miércoles, 29 de diciembre de 2021

Vivir hoy día entre lo real y lo virtual ¿Es una amenaza o una oportunidad para lo humano?

 Byung Chul-Han. No-cosas. Quiebras del mundo de hoy. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2021. Edición Electrónica.

 


Este libro me hizo recordar que hace unas tres décadas, tenía tendencia a leer libros de este tipo, libros que hablan de que algo mal estamos haciendo. En aquel tiempo era contra el sistema económico, las políticas en boga, la hecatombe del mundo si no hacemos algo, etc., etc., se nos vendría abajo; en ese tiempo, era aún algo novata en esto de ser maestra en educación superior, y necesitaba argumentos para convencer de algo a mis alumnos de pensar en cambiar y formarse de un cierto modo, en este caso, desde enfoque de la maestría a la que estaba llegando.

Con el tiempo, leí, leí más, me informé, y sobre todo, me tomé en serio el enfoque de la Epistemología del Presente Potencial, con la que aprendí y comprendí la importancia de conocer el tiempo presente como una construcción histórica, y que en la medida en que me situara en mi propio tiempo, reconocería a la vez, fuerzas nacientes de construcción futura; comprendí que era importante leer la realidad en germen y entonces comprometerme con proyectos que los hicieran realidad, poniendo en acción esta idea de que la historia se construye desde la más cotidiana-cotidianidad. 

El enfoque, en lo personal me ayudó a tener una mente más abierta, luchando contra mis propios dogmatismos formativos, y fue muy, pero muy difícil hacerlo, pero algo tenía la lectura de Hugo Zemelman que por más dura y compleja que me resultaba, sabía que era buena para mí, y lo mejor, no me exigía fidelidad, al contrario, me exigía leer y leer de todo lo que pudiera, pues comprender mi tiempo presente no es asunto de un enfoque, sino de todos los posibles a los que yo pudiese acceder. Y así lo hice, y lo mejor, lo sigo haciendo ya alejada de la docencia universitaria.

Así, que ahora, cuando me encuentro con libro que nos dice que el mundo presente está destruyéndonos, que está acabando con lo que antes era bueno, y que ahora se nos sumerge en un estado de pérdidas, pues me resisto a esas ideas y defiendo la construcción de la historia ¿cuál? esa que en nuestra ceguera o luminosidad intelectual podamos construir, pues como seres humanos somos fuerza, potencialidad ¿hacia dónde? Ese es el misterio, se trata de apropiarse el presente y orientar futuros mejores.

Bueno, con esta aclaración, sólo diré que este libro, aunque he leído otros del autor, y que por esta tendencia no lo seguí más, pero al ver este nuevo material, lo revisé para ver sus nuevos argumentos, el título resulta atractivo.  

Tiene una forma de leer el mundo que se necesita respetar.  Así que me adentré por sus ideas, revisé y encontré que nos ve como consumidores de información y cosas no reales, atrapados en las realidades virtuales, dice que somos unos infómatas extraviados, que el mundo digital nos empequeñece, nos aturde la existencia humana con su ruido, su inmaterialidad, el desapego por las cosas privilegiando una memoria en la nube, donde guardamos videos, fotos y gran cantidad de información volátil, y que somos dominados por los datos, los algoritmos de la red.

La verdad, me pareció muy pesimista. Pienso que es una lectura del tiempo presente desde parámetros conceptuales que defiende lo sucedido tiempo atrás, me parece que utiliza un viejo paradigma de conceptos que lo anclan en una temporalidad ajena a la nuestra, y por ello, no puede mirar el movimiento de la realidad presente, que definitivamente, es dinámica, veloz, y esto la hace muy diferente a la que conocimos en dos décadas atrás, todo ha revolucionado, tenemos un tiempo espacio muy distinto donde se generan otras formas de existencia, otros modos de ser, estar, pensar.

Es un libro que se lee con dificultad pues se ayuda de Heidegger, Hegel, y otros filósofos (él es filósofo) y desde conceptos de estos autores, nada fáciles, nos explica este lastimoso proceso de pérdidas en el que estamos entrando.  

En lo personal pienso, que si es necesario reconocer qué estamos haciendo, qué problemas estamos generando, qué formas de subjetividad estamos desplegando, los problemas formativos que estamos enfrentando, y atenderlos.  Pero para hacerlo, necesitamos verlos como procesos del tiempo presente, reconocer sus tendencias, sus fracturas, sus posibilidades, como fenómenos de la realidad sociohistórica y prepararnos para vivirlos con un reencantamiento, con la sorpresa y animosidad que se necesita para construir la historia que se necesita, en esto, la lectura de Maffesoli ayuda mucho.

Diré, que si puedo rescatar algunos problemas que el autor plantea, como es esto de la abundancia de la información por el avance de las tecnologías, que esto de extraviarnos en medio de una información imposible de contener, de procesar y que termina en “fake news” no es bueno, pues al ser tanta y compleja, termina sólo en esa parte emocional y desde ellas nos domina, lo cual no es nada bueno.  Igual, tenemos el problema de nuestro desapego de las cosas que nos rodean, todo se torna volátil, no nos arraigamos, nos formamos comunidad con facilidad, y ni qué decir el empobrecimiento de nuestra capacidad de pensar el mundo ante la tendencia del facilitismo, lo simple, lo banal, porque tenemos mucho tiempo libre y buscamos más lo lúdico para utilizarlo…

Bueno, el libro, leyéndolo con cautela, sin dejarse atrapar el pesimismo, ayuda a plantearnos preguntas, problemas, retos formativos, porque si no tenemos este cuidado, terminamos pensando en que somos seres hacia la extinción… y eso, aunque es un futuro posible, necesitamos enfrentarlo aprendiendo a leer nuestro presente, a reconocer los problemas y prepararnos intelectual, política y socialmente para atenderlos, construyendo ese futuro digno que como humanos, pensantes, sintientes, merecemos.

lunes, 27 de diciembre de 2021

La narrativa de la revolución mexicana ¿por qué un mito oficial y no un hontanar de historias por develar?

 Schettino, Macario. Cien años de confusión. La construcción de la narrativa que legitimó al régimen autoritarismo del siglo XX. Ediciones Culturales Paidós, S.A. de C.V. México, Edición Electrónica de 2016.    

Soy profesora de educación primaria, formada en el normalismo de la década de los 70s, (hoy, jubilada ya en plaza federal).  Inicio diciendo, que leer este libro ha sido un nuevo golpe a mi conocimiento sobre la historia de este país donde vivo y me jacto de ser mexicana, y digo nuevo, porque me pasó igual, cuando leí la Patria y la Muerte de José Luis Trueba Lara, quien de manera muy documentada, narra cómo se construyó nuestra idea de nacionalismo, y desde ese momento, aquellas narraciones de la revolución mexicana, las historias de los héroes que murieron por la patria, la verdad cayeron de mi gracia, dejando una atropellada idea de la historia oficial que nos ha hecho creer que somos de un cierto modo, cuando no es tan auténtico.

En esta barullo de ideas, ni por donde narrar la lógica de este libro.  Definitivamente, es un texto articulante de ideas sobre historia, sociología, economía, política de lo sucedido entre la primera década del siglo XX y su finales; obliga a cada uno adentrarse por su lectura, y desde sus conocimientos, habilidades e intuiciones, adentrarse por el denso recorrido de tantos sucesos que de diferentes formas y profundidades, han dado lugar a una historia, de la que definitivamente no sabemos nada, y solo se han divulgado aquéllos que por interés político se han magnificado ocultado “los otros datos” que impedirían la conformación del mito de la revolución mexicana, mito en el cual se sustentan fuerza de poder que han orientado la vida social, política, cultura, y económica de México. Y es así, la lectura de este libro va derribando ideas anquilosadas en la medida en que se explican. 

Por ejemplo ¿Qué aprendimos sobre Porfirio Díaz? Por todo eso que la historia oficial impone que aprendamos sobre él (como maestra yo he sido parte de esta exigencia de aprendizaje), hoy lo detestamos, lo reconocemos como un personaje que nos llevó a un estado de crisis que terminó en la Revolución.  Y Macario Schettino, con documentos, fuentes, datos verificables, nos cuenta que en el Porfiriato México vivió un desarrollo fuerte, que sí, centró en él, gran poder, y con esta fuerza política articulante, pudo controlar por décadas las otras fuerzas de poder ambiciosas, y así, hacer lo que hizo como gobernante.  Y Schettino, cuenta que, a este hombre, se le pasó el tiempo, que envejeció y cuando menos pensó, ya no tuvo el tiempo ni la fortaleza para heredar el poder a otro de una manera en que no se genera una batalla campal entre todos los interesados en su rol presidenciable.   Así, se ven surgir esos alzamientos por el país de grupos buscando quedarse con ese lugar, nunca por un amor la patria, a los indios empobrecidos, etc., etc., que nos dice para justificar tanta matanza (esto Trueba lo narra muy bien).

Macario Schettino, nos cuesta que el relato de la revolución mitológico que conocemos, se construyó cuando las aguas se apaciguaron, cuando finalmente Lázaro Cárdenas, el último general que ocupa el cargo, haciendo caso a las fuerza del mundo (pues era el momento de un Mussolini, de un Franco, de personajes que por mundo reorganizaban sus mundos desde su poder), así Cárdenas, fue ordenando las fuerzas vivas, formando sindicatos, organizaciones, controlando desde el poder gubernamental, y se dio lugar a lo que conocimos por corporativismo, forma de organización que permitió un reparto de poder controlado por el estado, y a la par de esto, se fue armando un discurso que nos hizo creer que la revolución se hizo para rescatarnos de la malsano porfiriato.  Trueba Lara nos cuenta cómo se construye nuestra idea de ser mexicanos, como se construye la idea de la raza de bronce, que la verdad indigna vista de lejos.

Y así, hay muchas ideas que se pueden ir desmontando, como la del “capitalismo de cuates”, que nos explica cómo los grandes empresarios se enriquecieron al amparo del poder, y que por eso México no es un país que produzca riqueza, no se aumentan impuestos por cuidar sus privilegios y es una de las causas por la que no podemos salir de tanta pobreza.

Igual, la idea de hombres desinteresados y amorosos por su patria se cae a pedazos, Schettino, describe a personajes ambiciosos de poder, guiados por sus pasiones y deseos personales, conformando tramas de poder que terminan en actos de corrupción, en asesinatos.  Esto en verdad es doloroso, pues al ser formada en la idea del “héroe” ya nada encaja, ahora son tan solo seres humanos, personas de carne hueso motivadas por su individualidad egoísta, en algunos casos, algo patológicas.  Trueba ahonda más en esta dimensión, lo mismo Roger Bartra en su libro “La jaula de la Melancolía”.

Y me ha quedado una tarea, investigar más sobre ese tiempo colonial que poco conocemos.  Dice Schettino, que es ahí donde aprendimos una cultura, un modo de ser, de organizarnos que no hemos podido modificar, que, por ejemplo, los pueblos que aún se gobiernan por “usos y costumbres”, (como sucede en algunos estado del centro del país) son formas de gobierno de la colonia, que el corporativismo, ahí tiene su raíz… ¿será?, que por eso, al no conocerla, no sacarla a la luz, no hacerla consciente, es una forma de gobierno que nos sigue dominando, que siempre cambiamos y nos regresamos, un ejemplo, lo que hizo Porfirio Díaz, y las tres siguientes décadas, nos regresaron, los cambios que sucedieron el los 80s, 90s, hoy se desmantelan y nos volvemos a regresar ¿a dónde nos regresamos? ¿A formas de gobierno que siguen paradigmáticamente orientándonos?

Creo que este libro con estos otros dos que he leído me ha dejado vacunada contra la mitología del estado mexicano y no queda más que seguir hurgando entre libros, para enterarse de más verdades calladas por la historia hegemónica.  Hoy más que nunca, en la era de la información al alcance de todos por la apertura de la Internet, tenemos el derecho a conocer todo, acceder a diferentes diversiones sobre los acontecimientos históricos y conformar nuestras propias posturas, claro, las posibles, pues la formación ideológica es una limitante, un parámetro formativo duro de transformar… pero leyendo, discutiendo, informándose, poco a poco, mucho puede hacerse.

Bueno, hay que leerlo y cada lector ordenará su cabeza y tendrá sus propias conjeturas… duré leyéndolo por tres meses, me ausentaba para procesar las ideas que iba reconociendo, ser maestra, estar formada en esos mitos, no resulta fácil ordenarse al mismo tiempo de la fractura, lo bueno que tenía que otras lecturas que ayudaron a comprender la falacia del mito y moverse de ahí.

Suerte en esta experiencia de lectura, más si eres docente de educación básica.

sábado, 13 de noviembre de 2021

Reconocer que somos seres finitos heridos por el infinito nos permite comprender nuestra condición y esencia humana.

 

Josep Maria Equirol. Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita. Acantilado, Barcelona, 2021.  Edición Electrónica.

 


Leyendo “Nuevas formas del malestar en la cultura” de Vilma Coccoz, me encontré con este autor, quien viene desarrollando un pensamiento filosófico, dice el “de la proximidad”, sobre la experiencia de existir, que le lleva a reflexionar sobre lo que nos hace humanos.  Elegí este libro porque es el más reciente.

 Confieso, que aparte de leer su libro, me di a la tarea de escuchar cuando menos tres de sus conferencia recientes y pude así percatarme del por qué, pese a ser un asunto de reflexión filosófica, fue tan atrayente su lectura, pues se esfuerza por tener un lenguaje coloquial, es decir, que sin tener ese bagaje de lo que dijo Nietzsche, Heidegger, Levinas, y tanto muchos que cita a pie de página, todos podemos “sentir que sentimos” algo, lo que dice nos ayuda a profundizar en la profundidad que somos cada, somos tocados, somos aludidos en la herida que somos.

 Es un largo ensayo, con un índice con temas coloquiales que nos implican pues aluden a nuestro nombre, de dónde venimos, el día, la noche, etc., y desde éste, uno no puede rechazar un contenido que desde su lectura hace que recordemos, que pensemos que que sentimos, nos hace pensar que se piensa para comprendernos a nosotros mismos, y si tenemos preguntas sobre nuestra condición humana, ahí quedamos, buscando ideas que nos ayuden a comprender ese “alguien” singular, que somos, en la intemperie de la existencia, pues acabamos reconociendo que somos un nacimiento que se repite día a día, y que hemos venido de ninguna parte, pero vamos hacia lo que sigue y sigue, y que en ese proceso somos una herida abierta, porque todo el afuera nos llega, nos toca, lo sentimos y es tanto ese sentir, que nos deja heridos.

 Y que reconocer nuestra finita vida, herida por el infinito, desplegándose en la intemperie, es un acto de resistencia, porque somos personas que podemos pensar que pensamos, que podemos imaginar, construir, crear, y así, imaginando, se avanza esperanzado por la vida hacia algo más en potencia, esperando renacer, ser creado en lo que hacemos, y a esto le llama “poiesis”.

 Es un ensayo que nos lleva a pensarnos, a pensar a los otros, a reconocer que somos comienzos infinitos que nos acercan a un final;  un día no comenzaremos más porque moriremos, somos finitos en lo infinito del mundo, que igual, nace día a día.

 He quedado convencida de que soy un “inicio absoluto” que un día cesará, qué, venida de ninguna parte, es mejor pensar en la fuerza del nacer día a día en el valor de mis actos, que en el momento que en no naceré más.  Reconocer esto que somos, definitivamente es una herida infinita en mi finita vida, pero desde la capacidad de sentir que siento, de pensar que pienso, de crear, nos volvemos donantes de cosas, así como receptores de lo próximo, que siempre es tanto y tanto, siempre algo se siente, algo nos afecta, y día a día renacemos en medio de un cúmulo de sentimientos que no terminan de explicarse.

 Y me quedo con esto último, este libro me ha hecho pensar, y este pensar me adentra por mi misma, y me he  encontrado con mi herida, soy alguien abierta al infinita resistiendo a través de mi esfuerzo por imaginar lo que aún queda por vivir;  nacer cada día, antes del día en que no nazca más, me deja un esfuerzo de acercamiento a mí misma, a mi condición humana, a mi esencia humana.  Dice el autor que al reflexionar nuestra condición humana, se puede pensar en que uno es arrojado al mundo desde quién sabe dónde y se toma conciencia de que se existe, y cuando pensamos en nuestra esencia humana, implica asumirse como ser sintiente, y al sentir lo que uno siente, se percibe la afectación que el “absolutismo de la realidad” impone, así, cada uno se sabe como un ser que renace día a día en medio mil situaciones buenas y no tan buenas, donde se puede imaginar lo que aún no es, donde se tiene la esperanza de nacer y renacer cada día que siga, hasta el último, que ignoramos su fecha.

 Bueno, algo así comprendí, y siento, que esto que me hace sentir es muy propio de mi condición y esencia humana… Cada quien tiene que leer y contar su sentir, porque somos un “yo sintiente” capaz de pensarse. Y aquí le dejo, la verdad, no he dejado de preguntarme por qué leo sobre estos asuntos, y en esta divagación, la misma lectura me hizo hizo pensar una respuesta. 

Entendí que no se está solo, que estamos próximos al otro y lo otro, que vamos haciendo una experiencia de existir, pero lo más importante es la proximidad que somos, entonces el reto es esforzarnos por comprenderla, de otro modo ¿para qué nacer de ninguna parte? Siento que el nombre de esa canción que me gusta ha tomado más sentido: se trata de “honrar la vida” que llegó no sé de dónde, honrar ese misterio buscándome a mí misma….

Me duele la cabeza… lo confieso, pero aquí sigo.  Creo que retomaré el libro de Vilma Coccoz... 

domingo, 17 de octubre de 2021

¿Vivir ignorantes de lo que es la existencia o aprender a convivir con el embate del tiempo, la enfermedad y la muerte?

 


Joan-Carles Mèlich LA FRAGILIDAD DEL MUNDO Ensayo sobre un tiempo precario. (España, 2021) Tusquets Editores S.A. Edición Electrónica.


Hoy, estoy frente a un libro leído, que no sé por dónde invitar a leerlo.  Es de esos libros que más que conocimientos, información, movilizó emociones, y siempre, hacer palabras lo que se siente, no resulta fácil ni sencillo.  

Pero por algún lado hay que iniciar, no merece quedar extraviado en mis pensamientos.

Este libro, es uno de los más documentados que se pueden leer, pero si bien se vale de conceptos bien citados, nunca éstos se cierran con definiciones para encarcelar las ideas que utiliza, por el contrario, se vale de otras ideas metafóricas tomadas de fuentes que denomina con pulcritud y detalle y llama “Lecturas venerables”, que son novelas, poemas, ensayos, y con ellas logra encontrar las palabras para reflexionar este asunto tan trascendente y vital de nuestros modos de vivir, de habitar el mundo donde nos tocó nacer-morir, y como diría Unamuno “quedar en la tierra” desde la huella que dejamos conscientes o no de ello.

 Es de esos libros en cuya forma de escribir interpela al “mí-mismo”, y uno, una, se queda intrigado, atraído por la invitación a cruzar una puerta guiados por la intuición, la emoción, los indicios de “algos” que tienen que ver con uno mismo.  Confieso mi atracción por este tipo de libros donde se presiente un misterio, y que sin exigir tomar notas se puede avanzar pese a nuestras múltiples ignorancias de los autores citados, pero va dejado preguntas, el aumento de la inquietud por saber a dónde nos lleva, y conocer algo de ese misterio percibido desde la primera página que se sostiene hasta terminar la obra, dejando en la cabeza un merodeo de ideas diversas, con la sensación de que ha valido la pena leerlo y además, se tiene necesidad de hablar de ello, pero asalta la pregunta ¿cómo hablo de lo que me pasó con esta lectura?

 Sospecho que una lectura de este tipo es “estrictamente personal”.  Por eso no sé cómo contar, narrar la experiencia y por ello me veo obligada a poner aquí, algunas de las frases (entre tantas) que al leerlas, pensarla, dejan una inenarrable sensación:

  •   “Somos más lo que nos pasa que lo que decidimos”
  • “habrá que aprender a andar sin rumbo y sin destino, a tientas, con temor y temblor”
  • “El mundo es la gramática que habitamos y que nos habita, la interpretación que nos posee y en la que vivimos”
  • “Existir es salir de sí, lanzarse a una aventura en una tierra extraña que no dejará de serlo y en la que nunca se tendrá la sensación de estar en casa.”
  • “Habitar el mundo es existir siempre en un trayecto, en una encrucijada.”
  • “Lo útil provoca un bloqueo y una negación de sentido, no solo porque no es posible hallarlo sino sobre todo porque ofrece un único sentido.”
  • “Será necesario girar la cabeza y mirar atrás. Solo así comprenderemos qué es, en definitiva, lo que hemos heredado, seremos capaces de interpretar la fragilidad del mundo y repensar si todavía estamos a tiempo y en condiciones de encontrar las formas necesarias para cuidarlo.”
  • “El mundo se ha convertido en una inmensa red burocrática de la que es imposible escapar, es un espacio cerrado en el que impera una lógica instrumental que provoca la escisión entre la razón y el sentido.”
  • “La actualidad no es lo que da sentido al tiempo, sino lo que lo niega, porque es un instante que coloca al que lo vive fuera del mundo en lugar de situarlo en él, en su fragilidad. No ha vivido más años el que tiene más edad, sino el que más ha sentido la vida.”
  • “No ha vivido más años el que tiene más edad, sino el que más ha sentido la vida.”
  • “Lo humano no tiene esencia, es una forma que se transforma constante e imprevisiblemente, que nunca es idéntica a sí misma.”
  • “…los humanos no pueden más que existir en la fragilidad, porque son seres finitos que pugnan por lo infinito, un infinito que nunca llega, pero que es necesario para mantener la ilusión de continuar vivos.”
  • “Un ser finito no es el que se limita a habitar el mundo, sino el que habita su fragilidad. Para existir, no solo para vivir, sino para «salir de uno mismo» (existir es eso, «salir de sí», lanzarse a una aventura incierta, sin brújula ni cartas de navegación)”
  • “Para soportar el sentimiento de sentirse expulsado del mundo y de estar en lo inhóspito, a la intemperie, hay que encontrar un tenue hilo vibrante de sentido.”
  • “…el sufrimiento no puede ser erradicado.”
  • “Angustia, melancolía y pánico son tres formas de fragmentación que convierten el mundo en un desierto de sentido. La existencia no puede «respirar», deja de vibrar y de responder a los demás y a sí misma.”
  • “La mayor parte de las veces «vivimos» pero no «existimos». Andamos en la cotidianidad del mundo sin pararnos a ver, a contemplar, a pensar y a sentir el mundo. La existencia es completamente a-problemática.”
  • “La provisionalidad es el atributo fundamental de la existencia. Lo definitivo es la muerte.”

 

Y así, cada capítulo, se bien se concentra en diferentes problemas, no pierde el hilo para abordar el eje de su libro, que es la necesidad de asumir que los seres humanos somos cambio, movimiento en ese lapso de tiempo que somos entre el nacer y morir, y que desde ese momento, ya tenemos encima nuestro la carga heredada del mundo que nos precede, carga que necesitamos reconocer y pensar cómo usarla en el mundo que nosotros ayudamos instalar, que nunca podremos dominar, que es hostil la mayor de las veces, y ahí somos frágiles, vulnerables, y esta condición, necesitamos asumirla para aprender a vivir así, en ella, pues no se tiene alternativa, somos huéspedes de un afuera ingobernable, donde a pese a todo, se puede vivir haciendo esas pequeñas batallas existenciales.

 Es un libro que necesita ser releído cuando se necesite (valga la redundancia), pues quien lo hizo una primera vez, ya sabe que al volver a él, se reactiva la capacidad de cierto tipo de preguntas, presiente la emoción del misterio, del valor de atreverse a abrir puertas y asomarse a esas oscuridades que nos rodean, que muchas veces deseamos ignorar, pero ahí están, y lo mejor es sabernos implicados, reconocer que no nos son ajenas y necesitan importarnos.

Ojalá haya logrado interesarles, lo busquen y se adentren, por sus “oceánicas” páginas, utilizando esta metáfora de Freud, en el Malestar de la Cultura.

domingo, 3 de octubre de 2021

Pensar y existencia… ¿Vislumbrar el sentido de existir? Hugo Zemelman Merino a ocho años de su ausencia...

 


3 de octubre, día que me demanda recordar un suceso de 2013.  Hace ocho años ya, que murió en Pátzcuaro Michoacán, Hugo Zemelman Merino, a unos días de cumplir 82 años, lúcido, terco con la vida que eligió y sostuvo con fuerza, entusiasmo y ese amor por el conocimiento que libera el pensamiento de “parámetros” que impiden los destellos de libertad para “ser-estar-hacer” desde el más insignificante acto de vida cotidiana.  Fue un hombre que anduvo tras la libertad a la manera del poema Paul Éluard

“Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad”


Y cuando digo que me siento demandada, lo planteo con sentido levinasiano, esto es, me veo interpelada, situada frente a la obra de este autor latinoamericano, sin opción de negarme,  me exige -y cedo convencida-, desde lo que sé, a compartir sus ideas construidas por los últimos 50 años de su vida, enfocadas a reflexionar nuestras formas de pensar y de vivir en consecuencia. 

Siento genuinamente, lo importante que es recordar, que, por toda su obra, -lo que conozco de ella-, nos hace una invitación a desplegar una forma de pensamiento capaz de estar atentos al presente para avanzar con lucidez por las oscuridades del futuro, por los apenas indicios de luminosidad que la realidad misma contiene, pero que es necesario aprender a mirar.  Soy consciente del valor de estas ideas y el reto de no olvidarlas, de no sepultarlas como sociedad en una historia que termina por no nombrarse.  

Y para hablar de Hugo Zemelman, he elegido un apartado de su libro “Pensar y Poder. Razonar y Gramática del Pensamiento Histórico”, el último que publicó en 2012.  El apartado se llama “Pensar y existencia” y al volverlo a releer, como siempre sucede con su escritura connotativa, las imágenes, ideas y pensamientos que se suscitan, son nuevamente propios del momento, y rearman otras ideas que permiten pensar algo no pensado antes. En esta relectura, he puesto atención a una palabra que utiliza en varios momentos y he de confesar que antes, no le di la importancia que hoy descubro.  Esta palabra es “vislumbrar”, que buscada en el diccionario refiere a una mirada que atisba, que entrevé, que se figura algo en un espacio con apenas claridad para tener certeza de ese “algo”, pues sólo se aprecian indicios o señales en esa penumbra o niebla de la realidad que la cobija.

En este apartado de su libro, Zemelman utiliza esas ideas epistémicas que cruzan toda su obra, como “presente-potencial”, para hablarnos un tiempo abierto a su propio transcurrir y la imposibilidad humana de contar con una forma de pensar que no lo “encuadre”, pues subyace la tendencia movernos en una forma de pensar organizada por conceptos, categorías, formulas cuya pretensión es atraparla y construir una seguridad existencial por la verdad de que nos provee. Asimismo, refiere la importancia de incorporar a nuestra forma de pensar, categorías abiertas como “lo necesario”, “potencialidad”, “realidad” como dado-dándose, “asombro”, “limites-incluyentes”, “esperanza”, “ámbitos de sentido”, “abstracción-no-excluyente”, etc., tantas y tantas maneras de nombrar que utiliza dependiendo de lo problemática que nos quiera compartir.

En esta ocasión, va a utilizar todo este arsenal de ideas epistémicas para reflexionar sobre la relación que guarda la forma “cómo pensamos” con “cómo “existimos””, cómo vamos resolviendo la vida quedando insertos en la historia, una historia que tejemos en las micro acciones de la vida cotidiana, y a veces, sin saberlo, le imprimimos sentidos que nos enmudecen y excluyen de la capacidad de autonomía, para terminar invisibilizados, como instrumentos de los juegos de poder dominante.

El problema de fondo que plantea, es el reto que se tiene para moverse de las certezas, de las verdades hechas pues otorgan la seguridad anhelada y aleja de la sensación de incertidumbre que imprime el cambio constante, el fluir del tiempo.  Nos platea el desafío existencial de reconocer que somos seres frágiles, nunca dioses capaces de dominar la inestable realidad, que avanza en un orden sombrío, sin obedecer nuestras reglas por más elaboradas que estén, siempre será un orden temporal, rebasado constantemente por el fluir del tiempo que avanza infinitamente, nunca se detiene y ahí, pero es ahí donde se vive, en esa realidad indomable, que no obedece a formas únicas de pensar, y por ello, necesitamos comprender que el pensamiento nomológico es insuficiente, y urge  experimentar diferentes maneras de “revelación” de lo que vamos “vislumbrando” por el caminar de la existencia. 

Desde esta necesidad, nos vuelve a invitar a recuperar nuestra capacidad de asombro, a desplegar lo que llama una “resistencia epistémica” para conquistar día a día la “difícil libertad” y atrevernos a pensar “lo que se necesite pensar”, no lo que se nos indique desde el poder, desafiando esa “imposición natural” del mundo que nos recibe al nacer, ya en forma de cultura, moral, ciencia, o políticas, pues nacemos en un mundo hecho y orientado en un rumbo hegemónico que todos tenemos derecho a comprender para decidir cómo vivirlo.

Por ello es importante aprender a “pensar críticamente” el mundo heredado en sus diversos grados de endurecimiento social, donde se nos ha otorgado de facto, una función, y mediante diversos mecanismos se nos convence de autoexcluirnos de “posibles actos de autonomía” se impide ejercer un pensamiento que tome conciencia del orden social constituido y deja sin posibilidades de “vislumbrar” otros posibles desarrollos a la herencia recibida, impidiendo a los ciudadanos, la capacidad de pensar y construir “algos” que se necesite insertar a la historia de todos, como opción debidamente analizada.

Se trata de reaprender a vislumbrar el mundo naciente en el mundo que se ha heredado, y esto, pero hacer esto, conlleva demandas, ya que no es un acto de voluntarismo, ni buenos deseos, sino del ejercicio de una responsabilidad intelectual que permita mirar con atención y detenimiento esos «algos» que se atisban, ya que no están a nuestra disposición por solo alargar la mano y tomarlos.  Hay que visibilizarlos con un fino trabajo intelectual que enfrentará problemas como:

-La creciente insuficiencia conceptual con la que pensamos el tiempo presente y la forma en que lo hacemos palabra.

-Reconocer nuestra forma de pensar nomológica, y reeducar la capacidad de pensar y hablar sobre el mundo, resistiendo la tendencia a ser invisibilizados por las fuerzas hegemónicas que desde sofisticadas formas de organización se naturaliza una forma de vida que se asume con mínima resistencia epistémica.

-Una forma de pensar con abstracciones excluyentes, que ignora o pretende no dar lugar a esas realidades que se asoman en los márgenes de lo que se afirma, y en vez de ello, se defiende lo normalizado, lo ya aprobado y validado institucionalmente.

-Atreverse a vivir en el asombro, sostenerse él, exige aprender a mirar y moverse entre los márgenes, los límites, que son los espacios donde aparecen los indicios, las señales que están esperando ser pensadas, donde urge revelar lo que se contiene potencialmente, lo cual se enfrenta a la fragilidad del ser humano.

-El reto de situarse en el mundo que se habita, reapropiarse de él, y desde él moverse hacia sus nuevos desarrollos, demanda una buena dosis de valentía para insistir en los cambios por realizar; se necesita comprender que cada época tiene su verdad, y esa verdad producida en otro momento que se impone a una época naciente, pugna por durar, se resiste y esto demanda definir políticas viables, posibles.

-Lo anterior, nos solicita el desarrollo de una crítica que se oponga a la tendencia de construir un pensamiento que marche con el orden constituido.  Se necesita asumir que el poder hegemónico necesita desmontarse, pensarse, de otro modo, el sujeto queda invisibilizado, dominado en una forma de pensar su propio tiempo, sin la capacidad de situarse críticamente.

Pues bien, hacer todo esto, se torna una tarea compleja y nos conduce inevitablemente al  ámbito de la formación donde se propicien dispositivos pedagógicos que estimulen formas de pensar que aprendan a “alejarse para poder ver de cerca”, que se aprenda a vislumbrar, que se tenga permiso de especular, leer entre señales, indicios,  reconocer las migas de pan que va dejando el fluir de la realidad; se trata de vislumbrar en lo informe de la realidad, y atreverse a revelarlas, mostrarlas, apoyarlas o evadirlas según su valía para el desarrollo social.

La lectura del apartado definitivamente entusiasma, pero a la vez deja el peso inmenso de comprender que esto no funciona como imperativo categórico de “piense críticamente” y ya, no, esta necesidad de pensar epistémicamente, pasa el por el problema de asumirse como sujeto, como bien dice nuestro autor, tiene que ver con la “capacidad del hombre a organizar su asombro cuando se atreve a tenerlo” y atreverse a vivir una forma de racionalidad que se despliega en la intemperie, en los márgenes de las verdades, de las fuerzas vivas dominantes, es un reto humano difícil de encarnar, pues se trata de vivir “a salto de mato”, como lo plantea Joan Carles Melich.

Bueno, de esto trata la obra de Hugo Zemelman, una obra nada fácil de leer, lo reconozco.  A veces no comprendo qué me llevó a esta sostenida lectura por años, pude haberla evadida como muchos, pero ahí me quedé.  Y es que en medio del esfuerzo intelectual que demanda (que no es poco), pienso en la explicación que le leí a Bachelard en uno de libros, que más menos dice así, “cuando una obra se lee, y se relee, es porque nos concierne”, y creo que sí me concierne, soy profesora, tengo el reto profesional de formar sujetos, y desde ahí, se puede hacer el esfuerzo de incentivar una forma de pensar vislumbradora que ayudare a los alumnos, a zafarse de las certezas teóricas que pretendan encerrar el pensamiento y controlar sus acciones desde una verdad dominante, por ello, necesitamos ayudarles a pensar en su “derecho de pensar y de existir la vida”, esa que ellos, necesiten.

Termino diciendo, que, para mí, leer a Zemelman ha sido complejo, pero muy liberador, desde él y con él, tengo el deseo de “mirar lejos lo cercano”, lo intento (no sé qué tanto lo logro, la realidad es la realidad).  Trato de vivir en la aventura de pensar lo marginal, y hablar de lo que vislumbro, teniendo claro que pocos lo quieren conocer, pero en esta aventura, igual se entiende que hay consecuencias como la marginación, el silenciamiento por la organización instituida, pero no detiene. Se construye una pasión por vislumbrar, por revelar.

Gracias Hugo Zemelman Merino, donde quiera que se encuentre (de usted, claro, con todo mi respeto a este gran señor, a quien conocí personalmente, crucé palabras con él, pero mi acercamiento fue circunstancial, y mi relación es, platónicamente intelectual) y pienso que cuando se ha entendido su invitación y una se atreve a dar un pasito hacia ese umbral y se van haciendo esas tareas para el auto rescate de nuestra autonomía pensar y construir sentido, con sentido, no hay retorno. 

Me confieso orgullosamente zemelmaniana.

viernes, 1 de octubre de 2021

Para preguntarse si la educación es moralista o ética (ética de la compasión)

 

Joan-Carles Mèlich. Ética de la compasión Editorial Herder, Barcelona, 2013. Edición electrónica.

Compré este libro hace dos años. Ya no recuerdo qué idea o quien lo refirió, pero ahí estaba entre mis pendientes y finalmente puedo decir que lo he leído, pero no puedo decir lógicamente lo que he encontrado en él, porque, para empezar, solo tengo claro que:

-No es un libro de instrucciones; si bien habla de ética, de la relación entre los seres humanos, nunca da pistas para hacerlo cada vez mejor, al contrario, va dejando claro lo difícil que es ser éticos, no moralistas.

-No es un libro teórico, aunque no le faltan los conceptos agudos y profundos para plantear su postura, y éstas, connotan ideas para pensar lo ético como existencia, como forma de vida.

-No es un libro que responde preguntas, pero si deja muchas, las que uno puede hacerse desde la singularidad de su vida.

-No es un libro de “ética”, sino de la necesidad de reconocer y acompañarnos en el dolor existencial de la vida, es un libro que habla del valor de la compasión y de la imposibilidad de humana de asumirla.

Por todo el libro, vamos a encontrar argumentos que defienden una ética como acompañamiento del otro, quien nos necesita en momentos de dolor existencial.  “Necesidad” que sentimos nos demanda estar ahí, responder para acompañar, nunca sintiendo su “sentir”, pero sí, estando ahí respondiendo dada la circunstancia, sabiendo que la respuesta que damos, será siempre insuficiente, siempre mejorable, pero es la que se puede dar auténticamente en ese momento, y de lo cual no podemos sentirnos orgullosos, sino lastimosamente insatisfechos de no haber podido dar algo más.

Y así, uno va leyendo ideas que nos introducen por una ética de la compasión para sobrellevar una vida finita, incierta, cambiante, informe, tan inhóspita a veces, y llega al final del libro donde narra una escena dolorosa, donde también nos dice que tenemos la tendencia humana a una “imposibilidad de compasión”, que finalmente en una situación extrema, tendemos a “salvo me-yo-primero”.  Que a veces no podemos soportar estar cerca del dolor del otro. Siempre aparece este “primero-yo”, y con las culpas y vergüenzas que esta actitud produce, y así nos vamos moviendo por la vida, porque así es lo humano.

Hay que leerlo, moverse entre sus conceptos que no son ajenos a la forma de vivir, de sentir, de pensar; su lectura provoca reflexiones que sacuden nuestros modos moralistas de actuar, de responder a los desafíos de la existencia.

Se trata de un libro que nos ayuda a pensar-nos en situaciones de vida que uno no sabe que necesitaba pensar, pero que necesitan ser pensadas, y en medio del drama, se siente algo que alegra, porque finalmente uno sabe que es mejor saberlo, vivir en menos ignorancia la complejidad de la vida con los otros, quienes igual, libran sus batallas, qué mejor que hacerlo juntos, asumiendo por convicción una “Ética de la compasión”.

Por tanto, no queda más que la invitación a leerlo. Es un libro para todos, pero si en especial los leemos los maestros, se siembra la idea generosa de desplegar una pedagogía menos normativa y sí, más compasiva, en sentido que el autor lo plantea.

 


martes, 3 de agosto de 2021

"El murmullo de las abejas"... un murmullo de recuerdos que avivan al lector.

También leo novelas, pero poco las comparte en este blog donde voy guardando mi memoria de libros leídos; blog que inicié años, pero hasta hace unos dos, he sido más sistemática en trabajarlo y compartir mis impresiones de lectura. 

Y pues que decir, aparte de leer libros que me dan ayuda profesional (de pedagogía, epistemología, sociología, filosofía, políticas, etc.,) leo con algo de lentitud, novelas.  El problema es que tardo tanto en hacerlo, (El Conde de Montecristo me llevó casi un año, pero ¡¡¡¡lo terminé!!!!, fue terrible pues sí me gustó, pero, pienso que el lenguaje al responder a otra época, aporta dificultades al lector, si bien la idea es grandiosa, la trama impecable, no dejo de pensar que leerlo exige paciencia para no desistir.  Bueno, eso me hizo sentir, quien sabe…), y este hoy comparto no es la excepción, esta novela, la inicié hace cuatro años:

 

¿Por qué la termino hasta hoy? Son muchas las razones, el trabajo, por los problemas cotidianos de la vida que no faltan, por dar prioridad a otros gustos como bordar, coser, tejer (que me encanta) porque lo destiné a ser un libro “antes de dormir” y ya agotada, leía una o dos hojas y a dormir…

Así, este libro, de página en página, vio pasar cuatro años, reiniciando siempre la trama, hasta que he tomado la decisión de leer novelas en otro tiempo-espacio, por las mañanas, y por ello, he podido plácidamente en dos semanas, lento, saboreando la trama imaginativa de la narradora, y he quedado fascinada, pienso que, si otro libro de esta novelista, Sofía Segovia llegare a mis manos, lo leeré sin pensarlo (he sabido que tiene uno nuevo sobre la masacre de los chinos a principios de siglo XX, el tema es duro...).  Muy buena novela ¿de qué trata?

Si bien es ficción, en este murmullo de abejas, nube de nobles insectos en cuyo centro se cuida amorosamente a un niño con la cara deforme, y quien se torna el personaje eje de la narrativa, no podemos negar que el suceso acaece en tierras del norte del país, en el tiempo posrevolucionario, donde suceden hechos verdaderos como la pandemia de influenza, la violencia, la reforma agraria, el cambio de cultivo, etc., toda esta mezcla de imaginación y realidad, lo hace un libro, a mi ver, como un libro adecuado para mi generación, los sexagenarios, que algo sabemos de la cultura del rancho, de familiares con tierras dedicados a la agricultura; es bueno para quienes ahora vivimos entre el recuerdo de la vida pueblerina y con la vivencia de la ciudad; es un libro para quienes crecimos en viendo películas de haciendas,  escuchando corridos,  canciones como del Piporro, etc., etc., todo lo que se cuenta, nos enlaza a recuerdos, sin dejar de pensar en los sucesos que sí se vivieron, de manera ya lejana a nosotros, pero que estamos seguros de que pasaron, y quedamos de alguna manera conectados a nuestras historias.

Tal vez, para lectores más jóvenes, no les diga mucho, y se queden solo con la trama imaginaria de un niño de ficción, con las reflexiones de los personajes en la construcción de sus destinos dadas las posibilidades del momento histórico que vivieron y se enternezcan con el emotivo final, que, a mí, la verdad, tal vez por mi edad, me cimbró.

En fin, termino diciendo que me ha parecido una gran novela y que he decidido desde hoy compartir estas lecturas a las que he dado poca importancia, pero que si lo pienso bien, son lecturas que han tenido mucho que ver con la capacidad de escribir un poco, (me gustaría hacerlo mejor), con la que puedo comentar mi impresión sobre libros de la academia.  No he sido justa con los bellos libros de Umberto Eco, de Ernesto Sábato, Gabriel García Márquez, Stephen King, Isabel Allende, Carlos Fuentes, y otros, hasta los de J.K Rowling con todos sus libros de Harry Potter, de los que algunas metáforas me fascinan, como la del “pensadero de Albus Dumbledore”, esa imagen, me encanta, me hace pensar en la infinita capacidad que tenemos de pensar, de imaginar, de crear desde lo que somos y hacemos y qué decir de los poetas que tanto me ayudan a pensar… bueno, he sido muy ingrata.

Por el momento, no me queda más que desearle un hermoso encuentro con esta narrativa de ficción donde imaginación y realidad tienen un equilibrio digno de vivirse con la emoción que la misma lectura sea capaz de desatar.

Tengo otro libro abierto de hace años, que merece ser terminado: "Inés del Alma Mía" de Isabel Allende, ya les contaré.

martes, 20 de julio de 2021

"Recuperar la pedagogía para defendernos del tecnicismo educativo"

 

Meirieu, Phillipe. Recuperar la pedagogía. De lugares comunes a conceptos claves.  Grupo Planeta – Argentina, 2016. Edición Digital.

 Philippe Meirieu cierra su libro con estas contundentes demandas para el campo educativo:

 “…hay urgencias: urgencia de volver a instalar la historia de la pedagogía y la reflexión pedagógica en el corazón de las “ciencias sociales”; urgencia de transformarla en el eje estructurante de una verdadera formación profesional de los enseñantes y de los educadores; urgencia de superar las simplificaciones y las caricaturas que se imponen hoy en un terreno que se ha dejado baldío desde hace ya demasiado tiempo; urgencia de desarrollar y difundir análisis que completen, prolonguen, amplifiquen o contradigan lo que acabamos de esbozar en esta obra…”(p.138)

 ¿Y sobre qué reflexionó en esta obra?

 Primero, plantea una fina discusión sobre la “actividad” que los niños realizan para aprender, de si es mejor una escuela activa cuyas discusiones muchas veces idealizan al niño y se le deja en un campo abierto, como si solos pudiese aprender; o si esto es posible en una  escuela donde se solicitan “ejercicios de aplicación”, siempre bajo una dirección que le lleva a logros esperados.  Nos dice que si bien se necesitan comprender estas posturas, rescatar de ellas sus aciertos, valorar sus esfuerzos, había que poner atención al valor pedagógico que tiene para los niños el vivir “situaciones de aprendizaje” bien construidas, donde la finalidad será que ellos puedan “operar” mentalmente sobre materiales, contar con consignas claras, permitirle crear y arribar a conocimientos donde sientan el valor de su esfuerzo, pues al ser así, ellos los transferirán a nuevos contexto, logrando su autonomía, pero la vez, portador de nuevos conocimientos que aportará al grupo social del que forma parte.

 Un segundo eje de discusiones, giran en torno a la idea de la motivación para aprender, reflexionando sobre la relación fracaso o desmotivación que muchas veces viven los alumnos frente al deber de aprender, lo que los adultos pensamos necesitan conocer.  Y después de interesante ideas, nos indica que en esto radica la tarea del profesor, precisamente en hacer emerger el deseo de aprender, y esto tiene que ver con un trabajo constante de búsqueda que va logrando relacionar los saberes que enseña con una cultura y una historia, para llegar a comprender cómo fueron elaborados por otras personas y valor que tienen para uno mismo.

 Continua con una pregunta “¿cómo podemos tratar de la misma manera a individuos singulares, sobre todo si nuestro propósito es hacerlos alcanzar los mismos objetivos?” (63) y va insistir que necesitamos no ser indiferentes a la diferencia de cada alumno, que cada uno necesita ser acompañado, no obviar sus características personales y sus necesidades específicas, que sucede en el seno de un colectivo, donde lo individual se articula, ahí, todos se interesan en los procesos de todos sin imponer, pero si favorecer los involucramientos que cada uno puede realizar.

 En un cuarto lugar, vemos la reflexión sobre nuestra idea de los niños, si los vemos apologéticamente o como son en realidad, niños que necesitan el acompañamiento de un adulto, de la construcción de un contexto que les permita ubicarse, que para aprender es preciso instaurar dispositivos, aprender a instalar lo que llama “bellas obligaciones”, ritos de trabajo que les llevan a metabolizar sus necesidades y energía en reto de aprender desde ellos mismos.

 Y por último discute el problema de la “libertad” en el reto de aprender y crecer, apelando aquí a la idea de “imputación”, esto es, ayudar a los niños a que se vuelvan sobre su propio proceder y tengan la oportunidad de asomarse a sus propios pensamientos y acciones y reorientarse en aquello que necesitan avanzar.  Nos hace ver el problema de formar en la libertad desde cualquier acto pedagógico, desde elegir un ejercicio entre otros, un libro entre varios, en cómo el adulto va capacitando progresivamente a los niños, para que se desprendan de las determinaciones en las que el contexto, la historia personal encierra, y aprenden a articular las decisiones que emanan de sí mismos con la historia contingente que heredaron, logran “imputarse” sus propios actos, acceder a la reflexión y “hacer de sí su propia obra”.(p.132)

 Así vemos algunos conceptos ineludibles en el acto pedagógico: aprendizaje, conocimiento, deseo, voluntad, libertad todos implicados en el sujeto en formación.  Por ello habla de tales urgencias, que nos lleven a los educadores a salir del tecnicismo en que la burocracia educativa por diferentes razones va orientando el sentido educativo. 

Es un libro interesante, y yo diría, urgente de leer.  Leerlo lleva a una “imputación” pedagógica personal (a la que no estamos acostumbrados) pero como dice nuestro autor, nos permite situarnos, revisarnos, valorar lo que estamos haciendo y atribuirnos progresivamente la responsabilidad en medio de lo que hemos hecho, analizar nuestras conductas hasta tomar el reto de nuevas decisiones fundamentales para la obra educativa en la que estamos implicados.  En el momento en el que estamos, esta “imputación pedagógica” es urgente y necesaria.

 

miércoles, 14 de julio de 2021

Michel Maffesoli y el reto de comprender lo que se trama en la posmodernidad naciente.

 

Michel Maffesoli. El ritmo de la vida. Variaciones sobre el imaginario posmoderno. Siglo XXI, 2012. Libro Digital.

 

Mis primeras lecturas sobre Michel Maffesoli las inicié en 2006 aproximadamente.  En ese momento revisé el "Crisol de las apariencias", libro que me aportó ideas para reflexionar la identidad de los profesores cuando trabajaba en mi tesis de doctorado. 

Después, por 2008, ya titulada del Doctorado, me apasioné con el libro “La transfiguración de lo político. La tribalización del mundo Posmoderno", y en ese momento le entendí que toda actividad política se perdía en toda gestión política se encontraba “saturada” y crecía su incapacidad para comprender la verdadera gestión de la vida societal que bullía; que política y vida social se separaban aumentando la desconfianza e incredulidad por la primera (el libro me encantó).

Después, en una feria del libro de la UABC, me encontré con "El regresar del tiempo. Formas elementales de la posmodernidad".  Lo leí con entusiasmo y por 2008, (recién operada de vesícula) no me perdí una conferencia que vino a dar, llamada, “El reencantamiento del mundo”. Y finalmente en 2013, leí “El ritmo de la vida”, libro cuya lectura apenas difundo en este blog.

Bueno, lo que quiero decir, es que conozco algo de sus obras, que no es la primera vez que me acerco a sus ideas, pero hoy, he tenido una revelación, una epifanía que me ha dejado en la sorpresa y en grandes dudas, y una que otra pregunta que apenas puedo formular.  

Por un lado, he reconocido que el conocimiento y uso que logré en aquellos primeros acercamientos a sus obras, estaba orientado por lo que hacía en ese tiempo:   era docente de investigación en la maestría en educación Campo Formación Docente de UPN, y que guiada por esta tarea, atrapé solamente algunas de sus ideas metodológicas, que mucho me ayudaron.

Su “aire metodológico”, concordaba con algunas ideas de mi formación zemelmaniana; rescataba de él ideas que me apoyaron en la exigencia de pensar el tiempo presente, de situarnos de manera crítica en la realidad, por ello me hacían resonancia cómo pensar el “acontecer de la vida”, a superar la lectura superficial de los fenómenos, a utilizar nociones, esto es, utilizar conceptos abiertos capaces de contener las novedades de la naciente realidad, que iban muy de acuerdo (o desde mi perspectiva quizá, ya dudo de todo) con el enfoque zemelmaniano.

Y hoy, ajena a aquellas tareas de impulsar la investigación, me he acercado a este libro de diferente manera, quedando de cara a sus contenidos y de pronto se me revela el sentido de su obra tan largamente construido y que no reconocí apropiadamente desde los primeros acercamientos a sus libros.

¿Qué es lo que puedo comprender hoy?  Para iniciar, diré, que si bien sabía que se trata de un autor que trabaja sobre la posmodernidad,  es esto es, que reflexiona sobre el tiempo que sigue como época; que describe y teoriza sobre los fenómenos actuales en que estamos inmersos y que responden a nuevas pautas algo alejadas de los sentido modernos de una época que afirma, agoniza y dando lugar al nacimiento de otra, y que se llama posmodernidad como continuidad, en espera de ser nombrada como se necesite en su momento, como ya ocurrió con otras épocas del pasado, como edad media, que para mutar hacia la modernidad, fue llamada “posmedievo” en lo que se le daba el nombre que necesitaba.  Si sabía de su orientación “posmoderna” pero no con la exigencia de significación que se necesita para comprender la naturaleza de los problemas que aborda. 

¿Y sobre qué clase de posmodernidad estamos hablando con Michel Maffesoli? Acotaré algunas ideas centrales (lo que logro entender y confieso me aterran, pues como dice el,

“El devenir destinal del advenimiento es la irrupción de lo imprevisto, que induce otra modalidad de pensar y de ser, donde el terror tiene un lugar. Las catástrofes naturales, las manifestaciones de los diversos terrorismos, los sucesos diversos diarios son vividos como el nuevo espectáculo circundante. Los incendios de autos, los incendios rituales del verano son como muchas otras maneras de vivir el gran theatrum mundi. ¿Es una paradoja hablar de deseo de riesgo? No necesariamente. Las situaciones limítrofes se multiplican…”

 Nos cuenta que el mundo social que conocemos se encuentra en crisis: los valores oficiales, instituido, los conceptos que nos ordenan, las lógicas de poder de las élites, que la tendencia al progresismo desde un presente lacónico, se encuentra saturada, entiendo por esto, que es rebasado, superado, y por tanto obsoleto.

Que esta obsolescencia en sentido amplio, va dejando aflorar “viejas raíces ancestrales” contenidas en la memoria social, dando lugar a una vida cotidiana que se organiza desde nuevos parámetros, como la idea de tribu, de comunidad guiada por valores cotidianos, que duran, lo que necesitan  estar-ser para mantener la cohesión y luego suelen desaparecer, pues sólo se construyen y responden a las necesidades del ritmos de la vida real, concreta, guiadas por sentidos hedonistas, emocionales, presentistas. 

Que existe un proceso de transición entre la idea de individuo autónomo, a la idea de la comunidad, hacia la tribu, el grupo que se une para compartir gustos, placeres, por tanto, ya no es la autonomía, sino un ethos que se construye como hermanos.  La otredad, la heteronomía, será lo que regule la capacidad de ser-estar, en ese aquí societal, donde se reinstalan ancestrales valores suprimidos por la modernidad, que enfocada en el orden, la ley del padre, dejó de lado lo onírico, lo lúdico, por ello al renacer, al reencantarse con la vida, vemos el cuidado del cuerpo, la moda, la banalidad de la vida, más preocupada por “vibrar juntos”, perderse en lo emocional del juego, del baile, de la música, donde todo puede suceder.

Ya no se  va está tras un futuro mejor, perfecto, sino en la dicha de situarse en los “Intersticios de la vida cotidiana” viviendo a plenitud experiencia con los hermanos, con quienes se comparte más un vivir del instante, que un pensar.

Esta lógica de encuentro recupera valores tradicionales y da lugar al surgimiento de otros que respondan a la nueva lógica societal, donde afirma, volverán aquellos valores tradicionales que vienen de muy atrás, de la tierra, de viejas atmósferas, enraizando de otras maneras en el presente... (recordé el derecho de pernada ¿es posible)

Afirma que estas nuevas formas de “religancia”, de lazo social, permite a las personas quitarse las máscaras que ha impuesto el ideal de la modernidad, y que se dejará emerger nuestras pulsiones, nuestras “sombras” para aprender a vivir con ellas, sin asustarnos de ellas ni ocultarlas, pues han estado ahí, como formas arquetípicas y son propias de la vida social, que ahora buscan estar como sucedía en la vida premoderna, que buscan emerger de nuestras reminiscencias.

Y así las cosas… y termino con esta invitación que nos hace casi al finalizar:

“…dejar aparecer en tanto que tal a la realidad misma. Ver, enseñar. Describir, metaforizar lo plural de las formas. No es forzosamente tranquilizador, pues la sombra tiene su parte. Pero se puede prescindir de ella, si se quiere desarrollar un pensamiento que acompañe a lo que es, un pensamiento que permita, de alguna manera, aprehender la dinámica interna de esas “cosas” sociales que se muestran con fuerza, con insolencia y también con ingenuidad”.

Con esta relectura, vinieron a mi mente imágenes de la juventud actual, de los niños de ahora, de los problemas generacionales para comprendernos unos con otros, de cómo, ellos, están siendo personas muy alejadas a las que somos, quienes rondamos por más de los 50 años.  Recordé películas futuristas, tendencias de moda, las nuevas adicciones, las banalidades de la juventud actual, las formas de comportarse que nos parecen descomprometidas, pues como afirma nuestros autor, son compromisos temporales, guiados por nociones, intuiciones, que duran lo que se necesita para atender lo que desean hacer y ya…

Y como docente, la cabeza me ha quedado dando vueltas y me he quedado con dudas. Si hay una regresión a formas arquetípicas del los modos de ser-estar desde la primigenia humana, ¿Cuáles son estas? ¿Son aquellas de nuestro cerebro reptil? Freud dijo que fue necesario pasar por procesos de civilidad para regular nuestras “sombras o resortes oscuros” y vivir en comunidad ¿Cómo vivir en comunidad, como hermanos, con formas de regulación dictadas por el deseo de algo? ¿Y con el desarrollo del cerebro por miles de años que nos ha llevado a relegar al cerebro reptil?

No sé… leer a Maffesoli en su lógica metodológica me parece de gran apoyo intelectual, pero leerlo en sus descubrimientos sobre nuestro avance y sentido societal, me deja en un estado de ansiedad intelectual… No hay que desistir, es un autor que merece nuestra atención, pues lo que escribe, tiene mucho de realidad.

jueves, 8 de julio de 2021

21 lecciones para un siglo que ya iniciamos hace 21 años ¿Conocemos los desafíos en que nos sitúa? ¿Estamos preparados?

 Harari, Yuval Noah. 21 lecciones para el siglo XXI. Penguin Random House Grupo Editorial España. Formato Digital 2018.

Para hablar sobre la experiencia de leer este libro, debo hacerlo situada en la lección 21, donde habla del valor e importancia de una educación que forme para vivir en el cambio, comprender que desde que nacemos estamos rodeados, invadidos de significados creados a lo largo de la historia a los cuales nos anexamos sin quererlo y mucho menos saberlo, la meditación como herramienta para asomarnos a nuestra propia mente e intentar responder la pregunta ¿Quién soy?

¡Qué libro! He pasado de una emoción a otra sin treguas ni mediaciones.  Cada lección fue explorando ideas que ordenan nuestro mundo actual y a la vez perfilan sentidos de realidad en los que ya vamos incrustados sin tener un gobierno personal para pensarlos, situarnos en ellos en un afán de verlos como son y no como nos dicen que son.  Y, pese a que me siento ignorante, perpleja, también siento una motivación para continuar explorando este tipo de ideas que, pese al baño de agua de fría, despabilan y activan fuerzas internas para reclamar el lugar de ser pensante y sintiente de la propia singularidad, como parte de un universo infinito.

A través de 21 lecciones o disertaciones, de manera extensa y lujo de detalles que acercan a la complejidad, aborda algunos de los graves problema que aquejan nuestro tiempo presente, dice

 “Como historiador, no puedo proporcionar a la gente comida ni ropa, pero sí intentar ofrecer cierta claridad, y de este modo contribuir a nivelar el terreno de juego global. Si esto empodera, aunque solo sea a un puñado de personas para que se incorporen al debate sobre el futuro de nuestra especie, habré hecho mi trabajo” (p. 7)

Y así es, desde la idea que somos “homo sapiens” productores de relatos, empieza analizando los tres grandes relatos que han cruzado por el mundo desde el siglo XX a nuestros días, lo que los caracteriza, su agotamiento y la desesperanza que nos invade al no contar esa guía sobre como pensar, proceder y nos vamos quedando en la necesidad de ser nosotros quienes nos autorregulemos.

Y en este extravío entre relato y relato, reflexiona sobre los desafíos en que nos sitúa el imparable avance de la tecnología, la transformación de creencias, la dislocación sobre el trabajo ante el avance de la robótica, cómo la tecnología con sus algoritmos “aprende a conocernos” y orientarnos, el poder que dan los “datos”, el reto que tenemos para conformar una comunidad de progreso que salve al mundo del daño mismo que se la ocasionado, de los retos de la política en un mundo globalizado, donde la tendencia a los nacionalismo, los apartamientos humanos no ayudan, nuestros miedos, las guerras, el terrorismo, los dogmatismos tanto religiosos como laicos, la ignorancia, la fuerza desastrosa de la posverdad, la educación y la valoración de vida como es, no es extraviada en un relato impuesto, sino asumirla como tal, aprender a relatarla tal como la percibimos, la vivimos.

Es tanto que digerir… sólo sé que tengo áreas de ideas subrayadas que necesito volver a leer y pensar.

Y también sé, que es un libro que todos necesitamos leer, jóvenes, madres, padres, profesionales, nosotros los maestros.  Nunca había visto un modo tan singular de abordar nuestra historia; la toma y la colocar al borde del tiempo que abre y nos coloca en situación de tomar decisiones, y la educación, campo que nos concierne tiene grandes retos:

“La humanidad se enfrenta a revoluciones sin precedentes, todos nuestros relatos antiguos se desmoronan y hasta el momento no ha surgido ningún relato nuevo para sustituirlos. ¿Cómo prepararnos y preparar a nuestros hijos para un mundo de transformaciones sin precedentes y de incertidumbres radicales? Un recién nacido ahora tendrá treinta y tantos años en 2050. Si todo va bien, ese bebé todavía estará vivo hacia 2100, e incluso podría ser un ciudadano activo en el siglo XXII. ¿Qué hemos de enseñarle a ese niño o esa niña que le ayude a sobrevivir y a prosperar en el mundo de 2050 o del siglo XXII? ¿Qué tipo de habilidades necesitará para conseguir trabajo, comprender lo que ocurre a su alrededor y orientarse en el laberinto de la vida?” (322).

Nuestro autor, invita a iniciarse en la meditación como herramienta que ayuda y prepara ante tanta realidad por reconocer, y está bien, si necesitamos la estabilidad emocional que deja esta técnica de reencuentro con uno mismo, pero también la lectura… hay que leer, informarse con conocimientos de calidad, desechar la información barata como igual, en algunas de las páginas de su libro indica.

Que lo disfruten.

 

sábado, 19 de junio de 2021

¿Un Estado que históricamente no ha respondido a las circunstancias...?

 


Luis Rubio. La nueva disputa sobre el futuro. Ideas viejas para un México Moderno. Editorial Grijalbo, 2021, edición electrónica.

Definitivamente, una lectura muy pertinente para el tiempo social, político, económico que se vive en medio de una inesperada pandemia, que ha venido a complicarlo todo.

Luis Rubio es un intelectual que publica en el Reforma, y alguna vez promoví su lectura en la maestría en que trabajé, por casi 30 años, pues sus análisis de la coyuntura siempre habría nuevas pistas de reflexión. Y ahora no es la excepción.

Aquí tenemos un libro de coyuntura perfectamente documentado donde sostiene que una tesis que nos aleja de buenos o malos, chairos o fifis, conservadores o demócratas, no, este autor nos ofrece un libro donde analiza el desarrollo de nuestros sistemas de gobierno y ofrece argumentos para sostener la tesis de que en México, todo NO nos ha venido tan bien, debido a que no hemos sabido construir un sistema de gobierno atento a los problemas sociales, que no se ha tenido la capacidad de resolver problemas a profundidad, de construir instituciones sólidas, legítimas que den garantías ciudadanas para la solución de problemas de todo tipo que nos aquejan.

Frente a ideas que hacen ver a un estado sostenido por una red de complicidades mutuas que viene de una estructura ancestral y autoritaria que se ha reproducido en todos sus niveles, y que a pesar de que se han intentado reformas, cambios, estos, han quedado en su mínimo desarrollo por cuidar más esas estructuras de poder que prevalecen hasta nuestros días.

El problema que plantea es grave, pues el mundo se ha transformado a pesar nuestro, y somos parte de un mundo que ahora nos exige formas de relación política y económica en las que no embonamos adecuadamente debido al poco desarrollo en nuestras estructuras, en nuestra legitimidad.

Cada capítulo nos muestra un aspecto de esta tesis, nos habla de los modelos de desarrollo por los que hemos pasado, los problemas de los gobiernos, cómo se enfrentaron, los pendientes que fueron dejando, pero siempre atento la estructura gubernamental, que, fincada en el poder de un solo hombre o presidencialista, parece no moverse.

Hay que leerlo, no me pareció un libro difícil tal vez porque vengo viviendo todo esto narra. Ya le experiencia de los 70s me tocó como profesional y ciudadana, y fui respirando esta historia, que hoy, con las palabras de Rubio, puedo situarme y comprenderme en ella.

La lectura no será igual para generaciones de este milenio, pero hay que insistir y apropiarse de la historia para comprender mejor nuestro mundo y ser capaces de actuar a la medida de las circunstancias, y salir de este atraso ancestral en el ya, ineludiblemente estamos, pero siempre es tiempo de iniciar el camino adecuado para el desarrollo, las nuevas generaciones lo agradecerán.

Y si bien, como dije, escribe en el Reforma hay por qué denostarlo. Todo aquel que piensa y comparte sus ideas, merece respeto, y si bien, no estamos de acuerdo, leerle permite igual pensar las nuestras para confrontar, y al hacerlo, nos ayuda construir nuestra postura. Leer a otros nos fortalece.


martes, 27 de abril de 2021

Oligarquía, autocracia o democracia. Tres modos de gobierno cuyos dictados de vida social necesitamos reflexionar.

 

Regreso a la Jaula. El fracaso de López Obrador. Roger Bartra, Penguin Random House Grupo Editorial, México, Edición en formato digital, marzo de 2021.

Este es un libro de coyuntura, una reflexión sobre el presente que corre, en la que el autor pone en juego su formación antropológica y amplia cultura teórica para contarnos cómo mira el acontecer político y social del gobierno presidencial en turno. 

El dibujo de la portada no es un lagarto (por aquello del "pejelagarto"), se trata de una salamandra, que de ajolote vivió su metamorfosis, pero, finalmente vuelve a quedar  atrapada, idea que trabaja en la “Jaula de la melancolía”), bueno es lo que yo imagino al ver la portada, pero quien sabe, no hay una explicación de la misma.

En cuanto a la formación del autor definitivamente, da garantía de una reflexión de amplio espectro, abre hilos de análisis histórico, sociales, políticos, culturales, que ayuda a los lectores a posicionarse en la coyuntura y aprender, propicia pensamientos que invitan a revisar nuestras tomas de decisiones desde los roles sociales en los que estamos implicados por pertenecer a este momento histórico.

 Es imposible hacer una narrativa que cuente de qué trata el libro pese a que el título orienta. Sólo puedo decir, que me vi frente a una historia en la que todos estamos situados, nos dice cómo fuimos entrando en ella, cómo estamos ahora frente a un gobierno que pretende alejarse de otro que desdeña en el discurso, pero que en los hechos no puede abandonar, generando el rompimiento de promesas. 

 Es una lectura que refresca la memoria sobre lo que ha venido sucediendo desde antes de las elecciones de 2018, y las que estamos punto de vivir en junio de 2021, y quien va leyendo se asoma a algunos sucesos con sus detalles confirmando que ahí estuvimos, que somos parte de esta historia, dejando preguntas:  ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué tanto sé de esto? ¿Desde qué premisas tomé decisiones electorales? ¿Por qué hoy apoyo, rechazo o ignoro la toma de decisiones del gobierno lopezobradorista? ¿Qué decisión tomaré el 6 de junio próximo? Y así…

 La tesis de Bartra es que este gobierno se enmarca en una necesidad de regresión a un tiempo que fue mejor, un tiempo que fue antes de nuestra inserción al proyecto neoliberal que tuvo entrada con Salinas de Gortari; una regresión que nace de una melancolía por otros tiempos, otros guías, otra  economía nacionalista cuyas promesas de desarrollo eran a partir un Estado del Bienestar, no de la Empresa Privada que hoy tenemos.  Nos dice que ese tiempo añorado, responde a otra fase de la historia, a otra realidad, por tanto, es un fracaso, ya que no se puede volver cuando estamos inmersos en nuevas coyunturas. 

 Por tanto, la idea de fracaso de este gobierno, no tiene que ver con acusar y defenestrar a una persona, en este caso a López Obrador, sino comprender quién es, qué hace, qué lo guía, por qué desea dar este giro a la historia.

 Los análisis y argumentos que se dan son muchos, podemos estar de acuerdo o no con el autor, pero indiscutiblemente nos lleva a pensar en los problemas que se abren con esta tendencia de regeneración de algo que tuvo su tiempo, y quererlo renacer, es traer a la vida a “algos” que harán más daño que bien.

 Me quedé con muchas preguntas, ideas, preocupaciones, por ejemplo, esto de que venimos de una oligarquía, ¿queremos una autocracia? ¿es pertinente en los tiempos histórico-sociales que corren por el mundo? ¿es posible moralizar a los mexicanos imponiendo sobre nosotros una idea idílica de lo buenos que somos dejando atrás el perfil del mexicano que heredamos del siglo XX? Y así… ideas que cimbran y exigen adquirir mayoría de edad ciudadana para ser capaces de tomar buenas decisiones sobre los gobiernos que necesitamos en todo nivel, municipal, estatal, legislativo, presidencial.  

 Hay que leer el libro, juzgarlo negativamente antes de adentrarse por sus planteamientos, impide la crítica capaz de abrir otras oportunidades. 

domingo, 11 de abril de 2021

¿Los educadores tenemos una formación antropológica? ¿Es necesaria?

 

Leer el libro de Roger Bartra, “La jaula de la melancolía. Identidad y Metamorfosis del mexicano” publicado en 1987, me ha dejado una gran preocupación y angustia profesional, que al final aclararé.

Si bien, el concepto de melancolía deviene de una larga duración (dice el autor que data aproximadamente 2 milenios y medio, ya desde Hipócrates se le reconocía), en la cual, se ha llenado de una variedad de significados y efectos en sus momentos histórico, en este libro, el concepto es acotado como un sentimiento de añoranza de momentos míticos vividos, de una nostalgia histórica que a su paso se ha ido fortaleciendo con emociones complejas que desembocan en tristezas, resabios, violencias, inconformidades, que hablan de viejas heridas abiertas que no sanan.

La antropología es un campo disciplinario que no me es cotidiano, y nunca hubiese leído un libro de este tipo si no fuese por la necesidad de leer otro recién publicado “El regreso a la Jaula”.  ¿De qué jaula me pregunté? Iniciada la lectura, tuve detenerme para averiguar de qué escapamos y a qué hemos vuelto. 

La lectura no es sencilla, pues el autor hace un análisis de la identidad mexicana desde una mirada amplia, epistémica diría yo, pues echa mano de biólogos, historiadores, otros antropólogos, ensayistas como Octavio Paz, filósofos diversos, sociólogos, etc., y lo que me ayudó fue haber leído otro libro hace poco “La patria y la muerte” de Trueba Lara, donde se aborda como se construyó la identidad mexicana a partir de la revolución. 

Ha sido una lectura muy reveladora de tantas ideas que nos cruzan como mexicanos, que más que una certeza informativa acumulada, deja, es una gran cantidad de metáforas por explorar.

Se trata de un libro que provoca continuar con una investigación para reencontrarnos con nosotros mismos, clava inclemente preguntas sobre quienes somos, por qué hemos llegado a este punto de la historia cargando tantas ideas ya ni siquiera reflexionadas, tornadas mitos ancestrales, despojadas de su origen, tiempo y espacio que organizan nuestros modos de sentir, pensar, hacer, ser…

A reserva de volver a leer este libro (una sola lectura no es suficiente), me han quedado tres ideas que cimbran:

·       El mito del edén subvertido, que se explica desde el momento en que se encuentran dos culturas, una “salvaje”, otra que se afirmaba “civilizada”, y en este suceso, se construye la noción de “cultura originaria”, que arrancada de sus costumbres, formas de vida, y es lanzada hacia una modernidad que como promesa, nunca alcanza, por ello, se piensa que fue un pasado originario, mejor,  al que se anhela un regreso imposible, dando lugar a la melancolía.

·       El mito de la sociedad campesina, cuyo despliegue temporal, cultural, difiere de las sociedad urbanas, en desarrollo pujante, que deviene después de la revolución, momento en que había que hacer cambios y a éste, los campesinos olvidados, lastimados, llegan a las ciudades guiados por promesas de justicia social, a la construcción de un hombre nuevo y libre, promesas que nunca se cumplen y aumentan esas heridas sociales llenas de nostalgia por la vida de los pueblos, siempre más acogedora que la frialdad urbana. Y nuevamente, la mirada al pasado con profunda añoranza, porque en lo pasado, ya solo se recuerda lo mejor que ha sido idealizado.

·       Que la creación de la identidad del mexicano, responde a las necesidades de desarrollo de una sociedad dominante que ignora la variedad de Méxicos en un mismo México.  Se es mexicano desde una forma legitimada sin ver todos los claros-oscuros que esto encierra y esta situación de imposición, aumenta esta melancolía social gestada hace siglos.

Estas tres ideas las desarrolla desde una interesante metáfora, la del ajolote, un anfibio que siempre permanece en estado larvario, el cual se encuentra en extinción.

Bartra usa esta metáfora para indicar, que los mexicanos hemos estado en este esta larvario, que desde nuestro estado “salvaje”, estado original en que nos encontraron los otros, y que no hemos tenido las condiciones para consolidar una metamorfosis; que hemos tenido un contexto complejo que nos ha llevado más a la extinción de esa forma de ser primigenia, y al estar en la amenaza de extinción, lo que estamos haciendo es reconstruirnos en otras personas, naciendo como “otros”,  capaces y fuertes para responder a a los nuevos desafíos de la época.

Este análisis, lo realiza, cuando se dan los movimientos sociales de fines de los ochentas, cuando surgen nuevos partidos, y el dominante, vive resquebrajos que anuncian su final.  Sostiene, que los mexicanos estamos saliendo de la Jaula, que estamos abandonando ese pensamiento melancólico que nos llevaba a la añoranza de tiempos pasados, incapaces de construir futuros alternos y más prometedores.  Es un libro optimista… ¿Realmente si logramos salir? Y si salimos, ¿Qué nos ha pasado? ¿Estamos retornando? Bueno, es tiempo de volver a la lectura de “El regreso a la jaula. El fracaso de López Obrador”, y les cuento luego.

Pero ¿por qué me he quedado tan preocupada? Ya casi tengo 44 año de ser profesora, y leyendo este libro me he preguntado ¿por qué hasta ahora tuve la oportunidad de pensar en quién es “este sujeto llamado mexicano” que ha estado bajo mi trabajo pedagógico? ¿He trabajado con la noción política hegemónica construida por el poder en turno? ¿he contribuido a formar personas melancólicas al ser una empleada del estado mexicano? Y las respuestas son muchos sí.

Desde que se tiene conocimiento de lo curricular, eso se sabe, se forma al sujeto que cada momento histórico necesita, eso me queda claro, pero lo que es imperdonable es hacerlo en medio de la ignorancia sobre las personas que somos por el resultado de la historia social, ignorantes de todos los elementos fundantes de nuestras formas de ser, pensar, sentir. 

La formación normalista, aunque dependa del Estado, necesita una lectura antropológica sobre las personas a quienes educamos, si lo hacemos, nuestra pedagogía será más sensible a las formas de constitutividad humana que necesitamos y nos merecemos como sociedad, rescatando nuestra historia real, no idealizada.  Nacer desde lo que potencialmente somos. Y esto aún no lo hemos explorado.