Agustín Laje. La batalla cultural. Reflexiones Críticas para una Nueva Derecha. HarperEnfoque, México, 2022. Edición Electrónica.
Cabe iniciar, indicando que el estilo de escritura de Agustín
Laje es muy peculiar y no me gustaría caer en esta forma de escribir.
Pienso, que es un autor que seduce, colma de ideas e induce
a “pensar” de un cierto modo haciendo de la escritura un arma para la batalla
cultural, él hace “batalla cultural”, escribiendo y dando conferencias. Lo
podemos encontrar en su canal de YouTube, ahí pueden verle en toda su potencia
discursiva que a la primera parece irrebatible, pues para todo tiene respuesta
con datos verídicos.
El asunto que se aborda en este extenso libro es la tensión
natural de la cultura que entendemos como esa argamasa de pensamientos, sentimientos,
rituales, creencias, historia, valores que nos reciben a nuestro nacimiento y a
las cuales quedamos afiliados, normando nuestra vida, pero, somos seres con una
demasía de sentido que rebasa las normas de lo heredado, y por ello, promovemos
cambios, a veces de manera gradual, otras enfrentando resistencia. Por tanto, la cultura siempre se vive como
una tensión; por un lado, produce vida, y a esa vida se le imponen las normas,
pero nuestra demasía de sentido imparable se resiste y se generan conflictos, derrumbes
y nuevas construcciones, que luego igual, se heredan a los que vienen, y así al
infinito. Definitivamente, la cultura,
es un campo de batalla.
Agustín Laje trabaja con un sesgo de historicidad este campo
de batallas, con claridad nos demuestra que hace siglos, una persona podía
nacer y morir en la misma condición social, dado que el movimiento, el cambio
sucedía con una celeridad mínima comparada con la de nuestros días, donde nos
vemos atiborrados de sucesos, de cambios que hacen que la cultura incube fuertes
cuestionamientos y cambios demasiados bruscos, alude, que hoy se viven batallas
culturales que nos están orientando por sentidos que urge comprender y tomar la
decisión de hacer batallas culturales desde nuestros espacios. Algo así entendí. Todos podemos hacer batallas…
El problema para mí ha sido como sacudirme de este saciamiento
de información que se experimenta con la lectura, información que no puedo
desaprobar, está perfectamente documentada, y que siempre utiliza para
llevarnos a pensar en “algos” a favor de lo que él llama, “la nueva derecha”. Y
yo no quiero ser parte de esa nueva derecha, ni de aquélla vieja izquierda ¿Qué
no podemos ser libres pensadores de la real-realidad y decidir incidir en las
transformaciones desde una idea ciudadana?
Entendiendo ciudadanía como esa capacidad de implicarse en los problemas
de la vida pública y contribuir en soluciones posibles y necesarias.
Ya hace ya días que terminé este libro, que se lee rápido,
pues cuando se compendia de información, no se hacen rigurosos análisis
teóricos, sino que se van hilando las ideas con los fines informativos deseados,
pero, cabe aclarar, para quienes no tenemos la habilidad de leer largos
procesos históricos, podemos sentirnos a momentos extraviados entre tanta
información y de repente hay que volverse unas páginas atrás para retomar los
hilos del tejido argumental.
Terminada la lectura, me quedé saturada de esos “algos” con
los que no puedo desacordar, pero totalmente convencida de que no puedo apoyar
a una “Nueva Derecha” que ve en Trump a uno de sus líderes. En este punto, esos “algos de información” en
los que sí creo, me he despabilado de esa seducción de datos-verdad, innegables,
y tratan de convencerme renegando de las “viejas izquierdas” melancólicas de un
pasado que igual, nunca fue, para alistarme en las filas de una “Nueva Derecha”. Y, en este punto, NO puedo.
Confieso que ha sido difícil fue salirme de este campo de
batalla ideado por Laje; estuve por días rumiando la pregunta ¿por qué me inmoviliza
y me induce a la defensa con ideas-verdad (datos), de algo que intuyo
inadecuado? Nunca he sido de esa izquierda rancia plagada de ideas salvadoras
de la humanidad por el telón de enfrente, pero detrás se apilan sucesos vergonzantes
y abominables en nombre de ese amor a la humanidad; tampoco me siento de
derecha, es decir, parte de un sistema de ideas entre conservadoras y
progresistas a la vez por estar fincadas más en un economicismo que lleva a un
progreso con grandes costos sociales sin atenderlos. Y me he tenido qué preguntar
¿de qué lado soy, con quien estoy? ¿tengo que ser de alguno a fuerzas? Esta pregunta me ha calado por días… Este
autor anda tras una “nueva derecha” ¿Y cuál es esta nueva derecha? Es mejor citarlo para no caer en malas
interpretaciones:
“Una Nueva Derecha es una invitación a delinear
políticamente un nuevo «nosotros». El reconocimiento de los desafíos políticos
del campo cultural abre, en cierta medida, las puertas para esta articulación.
Ese reconocimiento es el que puede exacerbar el derechismo de las distintas
corrientes, volviendo factible la operación equivalencial. Esto se puede
ejemplificar con el libertarismo, que de todas las corrientes de derechas es la
más renuente a reconocer el cultural como un campo surcado por antagonismos políticos.
Al no reconocerlo, se mantiene en el centro buscando razones económicas para
salir del paso, o bien se va a la izquierda abrazando a los «oprimidos» que el
progresismo determina. Pero, cuando se reconoce la cultura como un espacio de
luchas políticas significativas, el libertario, gira a la derecha sin
concesiones…” Pág. 477-478
Debo aclarar, que el autor parece tener formación
laclauniana y por ello, me dí un momento para recordar las ideas de Ernesto
Laclau. Algo sabía de él, lo revisé hace
tiempo, pero me parecieron ideas menos poderosas al lado de Zemelman que empezaba
a manejar, y confieso que la metáfora del 18 Brumario de Marx, abordada por las
ideas zemelmanianas, me parecieron nociones más libertarias para pensar, pues
se trata de significantes que se van gestando en el movimiento de los sujetos
hacedores de historia, ese dado-dándose del presente es fascinante. Y Agustín Laje,
pienso, como laclauniano, ofrece metáforas
explicativas, como la acumulación de movimientos sociales que reclaman, y en
determinado momento, se encuentran, se vuelven equivalentes dice Laclau, y, si
en esa efervescencia de luchas, de exigencias, llega un “algo” (o alguien)
capaz de articularlos (significante vacío) es posible dar lugar a una nueva hegemonía. Algo así, compréndase, que he dicho esto a
botepronto, pero la teoría laclauniana, merece todo nuestro respeto y merece
ser conocida a su profundidad, pues con ellas se pueden explicar desde sus
argumentos los movimientos sociales, como aquí lo hace Laje.
De acuerdo a lo dicho, entonces estamos en medio de grandes
contradicciones en la cultura de nuestro tiempo, estamos en una “guerra de guerrillas”,
vemos agrupaciones haciendo luchas por todos lados, cada uno alza su bandera
política exige sus derechos, son miles de grupos pequeños que pudieran llegar a
articularse formando una nueva hegemonía, ese “nuevo nosotros”, que Laje llama “nueva
derecha” y esa nueva derecha, sería, el significante vacío, que daría lugar a
una Hegemonía, que trajera orden y progreso a los nuevos tiempos.
La batalla cultural de nuestros tiempos la dan según Laje,
los grupos feministas con una infinidad de afiliaciones, y por otro, están los
hombres, en contra la demonización del sexo masculino; tenemos también a los
grupos homosexuales, transexuales, no binarios y quien sabe qué más en la defensa
de vivir su sexualidad a como la sientan sin importar la transgresión de sus
cuerpos a contentillo, y de estos grupos existen una infinidad que se acrecienta
día a día; tenemos nuevos grupos racistas, un odio hacia los blancos, hacia los ricos, igual
los grupos con las viejas querellas de los negros que siguen en medio de luchas
de odios y resentimiento; a estos, les podemos agregar los grupos que personas inmigrantes,
cuya movilidad originada por la miseria, las guerras, las faltas de ciudadanía,
les lleva a irrumpir los procesos legales de migración, generando nuevos
problemas por el mundo, problemas laborales, destrucción de cultura y generación
de situaciones de inseguridad, o cuerpos de personas que migraron en forma legal,
que se resisten a que lleguen otros, o los empresarios que no aceptan que las
políticas socialistas destruyan las riquezas que generan; tenemos a los obreros
y trabajadores que no ven cómo las nuevas causas de las izquierdas les puedan
ayudar, o tenemos también la disputa ante el avance del «lenguaje inclusivo»,
el «cambio de sexo» desde la infancia, o la «dieta vegana»; los grupos en
contra y a favor del aborto, grupos defensores de la vida animal, vegetal, los
grupos religiosos y hombres de fe agotados de ser atacados, ridiculizados,
silenciados y reducidos a la escoria de la sociedad moderna, los no creyentes
que consideran que la libertad de culto es cosa importante, quienes piensan que
la política era cosa de otros, pero
también en quienes han terminado de hastiarse de los centrismos biempensantes
que siempre gobiernan para la progresía, y en tantos otros que se animan a
dejar atrás incluso sus pasados izquierdistas; adultos horrorizados por los
niveles de adoctrinamiento escolar y van perdiendo el derecho a elegir la
educación de sus propios hijos, millones de jóvenes que se sienten sin futuro, extraviados
en políticas supranacionales que se impone por todo el mundo guiados por
intereses de algunos poderosos que mediante fundaciones financian lo que les interesa
esto y más está pasando hoy en el mundo, todo está convulsionando y todos nos
alejamos formando grupos y grupos que se separan más y más…
Como puede verse, es innegable la postura de Laje, si
estamos en verdad viviendo una encarnizada batalla cultural, y para él, estamos
en un terreno fértil para el nacimiento de una nueva hegemonía; sostiene que quien
conozca esta realidad, que comprenda lo que sucede, sin duda se afiliaría sin
pensarlo a la aventura de construir una nueva forma de organizarnos: “la nueva
derecha”
Para Laje esta “Nueva Derecha” es una hegemonía en proceso
de parto, y puede ser, es posible que en semejante crisis, se forje un nuevo
reacomodo de fuerzas (Zemelman), pero cuando dice que uno de sus impulsores es Trump,
o habla de Milei, o Verástegui en México, y otros, es ahí donde mi intuición,
ese pensamiento no sabido, que viene de mi experiencia, formación, valores, mi
cultura teórica, me pone en alerta.
Es indiscutible la convulsión del tiempo presente, no sólo
en lo cultural, sino en todo sentido, la ciencia, la economía, lo tecnológico,
y necesitamos reorganizarnos con urgencia, construir un orden para no seguir dando
tumbos, creando caos que dan origen a otros sin resolver lo emergente, y todo se agudice más y más, en eso concuerdo,
pero ¿con Trump? NO. Definitivamente NO.
En una entrevista, Laje, aplaudía que Trump ganara, y decía
que no hay que ver a la persona, que se tiene que ver la agenda política que
promueve. Y recordé a López Obrador,
quien, se dice de izquierda, pero quien sabe, y expuso en la plaza pública sus
100 puntos de la agenda política, pero ¿los cumplió? ¿Qué realmente hizo? sin
sistemas de evaluación y seguimiento, sin buen rendimiento de cuentas, todo ha
quedado en duda, pero la gente votó por él, por su agenda de 100 punto, que no
analizamos, la gente que votó no pensó en la factibilidad de las promesas,
muchas eran incumplibles en los 6 años de gobierno, y nos preguntamos por la
persona ¿quién era López Obrador? Algo se dijo de que era una persona
resentida, terca y necia de poder y se ignoró, logró posicionarse, convencer, acaso
¿no lo hizo Hitler? Igual, convenció con su agenda, pero ¿quién era Hitler? Y hoy tenemos a Trump, e igual, existen
avisos, cuidado con su irracionalidad, su ignorancia, sus ideas ¿estamos pensando los indicios de una personalidad que puede estar perturbada para ejercer tal poder?
Si bien, conocer las agendas políticas, analizarlas y ver su
viabilidad dada la realidad es importante, reconocer las promesas incumplibles
es una necesidad, pero igual de importante o más, es ver quien encarna el
poder, tener claro la personalidad del candidato, el poder no puede utilizarse
a contentillo, por una personal irracional, impredecible, con pensamientos
delirantes. La agenda es una parte, es un modo de llegar, pero el nuevo camino
de irracionalidades que puede propiciar la persona es inimaginable.
El libro hay que leerlo, es muy recomendable, contiene buena
información, los datos, son importantes; reafirmé conocimientos que tenía sin
datos, cada uno de sus apartados son interesantes, algo extensos para mi gusto,
pero para quien tiene poca información y
desea conocer es un buen libro, no su intención, pienso que no se trata de ser
de aquí o de allá, descalificando a un grupo u otro, sino que ese “nuevo
nosotros”, somos todos, bien informados, implicados en los sucesos, pensando y decidiendo
mejor en los espacios donde habitamos, encargándonos cada uno de hacer este
mundo más habitable de acuerdo a nuestras posibilidades.
Simplemente se trata de que todo nos importe, de sentirnos
responsables, de ser sencillamente ciudadanos.
El problema, es que ser ciudadano no emerge por deseo, es el resultado
de una vida reflexionada, producto de una buena formación, de esfuerzo, tolerancia y respeto
hacia los otros,siempre diferentes, y lo más difícil, iniciar con el enriquecimiento de nosotros mismos, atender esta demasía sentido y orientarla hacia nuestra excelsitud potencial.
Agustín Laje tiene dos libros más, “Generación Idiota” y
Globalismo, ¿los leeré? Sé que debo
hacerlo, pero creo, que me daré un descansito de este tipo de escritura que
amerita resistencia.
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