Javier Gomá Lanzón. Dignidad. Galaxia
Gutenberg. 2019. Edición Electrónica.
Desde que supe de este libro, el
título escueto, me llamó la atención, pues como dice él, mucho hablamos de
dignidad, pero sólo tenemos un sentir, de estar bien, ser dignos de algo, pero termina
siendo una palabra que se siente y poco se piensa. No la encontramos como concepto, es decir,
una idea que se acote por un cuerpo de ideas que le dan textura, forma para ser
pensada, y pasar del sentirse hablar de ella reflexivamente, sacarla del mundo
interior, hacia lo exterior.
En la primera parte del libro,
el autor hace un recorrido por ideas de varios autores, desde los griegos a más
actuales, en cuyos escritos aparece esta palabra, “Dignidad” y nos hace ver, que
siempre se usa como un adjetivo, como una palabra que compensa un deseo estar bien
con uno mismo y con el mundo, quedando subordinada a otras palabras como
libertad, por ejemplo.
En este recorrido, busca
conceptualizarla, dotarla de los atributos que la acoten, y permitan decir,
esto puede ser la dignidad. En tal afán,
consigue decirnos que dignidad es la palabra que designa una propiedad privativa
de nosotros los seres humanos, que es inexpropiable, incanjeable, inviolable, y
por poseerla, somos acreedores frente al resto de la humanidad, y que ésta, es deudora,
es decir, se trata de una relación de respeto mutuo. Nosotros la aportamos y el
mundo nos debe devolver el mismo trato digno.
La dignidad la piensa como necesidad
de resistir a todo aquello que pretenda corromper nuestra vida, este lapso de
tiempo, donde nos vemos en la exigencia de optar por aquellas opciones que nos
hace portadores de experiencias excelsas, de las mejores que seamos capaces de
aportar al mundo, para así, llegado el momento en que el cuerpo vivo, al
convertirse en cadáver, podredumbre, ese cadáver no sea quien se lleve el
recuerdo, sino la estela de vivencias aportadas hacia los otros, dice, que
morir sea un escándalo, que no existir, haga falta al mundo que dejamos, que
falta nuestra parte de dignidad.
En este tono, va reflexionando
aspectos diversos, por ejemplo, vivir actos éticos al tomar decisiones que nos
hacen ser mejores personas, y aunque la mayoría las llegue hacer, si no es algo
que nos lleve a la grandeza de nuestras emociones y pensamientos, no hacerlo. ¿Cómo se sabe esto? Cuando lo que tiene que hacerse
se siente mal, puede generar repugnancia, y esto nos avisa, que éticamente, no
es correcto, y no porque todos se vean implicados, nos arrastren en algo que no
es digno.
Habla de la cultura, del lenguaje,
de cómo se ha ido perdiendo un modo de decir oral y por escrito, lo que sucede,
vamos dejando un “lenguaje elevado” que nos dignifique para terminar con expresiones pobres en ideas y emociones, lo cual nos empequeñece, nos extravía de un destino
mejor.
Menciona el valor de la amistad,
como un sentimiento que sólo se da, no es imprescindible, como el amor entre
personas que dan origen a la vida, o de los padres a los hijos que permiten su
cuidado, no la amistad es un sentimiento que une, y lo sugiere para para vivir
mejor en estas sociedades posmodernas, donde cada vez nos vamos quedando más
solos.
Este libro que hace pensar en lo
que estamos haciendo, y cómo vamos pasando por la vida al momento de la muerte,
donde solo quedará nuestra dignidad, eso que fuimos e hicimos y que nadie nos
pidió, eso que fuimos e hicimos porque lo necesitamos para crecer, para florecer
pese a los mil obstáculos encontrados, superándolos, reconociendo los momentos a favor de nuestra obra, cualquiera que esta sea, la cual
queda impregnada de nosotros, de nuestra más elevada dignidad.
Al final, me parece que se
extravía un poco, pero cuando menos las tres cuartas partes del libro, son un
remanso de ideas, que nos ayudan a ser mejores personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario