuestra vida). ¿Cuántas
veces sin darnos cuenta, hemos generado una violencia verbal, actitudinal, y hasta
física que pudo humillar a nuestros alumnos?
¿Verdad que hablar de ellas no es nuestro deseo inmediato? Sentimos
vergüenza de nuestra vergüenza... Pero, como afirma nuestro autor:
“Más vales
convivir con las propias vergüenzas, las imperfecciones, las bajezas, sin pretender
elevarse demasiado. Así no se corre el riesgo de caer y uno se preserva del
riesgos de avergonzar a quien sea.”
Y bueno, siempre, un buen libro lleva a otro. Hace tiempo había iniciado éste, pero entre el tiempo que lo inicié y terminé
me hice de otro del mismo autor: “La historia que heredamos”, ahora enfocado a
invitarnos a reconocer en nuestra historias “herencias” que tienen que ver, lo
que somos. No se si siga con él, si lo
termine en este tiempo, sólo diré que es igualmente interesante.
Aquí una entrevista interesante, no habla español, pero tiene subtítulos.
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